Durante la primera hora de proyección la película resulta atractiva porque transmite una cierta atmósfera de inquietud, un ambiente de misterio, un halo decadente, una estética deliberadamente pasada de moda y un tenue barniz de erotismo que se desliza entre las escenas como una travesura furtiva.
Aunque adolece de lentitud, un sutil juego de insinuaciones lo invade todo y mantiene el interés del espectador.

Pero a partir de ese momento la cinta de W. Borowczyk se viene abajo estrepitosamente.
La trama onírica impone su ritmo, el argumento balbucea y el film transita hacia un final precipitado mientras suenan las notas barrocas de un clave mal temperado.

Filmación de claro carácter propagandístico que incluye escenas del catastrófico paso del ciclón Flora por Cuba durante cuatro días en octubre de 1963.
Ofrece escenas de los efectos devastadores que produjo la naturaleza desatada sobre la superficie de la isla: fuertes vientos, lluvias torrenciales, inundaciones, etc.

Y presenta la imagen de un jovencísimo Castro siguiendo el pormenor de la tragedia.

Pero el interés que despierta hoy en el espectador este cortometraje no es el del valor documental acerca del fenómeno meteorológico que describe.
Su verdadero valor para un juicio efectuado en la actualidad radica en la reflexión acerca el uso del cine al servicio de un ideal político.

Entretenida aventura de piratas con regusto de semblanza épica y con ribetes de peripecia cruel que se ajusta a la línea expositiva del relato de R. Sabatini.
G. Douglas dirige la película con tono sobrio y con sencillez cinematográfica que destaca por su capacidad de fabulación y por su notable habilidad para crear ambientes con escasez de recursos.
La película es dinámica, resulta muy amena y los lances de la acción se suceden con naturalidad, de forma emocionante y sin perder en ningún momento el vigor narrativo.

Excelente adaptación de la obra de E. Rostand que se presenta con porte sobrio pero elegante, con enorme sentido del ritmo y con una sencillez narrativa que cautiva.
La puesta en escena posee fuerza y credibilidad de manera que la dirección de M. Gordon resulta sumamente eficaz y muy competente.
A la alta calidad de la obra literaria se añade la estupenda factura cinematográfica y una interpretación que, por momentos, alcanza auténtico realce tanto en los papeles protagonistas como en los secundarios.
El largometraje rezume naturalidad expresiva y resuelve cada lance comprometido con esa soltura genuina que posee la obra bien hecha.

Película cuyo previsible desarrollo y escasa capacidad de fabulación apenas son capaces de despertar interés.
La historia se va deshilachando en detalles innecesarios que ralentizan la acción y aportan poco a su desarrollo.
Y las canciones que interpreta S. Montiel tampoco contribuyen a mejorar el panorama.
En realidad se trata de una película para incondicionales de la protagonista y, desde la punto de vista comercial, una oportunidad para aprovechar su atractivo entre el público mexicano y español.
Y es una pena porque se trata de un thriller intenso pero contado con ligereza.
No obstante, algunos momentos de lucidez cinematográfica consiguen salvar la historia por los pelos.