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Polonia Polonia · Terrassa
Críticas de Taylor
Críticas 702
Críticas ordenadas por utilidad
6
13 de junio de 2011
32 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás peque de tópica y efectista un rato largo, de acuerdo, pero cuando una peli de terror te mantiene en vilo desde el primer minuto y logra -aunque sea por momentos- acojonarte como pocas veces sucede, adjudicarle un justo y meritorio 'interesante' es, a mi juicio, lo mínimo que podemos hacer. Máxime cuando los actores están más que correctos, cuando el director de turno (en este caso, Wan, un tipo que sabe lo que se trae entre manos) constata dominar los mecanismos básicos del género y cuando el inconfundible aroma a "Suspense", "The haunted", "Poltergeist" y el Shyamalan de "El sexto sentido" te retrotrae inevitablemente a aquellos tiempos en los que el terror no se limitaba a subidones de música, adrenalina por un tubo y litros de sangre e higadillos por doquier. En fin, que no siendo "Insidious" ningún peliculón tampoco creo que sea necesario ponerla a parir por decreto-ley. No seamos tiquismiquious, joer.
Taylor
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8
29 de septiembre de 2010
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso que me gusta Hitchcock. O, mejor dicho, me encanta. Desde siempre. Fundamentalmente porque no conozco ningún otro cineasta con tantas obras maestras en su haber. Obras maestras que, además, me molan. Inconmensurablemente. La lista es larga: “Vértigo”, “Psicosis”, “La ventana indiscreta”, “Con la muerte en los talones”, “Los pájaros”, “La soga”, “Frenesí”… Y las que me olvido.

Lo que ocurre, sin embargo, es que todo cineasta con tantas obras maestras en su currículum suele contar, casi siempre y además, con obras menores. Obras que -incluso siendo buenas o buenísimas- no alcanzan ese prestigioso y laureado status que sí lograron sus privilegiadas hermanas mayores. “Yo confieso”, por ejemplo, es una de ellas.

¿Significa eso que “Yo confieso”, por ser menor, también debe ser -forzosamente- mediocre? Pues no. Ni mucho menos. De hecho, “Yo confieso” es una gran película. Y lo más probable es que si la hubiera firmado otro ahora mismo estaríamos hablando de una obra maestra. Pero no. No la firmó otro. La firmó el gordito. El de “La ventana indiscreta”, “Vértigo”, “Psicosis” y demás. Qué putada ¿verdad?

Así pues, admitiendo que tito Hitch cuenta con otras pelis en las que el nivel de suspense o el propio desenlace están algo más logrados, sigo diciendo que “Yo confieso” es una gran peli. Y lo digo y lo mantengo porque no considero que esas leves carencias menoscaben, ni un ápice, sus numerosas virtudes. La mayoría, atribuibles a Hitch (narración, composición de planos, temas recurrentes…). Pero otras, a Clift. Monty Clift. El sacerdote más atormentado y seductor que jamás pobló una gran pantalla.
Taylor
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7
17 de diciembre de 2010
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Particularmente, de la etapa española de Ferreri, prefiero “El pisito”. No sé, supongo que todo se debe a que me caló más hondo la historia de esos sempiternos novios dispuestos a todo por heredar el puñetero piso de una vieja muy revieja que no las histriónicas peripecias de este abuelete también dispuesto a todo por conseguir su puñetero motocarro.

En cualquier caso, debo reconocer que existen dos factores -si no más- que justifican plenamente la visión y el aplauso de esta peli. En primer lugar, la magnífica disección histórica y social que Ferreri logra plasmar de la España de finales de los 50 y, en segundo, la colosal interpretación de José Isbert. Un actor que más allá de bordar todo papel que se le puso por delante logró crear, sobre todo, un verdadero estereotipo de abuelete, entre picarón y entrañable, absolutamente carismático.

Siete trabajadas estrellitas, pues, para una peli cuya mejor virtud radica, a mi juicio, en haber contado con Isbert para maquillar -merced al corrosivo retrato de una sociedad que empezaba a salir de las penurias de la posguerra y la tragicómica descripción de la senectud y las minusvalías- una historia (y que me perdone Azcona) bastante justita.
Taylor
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7
1 de enero de 2011
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién no ha soñado nunca en comportarse como Boris? Yo, sí. Muchas veces. A decir verdad, cada día. Quizás no con todo el mundo -como lo hace él- pero sí con unos cuantos. Y eso que tengo fama de borde, en serio, pero a veces me gustaría serlo más. Mucho más. Me gustaría ser sumamente borde. Desagradable. Odioso. Insolente. Grosero. Políticamente incorrecto, vaya. Sobre todo con quién se lo merece. Con quién se lo ha ganado a pulso y con quién lo está pidiendo a gritos.

Desgraciadamente existen muchos factores y circunstancias en esta vida que te impiden comportarte como Boris. Con total y absoluta libertad. Algunos lo llaman educación. Y otros, civismo, respeto, diplomacia, disciplina, normativa o lo que se os ocurra. Yo lo llamo esclavitud, servidumbre, vasallaje, sumisión. Porque sí, señores, todos o casi todos nosotros somos esclavos. Esclavos de nuestro trabajo, de nuestra hipoteca, de nuestra familia, de nuestro entorno. De nuestra propia estulticia, tal vez. Pero somos esclavos. Y como esclavos que somos, necesitamos liberarnos. Dar un golpe en la mesa y proclamar un contundente y categórico ¡Basta ya! Pero no, no lo hacemos. Y en lugar de rebelarnos ante lo que nos subyuga, lo acatamos. A regañadientes, sí, pero lo acatamos. ¿Por qué? Muy fácil: por miedo. Porque nos aterra romper rutinas. Porque “si la cosa funciona… ¿por qué la vamos a tocar?”

Y ahí está el quid de la cuestión, amigos. En el propio título de esta peli. En si la cosa funciona. O no. Y lo que está claro es que al amigo Boris le importa tres pares de cojones si la cosa funciona o no. Por eso dice y hace lo que le da la gana. Por eso es tan soberbio y prepotente como Cristiano y Mourinho elevados a la enésima potencia. Porque ya está de vuelta de todo y porque el personaje que le compone Allen es el más sarcástico, escéptico, misántropo y pesimista de toda su filmografía.

Quizás más de uno o de una creerán que Woody ya está muy viejuno y que en sus pelis se repite más que el ajo, pero… “si la cosa funciona… ¿por qué la vamos a tocar?”
Taylor
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8
1 de enero de 2010
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo de la base que “La batalla de Argel” fue una peli encargada por el gobierno argelino, no debería extrañarnos en absoluto que Pontecorvo nos describa a los magrebíes como un pueblo heroico que lucha por su libertad y a los franceses como un clan de blancos que se creen superiores y que se resisten a renunciar a una de sus colonias más importantes en el norte de África. Considero, pues, que Pontecorvo es tremendamente honesto y coherente con su propia ideología y la de su cliente y que cualquier otro planteamiento (en teoría más imparcial) hubiera estado fuera de lugar en pleno 1965.

Cierto es que el italiano se recrea mostrándonos las torturas y las ejecuciones (por Madame Guillotine no pasan los años) a los presuntos terroristas del FLN por parte de los militares franceses y quizás no se preocupa tanto de exhibirnos la sangre, las vísceras y los miembros amputados de las víctimas terroristas francesas pero, por Dios, no perdamos la perspectiva. La casbah de Argel no era un nido de fundamentalistas religiosos que se dedicaban a poner bombas en nombre de Alá. La casbah de Argel fue el germen de un sentimiento de rechazo hacia una contexto político y militar a todas luces tiránico e injusto (el colonialismo francés) que emergió en forma de grupúsculo terrorista piramidal (el FLN) y que, con el tiempo, se instaló en todo el país. Y fue entonces, cuando la insurrección popular se hizo incontrolable, cuando por fin Francia cedió y Argelia logró la codiciada independencia. Sería absurdo y penoso, por lo tanto, que alguien quisiera censurar el buen hacer de Pontecorvo trazando cualquier paralelismo entre el terrorismo del Frente de Liberación Nacional Argelino y cualquier otro grupo terrorista actual como ETA o Al-Qaeda. Nada que ver, vaya.

Pero bueno, dejemos de politiquear y centrémonos en los aspectos formales de la peli porque creo que precisamente en ellos radica gran parte de la enjundia y la trascendencia de “La batalla de Argel”. Me estoy refiriendo, como no, a la extraordinaria fotografía en b/n de Marcello Gatti y a ese estilo de falso documental que adopta Pontecorvo y que le otorga a su peli una credibilidad y una verosimilitud (las dos cosas) abrumadora. Un estilo que alterna magistralmente el empleo de primeros planos y de planos generales con muchos figurantes (en plan Eisenstein) y que, pese a su frialdad descriptiva, consigue algo muy importante: que el espectador crea lo que está viendo.
Taylor
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