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Críticas de Manospondylus
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Críticas 89
Críticas ordenadas por utilidad
6
22 de noviembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quienes nos emocionamos con la historia de Clementine, pasando por las dificultades que tiene que atravesar y el rechazo que sufre por parte de familiares y amigos, hasta llegar al dramático desenlace; no estamos de enhorabuena, puesto que nada de eso aparece en la película.

En su lugar, el director y guionista Abdellatif Kechiche nos cuenta la historia de Adèle, quien al igual que Clem se enamora perdidamente de una chica de cabello azul llamada Emma, aunque bastante diferente de la Emma original en otros aspectos. Además, no encuentran obstáculo alguno en el inicio de su relación ya que Adèle carece en buena medida de los miedos e inseguridades que asaltan continuamente (y caracterizan) al personaje de Clementine. A eso hay que añadir que sus padres apenas aparecen (y dejan la película sin ninguna explicación) y aún menor es el papel de Sabinne, novia de Emma, reducido a un par de breves apariciones en las que apenas habla (y también desaparece sin motivo). La única excepción es la actitud homófoba de algunas de sus compañeras de clase.

Por si hay por ahí alguien que aún no sabe de qué va esto, aclararé que La Vida de Adèle es la adaptación de la estupenda novela gráfica Le Bleu Est une Couleur Chaude (porque no sólo las películas de superhéroes están inspiradas en cómics), escrita y dibujada por Julie Maroh. Y bien, sé que esto es una adaptación y hay que admitir ciertos cambios y licencias del nuevo autor que construye su propia obra sobre la base que le proporciona la creación de Maroh, pero me resulta imposible no compararlas, más aún cuando veo todo lo que se ha desaprovechado al llevar al cine esta historia.

En su paso al cine, los personajes sufren importantes cambios, comenzando por la propia protagonista, que no conserva ni el nombre. Muchas situaciones son bastante diferentes, hasta que la trama se desvía totalmente de la original culminando en algo que dista demasiado de lo que tenía que haber sido. Incluso el título es reemplazado por otro mucho más convencional (¿Cuántas películas se titulan "La vida de...?"), quizá con el único objetivo de trazar cierto paralelismo con La vida de Mariana, obra de Marivaux a la que se alude varias veces en la cinta. Aunque con tanta alteración (innecesaria y hasta absurda) respecto a la novela gráfica de Maroh, poco importa el cambio de título, porque esto no es El Azul Es un Color Cálido; de hecho, me genera cierta sensación de frialdad.

Así pues, durante 3 horas seguimos la vida de una chica bastante corriente a la que le van sucediendo cosas, que nos pueden resultar más o menos interesantes, hasta que llegamos a un final insulso, muy alejado del original, que bien podría haber acabado media hora antes. Por lo demás, no es en sí una mala película. A destacar el trabajo de la magnífica pareja de intérpretes formada por Adèle Exarchopoulos y Lea Seydoux, que nos regalan una actuación memorable (a pesar de lo difícil que les resultó el rodaje, según sus propias declaraciones, por el carácter del director), haciendo sus personajes completamente creíbles (ya digo, lástima que no sean los personajes que tenían que haber sido). Del resto del elenco no hay mucho que decir porque no hay más personajes con peso en la trama y apenas están desarrollados (lo que sorprende en un filme de 3 horas), así que lo dejaré en que todos los actores y actrices cumplen sin más.

Mención aparte merecen las largas escenas de sexo que tanto han dado que hablar. Personalmente no me molesta que sean tan explicitas, pero por su excesiva duración pueden llegar a aburrir (en conjunto, alrededor de 15 minutos) y, puesto que evidentemente son redundantes, evitan el avance de la trama y no aporta nada el hecho de que sean tan extensas, bien podrían haber durado la mitad. Lo realmente molesto es que dichas escenas, de nuevo, sirvan para alejarse horriblemente de la historia original, por ejemplo cuando Kechiche transforma un sueño que inquieta a Clem en una masturbación de Adèle o la escena en la que, de nuevo, Adèle se acuesta con su novio del instituto. Además, hay que añadir que buena parte de la audiencia (y me incluyo) consideramos que Kechiche abusa un poco del desnudo femenino, recreándose obvia y especialmente en Adèle (el personaje... y por supuesto también la actriz), a la que exhibe a cada momento que tiene la ocasión (y si no la tiene, la fuerza). Así podemos verla cambiándose de ropa, duchándose, posando desnuda o simplemente hablando, eso sí, desnuda. Tal vez sea un recurso para atraer público (principalmente masculino heterosexual), ganarse el favor de cierto sector de la crítica (también hombres heterosexuales que alaban el "realismo, autenticidad y precisión de las escenas de sexo lésbico"), o puede que Kechiche quisiera plasmar sus propias fantasías. En cualquier caso, el uso del desnudo femenino (o masculino, aunque no es el caso) y del sexo para tales fines resulta tan patético que también me molesta.

En conclusión, estamos ante una película correcta en general, que sería una muy buena película si no diera esa desagradable sensación de que uno de los objetivos del director era el de poner en pantalla sus propias fantasías. Pero que podría haber sido una grandísima película si hubiera aprovechado el material del que partía, porque como adaptación es un desastre y eso no sería un problema si mejorara la obra original, pero no es así. De haberse ceñido a la idea de Maroh, bien podía haber sido una de esas películas, dentro del género de drama romántico, que marcan una generación, pero desafortunadamente se queda en otra película más, decente, pero que no llega a sobresalir.

En fin, una oportunidad perdida. La vida de Adèle desde luego no es la vida de Clementine.
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Manospondylus
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One-Punch Man (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2015
7.7
8,364
Animación
8
17 de julio de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para toda esa gente que estaba harta de que, en cualquier lugar en el que se estuviera hablando de anime, de cómic americano, de la filmografía de Scorsese de o de cromodinámica cuántica, siempre apareciera algún pesado con un "pos (sic) Goku es más fuerte" o el clásico "a Broly le come la p****", este anime es una bendición, porque nadie duda ahora que el héroe con menor densidad capilar de la historia podría patearle el culo a cualquier Saiyajin sobrevalorado sin despeinarse (sobre todo eso). Aunque la patada se la llevan quienes insisten cansinamente con qué personaje de ficción es más fuerte, montan incoherentes escalas de poder y plantean continuamente versus absurdos. La discusión se acabó: Saitama gana.

Por supuesto, One Punch Man es una parodia tanto del manganime shōnen de combates (Dragon Ball, Naruto, Bleach, One Piece, Saint Seiya, Hunter x Hunter, Yū Yū Hakusho) como de las historias de superhéroes (Marvel, DC y las series japonesas tokusatsu), con un humor más sutil, irónico, menos absurdo y muchas veces más ingenioso que series como Bobobo y Excel Saga.

A estas alturas, me parece increíble tener que resaltar que One Punch Man es una parodia (es decir, basta con leer la sinopsis), pero incluso después de dos temporadas del anime (esta crítica es de la primera) todavía hay gente que parece que no lo ha pillado y aún se pregunta si tal personaje será más fuerte que Saitama o si se dará una explicación lógica a sus poderes (como si un accidente de laboratorio o una mutación genética fuera menos disparatada).

Obviamente, que el protagonista sea fuerte hasta niveles ridículos no es lo que hace destacar a este anime, sino el componente paródico, porque la fuerza de Saitama no es más que el punto de partida para desmontar todos esos clichés, a menudo de por sí risibles, del shōnen sobre entrenamientos inverosímiles, superarse continuamente, ir más allá del límite, demostrar que se es el más fuerte... y también toca un buen puñado de tópicos de los superhéroes, como todo lo relacionado con el camino del héroe, el origen de los poderes, las motivaciones y la vida cotidiana de alguien con unas cualidades tan únicas.

Todo comienza cuando Saitama, un veinteañero anclado en una vida monótona, experimenta un subidón de adrenalina al enfrentarse a un monstruo cangrejo que estaba atacando a un niño. Después de aquello, Saitama se somete a un entrenamiento no muy exigente (accesible a cualquier persona con un nivel físico normal) que inexplicablemente le otorga una fuerza, resistencia y velocidad prácticamente ilimitadas (aparte de eso, no presenta otros superpoderes, ni los necesita), y lo deja completamente calvo por el esfuerzo.

Desde el principio, esta temporada nos deja claro dos cosas: su estilo de comedia desenfadada y algo violenta y su impecable animación. El primer episodio comienza con un prólogo que muestra el ataque del típico "monstruo de la semana", en este caso, un humanoide muy parecido a los malos de Toriyama (no sería raro que fuera una referencia) que sirve para presentar al protagonista, Saitama, su desproporcionada fuerza y su principal frustración. Acto seguido, un flashback cuenta el encuentro con el monstruo cangrejo que he mencionado para dejar ya asentado al personaje protagonista y poder meterse de lleno en la acción y la parodia.

Tras un segundo monstruo, un gigante que recuerda enormemente al Titán Colosal de Shingeki no Kyojin pero todavía más grande (de nuevo, probablemente sea un guiño), Shingo Natsume y los animadores freelancers que reunió demuestran de lo que son capaces con una escena de batalla absolutamente espectacular e increíblemente bien animada, acompañada una pieza musical prefecta, y con un detalle que la enlaza con el clímax del último episodio de la temporada. Y, sí, son muchas subtramas para un primer episodio (casi ninguna va más allá), pero es una gran introducción a este mundo y queda perfectamente establecido el tono, el estilo y la estética de este anime.

A partir de ahí, seguimos el día a día de un tipo que hace de héroe por diversión, aunque en realidad no se divierte demasiado. Como buen superhéroe, Saitama se enfrenta a los desafíos más típicos, como científicos locos, terroristas, ninjas, monstruos, alienígenas, meteoritos... pero nunca encuentra un rival que aguante más de un golpe. Es decir, argumentalmente toda la temporada es más de lo mismo pero no por ello peor.

Los principales arcos de esta temporada son el de la Casa de la Evolución, el de Los Paradisianos, el del Rey del Mar y el de Boros. Todo en sólo 12 episodios (más 6 OVAs autoconclusivas), porque no hace falta estirar las sagas durante decenas o cientos de episodios como en, bueno, prácticamente todo el anime shōnen. Y menos cuando la diferencia de poder entre el héroe y los villanos es tan abismal.

Saitama siempre es el más fuerte y por supuesto que es ridículo. No tiene que entrenar porque no puede mejorar. La tenencia de una fuerza física inmensa utilizada como elemento cómico no es algo completamente nuevo en el anime (Proyect A-ko, por ejemplo, es una película y serie de OVAs que parte de una premisa similar), pero nunca se había llevado tan al extremo, quizá porque tener un héroe invencible parece eliminar de inmediato cualquier atisbo de tensión y emoción en la historia. Y, sin embargo, el guion de One consigue que no resulte pesado ni repetitivo ver a Saitama ganar siempre de la misma forma.

Probablemente se deba a que esos combates, que en cualquier shōnen son parte esencial y a menudo funcionan como el eje alrededor del cual se construye toda la trama (es decir, esta existe sólo como justificación de los combates), son sólo una parte más de One Punch Man, la más espectacular sin duda, pero no la más importante. De hecho, una de las mayores gracias de estas peleas es el contraste que crean respecto a la vida cotidiana de Saitama, cuando va a la compra o realiza cualquier otra actividad poco heroica.

(Continúa sin spoilers)
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Manospondylus
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La Princesa Tutu (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2002
8.0
92
Animación
9
20 de abril de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Princess Tutu es una obra imprescindible para cualquier persona a la que le guste el anime mahō shōjo, pero con su mezcla de ballet, cuentos de hadas, chicas mágicas y mindfuck, es también una muy buena opción para quien simplemente busque un anime interesante y original. Sin embargo, no es una de esas series que todo el mundo recomienda, como puedan serlo Cowboy Bebop, Neon Genesis Evangelion o la última serie de moda, pues es tristemente muy poco conocida. Podría describirse como una obra de apariencia engañosa, pues su estética infantil de anime corriente y promedio de chicas mágicas enmascara una historia realmente compleja que será más atractiva para una audiencia más adulta, sin recurrir al fanserivice ecchi y al gore, que sería ir a lo fácil. Suena de algo, ¿no? Pues Princess Tutu estuvo antes.

Para entender este punto hay que volver la vista a la historia del subgénero de las chicas mágicas: el manga (y seguidamente el anime) mahō shōjo nació en los años 60 pero no sería hasta la primera mitad de los 90, con la aparición de Sailor Moon, cuando el género se consolidaría y diversificaría, alcanzando una gran popularidad. Durante años y dejando a un lado el ecchi/hentai (en efecto, regla 34) y parodias varias (Puni Puni Poemi, Panty and Stocking), predominarían las series dirigidas a adolescentes, tanto de demografía shōjo (Cardcaptor Sakura, Corrector Yui, Ojamajo DoReMi) como shōnen (Pretty Cure, Mahō Shōjo Lyrical Nanoha), hasta que en 2011 llegó Puella Magi Madoka Magica y puso de moda las historias de chicas mágicas más oscuras y complejas. A Madoka le seguiría un puñado de series dramáticas y, a veces, depresivas (Yūki Yūna wa Yūsha de Aru, Maho Shōjo Ikusei Keikaku, Gen'ei o Kakeru Taiyō, Mahō Shōjo Site) en lo que es un fenómeno comparable a lo que logró Neon Genesis Evangelion con el subgénero mecha y las subsiguientes series que han continuado en esa línea (RahXephon, Bokurano).

Sin embargo, Madoka Magica no es la primera obra de este estilo a veces llamado dark magical girl (lo que se puede confundir con el prototipo de personaje de chica mágica oscura). Uta Kata y Mahō Shōjo Lyrical Nanoha (del mismo director de Madoka) ya contenían elementos de thriller psicológico y fantasía oscura, pero, aunque no me atrevería a asegurarlo con rotundidad, es muy probable que el honor de ser la primera le corresponda, después de que Shamanic Princess (miniserie de 6 OVAs) empezara a abrir camino, a la propia Princess Tutu (hay quien considera a Shōjo Kakumei Utena la pionera, pero no puede decirse que sea una serie de chicas mágicas). Y por eso puede afirmarse que Princess Tutu es una serie adelantada a su tiempo (o al menos a las modas): la primera serie de animación mahō shōjo con una historia y unos personajes realmente profundos, y un importante componente dramático. Y aún así es, desgraciadamente, una obra casi desconocida incluso entre el fandom otaku.

Por otra parte, aunque se suele considerar que Princess Tutu es la antecesora directa de Madoka (y quizá en parte lo sea), las diferencias entre ambas son importantes: Madoka es un sekaikei con toques de horror cósmico en la línea de Devilman y Evangelion; mientras que Princess Tutu es más un cuento sombrío desarrollado en una academia, muy al estilo de Shōjo Kakumei Utena (aunque sin el sutil erotismo y el trasfondo sexual que tanto define al anime de Ikuhara). Además, a diferencia de Madoka, Princess Tutu no es una deconstrucción de las historias de chicas mágicas ni pretende serlo, sino que, de nuevo al igual que Utena, es una deconstrucción de los cuentos tradicionales de príncipes y princesas que tanta popularidad alcanzaron durante el pasado siglo gracias a las películas de Disney.

La premisa de la que parte este anime puede sonar algo extravagante y parece bastante infantil (esa es la idea) aunque funciona realmente bien: el excéntrico escritor Drosselmeyer murió dejando inconclusa su obra, un último relato del que el príncipe escapaba para sellar a un peligroso cuervo a cambio de su propio corazón. Tiempo después, en el mismo pueblo en el que vivió Drosselmeyer, una patita, Ahiru, adopta forma humana para reunir los pedazos del corazón del príncipe que se manifiestan como emociones muy intensas en algunos de los personajes del misterioso pueblo. Ahiru encuentra al príncipe en uno de sus compañeros de clase, Mythos, y se encomienda la misión de protegerlo y de devolverle su corazón. Sí, como sinopsis resulta algo extraña, pero nadie puede decir que no es original.

Como he adelantado, la (inesperada) heroína de la historia, Ahiru, es en realidad una pequeña patita (su nombre significa "pato") y cada vez que grazna (lo que hace accidentalmente con cierta frecuencia) recupera su forma original. Por otra parte, el resto de personajes del cuento son igual de peculiares: Mythos es un príncipe sin corazón, protegido por un caballero "cobarde" que teme a la muerte y perseguido por una villana "sin voluntad". Así pues, tenemos un relato cruel en el que los personajes se cuestionan continuamente su papel en el mismo, mientras el (ficticio) autor de la obra juega con ellos e intenta llevarlos por donde él quiere.

Evidentemente, el inicio de la serie es algo engañoso, con abundante comedia, una imagen luminosa (que se irá oscureciendo, y mucho, a medida que avance la trama), un diseño de personajes muy moe y unos escenarios y vestidos inspirados en los cuentos y el ballet. Disfrazar la serie de producto exclusivamente infantil es un recurso que hemos ido viendo de vez en cuando en el anime posterior, a menudo muy bien empleado, como en Made in Abyss, si bien, como he dicho antes, Princess Tutu nunca llega a recurrir a la violencia explícita ni a mostrar sangre.

La madurez (no sabría decir hasta qué punto pretendida) de este anime reside en su premisa y trama: es un cuento retorcido, fragmentado y deconstruido en el que lo que más importan son sus personajes.

(Continúa abajo por falta de espacio, sin spoilers)
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Manospondylus
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Naruto: Shippûden (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2007
7.4
9,566
Animación
6
25 de marzo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Continuación directa de Naruto (a diferencia de Boruto, no es una secuela), tras un salto temporal de dos años y medio, un recurso sencillo pero efectivo utilizado con relativa frecuencia para saltarse las partes en las que no hay acción y mostrar de forma rápida el progreso de los personajes (el otro ejemplo más famoso lo constituye Dragon Ball, pero también se emplea en series tan diferentes como Death Note y Bobobo).

Naruto Shippūden no es más que el nombre dado a la parte del anime de Naruto que adapta el manga del tankōbon 28 al 72, por lo que esta serie no puede entenderse sin la otra. A ver, la trama puede seguirse sin problemas y el trasfondo y las motivaciones de los personajes principales (en especial Naruto y Sasuke) se explica repetidas veces, pero se pierde toda la gracia al no haber establecido ningún tipo de vínculo con dichos personajes. Por ello, el visionado previo de Naruto no es imprescindible, pero sí muy recomendable

La trama principal se ubica un par de años después del final de la primera serie. Naruto regresa a Konoha con la firme (y a veces cansina) intención de traer de vuelta a Sasuke, ahora discípulo del criminal Orochimaru. Mientras tanto, la sombría organización Akatsuki se pone en movimiento para capturar a los Bijū, unas bestias de terrible poder. Malas noticias para Naruto, pues el zorro que lleva sellado en su interior es uno de ellos. Así pues, a diferencia de la primera serie, Shippūden arranca con unos objetivos definidos.

Los primeros arcos de Shippūden avanzan con fidelidad al manga, si bien con un ritmo narrativo lento y pequeños añadidos característicos de Naruto, y también con una seriedad y una calidad inédita en los 85 episodios que la preceden. Sin embargo, tras los primeros 54 episodios se pisa el acelerador dejando unas sagas más breves y ágiles, con el inconveniente de que regresa el relleno para dejar cierto margen respecto al manga (en aquel momento en publicación): al principio como sagas no muy extensas que, aunque resultan algo incoherentes respecto al canon, se dejan ver (como la de Utakata); pero más adelante comienzan a aparecer episodios de relleno que nos retrotraen al lamentable relleno de la primera parte e introducen personajes tan aleatorios como el avestruz o el ridículo Mecha-Naruto.

En general, el relleno puede saltarse sin problemas (basta con informarse sobre qué capítulos lo son), aunque está más mezclado que en la primera serie de Naruto. Sin embargo, un problema ineludible es el hecho de que la propia historia del manga ya fue estirada debido a las presiones de los editores, lo que se nota en el arco de la Cuarta Guerra (hacia el final), plagado de personajes intrascendentes que sólo están ahí para poder meter más PCs en los videojuegos (reconocido por el autor), y es una saga que se siente estirada, saturada de peleas irrelevantes y en la que aparecen poderes, objetos y hasta personajes prácticamente de la nada.

Dicho arco marca un extenso final en el que se nota demasiado la necesidad de estar sorprendiendo continuamente, lo que revierte en algún que otro pequeño fallo, amén de la improvisación del autor, especialmente de cara al desenlace, cuando un antagonista sucede a otro hasta que Kishimoto tiene que sacarse de la manga un último villano muy poderoso pero con una conveniente debilidad para que pueda terminar la tanda de combates que cierran la guerra (como en tantos otros shōnen hay un problema con la escala de poder). Afortunadamente, el cierre del conflicto principal logra salvar el final y dejarnos con una sensación más que positiva (476-477 y 478). Los episodios que siguen al desenlace son un anticlimácico puente entre esta serie y Boruto.

Sin embargo, la historia escrita por Kishimoto y los personajes principales son lo suficientemente interesantes como para hacer que no perdamos el interés: el avance de Akatsuki y su peculiar cacería que conduce al inevitable enfrentamiento entre Naruto y su líder, el anticipado choque entre los hermanos Uchiha y la historia de Tobi dirigen buena parte de la serie y concentran muchos de los mejores momentos. Además, si en algo destaca Kishimoto es en la forma en la que desvela poco a poco la información, y hasta el mismísimo final vamos conociendo detalles muy reveladores sobre aspectos cruciales que, en general, encajan muy bien. E incluso durante las partes argumentalmente más flojas encontramos datos que cierran algún agujero que se mantenía intencionadamente abierto (como los flashbacks sobre el nacimiento de Naruto, el pasado de Tobi, la fundación de Konoha, el muy necesario pasado del último antagonista -un relleno pertinente que explica la situación mejor que el manga- y algunos más).

Shippūden presenta más variedad de personajes y deja muchos sobresalientes. Algunos son conocidos que reciben un mayor desarrollo, como Kakashi, Jiraiya y Tsunade, otros son nuevos como Chiyo, Tobi, Kushina y los huérfanos de Amegakure; pero la gran sorpresa es Itachi y su impecable trasfondo, una subtrama que realmente pasará a la historia del manganime por haber pillado desprevenido a todo el fandom y que convierte a Itachi en uno de los personajes más queridos de esta serie, pese a no aparecer en exceso y mostrar una perfección digna de un Marty Stu. Otros personajes no salen tan bien parados pues Kishimoto acostumbra a dejarlos al margen. El ejemplo más ilustrativo es Sakura, quien, tras un gran papel al inicio de la serie, es relegada a secundaria o terciaria durante casi todo Shippūden, presentando un desarrollo bastante pobre; al igual que Sai, Yamato, Hinta, Neji o Lee.

Otra pega que le encuentro a Shippūden es que, debido al tono general de esta serie, los escasos (fuera del relleno) momentos cómicos suelen quedar fuera de lugar. El drama, sin embargo, funciona muy bien de principio a fin, más aún en el anime, reforzado por las espectaculares interpretaciones de los seiyū y la estupenda música.

(Sigue sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
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2
30 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguien se ha preguntado cómo sería una burda copia de Star Wars desarrollada en una mala versión de la Tierra Media? El resultado es un despropósito de proporciones paroxísmicas.

Como no podía ser de otro modo, todo empieza cuando un joven granjero que vive con su tío, pero no en Tatooine sino en un sucedáneo de la Comarca, encuentra un objeto que estaba siendo buscado por las típicas fuerzas del mal, mezcla tosca del Imperio y Mordor. En un alarde de originalidad, esta valiosa carga no es una pareja de droides con los planos de la Estrella de la Muerte, ni tampoco es un Anillo de Poder, no. Es un huevo de dragón del que, evidentemente, nace un dragón. Por su parte, el enemigo envía a la copia de los Nazgûl tras el prota y al no encontrarlo matan a su tío (inesperado, ¿verdad?). Al menos tienen la decencia de no incendiar la granja porque, bueno, eso lo hace el ermitaño al que todos daban por loco y sorprendentemente resulta ser un antiguo caballero defensor del orden y la paz en tiempos pasados y más civilizados. Juntos emprenderán un viaje que los llevará a rescatar a la princesa y a unirse a la Alianza Rebelde... o algo así.

A estas alturas cualquiera entiende de qué va esto. Eragon no es más que un plagio descarado del Episodio IV de Star Wars (1978), con la única diferencia de que en lugar de ocurrir en una galaxia muy, muy lejana, todo transcurre en un plagio descarado de la Tierra Media de Tolkien. Y no me refiero a que se inspire en los trabajos de Lucas y Tolkien (y la trilogía de películas de Peter Jackson) o tome algún elemento de ellos (así como Tolkien estuviera influenciado por la Edda poética, el Ciclo artúrico y Beowulf; y Lucas por Flash Gordon, el cine de Kurosawa y el western), no. Lo que digo es que Eragon es un repugnante e incuestionable plagio.

No hay nada, absolutamente nada, ni remotamente original (ni por accidente). Nada genuino, excepto esa necedad de "una parte de coraje, tres de estupidez" que suena más ridícula cada vez que se repite. Cualquier momento, cualquier escena, cualquier personaje, en definitiva, cualquier cosa nos recuerda a las célebres sagas del cine fantástico que he citado (atención a la escena en la que el prota contempla la puesta de sol silencioso y meditabundo desde su granja, imitando la composición y el tono del icónico momento de Una Nueva Esperanza), pero recubierto todo con una pátina de cutrez que da más vergüenza aún si cabe. Y, obviamente, el hecho de que estemos ante una historia ya conocida (pero peor contada) hace que la película ni siquiera pueda cumplir con su cometido de entretener.

Hay un Luke Skywalker de marca blanca completamente insoportable, acompañado de un pseudo-Obi Wan disfrazado de Aragorn, al rescate de una falsa Leia en versión élfica. Como villano principal tenemos a Grima con el pelo rojo en el papel de Darth Vader y, aunque por fortuna no dice ser el padre de alguien, sí está a las órdenes de una suerte de Emperador.

La historia se desarrolla de una forma tan parecida a la de la mencionada entrega de Star Wars que es imposible que sea casualidad, incorporando, insisto, elementos de la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos, empezando por la ambientación y estética, y el tono épico (en este caso mal conseguido). Hay un prólogo al estilo del de La Comunidad del Anillo, una etapa de alegre vida campestre previa a la llegada del mal, una huida, un viaje por tierras salvajes con un montón de tomas aéreas, una persecución (criaturas tenebrosas, siervas del malo de turno, por medio), un primer encuentro con el villano (rescate y sacrificio incluidos), un reagrupamiento y una batalla final. Eso sí, como en el globo de Lenox, aquí hay dragones. Es lo más representativo de Eragon y lo único que no aparece en la saga galáctica ni en la trilogía del Anillo, aunque sí en otras obras de Tolkien, como El Hobbit, El Silmarillion, Los Hijos de Húrin y, fuera de la Tierra Media, Egidio, el granjero de Ham; y, por supuesto, suelen estar presentes de alguna forma en la inmensa mayoría de los universos fantásticos de espada y brujería, por no mencionar los mitos, leyendas y composiciones varias de prácticamente todas las culturas. Así que decir que lo más novedoso de una obra de fantasía es que aparecen dragones, no es decir mucho.

Además de los dragones, hay una dosis extra de tópicos del cine de aventuras y fantasía para sobresaturar la película de momentos previsibles, no sólo en el guion (que ya he dejado claro que es el del Episodio IV) sino en los personajes y las relaciones que hay entre ellos, los objetos y armas, los lugares, el desarrollo de las escenas y, bueno, en todo el apartado visual. Continuamente se hace uso de recursos irrisorios, como poner una roca desprendiéndose del borde de un acantilado en un plano picado para que nos percatemos de que sería una gran caída (por si alguien no entiende cómo va eso de la gravedad). Y la relación entre Eragon y su dragona podría haber tenido algún atractivo, puesto que es algo que debería haber servido de elemento diferenciador, pero es predecible hasta la náusea, incluyendo un deus ex machina de los que se ven venir de lejos. En general, la película de Eragon parece el resultado de completar la pokédex de los clichés.

Dejando a un lado todo lo referente al argumento copiado (lo que es casi imposible), las actuaciones son pobres (Jeremy Irons es quien más se salva, porque el resto se dividen entre quienes tienen la expresividad de un ladrillo y quienes por el contrario sobreactúan), las escenas de acción están rodadas de forma torpe y la estructura de la película es un espanto: de la hora y cuarenta minutos que dura (lo que afortunadamente no es demasiado), media hora la pasamos en la Comarca/Tatooine y hasta la mitad de la película no se produce el primer encuentro con los villanos (los esbirros Nazgûl esos) seguido casi de inmediato por la primera pelea contra el boss.

(Continúa abajo por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
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