Siete años antes de deslumbrar al mundo con Sin perdón, Clint Eastwood hizo este ensayo llamado El jinete pálido. En aquel momento, 1985, se consideraba el western como un género cuya popularidad estaba muerta y enterrada, pero Eastwood estaba dispuesto a demostrar que no era exactamente así. Y él sabía un rato de western. Y también de cine, como sigue demostrando a día de hoy, cumplidos ya los 90 años.
El jinete pálido es una carta de amor al género, pero con los códigos actualizados a tiempos más modernos. Hay menos tiroteos, lo cual se agradece, más diálogo, mejores personajes, y un giro al tópico del hombre Oeste, ese hombre sin nombre, sin pasado, sin mujer, sólo con su caballo, su pistola y su honor. Un tipo a quien Eastwood interpreta a la perfección porque le va como anillo al dedo. Además, como es habitual en su cine como realizador, está rodada con una elegancia y cuidado exquisitos, prestando la debida atención a todos los personajes (muy bien escritos) y aprovechando a la perfección los maravillosos paisajes de Idaho en los que está rodada.
Quizás podría haber sido algo más corta y el ritmo algo más ágil, pero es una película excelente que vino a insuflar nueva vida a un género al que se había dado por muerto demasiado pronto. Y un especialista como Eastwood no lo podía permitir.

Lo mejor: La sabiduría cinematográfica de Eastwood. Y los paisajes de las Boulder Mountains. Quita el hipo.
Lo peor: Es un poco larga y el ritmo es algo irregular.

Ahí donde la ven, Diner, la ópera prima de Barry Levinson, consiguió una nominación al Oscar al Mejor Guion Original. Un honor un tanto exagerado, la verdad, porque vista hoy, la película funciona como suave entretenimiento y la clásica historia de amigos compartiendo sus problemas laborales, sentimentales y personales. No es menos, pero tampoco más.
Su mayor atractivo es sin duda su conocido reparto, que entonces no era tan conocido, desde luego: Kevin Bacon, Mickey Rourke (cuando aún era guapo), Paul Reiser, Steve Guttenberg, Ellen Barkin, Tim Day y Daniel Stern (uno de los dos ladrones de Solo en casa).
Correcta, sin más. Tampoco es nada del otro universo.

Contigo a muerte es un poco como si Gogo Yubari, la excepcional personaje y asesina de Kill Bill. Volumen 1, fuera lesbiana y se dedicara a ir vengando a su amiga víctima de un marido maltratador. La violencia es extrema, el sexo es muy explícito (hasta el punto de que casi parece porno a veces), pero ¿dónde hay una historia y unos personajes interesantes? Respuesta: no los hay
Contigo a muerte es eso, una mezcla de escenas ultra violentas y calentorras que se suceden ¡durante casi dos horas y media! Una locura.
Horrible.

Señores, no conviene meterse nunca con Jason Statham. Un Jason Statham buscando venganza es un arma de destrucción masiva. Quedan avisados. No le toquen los mismísimos.
Dejando de lado las bromas, Despierta la furia, remake de un éxito del cine francés de acción (tan en boga durante los primeros años del siglo XXI), es un reencuentro entre el protagonista de Megalodón y el director que lo descubrió, Guy Ritchie, y es sin duda un feliz reencuentro. Ambos hacen lo que mejor se les da: Ritchie, poner en imágenes un thriller criminal y de acción (aunque esta vez sin sus característico humor sarcástico, que fue lo que convirtió en exitazos a Snatch, Rock' n Rolla, The Gentlemen o Lock & Stock), y Statham interpretar a un antihéroe duro, implacable y muy masculino. Es el prototipo de tipo duro, sin duda, y la combinación de director y actor seguro hará las delicias de los más fans de ambos y de este tipo de cine.
Por desgracia, la película tiene pocos atributos, sin embargo, para contentar a los que no entren dentro de esas categorías, y la historia está más vista que el tebeo, por decirlo suavemente, por lo que no entusiasmará a todo el mundo.
Con todo, un espectáculo aceptable, dentro de sus parámetros.

Lo mejor: La habilidad de Guy Ritchie para este tipo de historias, y la entente artística que forma con Jason Statham, un actor como no hay dos ahora mismo para este tipo de acción.
Lo peor: La historia es una mezcla de muchas otras previas.

Qué bonita película es El portero.
Desde esos bellísimos paisajes asturianos, Gonzalo Suárez nos cuenta una historia encantadora, llena de personajes que a primera vista pueden resultar excéntricos, pero que sin duda se ganan el aprecio del espectador. Además, Suárez esquiva con habilidad algunos tópicos que podrían haber afectado sobre todo a los roles de Carmelo Gómez y Maribel Verdú, y maneja la narración con ritmo y muchísimo encanto. Es una gozada, la historia de este portero, Forteza, y cómo cambia la vida de este pueblo costero de Asturias.
Puede que no sea recordada como una gran película de nuestro cine, pero lo es. No se la pierdan.

Lo mejor: Su encanto, sus entrañables personajes y lo agradable que es en general su visionado.
Lo peor: Nada, dentro de su estilo y sus objetivos.