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España España · Barcelona
Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
8
10 de diciembre de 2021
4 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El poder del perro - The Power of the Dog

“Libra de la espada mi alma y mi vida del poder del perro”. Salmos 22:20-21

El escritor norteamericano Thomas Savage publicó en 1967 “El poder del perro”, su novela más sombría y representativa. Savage era homoxesual y creció entre reses y ovejas en un rancho entre Idaho y Montana junto a su madre alcohólica y buena parte del relato contiene evidentes pinceladas autobiográficas.
Ahora, la directora neozelandesa Jane Campion, casi dos décadas después de que nos maravillara con su inolvidable película “El piano”, adapta para el cine la historia de Savage. Y el resultado es una obra de indescriptible belleza y el empleo lúcido de toda una serie de recursos cinematográficos puestos al servicio de una directora capaz de usarlos con una delicadeza y sabiduría deslumbrantes.
En 1925, el viejo Oeste parece perpetuarse en un próspero rancho del Estado de Montana del que los hermanos George y Phil Burbank son los ricos propietarios. Ya no hay pistolas, ni duelos a muerte, ni colonos defendiendo sus parcelas de las bandas de forajidos, ni tribus indias amenazando al hombre blanco.
El automóvil es ya una presencia familiar como tiempo atrás lo fueron las diligencias y el ferrocarril posteriormente. Sin embargo las hábitos y costumbres, el prepotente dominio del hombre sobre la mujer o el rechazo frontal a todo signo que no sea representativo de la recia masculinidad tradicional, que forjó la leyenda del Oeste Americano, permanecen inalterables en el imaginario de esta nueva generación de vaqueros del s. XX.
En la áspera piel de este escenario, Campion crea una atmósfera tan tensa y sofocante que por momentos se vuelve irrespirable. George y Phil presentan dos personalidades diametralmente opuestas. Mientras George es tranquilo, sensible, culto y conciliador, Phil exhibe un carácter hosco, violento y abiertamente ofensivo.
George decide casarse con Rose, una viuda sensible y educada con un hijo veinteañero de nombre Peter, producto de su anterior matrimonio. Ambos se trasladan a la vivienda familiar del rancho de los Burbank.
La estremecedora figura de Phil -magistralmente protagonizado por un Benedict Cumberbatch colosal e imbatible, bendecido por la gracia de algún dios de la interpretación- enrarece el ambiente doméstico haciendo la vida imposible a Rose y a Peter a los que sistemáticamente humilla y ridiculiza.
Y aunque nada es explícito en la sutil narrativa de Campion, todo queda nítidamente implícito.
En la inabarcable grandeza del paisaje de Montana, en la majestuosa e intimidante proximidad de sus montañas, se encierra buena parte de la nostálgica belleza que recoge la luminosa fotografía de la australiana Ari Wegner para consumar una de las películas más turbias y perturbadoras que he visto en mucho tiempo.

Emilio Castelló Barreneche
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rómulo
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8
25 de mayo de 2022
2 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Heartstopper

Existen muchas maneras de abordar un determinado tema. Los diferentes enfoques posibles son tantos como la imaginación -o la intención- del autor lo permita. Y esta reflexión lo mismo sirve para acometer cualquier creación artística tal como la literatura, pintura, fotografía o, en este caso, el cine.
La británica Alice Oseman, una joven de 27 años, escritora de literatura infantil, elige la delicadeza, la sensibilidad y la ternura como elementos esenciales sobre los que cimentar su obra. En su muy personal manera de expresarse nos transmite un mensaje de amor, comprensión y tolerancia.
Oseman publicó su primera novela a los 16 años y es autora de “Heartstopper”, una serie gráfica de varios álbumes que viene elaborando desde 2016 y cuenta con la aceptación y el favor de un amplio sector de muy diversas edades. E incursiona ahora en el cine para escribir y dirigir una serie homónima de ocho episodios de 30 minutos cada uno e inspirada en el contenido de su propio cómic.
Y lo hace siguiendo su habitual estilo, con un marcado acento humanista capaz de transformar la realidad cotidiana, no siempre apacible, en un mundo amable, menos áspero, más habitable, en el que la vida discurre sin tantas asperezas y en el que los deseos, como los sueños, suponen una aspiración realizable.
Puede que esa mirada femenina, llena de dulzura y exquisita sutileza que Oseman proyecta en esta hermosa realización, sea la mejor fórmula con la que tratar un asunto candente: la homosexualidad en la adolescencia y la dolorosa travesía a la que estos chicos se enfrentan en un entorno escolar y social que no termina de aceptarlos como son.
Oseman se mueve en esa delgada línea que separa la dulzura de la cursilería, la elegancia de la vulgaridad, evitando rodar en la siempre tentadora ladera del melodrama, para resolver sin excesivo dramatismo el difícil tránsito de una adolescencia marcada por la doble necesidad de aceptarse y ser aceptados en su propia orientación homosexual frente a una comunidad aferrada, en buena parte, a viejos prejuicios de género.
“Heartstopper” debería ser de obligada proyección en los centros escolares como materia de formación y aprendizaje del alumnado. Y no estaría de más que, tanto padres como docentes tomarán buena nota de las valiosas lecciones éticas y morales contenidas en esta preciosísima serie, que debieran primar en cualquier sociedad razonablemente civilizada.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
16 de enero de 2021
6 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los Bridgerton

El romanticismo, un movimiento revolucionario en el que los sentimientos prevalecen sobre la razón, arraiga con toda su fuerza expresiva en el s. XIX, coincidentemente la época más deslumbrante de la literatura universal. En Inglaterra tuvo aguerridas representantes como Jane Austen, las hermanas Emily y Charlotte Brontë, Elizabeth Barrett o Mary Ann Evans, más conocida por el seudónimo de George Eliot. Y aunque este movimiento decayó en la segunda mitad de la centuria, algunas otras tomaron su relevo durante el pasado s. XX. Y un ejemplo se encuentra en la escritora estadounidense Julia Quinn, cuyas ventas alcanzan cifras estratosféricas, famosa por su serie de novelas “Los Bridgerton”, cuyas peripecias sitúa precisamente en la primera mitad del XIX.
Ahora, la plataforma Netfix, basándose en los relatos de Quinn, ha estrenado con el mismo título una miniserie de ocho episodios que con toda probabilidad tendrán continuidad más adelante.
La serie es una adorable parodia costumbrista de la nobleza inglesa hace 200 años. Comienza en 1813, durante la regencia de la reina Carlota. Las nobles y distinguidas familias londinenses disfrutan de su privilegiada posición en un interminable rosario de fiestas palaciegas en las que todo tipo de morbosos chismorreos domésticos corren como la pólvora y suponen la mayor fuente de entretenimiento.
Mientras los hombres gozan de una libertad absoluta para satisfacer sus muy comprensibles apetitos sexuales, las mujeres deben salvaguardar su castidad hasta el altar si no desean convertirse en la deshonra familiar y perder todo su valor como moneda de cambio en el muy lucrativo mercado de las alianzas.
“Los Bridgerton” conserva el aroma narrativo de la época y ese estilo folletinesco tan característico de la novela del XIX. La serie es divertida, desenfadada, se ve con gusto y aunque contiene pasajes ciertamente dramáticos, un vendaje protector evita consumar la tragedia. Si bien el relato se ciñe en muchos aspectos a la realidad histórica, en otros la falsea descaradamente. Puede que ello origine el enfado de algún purista pero, para este cronista, no supone sino una licencia intencionadamente paródica para aliñar un guion tan extravagante y atractivo como exquisitamente frívolo.
En definitiva, “Los Bridgerton” es un ingenioso pasatiempo, visualmente fastuoso. Ambientación, vestuario, localizaciones -tanto en interiores como en exteriores- y banda sonora, suponen un festín para el espectador. Y la enrevesada y tupida red de rivalidades, celos, secretos, engaños, envidias y un largo etcétera, hubieran merecido la aprobación de Jane Austen de haber asistido a esta deliciosa feria de las vanidades.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
19 de noviembre de 2021
3 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El buen patrón

Decido ir a a ver “El buen patrón” por varias razones. La primera porque Fernando León de Aranoa es un director que nos ha dejado estupendas realizaciones como “Familia”, “Barrio” o “Los lunes al sol”. Segunda porque Javier Bardem, uno de los actores con más carácter del cine español, siempre supone una garantía. Y la tercera porque una película que ha sido elegida por la Academia para representar a España en los Oscar del año próximo, alguna virtud, digo yo, habrá de tener.
Y siguiendo la lógica que me brindan estas tres premisas, la película, lejos de defraudarme, ha supuesto una auténtica sorpresa, la he disfrutando muchísimo y me ha provocado una amplia variedad de sensaciones y estados de ánimo a lo largo de su desarrollo.
A ratos, me enerva, desconcierta, absorbe, incomoda y me asalta el amargo sabor de la náusea. Y en otros, me sorprende, entretiene, conmueve, apasiona o me provoca el irreprimible impulso de una sonrisa y de alguna que otra carcajada.
León de Aranoa, que como en el resto de sus trabajos, también en esta ocasión se encarga de escribir el guion, logra una película redonda. Y aunque la trama funciona como una comedia de enredos, el director madrileño se las ingenia para introducir diversos elementos como son la parodia, violencia, ironía, cinismo, drama y una buena dosis de ácida crítica social, sin que en ningún momento la historia sufra de sobredosis narrativa.
Permítanme, mis improbables lectores, una breve reflexión antes de terminar. Cuando un actor consuma una buena actuación es frecuente escuchar aquello de: “es que le han dado un papel hecho a su medida”. Este topicazo, aunque ocasionalmente goce de alguna validez, resulta, en general, una irritante falsedad.
Porque si hablamos de actores excepcionales, son ellos y no al revés, como pregona la manoseada falacia, los que se adaptan y se meten en la piel del personaje para hacerlo creíble. Por eso, cuando nos seducen en papeles de tan diversa índole, supondría una ingenuidad concluir que, todos sin excepción fueron escritos para su personal lucimiento. Y me parece oportuna la observación porque algo parecido he oído ya decir sobre la soberbia actuación que Javier Bardem nos ofrece en esta película.
La relación del que manda con el que obedece se torna casi siempre muy complicada cuando no endiabladamente conflictiva. Es la lucha eterna entre el poder y la sevidumbre. Cada cual defiende sus propios intereses. Por eso cuando se invierten las posiciones la lucha continúa. De esta tan poco edificante condición humana, nos habla Fenando León de Aranoa en su último estreno “El buen patrón”.
Y remata su obra con un final humanamente cruel y realista, sin considerar, de ahí su honestidad, los gustos de un público mayoritariamente adocenado y felizmente instalado en el confortable diván del pensamiento buenista.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
26 de marzo de 2018
1 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gorrión rojo (Red Sparrow)

Hace cuatro años el novelista estadounidense especializado en novela negra Jason Matthews inició una espléndida triología de espías con el título de "Gorrión rojo", cuya última entrega ha visto la luz muy recientemente. Se da la circunstancia -ciertamente feliz en este caso- que Matthews fue durante muchos años agente de la CIA, por lo que no cabe duda de que este hombre sabe muy bien de lo que habla y que muchas de las peripecias que relata pertenecen a experiencias vividas en carne propia y narradas en la línea de las mejores novelas de John le Carré.
De forma que el director Francis Lawrence, basado en la triología de Matthews, ha filmado con el mismo título una potente y brillante película a la que no resultaría excesivamente arriesgado compararla con la magistral "El espía que surgió del frío".
Y buena parte de esta poderosa puesta en escena se debe a la intervención de una bellísima, atractiva y gran actriz de apenas 27 años que responde al nombre de -no le une parentesco alguno con su director- Jennifer Lawrence. Ella es el alma de la cinta. Alma y carne viva en una milagrosa simbiosis que destila a manos llenas el embriagador veneno de la seducción, dejando al espectador indefenso ante el encanto y talento de esta maravillosa criatura.
"Gorrión rojo" no recurre al muy trillado procedimiento de atiborrar la narración con espectaculares persecuciones por tierra, mar y aire, o interminables y zigzagueantes carreras de coches que acaban por aturdir al auditorio. No, el admirable ejercicio de contención que ejecuta Francis Lawrence responde a un estilo narrativo mucho más sobrio y reflexivo, más turbador e incisivo, mérito que distingue y hace diferente a esta cinta de otras de su mismo género. Contiene una realidad pavorosa, no nos ahorra escenas de una truculencia y crueldad casi insoportables y, sin embargo, es difícil dudar de su autenticidad en un mundo en que los altos intereses de la política no se detienen ante insignificantes dilemas morales que puedan frenar el funcionamiento de su engrasada maquinaria.
La Guerra Fría ha cobrado un nuevo impulso, ha vuelto con renovada virulencia a ocupar un lugar preferente en la escena política de la Rusia de Putin y la América de Trump. Los servicios secretos y de inteligencia de ambas potencias reanudan su soterrada y diabólica partida de ajedrez. Y yo que ustedes no renunciaría a saber qué clase de métodos se emplean en las nauseabundas alcantarillas del poder, donde las ratas se mueven con total y recalcitrante libertad.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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