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Críticas de Chagolate con churros
Críticas 748
Críticas ordenadas por utilidad
6
25 de noviembre de 2008
26 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mujer soltera. Treinta y tantos. Fracasos amorosos a las espaldas. Amistades con parejas, con hijos, con responsabilidades. Y llega el verano cuando te encuentras más sola. La rutina del trabajo, que durante tanto tiempo enmascara la soledad se toma unas vacaciones y un abismo se abre a tus pies. La soledad se ahonda. Se clava cerca del corazón, y el aire se nos vuelve rancio. Un mes en que pensar o un mes para cambiar.

Y así Rohmer construye, de manera algo tediosa, el diario personal de Delphine.

Mi amiga, esa que os conté que observaba durante minutos las piedras de la Tramuntana, dice que ve el rayo verde a todas horas. Yo, la verdad, creo que sólo lo he visto una vez. Y tampoco estoy seguro de ello. Lo cierto es que me he pasado largas tardes esperando ver el último rayo de sol sentado en la cala del Delta, casi en soledad, con el convencimiento de que sólo son pamplinas y el rayo verde no es más que una postimagen. No me extraña que mi amiga, vegetariana como Delphine, sea capaz de perecibir su rayo verde. Los rayos verdes sólo existen para gente soñadora, que cree que como los naipes, pueden marcar su porvenir. Yo, algo más realista, me dispongo a disfrutar de la apuesta de sol, mucho más hermosa que las célebres caídas en Santorini, y casi siempre en soledad o con gente amada. Es como se ven los rayos verdes, y también como se viaja; aunque Delphine no lo sepa todavía.


Otros posibles títulos para esta crítica:

-Que llegue el tiempo de amar.
-Las tetas de la sueca.
-La petarda de Delphine.
-Una vegetariana peculiar.
-Los rayos verdes son para los soñadores.
Chagolate con churros
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7
1 de abril de 2008
25 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es raro acercarse a una película en color de Lubitsch. Si por mi hubiera sido, cogería a todos aquellos que se dedicaron a colorear las películas en blanco y negro y los fusilaría poco a poco con escopetas recortadas cargadas de puntas de erizos de mar. ¡Cómo iba a disfrutar! De todas formas este no es el caso. Sin contar con “La dama de armiño” que podemos atribuir más a Preminger que a Lubitsch, esta sería la única película que rodara en Technicolor y a mí, me resulta algo raro, como que el color no es para Lubitsch.

Quitando divagaciones aparte que no aportan nada al tema, sino más bien constatan que soy carne de psicólogo, y que deseo visitarlo por el mero hecho de reproducir esa conversación que Diane Keaton y Woody Allen mantenían en Annie Hall:
Annie: ¿Vas a un psicoanalista?
Alvy: Sólo desde hace 15 años.

…puedo decir y digo que “Heaven can wait” posee esos ingredientes que tanto gustaban a Lubitsch, pero no con la suficiente dosis, la garra y el cinismo que nos tenía acostumbrados. Ciertamente no es este, un claro ejemplo del toque Lubitsch, aunque sus diálogos a veces puedan recordarlo.

“Heaven can wait” no deja de ser una buena película con ciertos momentos entrañables, y personajes de toda índole que nos llegan muy adentro. Don Amache hace un gran papel, sobre todo en su parte final, más que de galán, pero sobre todo me quedo con la picardía del abuelo, que interpreta de manera perfecta Charles Coburn.

Quizá el guión peca un poco de inocencia, pero no deja de estar muy bien estructurado y ser bastante original para la época.
Chagolate con churros
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6
22 de junio de 2009
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Harper” no deja de ser una película entretenida pero tampoco es un claro ejemplo de la supuesta resurrección del cine negro. Quizá si como homenaje algo caricaturesco, todo hay que decirlo.

Aunque Newman hace una actuación tremendamente buena y divertida, queda eclipsado por una señora que no se levanta de la cama: la Bacall. Y es que no ha habido en la historia del cine una mirada como la de Lauren Bacall: sensual, juguetona, misteriosa… en fin, adictiva como ninguna.
Tanto la dirección como el guión me parecen suficientemente inmaduros como para sujetar al personal. En sí la historia es bastante previsible y tontorrona y por ello se intenta tapar y ampliar metraje con subtramas que no vienen a cuento (como la del loco de la colina). Tampoco veo nada de tensión sexual y teniendo al Newman en el reparto esto es casi pecaminoso. Veo más tensión sexual entre la parapléjica Bacall y Newman que entre Newman y el resto de las hembras que desfilan en pantalla: Shelley Winters (biopic de ella misma), la supuesta mujer de oscuras intenciones Julie Harris pero que no deja de ser la tontorrona de la fiesta, la lolita Pamela Tiffin cuyos encantos no sólo quedan truncados dentro de pantalla sino también fuera, y la desaprovechada Janet Leigh con quien tampoco existe tensión sexual pero si sexo casi-consentido. Desaprovechada esta última porque con lo poquito que aparece consigue que Newman no la eclipse algo que no pasa con el resto de féminas.

En fin, “Harper” es una película curiosa y entretenida (que eso hoy es bastante), con una buena técnica y grandes actuaciones (sobre todo la de los tres actores que he citado).
Chagolate con churros
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8
14 de diciembre de 2009
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si real o sumergido, en noches de Pasión, suceden cosas de extraña belleza en las estepas palentinas. Es el juego de las chapas:

Una persona que puede presentarse a sí mismo o a un grupo auto-constituido es la banca. La banca puede retirarse cuando lo considere oportuno y su lugar lo ocupará otro que desee ser banca. El resto de personas que quieran participar hacen una apuesta que la banca debe siempre igualar. En forma de corro, la banca deposita la misma cantidad de dinero delante de cada jugador. Si yo a mi lado dejo diez euros, la banca pone sobre mis euros otros diez.

La banca lanza en el centro del corro, dos monedas al aire. Son los únicos instantes de silencio sepulcral. Se puede, incluso, escuchar como en la calle, los carámbanos de hielo caen al suelo. El bar enmudece. Si en ambas monedas sale cara, gana la banca; si por el contrario en ambas sale culo (cruz), gana el/los apostante/s. Si una moneda sale cara y la otra culo se repite la tirada.

Se gana y se pierde muchísimo dinero. Digamos que no esperaba encontrarme un agujero tan desconocido. Como todo lo desconocido me atraía irremediablemente y quise tentar a la suerte apostando lo poco que me quedaba. Para mí era innovador y fascinante; era oscuro e ilegal y la seducción me atrapó como hacía siempre que encontraba un ámbito nuevo de expresión. Salieron dos caras. Por supuesto lo perdí.

Descubrí que me gustaba moverme por el mundo por eso mismo, porque no paraba de descubrir otros agujeros oscuros y desconocidos. Se dice que hoy no hace falta moverse del sofá de tu casa para conocer el mundo. La televisión, cine y las revistas te abren la puerta hacia otras culturas. Aunque sin duda, no me hubiera atraído tanto un bar lleno de humo de cigarrillo y mal ventilado de un pueblo perdido en la estepa castellana que las gélidas madrugadas de Semana Santa juegan a las chapas si lo hubiera visto por televisión.

Cuando la gente me habla de globalización, de una España sin rasgos, fragmentada y sin bandera yo sólo digo: España existe, aunque sea en lo más recóndito de los pueblos o aunque sea cada vez que veo Bienvenido Míster Marshall. Son dos chapas que se tiran al aire. Nunca salen dos caras, nunca salen dos culos. Una y otra vez, cara y culo; culo y cara no paran de asomar.

Que así sea.
Chagolate con churros
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7
27 de marzo de 2008
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras unos primeros cinco minutos magistrales, Pen-Ek Ratanaruang, me da en las narices con una historia inconexa, extraña y difícil de digerir. Toca temas de esos que tildamos en llamar universales como la soledad, el significado de la vida o la muerte. Y lo hace desde el prisma en el que los silencios hablan y las balas hacen callar. “Vidas truncadas” es de ese tipo de películas que si te generan afinidad puede tocarte muy dentro. Pero en mi caso, esta simbiosis no ha crecido. Me percato del atrevimiento de la propuesta, de esa idea bizarra que su director ha plasmado, pero no me ha terminado de convencer.

No me convencen ni las elipsis utilizadas, con las que juega constantemente al despiste con el espectador ni me ha convencido el guión en sí. Ratanaruang, eso sí, posee un gran enfoque visual y la preparación de las escenas está muy cuidada. A esto ayuda una gran fotografía de uno de los mejores fotógrafos: Christopher Doyle.

Otro punto a tener en cuenta en esta mimada producción es la bella y envolvente música de Hualongpong Riddim que terminan por convertir a esta rareza de oriente en un trabajo interesante.
Chagolate con churros
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