Xena es una serie para ver si tienes 16 años o menos y te aburres mucho. No en vano, cuando yo la veía, la emitían por las mañanas en verano. Claro que admito que la veía (si no, no haría la crítica), pero, como digo, era muy joven y no tenía nada mejor que hacer. Felices y largos veranos los de la adolescencia...

Bien, a lo que iba: la serie es mala con ganas, con luchas son inverosímiles y los diálogos espantosos. La mezcla de elementos mitológicos sin ton ni son merece un capítulo a parte: no hay criterio, uno no sabe cómo ni dónde ni cuándo situarse al ver la serie (porque tampoco se molestan en crear un universo propio, como en otras series de fantasía, sino que hacen un extraño popurrí). Pero a mí me gustaba porque ella (Xena) siempre ganaba, aunque peleara de un modo bastante ortopédico (o sea, que se notaba que no estaba peleando), y a pesar de los horribles decorados selváticos (que confunden aún más). La compañera, Gabrielle, siempre me cayó mal, no sé por qué... era continuamente como un quiero y no puedo (si Xena pelea mal, no digamos esta otra, pobrecilla).

Se ha dicho que hay un trasfondo lésbico, que patatín, que patatán... da igual lo que haya, de hecho, dudo que la serie tenga un trasfondo de lo que sea. Como mínimo, si alguien ha logrado sacar algo en claro de este extraño producto, pues mejor. Pero, dejando eso aparte, que conste que no apoyo que todos los personajes masculinos sean unos patanes... eso puede resultar tan ofensivo como el machismo.

Nunca llegué a ver todos los capítulos, ni mucho menos; era mi serie comodín, y me daba bastante igual quedarme a medias si me llamaban por teléfono (total, sabía que más o menos siempre acababa igual). Pero reconozco que me trae recuerdos de cuando yo era muy joven y despreocupada, y eso no está mal... así que le pongo un 3, en lugar del 1 que creo que merece.

Lo que quiero decir es que la serie no ofrece nada nuevo. Los jóvenes nos podemos sentir identificados, claro, porque sabemos de qué va eso de que nos cierren puertas en las narices o lo de tener que echarle huevos al asunto y enfrentarte a gente con más experiencia que te va a mirar por encima del hombro. Los jóvenes también sabemos lo que es vivir a lo cutre, con el mínimo de pasta en el bolsillo y con cero en la cuenta bancaria. Puede que coger el metro en Sants no tenga tanto glamour como cogerlo en Nueva York, pero para el caso es lo mismo. A lo mejor, en vez de trabajar en una tienda de tejanos de la capital del mundo, la peña aquí trabaja en el Stradivarius o el Bershka mientras sueña con un futuro mejor, pero también viene a ser lo mismo.

Esta serie pretende ser fresca e innovadora mostrándonos lo que es enfrentarse al fracaso y seguir adelante. Pues yo para eso ya tengo mi día a día, buscándome mi propia vida en Europa. Y lo mismo la gente que se busca la vida en la vida en Japón o en Australia. Es más o menos la misma historia de cualquier país capitalista y competitivo.

Si mezclaran todo eso con situaciones que nos arrancaran una sonrisa (ya no digo una carcajada, fijaos cómo bajo el listón), con algo que se saliera de lo común, la cosa sería diferente. Pero no me interesa ver a una panda de pardillos haciendo lo mismo que hacemos mis amigos pardillos y yo aquí mismo. Es que para eso no me hace falta poner la tele.