Esta película de animación parece que no nos trae nada nuevo en principio. La mayoría de los productos de esta compañía en este campo parecen sacados siempre del mismo molde. Y queda claro desde el primer minuto que aquí no se han querido arriesgar ni un ápice en cambiar la fórmula del éxito.
Podría haberme ido a la ficha de casi cualquier otra película parecida, y prácticamente copiar y pegar el texto.
Tenemos clichés por un tubo de valores humanos y corrección política. El diseño de personajes y su carisma, la ambientación y el colorido de la infografía, así como el propio guion, parecen hechos por una inteligencia artificial que tuviera una base de datos con todo el cine animado de los últimos años.
Pero, a pesar de todo eso, que no tiene que ser un defecto y de hecho no lo es, el film me ha gustado mucho.
Y es que, cuando una receta funciona, ¿qué importa que se repita si nos lo cuentan todo tan bien? Si un plato es de mi gusto, no me importa repetir.
“Raya y el último dragón” es divertida, simpática y excepcionalmente hecha en sus gráficos por ordenador, donde destacaría el extraordinario realismo del agua y de la arena.
Tanto Raya como el dragón, la mascota y toda la pandilla son absolutamente adorables y el mundo de Kumandra ofrece grandes paisajes y muy buenas secuencias de acción y aventura, con una animación impecable y muy colorida. Los niños más pequeños van a tener una sobredosis de estímulos visuales que les encandilará.
Todo está diseñado a la perfección para que le guste a todo tipo de público. Yo por lo menos la he disfrutado de principio a fin, y seguramente terminaré viéndola bastantes veces.
Raya le daría una hipotética paliza a la Mulán de imagen real, porque a Disney les ha quedado bastante mejor esta nueva heroína.
Es una gozada que nos recuerda que el cine no ha muerto en estos tiempos, por mucho que se sigan utilizando los mismos ingredientes una y otra vez. Y no solo lo es para la vista, sino también para el oído. La banda sonora de James Newton Howard es también digna de ser escuchada.

Bien, crujo los huesos de mis dedos y al lío. A ver por dónde empiezo.
Los que han hecho este bodrio no tienen la culpa, pero no puedo dejar de poner verde a esos cerebros (por decir algo) de las distribuidoras españolas que deciden cambiarle el título para literalmente estafar al público potencial.
La palabra “venganza” tiene un hipnótico poder para estos cenutrios, que se empeñan en ponerla cada vez que les sale de sus partes. Hay infinidad de títulos en los que la usan sin venir a cuento, pero esta vez se han pasado treinta pueblos. ¿Qué venganza ni qué niño muerto? Puede que haya algo de eso en la película pero es testimonial y ni muchísimo menos es el eje argumental. ¡No tenéis vergüenza!
Si uno se pone en el (arrugado y fofo) pellejo de Arnold, se puede entender. Ha estado encasillado durante décadas y por su edad ya no tiene nada que demostrar. Tampoco necesita dinero. Es muy comprensible que en su vejez esté dando un enfoque radicalmente distinto a su carrera. Está haciendo películas muy alejadas de lo que hacía antes y que le den la posibilidad de actuar mucho más allá de lo que es pelear y disparar.
También es algo coherente. Ronda los 70 años, aunque aún haya actores de acción de esa edad que se empeñen en seguir con lo mismo.
El cambio de papeles de Arnold es brutal. El hombre hace su esfuerzo por dar vida a un personaje atormentado, y hasta es capaz de llorar y todo. ¡Lo malo es que está resultando un cambio a peor!
En fin, esto es un drama independiente minimalista puro y duro, de los que suelen emitir los sábados y domingos a la hora de la siesta en televisión. Y la palabra clave es esa: siesta. Desde aquí hago un llamamiento a las autoridades sanitarias para que dejen de recetar química a las personas con problemas para conciliar el sueño. Sería mucho mejor para el hígado de estos pacientes, que en vez de tomar pastillas se pongan esta cosita tan “divertida”. ¡Da muchísimo sueño! En serio, he cometido el grave error de verla después de almorzar, y me he quedado dormido por lo menos cuatro veces. Pero lo más lamentable es que, dándome cuenta de eso, tiraba para atrás y me percataba de que no me había perdido absolutamente nada.
Esta película es como la “nada” de “La historia interminable”: el vacío que queda. La lentitud narrativa es tan extraordinaria que es capaz de mostrarnos a Arnold caminando por un pasillo desierto durante lo que se me antoja una eternidad. Y esos silencios tan profundos, ¡qué “estilo”, qué “intensidad”!
Señores, no se puede hacer una película de hora y media (ejemplo práctico de la relatividad de Einstein, pues parecen más bien cuatro) con unos hechos reales que cualquier telediario los despacharía en dos minutos como mucho. ¡No hay suficiente historia! Lo triste del argumento no es suficiente para hacerla buena, cuando todo es tan aburrido y vacuo.
Hay que reconocer que el problema no es que la haya hecho Arnold y no pegue ni con cola. Si la hubiera protagonizado cualquier otro, seguiría siendo igual de mala. ¡Por las rastas de depredador! Este hombre antes decía “volveré” y aquí la frase con más enjundia que dice es “tengo que limpiar”. Al menos “Maggie” (que también era mala de narices) te picaba con la curiosidad de ver cómo iba a terminar. Aquí no han sido capaces ni de eso. Otra de sus peores películas es “Junior”, pero aquella era mala porque simplemente no tenía ni puñetera gracia. Aquí se trata del problema contrario. Es extremadamente seria y dramática, pero lo hacen tan mal que el único que da pena es Arnold y solo siento otra cosa más: aburrimiento infinito

Desde el principio han insistido mucho en que esto se ha acabado, tanto en el mismo título como en la promoción. Que nos quede muy claro que ya no van a hacer más. De hecho, me parece bien. 6 entregas son suficientes. Siempre está bien que planifiquen así una saga, cerrando la puerta a nuevas secuelas que no tendrían sentido ninguno.
Quizás hubiera estado todavía mejor que hubieran hecho 1 o dos menos, pero la verdad es que poco importa, porque esta entrega es la que tiene más acción, efectos especiales y espectacularidad de toda la saga.
Milla Jovovich se despide por la puerta grande de su personaje más popular y el que le ha dado más éxito y fama. La que empezara como modelo, ha hecho mucho cine de todo tipo, pero inevitablemente estará siempre asociada a Alice, en una saga muy famosa y rentable que ha estado con nosotros ni más ni menos que 15 años.

Empiezo por lo malo:

No empieza como tendría que hacerlo. Deberíamos haber podido presenciar la batalla de Washington, ver qué les pasa a Ada Wong, Leon Kennedy y Jill Valentine, entender mejor las intenciones de Wesker y saber qué ha sido del ejército defensor del Capitolio y la Casa Blanca. En lugar de eso nos tenemos que conformar con ver a Alice otra vez sola, con frases vagas que no nos explican bien lo que ha pasado y con todas las conjeturas que queramos montarnos en nuestra cabeza. Muy mal por Anderson. Si quieres cargarte a los personajes, por lo menos hazlo con un poco de respeto por el público.
Si ya en “Venganza”, metió la pata minimizando el esperadísimo combate en el barco “Arcadia”, aquí se ha pasado tres pueblos dejándonos con la cara partida. Creo que la película tiene presupuesto como para poder haber incluido ahí una buena escena, pero ya que decide no hacerla, por lo menos una explicación un poquito mejor de lo que ha pasado, se habría agradecido. ¡¡Le falta una secuencia que enlace bien con la anterior!! Esto desde luego ha sido lo que menos me ha gustado de este capítulo final.

En el resumen, he encontrado otra pequeña incoherencia, y es que no hacen ninguna referencia a que el verdadero creador del virus fue el doctor Ashford (Jared Harris en la segunda parte). Está bien todo lo que nos cuentan de Isaacs, pero parece como si hubieran tergiversado un poco la historia. No hacía falta que hubieran contratado a Harris, con poner alguna escena rescatada de “Apocalipsis” habría bastado.

Por cierto, ¿dónde está Chris? Que vuelva Claire (Ali Larter) está genial, pero ¿y su hermano? Tampoco podremos enterarnos jamás de lo que le pasó a “Burger” (la joven de la tercera película). Una vez más, ya que deciden que no aparezcan, por lo menos podrían hacer referencia, aunque solo fuera con una frase que dijera “han muerto”.

Hasta ahí, lo negativo, porque por todo lo demás la película me ha encantado, como fan de la franquicia, así como de los videojuegos.

La acción es trepidante y no para casi nunca. Hay escenas con vehículos, tecnología, armas y combate cuerpo a cuerpo, en todo tipo de escenarios y situaciones. Y me atrevería a decir que es menos exagerada e increíble que otras veces, lo cual me gusta mucho. Al principio, dejan claro que lo de que Alice volvería a tener sus poderes fue un engaño de Wesker, así que nada de fantasmadas superlativas aquí. Pero hay demasiada oscuridad y una cámara inquieta que a veces no deja ver bien lo que está pasando, algo no propio de Anderson pero muy habitual en el cine actual. Esto me ha molestado un poco.
De todas formas, con estas escenas es con lo que disfruto y la defiendo a pesar de que soy consciente de que no es cine de calidad propiamente dicho, pero me da igual. Yo me lo he pasado genial viéndola.
Tenemos además hordas de zombies como nunca habíamos visto aquí, explicaciones sobre los planes reales de Umbrella, la vuelta del mejor villano de la saga (porque Wesker aquí es un “don nadie”, prácticamente), nuevos monstruos pero no tan estrafalarios como algunos de los que hemos visto (hombre del hacha, por ejemplo), recuperación de escenarios anteriores pero con un enfoque nuevo, etcétera.
En definitiva, es “Resident evil”, pero a lo bestia. Está bastante mejor que la cuarta y quinta entregas y me ha parecido la mejor despedida posible.
Y como siempre, está hecha para fans de la saga de películas, y de los videojuegos, aunque aquí eso es menor. El alejamiento de los títulos de Capcom esta vez es total y absoluto, y creo que eso es un acierto, no forzar las escenas y los monstruos para que se parezcan a los juegos, sino continuar y terminar el relato de Alice a lo grande. Nada más y nada menos.

La biografía de un científico o matemático, por muy importante que sea su obra, no tiene porque ser interesante. Sin embargo, el cine ha demostrado que sí, que se pueden hacer buenas películas con este material, como por ejemplo “La teoría del todo” o “Una mente maravillosa”. Desgraciadamente, y aunque parece que voy un poco a contracorriente, creo que no es el caso y que este título es fallido.
Para llegar a un mayor rango de espectadores, este tipo de cine normalmente no profundiza en el trabajo matemático, pero entonces no llegamos a ser conscientes de la importancia del trabajo de este hindú. Pero aquí sí que hay momentos en los que se ponen a divagar un poquito con las particiones, y claro, el que ve la película no tiene por qué enterarse, con lo cual aburre bastante.
Aparte de eso, lo que el film ofrece es la dramática historia de un emigrante que salió de la pobreza de su India natal para desarrollar su intelecto y triunfar en el mundo académico, pero con la pena de dejar atrás a su pareja. También sufrió mucho rechazo social por el mero hecho de ser hindú.
Pero en realidad nos quieren dar gato por liebre. Es un puro y duro telefilm tedioso camuflado de trascendencia. Con algo como esto solo se puede entretener o bien un ferviente estudioso de las matemáticas o bien un descendiente (si es que los tuvo, que no lo sé) del protagonista.
Lo que pasa es que por ser una película de intelectuales, parece que queda uno hasta mal metiéndose con ella, pero a mí me da igual. Si me parece un bodrio, lo digo
Los actores están bien pero da lo mismo porque el desarrollo del argumento es aburridísimo, tanto como una clase de matemáticas profundas.
Quien mejor está en su papel es Toby Jones, que pega muy bien como profesor, aunque siendo tan bajito los alumnos seguro que se burlarían de él
Para colmo, cuando no podía ponerse más aburrida, la historia se mete en política, luego se vuelve lacrimógena, luego filosófica y finalmente lacrimógena otra vez.
Al final es la propia película la que parece conocer el infinito, de lo larguísima que se hace. Lo único que transmite es aburrimiento.

Con lo buenas que suelen ser las películas de espionaje, a veces el género falla y nos hacen algo tan insulso como esto.
Ya desde casi el principio, uno se puede dar cuenta de que el estilo de rodaje del director es tedioso. Hay secuencias enfocando a la protagonista mucho rato sin que haga ni diga nada. Demasiados silencios que no aportan nada en absoluto.
Aunque se cambie la habitual lucha contra los islamistas por el problema del IRA en los años 70, la trama es muy poco interesante porque está mal desarrollada, con un ritmo nefasto muy tedioso.
También tiene el fallo de que nos la venden como si Clive Owen fuera el protagonista, cuando en realidad es secundario y aparece bastante poco.
Es tan aburrida que cuando está llegando al final ya se nos ha olvidado cómo empezaba, quedando solo apta para verla mientras se está planchando o haciendo cualquier otra cosa. Intentar concentrarse en algo tan pesado es difícil, pues la mente se pone a pensar en las musarañas.
Para rematar la faena, es fría y carente de emociones, de manera que lo poco interesante que pasa en ella me da bastante igual.
Para no perder el tiempo viéndola.