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España España · palma
Críticas de janto
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
7
7 de septiembre de 2009
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del gran éxito de su particular revisión del género negro, "Chinatown", Polanski se atrevió con una propuesta más modesta y radical, "El quimérico inquilino". Adaptación de una novela del dibujante, ilustrador, dramaturgo y novelista Roland Topor, esta película muestra numerosas similitudes con "Repulsión", otra de sus obras mayores. Un viaje a la locura a través del esperpento que se oculta tras la convención que toda sociedad erige para defenderse de sus propios demonios.

"El quimérico inquilino" cuenta el descenso a los infiernos de Trelkovsky, un personaje tímido, cordial, interpretado por el mismo Polanski, en el momento que alquila la habitación donde Simone Schoule (Dominique Poulange) vivió antes de lanzarse por la ventana. La presencia cada vez más inquietante del resto de los vecinos, monstruos de anodina apariencia, mezquinos ejemplares de la bellaca moral imperante, provoca en el protagonista una angustia que le lleva a proyectar sus miedos sobre una realidad que siente como hostil. Trelkovski queda preso de un mundo irreal, enfermizo, de atmósfera turbadora, aterradora...
Polanski ha conseguido conjugar en esta magnífica película los aciertos de la novela original con otros más personales. Bien es cierto que las afinidades entre él y Topor, ambos polacos de nacionalidad francesa que tuvieron que enfrentarse a los horrores del nazismo, son numerosas. Pero Polanski no era por aquel entonces un mero y anodino ilustrador. Al contrario que en su adaptación de "Oliver Twist", académica y encorsetada, el director de "El baile de los vampiros" consigue en "El quimérico inquilino" una película cuyos innegables méritos deben ser en buena parte atribuidos al inmenso talento que despliega tanto en su complejidad descriptiva como en la capacidad para crear texturas absorbentes. A través de una visión surrealista, siniestra, rebosante de cinismo y humor negro, Polanski potencia las obsesiones creativas de Topor con las suyas propias y le da a su película un tono de profundo delirio, de belleza salvaje y ponzoñosa, de fascinante imaginería psicoanalítica sólo comparable a la ya mencionada "Repulsión" y "Cul de sac".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
janto
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6
27 de noviembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo confesar que no me he leído ninguna de las novelas que forman la saga sobre el Capitán Alatriste, personaje creado por el escritor Arturo Pérez Reverte. Hago mención de esta circunstancia porque mi crítica no se verá empañada por el recuerdo de los originales literarios y, por lo tanto, no estaré sometido a las odiosas comparaciones entre dos fenómenos culturales distintos, regidos por modos narrativos divergentes. Así pues, la mirada del que escribe a la hora de ver y valorar esta película puede considerarse virgen.

Lo primero que llama la atención de "Alatriste" es el casi fragmentario discurso narrativo que tanto ha sorprendido (y disgustado) a muchos espectadores. Los meandros argumentales, las digresiones de la trama, ponen en entredicho el desarrollo convencional de la película. No ha sidol a intención del director, Agustín Diaz Yanes, en connivencia con el propio escritor, elaborar un guión basada en los típicos tres actos (principio, nudo y desenlace). Todo lo contrario. Bebiendo en las fuentes del cine europeo, "Alatriste" da más importancia al detalle, a lo anecdótico, y, sobre todo, al personaje protagonista que a la historia propiamente dicha. Lo que nos cuenta, en definitiva, esta excelente película, es la vida de un hombre, el Capitán Diego Alatriste, y un entorno, la España de Felipe IV. "Alatriste" está más cerca de "La reina Margot" e, incluso, de "Alejandro Magno" de Oliver Stone que, por ejemplo, "El reino de los cielos" y de "Troya", donde lo importante es la trama novelesca y no el trasfondo histórico, mero pretexto para la acción. El ritmo es fluído y el guión obliga al espectador a participar, a desentrañar algunos acontecimientos elípticos, característica que ha desagradado a los que están acostumbrados a recibirlo todo mascado, y que, sin embargo, consigue darle aún más rudeza y verosimilitud a la historia. Por ejemplo, Iñigo es detenido bajo la acusación de espionaje para el rey de Francia. Es obvio que se trata de un cargo falso que el Conde de Guadalmedina ha pertrechado con la ayuda del inquisidor Bocanegra. La escena está, pero no se remarca. Según mi opinión favorece el aliento épico de semejantes películas esta brusca forma de narrar. Por cierto, las escenas de esgrima son soberbias, secas, expeditivas, poco coreografiadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
janto
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8
6 de septiembre de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizada en 1940, "El gran dictador" representó una verdadera bofetada en la cara del nazismo y en la de sus muchos simpatizantes norteamericanos que le veían como un baluarte contra el comunismo de Stalin. Chaplin tuvo muchos problemas para llevar a buen puerto su propuesta, pero al final, fruto de un esfuerzo encomiable, las salas de cine del mundo (o casi, porque en un lugar llamado España un pequeño dictador se encargó de censurarla) pudo escuchar uno de los más famosos gritos de advertencia de los que el cine ha sido capaz en su historia.
Sátira despiadada de un despiadado asesino, Charles Chaplin, director e intérprete de joyas como "La quimera del oro", "Tiempos modernos" y "Luces de la ciudad", se arriesgó y mucho con esta película. Recibió presiones, amenazas, padeció incluso una investigación por parte del F.B.I. que, por aquel entonces, estaba en manos del inefable y fanático ultraconservador Edgar J. Hoover. Conviene no olvidar la coyuntura en la que el director se movía. Hitler había derrotado en Dunkerke a los ingleses y las tropas alemanas habían pulverizado la línea Maginot. París había sufrido la entrada de los ejércitos nazis y la victoria sonreía al Führer cuando un hombre conocido mundialmente como Charlot se atrevió a plantarle cara al asesino de la cruz gamada.
"El gran dictador" plantea dos historias paralelas que, al final, se entrelazan. Dos personajes idénticos, un barbero judío, héroe de la I Guerra Mundial, y el dictador Adenoys Hynckel, interpretados ambos por Chaplin, son los opuestos que ponen en marcha la historia. Uno, el verdugo ridículo que desde el poder controla la vida de sus súbditos (ciudadanos que devienen esclavos), el otro, la víctima que, tras haber padecido amnesia de guerra e ignorar cómo el lider de la doble cruz se ha apoderado del país, regresa al guetto donde vivía y trabajaba como humilde barbero. La gran historia y la pequeña se interrelacionan y revelan que nadie es ajeno al devenir político del lugar donde vive. Diversos avatares llevarán a la confusión de uno y otro personaje para finalizar con el barbero judío, investido con el poder de Hynkel, ofreciendo un canto a la libertad y a la democracia que aún hoy pone los pelos de punta.
Las referencias de las que se nutre "El gran dictador" son varias. Desde la más obvia, la de los cortos que Chaplin interpretó como el memorable hombrecillo del bombín y el bastón, hasta a dramaturgos como Aristófanes y Shakespeare. Del primero, actualizó el discurso político a través de la farsa; del segundo el juego de ambigüedades y personajes idénticos que provocan hilaridad en el espectador.
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janto
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7
28 de noviembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Barbet Schroeder es un director muy peculiar. Antes de asentarse en Estados Unidos, donde ha dirigido películas de interés dispar, produjo en los años 60 y 70, a través de su compañía Les Films du Losange, obras de Eric Rohmer, Wim Wenders, Marguerite Duras y Jacques Rivette. Su carrera, muy irregular, se caracteriza por alternar cine de autor con proyectos de encargo. Películas tan interesantes como "El misterio von Bülow", "El borracho" y "Mujer blanca soltera busca..." dan paso a otras, mediocres y de rápido consumo, como "Antes y después", "Medidas desesperadas" y "El sabor de la muerte".

"La virgen de los sicarios", adaptación de la novela del escritor colombiano Fernando Vallejo, puede servir como ejemplo de cine independiente, personal y comprometido que tanto le atrae a su director. Rodada en video de alta definición en las calles de Medellín, hablada en castellano, esta coproducción franco-hispano-colombiana, nos describe una ciudad en descomposición, donde la violencia de las mafias de la droga hace estragos y la esperanza de vida se acorta peligrosamente. Fernando (Germán Jaramillo) regresa a la ciudad que le vio nacer. Sus padres han muerto y el Medellín de sus recuerdos se ha transformado en una pesadilla. En un burdel de chicos conoce a Alexis (Anderson Ballesteros), un chaval que se prostituye y que forma parte de una pandilla de sicarios. Se enamora de él e intenta salvarlo de un destino más que evidente. A su vez, Alexis será el guía que le abra los ojos ante la terrible realidad que asola la capital.
Barbet Schroeder imprime a la película un tono documental que ayuda a darle verosimilitud a la historia. Rueda, a pesar de los riesgos que implica, en las calles de Medellín, improvisa escenas cuando las circunstancias lo demandan, no hace concesiones al público. La violencia urbana asoma en cada plano y el retrato de una juventud asalariada a los grandes capos de la cocaína, esclavizada por las drogas y sacrificada en los altares de la riqueza fácil de los cárteles internacionales, provoca un profundo malestar en el espectador. Lástima que el guión, alargado innecesariamente (la repetición del romance gay con otro sicario, Wilmar, se me antoja innecesaria, y sólo puede comprenderse por la voluntad de hinchar el relato más de la cuenta) , y la caracterización de los personajes, superficial y de brocha gorda, lastre una historia de amor entre el maduro y desencantado escritor y el adolescente homosexual y de gatillo fácil, que podría haber sido apasionante.
janto
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7
31 de agosto de 2009
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la frescura y relativa inocencia de su Trilogía de la Vida ("El Decamerón", "Los cuentos de Canterbury" y "Las mil y una noches"), Pier Paolo Pasolini adaptó una de las obras más atroces de la literatura occidental, "Las 120 jornadas de Sodoma" del Marqués de Sade. Angustiado e irritado ante la negra coyuntura de la Italia de los Años de Plomo, donde el terrorismo, la inseguridad y la corrupción institucional hacían estragos, Pasolini firmó su obra más polémica antes de morir asesinado en extrañas circunstancias en 1975, el año del estreno del que iba a ser su testamento cinematográfico.Donatien-Alphonse François de Sade (1740-1814), el más eximio ejemplo que el siglo XVIII nos legó del libertino, fue el autor de una serie de novelas escandalosas, donde el sexo y la violencia se aliaban para desnudar las pulsiones homicidas del poder. "Justine" (1791), "Juliette" (1792) y "Filosofía del tocador" (1793) son algunos de sus títulos más conocidos, pero, sin duda, es la terrible "Los 120 días de Sodoma" su novela más provocativa y la que tuvo que padecer un ostracismo crítico más duradero. Pasolini trasladó la acción a un castillo del Norte de Italia, a orillas del lago Di Garda, durante la efímera República de Saló, que señaló el fin del régimen fascista de Benito Mussolini. Allí cuatro representantes de los poderes (patriarcales), iglesia, política, justicia y finanzas, se dedican a vejar y a torturar salvajemente a un grupo de adolescentes masculinos y femeninos para liberar la pulsión homicida de su aberrante voluntad de poder. Un monumental catálogo de perversiones sexuales, que incluye la coprofagia, el incesto y toda clase de penetraciones varias, acompañado de un notable surtido de torturas como la castración, la extracción de ojos, las mutilaciones más dolorosas y brutales, sirve al director italiano para demostrar que el sexo, lejos ya de las imágenes liberadoras de la ya mencionada Trilogía de la Vida, se ha convertido en instrumento de dominación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
janto
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