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España España · El Escorial
Críticas de jfreyba
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Críticas 104
Críticas ordenadas por utilidad
7
22 de diciembre de 2019
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es extraordinaria, aunque el planteamiento sea simplón y maniqueo: papa continuista y tradicional frente a papa reformador y progresista. Las cosas nunca son así de sencillas, y menos aun en la Iglesia, donde, entre el negro más tenebroso y el blanco inmaculado hay una gama tremenda de grises. Pero el duelo interpretativo de los dos actores me recordó al de Olivier y Caine en «La Huella». He disfrutado muchísimo.

No obstante, escribo esta crítica para resaltar algo anecdótico que me ha llamado la atención: los Beatles, y dos canciones que no son dos casualidades. Benedicto XVI le dice a Francisco que en Abbey Road grabaron un disco suyo, y Francisco le pregunta si le gustan los Beatles. Como ejemplo, le cita la canción ‘Eleanor Rigby’. Curioso: es la canción en que el padre Mackenzie escribía un sermón que nadie iba a escuchar. Más tarde, ya casi al final de la película, y sin previo aviso, suenan sólo una notas, una frase de la canción ‘Blackbird’: «Estabas esperando este momento para resurgir» («You were only waiting for this moment to arise»). Y lo que vendría después queda en el aire, en el fuera de campo: «Balckbird, fly». Pero la película termina justo cuando el pájaro abatido comienza a levantar el vuelo y el padre Mackenzie se dispone a dejar de escribir sermones.

Meirelles podría haber terminado con «Let it be», que también se traduce «Amén».
jfreyba
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6
3 de agosto de 2007
22 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi opinión, salvando la magistral interpetación de Poitiers y de Steiger, es una de esas películas que envejecen mal. Se hicieron cientos de películas de ese estilo en la segunda mitad de los sesenta y en los setenta, y la mayor parte de ellas, en su argumento, recuerdan a cualquier episodio de "Starsky y Hutch". Vista hoy día, no aporta nada nuevo y suena a antigua. Desde luego, compararla con "Sed de mal", estrenada en 1958, me parece desproporcionado. "Sed de mal" es de las pocas películas de ese estilo que son eternas... Pero es que Welles es Welles, señores. No es Norman Jewison, con perdón del director de "El violinista en el tejado".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jfreyba
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4
4 de junio de 2022
14 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que yo sea tonto, pero de verdad que no soy completamente estúpido. De hecho, soy capaz de seguir la mayoría de las películas que veo. Y, de ésta, no me he enterado de nada. Ha terminado la película, y no tengo la menor idea de lo que ha pasado. Lo siento. Sólo recuerdo haber pasado dos horas viendo imágenes rodadas con una lente curva y gente pasando dinero y haciendo cosas que no lograba comprender.

Por tanto, una de dos: o acabo del todo con mi autoestima, o le doy un 4 por no darle un 1. Opto por la segunda opción.

Ah, y os prometo que no fumo cosas raras. Mi único acompañante para la peli fue un bocata de jamón.
jfreyba
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7
12 de junio de 2021
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquiera que haya visto «El Álamo» la recordará viendo esta película. Entre otras cosas, porque el comandante ruso se parece mucho a John Wayne. Ya se ve que los rusos también quieren tener su David Crockett. Pero, además, la situación es muy similar: una defensa imposible de un lugar indefendible en aras de la victoria en otra batalla mayor.

Me ha parecido una buena película. Crítica con ambos bandos; es toda una defensa de la persona humana frente al sistema que quiere ahogar su individualidad. Las interpretaciones son magníficas. Destaco la del comandante y la del prisionero, que es una especie de sacerdote y poeta en un escenario de balas y muerte.

No sé, quizá la sobrevaloro, no esperaba tanto.
jfreyba
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8
27 de febrero de 2017
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Edward y su esposa conversan, de noche, sobre la cubierta de un barco. Es su luna de miel. De fondo suena la orquesta. Tocan «Nearer my God to Thee».

«– ¿Cuánto te importaría? Morir, quiero decir.

–No lo sé. Bastante, me imagino.

–Yo creo que a mí no me importaría demasiado. Verás, jamás seremos más felices de lo que somos ahora.

–¿Cuánto tiempo nos das?

–No lo sé. Ah, y Edward, me da igual. Éste es nuestro momento, completo y divino. No le tengo miedo a nada.»

Ambos se retiran. Y queda a la vista, en el lugar donde estaban, un flotador amarrado a la barandilla de la cubierta. En él se lee, en letras grandes, el nombre del barco: «TITANIC».

Sólo por esta escena, la película, tan infravalorada, debería figurar entre las más grandes. Y, realmente, figura, puesto que ganó el Óscar a la mejor película de 1933. Pero ¿quién se acuerda de ella? Incluso la obra teatral de Noël Coward dejó de representarse en los teatros después del estreno de «Cavalcade».

Luego está el devenir de los tiempos, la sensación de que, tras la primera Guerra Mundial y el ascenso de Hitler al poder (sobre el que no hay referencias más que implícitas, en el entrecortado sermón del sacerdote al final de la película), el mundo se desmorona a gran velocidad. Todos los valores que habían sostenido la civilización hasta entonces se vienen abajo… ¿No seguimos teniendo la misma sensación ochenta y cuatro años después? Es más que curioso el que muestre, como signos de un cambio veloz de costumbres, la homosexualidad exhibida en público (aún no se había promulgado el código de Hays) y las iglesias casi vacías. Ha pasado cerca de un siglo; las iglesias, en Europa, siguen habitadas. Y ya se ve que el código de Hays tampoco atrancó las puertas de los armarios. ¿Han cambiado tanto las cosas, realmente, aunque sigamos teniendo la misma sensación de desmoronamiento?

Precisamente, el último aspecto que quisiera reseñar de esta película es su silenciosa religiosidad. No hay ni un solo gesto de práctica religiosa en los protagonistas, salvo el manido «God bless you» con que se saludan y el «Nearer my God to Thee» al que antes me referí. Pero, mientras el zeppelin francés bombardea Londres, la cruz de la cúpula de San Pablo contempla, sin inmutarse, el bombardeo. Esa misma cruz, majestuosa, cerrará la película (hay que atender a la letra de la última canción de Fanny Bridges). Y, durante las escenas en cascada de la Gran Guerra, un crucifijo se mantiene en pie mientras los hombres caen abatidos. Parece que toda la película estuviera proclamando el lema de los cartujos: Stat Crux dum volvitur orbis (la Cruz permanece mientras el mundo da vueltas).

Dos años después, Frank Lloyd volvería a ganar otro Óscar a la mejor película con «La tragedia de la Bounty». Pero creo, de verdad, que «Cavalcade» merece una revisión.
jfreyba
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