El relato es un cuento gótico en el que aparece una línea argumental principal, salpicada de otras que de forma colateral la modifican.

A pesar de saltos y lagunas en la trama, tanto en la historia central como en las secundarias, la atmósfera está muy bien conseguida. La interpretación de Henry Daniell y, especialmente de Boris Karloff, es excelente. Por contra, la presencia de Bela Lugosi es episódica y aporta poco a la cinta.

Consigue lo que pretende, entretenimiento con cierta calidad. No defraudará a los seguidores de películas góticas con atmósfera victoriana.

Sin duda alguna, nadie más que los rusos podrían estar en deuda con la novela de Tolstoi, y claro es, que llevar esta obra al cine se hacía una necesidad para ellos. Esta es una de las mejores formas de dar el carácter cultural a este material artístico, llamado cine. Es por ello que resulta del todo elogiable cuando existe un equipo humano que decide trasladar a imágenes, novelas de enorme calidad como Guerra y Paz.

Otro tanto se ha hecho con otras grandes novelas, que se han encontrado con grandes dificultades, porque es muy complicado el trayecto de la palabra escrita a la imagen. Se produce especialmente cuando el autor de la novela nos traslada en sus palabras un sentir o un reflexionar, desde el cual podemos intrepretar individualmente lo que se cuenta. Esto da lugar a que aparezcan miles de formas de leer e interpretar un libro, y además estas interpretaciones son cambiantes con las propias circunstancias personales del lector. Es por esta razón que plasmar en película su obra resulta, repito, muy complicado, y eso es lo que ocurre en este caso.

Dicho esto, y para centrarme en la larga película de Bondarchuk, mi opinión es que en general es una obra pobre. Si bien es cierto que cuenta con una logística ideal, en cuanto a medios operativos de personal humano, equipos y localizaciones, el resultado es muy irregular. Quizá esto sea inevitable, por la mastodóntica complejidad que supone realizar esta obra y por su propia duración. Por suerte el talento no se compra, ni es transferible por ósmosis. Este aparece si se tiene, incluso en circunstancias muy ajenas a su potencial desarrollo.

Por otra parte, teniendo en cuenta esos grandes medios con los que contó la película, bajo el soporte de un estado entero, resulta llamativo la poco afortunada producción fotográfica y de sonido. Junto a esto, tenemos un elenco de actores en los que siguiendo la tradición soviética, nadie sobresale. Entre ellos está el propio Bondarchuk que durante 4 o 5 horas nos muestra el mismo hierático rostro ¿interprendado? a Pierre, ya sea en los bailes de salón o en los campos de batalla. En la película se combinan en igual medida interesantes movimientos de cámara que llaman la atención, con otros que confunden el argumento.

Existen fases de la película en los que se grabó la literalidad de la obra, y a pesar de ello son flojas. Mi parte favorita es el final, quizá la último hora desde el incendio de Moscú. Esa parte, creo que de alguna forma, recoge el espíritu de la novela.

Si bien la intención de la cinta es buena, el resultado es casi nefasto.

El guión y el argumento quizá está poco trabajado, porque en defensa de la libertad de opinión, y de por ello, poder leer libros sobre un tema tan espinoso en los Estados Unidos de los 50 como es el comunismo, la película teje una historia poco creíble, haciendo que la lectura en una biblioteca sea un acto subversivo y heroico al mismo tiempo.

La trama realmente está mal desarrollada. La película que quiere huir de estereotipos, resulta que presenta de una forma muy plana el buen y el mal comportamiento, incurriendo precisamente en los errores que pretende denunciar. Un despropósito.

El hecho de que aparezca una Bette Davis que durante la mayor parte del tiempo muestra un gesto mohíno para pasar a momentos de un histrionismo grotesco, véase el melodramático e histérico final con que nos deleita, no es suficiente para elevar el nivel de la película. Del niño actor, simplemente decir que está mal interpretado.

Una película prometedora en su idea original, pero que resulta fruta amarga.

Deslavazada historia de condes y aristocracia situada en Mónaco, en los que los personajes tienen como única ambición conseguir dinero con el que disfrutar de los placeres de la vida.

Para llegar a ese punto se utiliza la mentira, el engaño, la estafa, la falsificación,..., es decir, todos los comportamientos a los que estamos acostumbrados a ver en las noticias de todas los días. Por lo tanto, no parece que la condición humana haya cambiado 100 años después.

Melodrama, con un abrupto y precipitado final, merced a la tijera que recortó buena parte de lo que se había grabado.

El resultado es incoherente y bastante aburrido en general, en esta obra de arqueología cinematográfica, que tiene como logro ser la primera película con un coste de producción de más de 1 millón de dólares.

Tiene su gracia ver estas películas tan malas de serie Z al cuadrado,.. o al cubo, porque resultan entrañables, aunque no sé que puede justificar hacer una película de este tipo, hacer algo de dinero?

En fin, esta broma no tiene, evidentemente, ninguna pretensión, pero es que tampoco tiene un nivel mínimo. El presupuesto para financiar esta película, tampoco es escusa para una deposición como la de este engendro, propio de un chabalín pre-adolescente.

Alguna de las tonterías que cuenta produce alguna sonrisa, pero es que no dá para nada. La película debe su fama por lo cutre que es, y por ver a Jack Nicholson haciendo el longuis con cara de pánfilo.