De nuevo los distribuidores españoles, o quien sea responsable de esto, vuelve a tomarnos por imbéciles con la “adaptación” del título original del filme: ya puestos, por qué no “El Cairo básico”, “Pulp Cairo” o “Corrupción en el Cairo”… Hecha esta salvedad, nos encontramos ante un thriller con todos los elementos del género, más el toque “exótico” que aporta la ambientación en Egipto (si bien la película no se rodó en este país por razones obvias). El protagonista es Noureddine, un policía corrupto hasta los tuétanos, como todos sus compañeros, que investiga el asesinato de una “señorita de compañía” en el que está envuelto un diputado, todo ello en vísperas de las revueltas de la Primavera Árabe. Cuando se pretende cerrar el asunto como un suicidio, el policía empieza a desenredar la madeja y a tirar de la manta. El problema es que lo que hay bajo esa manta no nos sorprende demasiado, después de asistir desde el primer minuto de la proyección a todas las formas de corrupción posibles por parte de todos los que aparecen en pantalla: desde el fiscal que lleva el caso hasta el último policía, pasando por taxistas, inmigrantes sudaneses, prostitutas, confidentes y demás ralea, que no dejan pasar la ocasión de sacar unas libras de más, dependiendo su cuantía de la clase social del extorsionado.

Como retrato de una sociedad en descomposición política y moral (el Egipto de Mubarak: aunque resulta difícil pensar que las cosas hayan mejorado mucho desde entonces) la película es solvente. Sin embargo como thriller hay algo que no acaba de funcionar: el director acierta con los elementos del género (el policía, el caso, los compañeros del policía, los superiores, el testigo incómodo, la chica que camela al policía…, bien interpretados en líneas generales; destacando el protagonista, soberbio en su papel de hombre atormentado y solitario), pero da la impresión de que no sabe muy bien cómo poner en juego esos elementos, por lo que el ritmo de la cinta se vuelve lento, repetitivo y falto del suspense y la acción del policíaco clásico. Veo demasiada redundancia en las corruptelas; algún personaje que no aporta gran cosa, como el padre del protagonista que aparece un par de veces para que nunca más volvamos a saber de él; o la inclusión, un tanto forzada, de la situación política y la primavera árabe en la trama policíaca… Faltas que no empañan la película, que en líneas generales puede calificarse de “interesante”, aunque entorpezcan un tanto su funcionamiento.

La película tiene el mérito de hacer interesante una historia que no deja de ser intrascendente, la de una joven de 21 años que se va de Erasmus a Berlín, algo que los que no hemos pasado por esa experiencia solemos asociar a fiesta, folleteo y desmadres varios que como mucho darían para una comedia neocostumbrista. Cierto es que en la película hay de eso, pero no sólo: también hay problemas con el idioma, con la búsqueda de piso, con la soledad, con el novio que se ha quedado en Barcelona, con el novio alemán, con la madre que quiere seguir controlando a pesar de la distancia...

Típica comedia con todos los ingredientes del género y de asunto bastante frecuentado (la suplantación de personalidad con fines amorosos), que no pretende otra cosa que entretener al espectador. Una pena, porque se le podría haber sacado más jugo a la historia; por ejemplo si en el tramo final no se hubiera buscado tan descaradamente el happy end más convencional y trillado. Se echa también en falta, ya que de una comedia se trata, un poco más de vis cómica por parte de los protagonistas, excesivamente envarados y sosos.

El punto de partida no entusiasma demasiado: en estos tiempos en que levantamos muros para repeler a quienes están sufriendo el hambre, la guerra y la persecución política, parece frívolo y extemporáneo construir una epopeya sobre un episodio de la guerra fría (cuyo final ya conocemos, para más inri). Lo que vamos viendo en pantalla tampoco ayuda: los supuestos héroes dicen sentirse muy perseguidos y rodeados de carencias, pero habitan una casa unifamiliar con garaje, tienen un coche que usan continuamente, toman cerveza y refrescos a todas horas y se alojan en buenos hoteles. En cuanto a la temible Stasi no deja de ser paradójico que sus acciones más violentas estén sólo en la imaginación del protagonista principal, mientras en la realidad sus miembros se muestran incapaces de desbaratar unos planes de huida bastante burdos e indisimulados. Los personajes son planos y vacíos: los buenos se pasan la película soltando ñoñerías de libro de autoayuda –lo de luchar por los sueños y tal– y los malos pues eso, malos y sobre todo ineptos. Sólo el teniente coronel de la Stasi que comanda las investigaciones parece tener algo de chicha al principio, pero pronto se diluye en el magma generalizado de insustancialidad que contamina toda la cinta. Por no haber, ni siquiera hay una crítica mínimamente elaborada al régimen socialista, de tal modo que la idea de huir acaba pareciendo un capricho que en ningún momento despierta la comprensión del espectador, quedando muy en segundo plano tanto la tragedia de los que murieron buscando una vida mejor como el arrojo de los que lo lograron.