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España España · Aranda
Críticas de Larrory
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
8
3 de febrero de 2017
4 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de Cara y Cruz, que obliga a doble comentario.

Si nos atenemos a la forma, la Cara que nos muestra, la cinta se distingue por un cuidado minimalismo que merece, o exige, el juicio de perfecto.
Sin ostentación ni alardes técnicos, la realización se deja olvidar para arrullarnos en su mundo narrativo de igual modo que en el campo literario lo logran las buenas novelas. Los escenarios, la fotografía, la música y la interpretación siempre están en justa adecuación con el propósito y el desarrollo de escenas sabiamente ideadas, enlazadas en un conjunto de harmonioso fluir, donde además subyace un rico substrato psicoestructural, pues nada es contingente en su contenido.
Así, la afición a la busqueda de setas por parte del protagonista apunta sutilmente a su homosexualidad, ya que las setas son una claro símbolo freudiano del pene.
Otro ejemplo de secuencias con clave psicoanalítica, anunciadoras de la traición del amigo, lo conforman los encuentros de Mikel con el médico en acto de pescar.
Los actores todos sobresalen por su sobria justeza y naturalidad, con mención especial a Imanol Arias por su laconismo de buena ley, muy afín al mejor Bressonismo.

En cuanto a la Cruz, el trasfondo ideológico, no se puede ¡Ay! imaginar nada más horripilantemente putrefacto.
Resulta que los etarras y los afiliados a partidos políticos que les están vinculados forman una inocente pandilla de barbudos con pinta de hippies Peace&Love, cuya única arma consiste en esgrimir banderolas de protesta contra la "represión", y como mucho un puño cerrado.
Frente a ellos, cómo no, una benemérita equipada en plan de guerra, que nocturna joroba en una carretera a una parejita de tórtolos, reparte ostias en sus cuarteles y reprime sin cuartel una comitiva de homenaje a un fallecido.
Tal grotesca dicotomía entre Buenos y Malos, digna de los memodramones decimonónicos, delata su condición de mera propaganda complaciéndose en distorsionar a su conveniencia la realidad histórica.

La vía estrecha por la que camina Mikel hasta asumir plenamente su inversión está finamente trazada, pero ¿Quid de los efectos colaterales?
En la oración fúnebre por Mikel, el cura cita la genial ocurrencia atribuida a Stendhal: La seule excuse de Dieu, c'est qu'il n'existe pas. Yo opino lo mismo, y por lo tanto no albergo ningún tipo de prejuicio moral o religioso sobre las tendencias sexuales del prójimo. Allá se lo haya cada uno con su eventual pecado nefando.
Ello no es óbice ¿Que remedio? para que sienta un irrefrenable asco, un amago de vómito, a la idea de dos tíos hociqueándose y embarrándose la pija en caca. Que sin ejercer represión de ningún tipo se deban tolerar las particularidades sexuales de toda índole, de acuerdo, pero nadie, ni siquiera Imanol Uribe que parece querer inducirnos a ello, nos puede exigir que además las aplaudamos y riamos. Se me antoja pues natural que a una madre no le haga ni pizca de gracia descubrir que su hijo es un sarasa, y que tal revelación repela a sus compañeros.

Ya que hilamos la metáfora de la moneda, nos queda el Canto.
La película deja en blanco las causas de la muerte de Mikel. ¿Secuelas de las palizas propinadas por los polis? ¿El sida, dada la particularidad de sus amistades? ¿Suicidio? A mí esa muerte me huele simplemente a mero artificio narrativo dirigido a que, al unísono con los personajes de la peli, nos apiademos más y mejor del pobre maricón traicionado por el amigo y repudiado por la familia y los compañeros.
Larrory
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