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Críticas de Manospondylus
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
1
29 de febrero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Igual da. Vamos a terminar con esto que quiero pasar página y después de tres horas viendo películas de Barbie y de otra escribiendo las correspondientes reseñas (que deben estar disponibles para quien ose leerlas y no tenga nada mejor que hacer) empiezo a olvidar cómo demonios era mi vida antes de esta traumática experiencia. ¡Padres, madres, personas con menores a su cargo, no se les ocurra ponerle estas películas a ningún niño o niña! Las consecuencias pueden ser irreversibles.

Llegamos al fin a la tercera película (sí, la tercera, gerifaltes de Filmaffinity; la segunda es la de Mermadia), y por ende entrega final de esta aterradora trilogía, Barbie Fairytopia: La Magia del Arco Iris, otro espectáculo dantesco de rosa chillón y arcoíris mágicos en la utopía distópica de las hadas Barbie (y otros seres salidos de alguna sima abisal) maquinado por las mentes maestras de Mattel como parte de su plan de dominación mundial.

Como era de esperar, regresamos al delirante mundo feérico, espero que por última vez, para volver a encontrarnos con Elina y Bieber haciendo de las suyas por la Pradera (eso sí, tras otro resumen, esta vez de las dos películas anteriores), es decir, volando sin preocupaciones entre las inflorescencias, porque si hay hadas que trabajan o hacen algo con su vida, Elina no está entre ellas. Dandelion también anda por ahí, pero que nadie se haga ilusiones: desaparece después de este segmento y, a diferencia de lo ocurrido en las anteriores entregas, ni se molestan en dar un motivo (ella se ofrece a ayudar a Elina, pero esta se limita a reírse en su cara y se larga porque debe odiarla o algo).

Como detalle curioso, las niñas flor que bailaban desganadas han desaparecido (lo que podría haber dado para una subtrama más interesante que la trama principal) y Elina ha cambiado a sus diminutas bullies por un grupito de fangirls también diminutas (eh, ¿character development?) que se arremolinan molestamente en derredor de ella. En serio, ¿son hadas niñas (con proporciones de adulta)? ¿Son otra especie de menor tamaño? Da igual, porque ni van a tener importancia en ningún momento ni van a volver a aparecer. Lo importante es que todas ellas ignoran que uno de los hongos las observa cual pervertido tras un hierbajo. Porque, sí, Laverna sigue por ahí y en un ejercicio de continuidad sorprendente mantiene su forma de rana.

El caso es que viene Azura y se lleva a Elina y al bicho a comer cupcakes (¿Por qué hay una escena de comilona hiperazucarada gratuita en cada una de las películas de Fairytopia?), Bieber se rompe un diente con uno (a saber de qué estaría hecho el cupcake) y se ponen a hablar del Hada de los Dientes (otro asunto que no conduce a nada, porque dicha hada no va a aparecer). Después de unos quince minutos (que parecen una hora) de relleno, en los que lo más reseñable es la aparición de un segundo Bieber (como si uno no fuera suficiente), Elina llega al Palacio de Cristal para aprender "el vuelo de primavera", un ritual con el que las hadas crean el primer arcoíris de la primavera para que Fairytopia resista un año más sin irse al garete (si ya digo que este sitio siempre al borde del colapso de utópico no tiene nada). Resulta que si cometen un error, Fairytopia quedará condenada a 10 años de crudo invierno (tiembla, George R. R. Martin) y, digo yo, ¿si normalmente no hay invierno cómo puede ser el primer arcoíris de primavera? ¿Cada año se pasa del otoño a la primavera? Porque en las tres películas parece que siempre es primavera, con tanto floripondio por todas partes... ¿Pero por qué pierdo el tiempo con preguntas sin respuesta? Ante la aplastante trama y la insondable lógica interna de Barbie Fairytopia, lo único que puede hacerse es apagar el neocórtex y proseguir sin cuestionarse nada.

Total, aquí empieza un tramo muy largo en el que Barbie asiste al Hogwarts este para aprender magia. Por algún motivo todas sus compañeras de clase son unas gilipollas integrales, excepto una que es bastante maja con Elina y, para no perder la tradición, todas las interacciones entre ellas vienen cargadas de un fuerte subtexto homorromántico que se va a quedar precisamente en el subtexto (la verdad es que creo que es involuntario, porque en tres películas no han conseguido mostrar una relación de amistad que funcione, y si no que se lo digan a Dandelion, la marginada). Varias clases después, Elina mete la pata, Laverna regresa y bla, bla, bla. A la media hora de película por fin puede empezar la aventura. Ah, no, espera, que aún quedan otros 10 minutos de relleno en los que los otros personajes no creen que Laverna haya vuelto, luego culpan a Elina por ello y yo qué sé.

Bueno, pues eso. Cuando la película va por la mitad empieza lo que en otras circunstancias diría que es "lo interesante", porque hasta ahí literalmente sólo aparecen personajes hablando de trivialidades y haciendo cosas aún más triviales. En adelante, Laverna desempeña su rol de villana envenenando a los guardianes y eso (qué pesada con los venenos, debo decir), y Elina tiene que detenerla porque el resto de hadas son inútiles (incluyendo a la Hechicera, gobernante de Fairytopia, que se supone que es bastante poderosa, pero nunca lo demuestra). Ni que decir tiene que el tercer acto es bastante copia del de la primera película de la trilogía.

(Continúa abajo por falta de espacio, sin spoliers)
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Manospondylus
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7
12 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Olvidada e infravalorada, porque para mucha gente no fue más que una copia de la primera parte y lo cierto es que repite la estructura (cosa que Rowling también hace en la novela), los sets, vestuario y diseño del castillo (lo que es positivo en términos de continuidad) y la banda sonora (excepto por tres o cuatro temas nuevos y, de nuevo, esto ayuda a mantener la coherencia y la cohesión entre películas). Harry Potter y la Cámara Secreta se parece demasiado a Harry Potter y la Piedra Filosofal, pero corrige varios de los fallos de la anterior entrega (dirección, efectos visuales, actuación de Radcliffe)... y comete alguno nuevo.

Kloves realiza una adaptación decente del trabajo de Rowling, con un guion bastante fiel en la línea de la Piedra Filosofal (en ambas ocasiones, a su favor juega el hecho de que no son libros muy extensos comparados con los posteriores), pero una vez más le atribuye a Harry un papel más activo y "heroico" hacia el desenlace, lo que no termina de encajar con el personaje de Rowling, ni resulta muy creíble (lo digo porque el personaje aquí sigue siendo un preadolescente).

Claro que las aventuras de Harry Potter acostumbran a caer muchas veces en lo inverosímil, incluso para ser una historia de fantasía. Es decir, podemos aceptar que haya magia en ese mundo (de lo contrario no tendríamos historia), pero cuesta creer que no cierren esa maldita escuela en la que no dejan de ocurrir desgracias. Harry Potter y la Cámara Secreta establece que la escuela se cierra sólo cuando muere algún alumno (un poco extremo, ¿no?). Y Rowling puede intentar justificarlo como quiera, pero siempre quedará mal que Dumbledore o MacGonagall no intervengan cuando Harry está en serio peligro.

Obviando ese detalle, tenemos otra entretenida aventura del joven mago: tras un encuentro con un misterioso elfo que le advierte que no debe volver a Hogwarts, Harry regresa a la escuela de magia y hechicería donde comienzan a producirse una serie de extraños sucesos. En esta ocasión, la Cámara de los Secretos ha sido abierta liberando al monstruo que contiene, una criatura dejada allí hace mil años por uno de los fundadores de Hogwarts, Salazar Slytheryn, para expulsar de la escuela a aquellos alumnos que no consideraba dignos, es decir, a los que no provenían de familias mágicas. De este modo, esta entrega es la primera en tocar el asunto del racismo y la limpieza de sangre en el mundo mágico, uno de los temas principales de la saga y la principal motivación de sus grandes villanos (Voldemort, por un lado, y Grindelwald, por otro).

Por lo demás, no hay nada importante en la novela que no esté en la película salvo el brevísimo adelanto del armario evanescente que jugará un papel determinante en la 6ª entrega (porque a Rowling le encanta el foreshadowing y sabe utilizarlo bastante bien), que fue rodado pero quedó fuera de la película por cuestiones de tiempo y ritmo. La escena en cuestión ocurre al principio, cuando Harry termina por error en el Callejón Knokturn y puede verse en las escenas eliminadas de la película y en la versión extendida, aunque el diseño de dicho armario es radicalmente diferente del que aparece más adelante (cosas de los cambios de dirección entre películas).

Por supuesto, tenemos nuevos personajes. Dobby el elfo doméstico es una recreación muy acertada de lo que describe Rowling, aunque su CGI, correcto en su día, ha envejecido bastante (compárese con su aparición en la 7ª película). Por otra parte, Jason Isaacs es un perfecto Lucius Malfoy. Participó activamente en la caracterización de su personaje y le dio una apariencia distintiva que funciona muy bien, pues en las novelas nunca se da una descripción precisa. Aunque también se le ocurrió que su personaje intentara usar una maldición imperdonable en cierto momento, lo que es un completo disparate (también es verdad que es algo que pasa bastante desapercibido, entre otras cosas, porque la explicación sobre esa maldición llega en la 4ª parte). Y, por supuesto, Kenneth Branagh es el inigualable Gilderoy Lockhart. Puede que no sea físicamente idéntico al de la novela (que es descrito como alguien más joven y guapo) y por ello fue criticada su elección, pero Branagh con su interpretación construye un Lockhart carismático y fanfarrón, al que se le nota desde el principio que es un farsante y funciona muy bien en su lado más cute y cómico.

Por lo demás, como he adelantado, sorprende en parecido con la anterior entrega. Columbus calca la estructura de la anterior película: Harry pasa el verano con los Dursley, escapa de forma precipitada con ayuda, pasa por el Callejón Diagón, llega a Hogwarts, aparece un misterio, Quidditch, Navidad... Incluso se repiten algunos recursos y se usan planos casi idénticos para las escenas similares. Que se reutilicen algunos temas de John Williams de la anterior entrega sin variación alguna tampoco ayuda. Como en la adaptación de La Piedra Filosofal, también tenemos otros prescindibles 8 minutos de Quidditch, aunque como llegan algo antes no estancan tanto el ritmo de la película y las mejoras en el CGI hacen que no resulte una escena tan ridícula.

Sin embargo, se hace un mayor uso de los exteriores y los planos generales del castillo (por primera vez, la cámara panea por encima y entre las torres de Hogwarts), lo que ayuda mucho a hacer creíble este mundo y a que ubiquemos cada lugar en su sitio (y también pone en evidencia los cambios entre películas). De nuevo, es una pena que se cayera del montaje final un plano general del lago con el castillo al fondo que fue recuperado para la versión extendida y que también aparece en las escenas eliminadas.

Además, la mejora del CGI es significativa. Por ejemplo, las acromántulas están bastante bien y al compararlas con Firenze (personaje digital de la entrega previa que aparece por la misma zona y con una iluminación similar) esa mejoría es aún más evidente.

(Sigue sin spoilers)
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Manospondylus
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6
12 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Muchos tendrían otro aspecto, pero usted no pidió realismo. Usted pidió más dientes". Esta frase pronunciada por uno de los personajes es perfecta para hacernos una idea de lo que es Jurassic World. Porque no parece una película de dinosaurios.

Colin Trevorrow toma el relevo de Joe Johnston en la saga y firma la que muchos consideran la mejor secuela de Jurassic Park, lo que tampoco es decir mucho. Y lo hace teniendo muy claros sus objetivos, porque en ningún momento tenía en mente hacer una película diferente y original, profunda y compleja. Nada de eso. Ni siquiera intenta alcanzar esa película que en 1993 planteara por primera vez, en el cine, la posibilidad de crear un parque zoológico de especies extintas, traídas de vueltas gracias a la clonación, con todo lo que ello conlleva.

Jurassic World retoma la idea de la entrega original y la desarrolla hacia el momento en el que el parque está completamente operativo y abierto al público, pero en general recuerda demasiado a la primera parte, sin igualarla. Es una secuela, no un remake, aunque se parece mucho. Demasiado. El nuevo parque se levanta sobre el viejo, así como la nueva entrega se desarrolla sobre la antigua, por lo que nunca consigue separarse de ella: Jurassic World vive a la sombra de Jurassic Park; y es en efecto una pobre sombra de la película de Spielberg. Trevorrow lo sabe y así lo deja claro en boca de uno de los personajes: "Aquel primer parque era auténtico. Yo le tengo un respeto enorme".

Sobre los animales hay mucho que decir, pero puede resumirse en que el dinosaurio mejor representado es ese pequeño terópodo negro que aparece dando saltitos sobre un coche, antes de emprender el vuelo, al principio de la película (sí, me refiero al pájaro). El resto tienen, precisamente, "otro aspecto", incluyendo la ausencia total de plumas, protoplumas y pelo (las picnofibras de las que carece uno de los géneros de pterosaurios, que, por cierto, no son dinosaurios), posturas erróneas y tamaños exagerados (como ese mosasaurio traga-tiburones, que tampoco es un dinoasurio). Nada nuevo, por otra parte, en la saga, pues conviene recordar que los famosos velociraptores ya sufrieron importantes cambios en la primera película y así se han mantenido: como criaturas sanguinarias, inteligentes y extremadamente veloces, muy alejados del pequeño animal emplumado de no más de 50 kg, cuyas garras eran menores a las de algunas águilas actuales.

Entonces, tenemos unos dinosaurios superlativos y desactualizados, parecidos a las reconstrucciones de finales del siglo veinte, que se comportan como auténticos monstruos de película, persiguiendo insistentemente a todo lo que se mueva, o luchando violentamente como si fueran kaijū. No es de extrañar puesto que Trevorrow ni siquiera distingue entre dinosaurios, pterosaurios y mosasaurios (estos últimos parientes cercanos de los actuales lagartos y serpientes). Aunque eso no es lo peor, no. El argumento es simple: el parque está abierto. Pero se le añade un elemento disonante y es ese híbrido genético al que llaman por el efectista nombre de Indominus rex. Un batiburrillo de especies (desde dinosaurios y otros reptiles a ranas y sepias) que se hace odiar. Por si fuera poco, hay varias incoherencias en la propia trama. Así, se nos dice y reitera que el nuevo dinosaurio que se han inventado es un animal que ha crecido aislado y es incapaz de relacionarse con otros animales, pero cuando se encuentra con la manada de velociraptores puede comunicarse con ellos por ser "en parte raptor". Por si fuera poco, el bicho también es en parte Tyrannosaurus, pero no puede o no quiere comunicarse con este. Como tampoco tiene sentido que dos especies de pterosaurios, que conviven pacíficamente, se abalancen a por cualquier cosa que se mueva, como si estuvieran muertos de hambre, en cuanto escapan del aviario.

Así, durante una buena parte de la película, una parte del cerebro nos dice que algo no funciona. Algo no tiene sentido en esa sucesión de carreras y persecuciones, ataques y peleas de monstruos. Pero, desconectando esa parte más crítica, puede llegar a disfrutarse. Dejando la lógica y la razón un poco al margen, la película puede ser divertida; y ese es el objetivo.

Colin Trevorrow no engaña a nadie: nunca ha ocultado que su intención no iba más allá del de crear una película estúpida y entretenida. Es más, asegura que intentó rodarla desde el punto de vista de un niño, que incorporó deliberadamente diversos clichés y estereotipos del género y que incluso se inspiró en videojuegos para varias tomas. Y eso es Jurassic World: simple y directa, y muy predecible, excepto por un par de situaciones tan absurdas que superan cualquier expectativa (ver spoiler al final).

A la trama simple hay que añadirle unos personajes arquetípicos, incluyendo los irritantes niños (que no han faltado en ninguna entrega de la saga), al tipejo belicista sin escrúpulos, al millonario excéntrico, al nerd fanático de los dinosaurios y al científico al que le entusiasma jugar con la naturaleza (personaje recuperado de la primera entrega). También está Bryce Dallas Howard corriendo por ahí... En tacones. Eso sí, Chris Pratt cumple sobradamente en su papel, gracias a su presencia y carisma en pantalla. Pero a decir verdad poco interesan, porque la película consigue que nos importe más la vida de un Apatosaurus que la de cualquier humano. Y, por supuesto, no podemos olvidar el inverosímil y forzado romance que se desarrolla como cabía esperar, mientras muere gente alrededor.

Es cierto que se plantea, una vez más...

(Sigue en el "spoiler" pero sin spoilers, hasta que se indique lo contrario)
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Manospondylus
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5
17 de marzo de 2019
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La impresión general que me causa esta película es similar a la que me produjo Mortal Engines: es espectacular (una vez más, Weta demuestra de qué es capaz) y resulta hasta entretenida, pese a un argumento poco original y predecible, cargado de clichés y personajes estereotípicos e insuficientemente desarrollados.

En cierto sentido, Alita: Ángel de Combate parece una versión adolescente de Ghost in the Shell (me refiero a la adaptación live action de Rupert Sanders), al mezclar la trama de una cyborg (perdone señora RAE, pero no me convence eso escribirlo con "i") que de humana sólo conserva el cerebro e intenta averiguar quién es (o, más bien, fue) con una historia de amor tonta y superficial muy al estilo de Crepúsculo, y añadir un deporte ficticio que, a pesar de su escaso peso en la trama principal, va a ocupar buena parte del metraje.

Adaptación de GUNNM (manga de Yukito Kishiro que comenzó a publicarse a principios de los 90), la historia de Alita tiene lugar en un mundo distópico entre postapocalíptico y cyberpunk en el que, tras una guerra contra Marte, las ciudades flotantes de la Tierra caen, salvo una: Salem (nombre tomado de Jerusalem). Por debajo de Salem y alrededor del vertedero de piezas y chatarra que han sido desechadas desde la ciudad flotante, se ha formado un gran asentamiento, la Ciudad de Hierro (el inconfundible suburbio peligroso en el que la vida vale muy poco). Los cazadores-guerreros mantienen el orden en las calles a cambio de dinero, mientras los jóvenes de la ciudad, crecidos a la sombra de Salem, juegan al Motorball con la esperanza de convertirse en campeones y subir a dicha ciudad flotante.

En medio de ese ecosistema de violencia, óxido y miseria, el doctor Dyson Ido (Daisuke, en el manga) encuentra el torso y la cabeza de una cyborg entre los deshechos de Salem y, tras repararla, le da el nombre de su hija muerta: Alita (Gally, en el manga, que no era el nombre de ninguna hija sino de un gato). No es una mala premisa, pero, como hiciera Sanders con su Ghost in the Shell, Cameron y Rodriguez toman el que posiblemente sea el rumbo más cobarde y perezoso de entre todos los posibles: copian alguna escena o imagen del material original, pero reducen la trama a una historia de orígenes y autodescubrimiento sumamente complaciente. Cada vez que se empieza a complicar la trama, se simplifica de golpe; y cada vez que parece perfilarse algún conflicto o dilema interesante, este se desvanece rápidamente.

Después de las típicas escenas en las que descubre el mundo que la rodea, Alita empieza a preguntarse quién es, descubre el principal conflicto de la historia, se alista en los cazadores-guerreros y comienza a jugar al Motorball, que en adelante llamaré Quidditch sobre ruedas. Fueron Los Simpson quienes explicaron con gran acierto en su episodio "The Book Job" que toda saga adolescente necesita un absurdo deporte inventado. El Quidditch sobre ruedas de Alita procede del propio manga, cierto, pero no hace su aparición hasta mucho más adelante y está más justificado. En cambio, Cameron quería incluirlo forzosamente en la película y, a pesar del tiempo que se le dedica, no tiene una relevancia real más allá de mostrar unas escenas CGI muy espectaculares con carreras y peleas a toda velocidad (como he dicho, quien triunfe en esto podrá subir a Salem... por algún motivo difuso, lo que termina quedando como una excusa muy pobre).

No sé si el éxito ha hecho que Cameron se relaje en exceso o es que no está muy inspirado. Ya en Avatar escribió una trama simple e igual de predecible, pero al menos el mundo estaba bien construido y era rico, coherente y dejaba pocos cabos sueltos (salvo el rollo de Eywa que era algo ambiguo). Aquí, las leyes de Ciudad de Hierro parecen contradecirse varias veces; y digo que "parecen contradecirse" porque en realidad no hay explicaciones sobre casi nada de esto: el funcionamiento del cuerpo de cazadores, las leyes que se cumplen según el contexto y las patrullas de tanques-araña estilo tachikoma de Ghost in the Shell, que pasan gran parte del tiempo no haciendo nada. Y así podemos entrar en decenas de headscratchers (lo típico). Podrían haber dedicado más tiempo a explicar todo eso en detalle en lugar de meter el romance adolescente forzado o el Quidditch sobre ruedas, pero, claro, Cameron y Rodiguez han preferido ir a lo fácil y de paso desperdician completamente el extenso lore del manga.

Por supuesto, resulta tremendamente frustrante que no lleguemos a ver nada de Salem (salvo lo que se ve desde abajo), no se explique casi nada sobre la guerra ni sobre el pasado de Alita, y el final sea tan abierto. El propósito debe ser el de hacer una o varias secuelas. En ese sentido, esta película puede funcionar como primera entrega de una saga, pero como filme individual no es 100% satisfactorio porque deja demasiados cabos sueltos de cara a esas posibles secuelas. Una estrategia atrevida que dejará esta película completamente coja hasta que llegue una continuación (si es que algún día llega).

Dejando a un lado el rollo más cyberpunk, Alita es una película de acción y aventuras de Hollywood bastante promedio y como tal tiene su historia romántica obligada entre la prota y el macarra guaperas aunque sensible del barrio, repleta de diálogos y situaciones ridículas dignas de una de esas estúpidas series juveniles de Netflix (la escena del corazón es lo más cursi que he visto en años), clichés vistos mil veces (ese beso bajo la lluvia) y redundantes paseos en moto salidos de una película de los 80 (eso sí, la moto tiene sólo una rueda para que se note que es el futuro y eso).

Ojo, que no digo que meter una historia romántica (o, ya que estamos, un juego ficticio) sea en sí un error (más aún cuando procede del manga). Sólo digo que tal y como lo han hecho, su única función parece la de estirar la historia para que dé para varias películas, pero el resultado es que entorpece el avance de la trama principal.

(Sigue sin spoilers)
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Manospondylus
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9
29 de diciembre de 2015
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contemplo con estupefacción como buena parte de la audiencia adulta ha sido incapaz de comprender una película dirigida, principalmente, a un público infantil. Algo que se desprende de algunas críticas aquí expuestas y del hecho de que Frozen tenga una puntuación inferior a Tangled (Enredados) y similares.

Tangled no es más que la misma historia de siempre, que Disney lleva contando desde el año 1937. Esa en la que una adolescente acaba convirtiéndose en princesa o lo es de nacimiento pero no lo descubre hasta el final (caso de Tangled); y aparece una malvada bruja o madrastra (en Tangled es ambas cosas a la vez) para ponerle las cosas difíciles y un guaperas encantador, generalmente unos años mayor, que está ahí para salvarla. Frozen, afortunadamente, es otra historia.

Inspirada por La Reina de las Nieves de Hans Christian Andersen, aunque del cuento original queda muy poco (apenas un par de guiños), y dirigida por Chis Buck y Jennifer Lee, quien además firma el guión, Frozen es una película que plantea a priori una historia bastante convencional, pero sabe darle un par de giros muy interesantes. Así conforma una vuelta drástica respecto al clásico relato de princesas, al que vapulea sutilmente pero sin piedad, construyendo por primera vez una crítica no humorística (a diferencia de Shrek y otras parodias); y estableciendo, por fin, una actualización real del cuento de hadas (a diferencia de Tangled).

Efectivamente no se da una explicación a los poderes de Elsa. Es fantasía, un cuento, y aparece la magia. No es necesario profundizar más en el asunto (aunque todo apunta a que lo harán en la secuela). O alguien se pregunta de dónde obtuvieron sus poderes cada bruja y mago de cada cuento y película. Y además es preferible a las absurdas explicaciones pseudocientíficas de las historias de superhéroes que no tienen cabida en un cuento.

Pero en este caso es que es aún más irrelevante, porque el poder de Elsa no es sólo la creación de hielo y nieve. Sus gélidas habilidades no son sino una característica que la diferencia de los demás y que lleva a sus padres a actuar de la peor manera posible, pese a sus buenas intenciones. Plasmado con acierto en el mantra que el rey le repite a su hija: "No les dejes entrar, no les dejes ver. Sé la chica buena que siempre tienes que ser. Ocúltalo. No sientas". Convirtiendo a Elsa en una persona incapaz de aceptarse, que se esconde tras una fachada de seguridad y elegancia, y que exhibe una actitud altiva, casi arrogante, de cara a los demás; mostrándose siempre distante incluso con su familia más cercana.

Hasta que el secreto de Elsa queda al descubierto y ella, presa del miedo, huye dejando todo y a todos atrás, despojándose de los símbolos de su anterior y opresiva vida (los guantes, la capa y la corona), en esa magnífica escena en la que entona la conocidísima y oscarizada canción "Let It Go" (espectacular Idina Menzel). De esa forma, Elsa concluye que no debe importarle lo que opinen los demás. Ella se acepta a sí misma, dejando de esconderse, pero aislándose más si cabe, por lo que necesitará ayuda para librarse por completo de los miedos que la persiguen desde niña.

Por todo esto no es extraño que haya quien crea ver en la película, y más concretamente en Elsa, una alegoría de la homosexualidad (rumor acrecentado por las declaraciones de varios miembros del equipo, incluyendo al propio codirector), aunque existen otras interpretaciones posibles. En cualquier caso, Elsa es ya un símbolo que representa lo diferente: una diversidad que a menudo es silenciada e incluso reprimida.

Centrándonos en el argumento en sí, ya he dicho que se trata de una aventura musical Disney. La película arranca con una primera media hora brillante que culmina en el gran número musical de la cinta "Let It Go", tras el que el ritmo decae estrepitosamente, debido a que se centra en el viaje de Anna, la parte más anodina de la cinta: la típica aventura con algún apuro adicional que se supera sin excesivos contratiempos. Olaf, además, lastra el avance de la trama, especialmente con su número "In Summer", completamente prescindible. Afortunadamente, hacia el tercer acto, la película recupera el ritmo y la emoción; y, como colofón, culmina un desenlace precioso y poderoso, que rompe conscientemente con el cliché típico del cuento de hadas Disney que hemos visto ya demasiadas veces.

Así que, superficialmente, nos encontramos ante otra aventura simpática, adornada con varias canciones, algunas muy pegadizas. Aunque en realidad es una crítica y revisión del cuento clásico, atreviéndose a innovar en un género tan encorsetado al sobreponer el amor fraternal al amor romántico. Y en el fondo subyace una historia de autoaceptación y superación de los miedos, más compleja de lo que parece a simple vista.

Como heroína tenemos a Anna, quien se acerca más al estereotipo de princesa Disney, ingenua y obsesionada con la búsqueda del amor verdadero; aunque afortunadamente su carácter espontáneo y enérgico hacen que se desmarque de la gran mayoría de sus predecesoras, más sosas y estiradas. Aún así sigue siendo un personaje más convencional y menos interesante que su hermana. Cierran el grupo Kristoff, un vendedor de hielo con serios problemas de higiene, y los típicos alivios cómicos Sven el reno y el muñeco de nieve Olaf.

En cuanto a los villanos, afortunadamente se abandona la fórmula de madrastra/hechicera malvada y en su lugar tenemos varios antagonistas, siendo el principal la propia Elsa, que lo es sin pretenderlo. También tenemos al Duque de Weaselton, un señor codicioso y amargado (como el resto de villanos Disney que no son madrastras ni brujas) cuya función es la de distraer la atención de un último antagonista: ese personaje que nos revela de pasada sus aviesas intenciones muy al principio, pero no mostrará hasta dónde está dispuesto a llegar para lograr su objetivo hasta casi el final del filme.

(Sigue en el "spoiler" por falta de espacio, sin spoilers)
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Manospondylus
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