Original película de Pedro Lazaga, desde su comienzo con esa cámara en primera persona. Durante la primera mitad parece una comedia costumbrista, con un punto amargo, es decir, típicamente española pero en la segunda muta hacia el terror cómico, cuando nuestros amigos llegan a Düsseldorf y caen en las garras de un vampiro sediento de sangre. Por cierto, que no sé si han escogido dicha ciudad alemana para homenajear el clásico de Fritz Lang, "M, el vampiro de Düsseldorf" (1931). Y ya que estamos, Hay por ahí otra película hispana que combina lo humorístico y lo pavoroso, "Las alegres vampiras de Vögel" (1975), que promete al tener como protagonista a Ágata Lys. Intentaré no perdérmela.

Pero volviendo a "Un vampiro para dos", su estructura me ha recordado a la de "Abierto al amanecer" (1995), aunque nos movemos en registros diferentes, tanto que no sé si Robert Rodríguez o Quentin Tarantino se han inspirado en Pedro Lazaga para su película. Sea como fuere, la presente funciona porque la mayor parte es muy divertida, algunas veces llega a hilarante, sobre todo cuando se sacan a pasear los tópicos patrios o la imagen que teníamos de Alemania o de Europa en aquellos años. O también porque José Luis López Vázquez, Gracita Morales o Fernando Fernán Gómez, es que son graciosos casi hagan lo que hagan. Por último, ojo a una de las vampiras extras de blanco, que es Claudia Gravy.

Después de "El rompehuesos" (1974) seguimos con el deporte con "Wimbledon. El amor está en juego", pero cambiando el fútbol americano por el tenis, deporte que me gusta o gustaba más, por que ya apenas lo sigo, que el otro. Bien, se trata de una comedia romántica británica, que gira sobre el enamoramiento entre dos tenistas que participan en este importante torneo del Grand Slam, el de Wimblendon, el mediocre y a punto de retirarse Peter Colt (Paul Bettany) y la joven estrella norteamericana Lizzie Bradbury (Kirsten Dunst). Por cierto, que ella hace un poco en la pista de John McEnroe, que aparece también de comentarista, interpretándose a sí mismo, es decir, haciendo un cameo.

Como muchos apuntáis es una obra menor, de visionado agradable y valores más o menos positivos, pero a la que le falta más de todo, empezando por algo más de humor y terminando por una historia más novedosa o más incisiva, entre el revuelo de los medios de comunicación y la manipulación de esos padres exigentes que ordeñan a sus hijos para llevarlos a la fama. Entre sus principales defectos se puede decir que resulta terriblemente predecible, tanto en su parte tenística como en la amorosa. También hay que achacarle que el romance se desarrolla con una excesiva rapidez y de un modo poco creíble. Aún así salva la bola de partido por su atractivo reparto. Merece el aprobado.

"Mariona Redbull", no, perdón, "Mariona Rebull" es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Ignacio Agustí, publicada en 1943, que en realidad es uno de los diversos tomos que componen su saga "La ceniza fue árbol", que se extendió cronológicamente desde 1942 a 1972. Se trata de un fresco de la burguesía catalana, centrada en la familia de los Rius, desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, llega hasta la guerra civil y el franquismo. Pero como dice aquel, esa es otra historia. La presente transcurre en la horquilla que va desde 1893 a 1908, para ser exactos unos pocos de años antes y de después, es decir, creo que va desde finales de la década de 1880 a inicios de la del 1910.

Drama folletinesco con dos partes muy pronunciadas. La primera versa sobre la historia que le cuenta el protagonista a Lula (Sara Montiel, qué guapa) en un tren de camino a Barcelona, sus amores con Mariona Rebull (Blanca de Silos). Y la otra una trama empresarial, sindical y terrorista un poco ingenua. La película tiene sus altibajos, incluso al principio te despierta cierta intriga, ¿será él el asesino de su mujer? pero que tiene que afrontar un grave inconveniente: nunca empatizas con un Joaquín Rius (José María Seone) que es un ciezo. Nada más comenzar se gana nuestra antipatía dejando plantada a Lula, ¿pero tú qué haces con ese vejete?, y a lo largo de los minutos nunca mejora su situación. Regular.

O más o menos porque hablo de memoria. En cualquier caso, el nombre de la "bestia" es Jack Black, un señor que se llama como un juego de cartas pero al revés, el Black Jack o blackjack. Dada su presencia, aunque en teoría se trata de una película familiar, "Los viajes de Gulliver" puede degenerar en terror cuando se cruzan en el reparto Black y Blunt, es decir, Emily Blunt, rememorando aquella con la que aún tengo pesadillas, "The Holiday" (2006), en esa ocasión con Kate Winslet a la que le cae la negra o el negro con Black, ella pobre víctima de la bestia. Por fortuna, parece esquivarse el peligro ofreciéndose en cambio para el sacrificio que apacigüe a la bestia a Amanda Peet. Por cierto, que tres de los protagonistas de la presente, Jack Black, Emily Blunt y Jason Segel, coincidieron al año siguiente en "The Muppets" (2011).

Dicho esto, y dejando claro, vamos a ser educados, que no es que tenga mucha simpatía por Jack Black más bien me parece un actor poco gracioso y nulo como galán, pese a que lo intenta, esta "Los viajes de Gulliver" no es tan mala como la mayor parte de las críticas aseguran. Se trata de una adaptación muy ligera de la famosa novela con el mismo nombre de Jonathan Swift, allá por el siglo XVIII, una comedia que gustará más a los niños que a los adultos pero pese a su protagonista, a sus licencias narrativas y a su indudable bobería, tiene sus puntos: reconozco que me he reído en varias ocasiones. Además es cortita. Eso sí, donde me mata es en la trama romántica donde no puede ser más irritante: la una con Darcy (Amanda Peet) por inverosímil y la otra por volverle a colgar a una princesa, Mary (Emily Blunt), al más pobretico.

Una adaptación más sobre la figura de Jack el destripador, sin ir más lejos, la española y desastrosa "Holmes & Watson. Madrid Days" (2012), pero esta vez inspirada en el cómic homólogo de Alan Moore. Como se puede deducir por lo dicho, "Desde el infierno" se acerca al asesino en serie más conocido de la historia, alternando los sucesos reales con todas las elucubraciones posibles en torno a los sospechosos oficiales, pero incorporando una trama masónica muy atrevida. En España la masonería es presentada por la izquierda como una organización beatífica pero en otros lados no dejan de verla como una secta peligrosa y siniestra. Pese a lo dicho, el mérito de la obra resulta incompleto, combinando aciertos y errores. En lo primero, me ha gustado la ambientación londinense de 1888, la trama es coherente, la temática atrae, la época gusta y la película se sigue con cierto interés, debido a su intriga. Aunque lo mejor es ese punto romántico que aflora en un final tremendo, gracias a un visionario inspector de la policía, Frederick George Abberline (Johnny Depp), sugerente, atormentado y dispuesto al sacrificio.

Ahora bien, viene a continuación la parte negativa, precisamente por este motivo la relación amorosa entre los protagonistas aparece muy forzada y tardía. "Desde el infierno" hubiera requerido que ambos personajes hubieran interactuado mucho más y mucho antes, mediante otra trama. Aunque ya puestos a pedir, le hubiera concedido a otra actriz el papel de Mary Jane Kelly, pues Heather Graham no parece atractiva. Ramera por ramera, me acordaba de Bridget Fonda en "El Beso del dragón" (también del 2001), que además de ser más guapa e ir absolutamente sexy, con esas botas negras altas, es que es un encanto de chica, su Jessica Kamen. En cambio, esta prostituta está lejos de engancharte. Pero además de esto, el largometraje flaquea en su misterio pues es muy fácil adivinar quién es el culpable y además van desvelando demasiado pronto todos los giros argumentales: ¿no es mejor descubrir un misterio que enseñarlo? Tampoco me ha gustado ese aire progre como si la Inglaterra de 1888 fuera el culmen de la reacción. No señores, que era uno de los países más democráticos del mundo.