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Críticas de irian hallstatt
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Críticas 126
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de noviembre de 2006
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Especial sensibilidad de sus responsables hacía la novela de la que parte, aunque la película tiene tal solidez y calidad que se impone por si misma sin recurrir a las tan manidas referencias a la obra en que se basa.
Un inspirado Zeffirelli pone en juego toda su destreza y borda una obra magnífica y convincente donde destacan varios elementos.
En primer lugar, tenemos una ambientación de época espléndida; con una fotografía magnífica.
La atmósfera precisa que requiere la historia, una ambientación gótica logradísima donde dar rienda suelta a esta historia oscura y de intensa carga emocional. Todo el aspecto estético, de recreación y ambientación, es impresionante. Un poco de decadente belleza y de goticismo misterioso e inquietante; sutil pero a la vez opresivo.
Añadir que William Hurt y Charlotte Gainsbourg nos regalan unas interpretaciones intensas, poderosas, y realmente convincentes e intachables. Gran parte de la impresión que me causó esta película quizá se deba al trabajo que en ella realizan estos dos actores. Las secuencias en que sus personajes llevan conjuntamente la voz cantante son soberbias. Nada de excesos ni exageración gratuita. Conducen sus personajes con la fuerza y dramatismo que estos exigen. Perfectos.
En definitiva, película intensa, enérgica y dramática; tenebrosa y inquietante por momentos; de un romanticismo oscuro y exaltado; hermosa y emocionante. Poderosa imaginería, interpretaciones apabullantes, historia y personajes fascinantes, ... Para los amantes del goticismo y el romanticismo trasnochado, así como del cine consistente y hecho con convicción y determinación.
irian hallstatt
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9
13 de marzo de 2008
34 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
* Los traviesos pájaros encerrados en las alborotadoras cabezas de Jeunet y Caro volvían a tomarla con la fantasía; se colaban entre los cuentos de hadas para traer a ambos directores historias y personajes sobre los que lanzar una mirada moderna, bizarra, y hacerlos desenvolverse con el mismo lenguaje actual que estos dos cineastas ponen sobre el tapiz. Y es que no dejan de ser cuentos de hadas, macabros y a la vez tiernos cuentos plagados de ogros, princesitas, héroes, duendes, brujas…

* Volvemos a situarnos en un futuro desolador, aunque un poco más suavizado que en “Delicatessen”. Se opta esta vez por una ambientación e imaginería gótica urbana, no por el árido y sofocante panorama post-apocalíptico de aquella, pero como en aquella, el mundo que se pinta es igualmente un universo en decadencia, que se agrieta, se marchita y cae a pedazos; un mundo que escocería si no fuese por el incansable sentido del humor desplegado, el sorprendente dinamismo técnico y formal con que nos hacen de guía por él, y por los tantos y tantos entrañables personajes que lo pueblan. Un oscuro y desquiciado mundo de un detallismo prodigioso, lejos de los alicatados pastelazos del cine neogótico de los últimos años.

* En “La Ciudad de los Niños Perdidos” se entrelaza la ciencia ficción con el relato gótico, el terror con el cuento de hadas, lo circense y acrobático (en más de un sentido) con una sensibilidad genuina y franca, la comedia con el romanticismo: los Grimm, Dickens y Hoffmann desvariando, y Jeunet y Caro recogiendo sus delirios para darles forma, y una forma moderna y surrealista.

* Tenemos una estructura dramática de base que se pasará por alto, pues por encima de ella se desarrollan unas historias fascinantes con unos protagonistas de personalidad y carácter humano conmovedor, que es una de las cosas que me encanta de Jeunet. Independientemente de esa desapercibida base dramática, hay montones de escenas muy emotivas desde las relaciones, encuentros y desencuentros entre los personajes.

* Una película hipnótica, macarra, oscura, enternecedora, elegante, cruel, donde no se descuida detalle alguno respecto a historia, personajes, ambientación, imaginería o relato. Con unas interpretaciones que algunos dirán exageradas, pero que a mi me parecen llenas de desparpajo, con un trabajazo abrumador por parte de esos “niños perdidos”, y de nuevo una música espléndida. Es un soplo de aire fresco, una joya de inventiva y creatividad, y un real sopapo a gran parte del pretencioso cine europeo. Esto es arte, y lo demás, quizá no tonterías, pero arte, no.
irian hallstatt
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9
30 de noviembre de 2006
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan solo la demoledora interpretación de Marlon Brando sería suficiente para encumbrar este film. Pero es que todo el elenco de actores hace un trabajo colosal, como embebidos de la sombría puesta en escena de una sórdida Nueva Orleáns. Las destempladas interpretaciones en ese ambiente en penumbra que domina todo el film, trasmiten perfectamente y de forma apabullante el debate interior que la llegada del personaje de Blanche ha provocado en todos los que la rodean.
La amalgama de sentimientos y emociones cruzadas con que, sin concesiones, la película bombardea al espectador la hace casi cruel. Una película obligatoria.
irian hallstatt
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10
27 de mayo de 2007
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
* No se que pulso oculto esconderán las imágenes de “Les Amants Reguliers”, pero me vi sus 3 horas sin pestañear, repetí al día siguiente, y no descarto volver a verla en cualquier momento. Llevo días que sin poder quitarme esta película de la cabeza, y recomendándosela a toda persona que me cruzo, porque no entiendo que tendrá, o que tendré, que tanto me ha impactado.


* Retrato del ímpetu de una juventud que se abandona a todo. Esa impetuosidad se vive en cada secuencia y fotograma pese al ritmo aparentemente pausado del film. El ardor juvenil se aprecia en cada mirada, gesto o palabra, y parece contagiar con su impulso una narración que se desarrolla con cierta brusquedad, donde la linealidad temporal se rompe continuamente, y donde solo podemos dejarnos llevar para no acabar descolocados. La película es tan hechizante que del hosco brío con que se acomete su desarrollo no se da uno ni cuenta. También puede dar la sensación de estar fracturada en su mensaje, contenido,… A muchos chocará que el marco inicial de las revueltas parisinas del 68 vaya diluyéndose poco a poco para dar paso a otros asuntos, tras unas secuencias realmente impresionantes de la lucha nocturna en las calles. La película deja de lado las barricadas porque así lo han hecho sus personajes. Hay que buscar las ideas del film fuera de esas barricadas. Yo veo un asunto primordial en toda la película que es el de una juventud arrebatada, con un potencial inmenso para todo, pero que siempre acaba cayendo víctima de su propio impulso; ardiendo en los fuegos que provoca, y que con suerte harán recordar lo que iluminan. Una juventud que se lanza igual a la revolución, que al amor, al arte, o a las drogas. Juventud en apariencia falta de sentido de la mesura, de una visión nítida, siempre empañada por su apasionamiento sin reservas, pero dotada de una lucidez que destella iluminando tanto verdades como utopías. Que se lanza a todo henchida de esperanzas, de ilusiones, y de una fuerza prodigiosa que siempre acaba dispersa o descontrolada. Juventud que nunca acaba lo que empieza.


* Su sombrío blanco y negro, en mi opinión hasta lóbrego a veces, supone una triste y desesperanzadora mirada sobre esas “esperanzas fusiladas”, que podemos contextualizar más o menos en la película, viéndolas referidas al chasco del 68, a como esa apasionada juventud reculó, o verlas referidas al desperdicio que suponían y suponen tantas energías juveniles perdidas dirigidas a pretender utopías, ahora y siempre. La cámara se entristece al ver una juventud, única portadora de una energía creadora y regenerativa, revulsiva, que pese a su lucidez, está falta de moderación y raciocinio para plasmar proyectos.
irian hallstatt
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8
26 de diciembre de 2007
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
En “Messidor” Tanner nos presenta una destructivista road-movie en que dos jovencitas, hastiadas de un sedentarismo al que no le ven razón de ser, se lanzan en picado a una aventura sin más objetivo que el despojarse de la responsabilidad de tomar parte en la artificialidad de un mundo irritantemente aséptico, y se entregan a ello armadas de una inconciencia enloquecedoramente tentadora. No tenemos a desdichados personajes en busca de su lugar en el mundo, ni a pobres víctimas de las circunstancias, sino a dos personas a las que escuece su realidad y que en un impulso visceral y anárquico se revelan contra una inercia que no parece ir a moverlas del sitio en que están. Su desquiciante vagabundeo no está narrado al estilo de las frenéticas road-movies cargadas de adrenalina, sino con el calmo ritmo del propio errático deambular de las dos jóvenes.
Las protagonistas han visto su futuro tan claro y bien trazado como ven la enfadosa cotidianeidad de los demás. Como en rutina se convertirá cualquier otro proyecto vital que tuviesen a bien plantearse, prevén todo ese hastío y aburrimiento y deciden evitarlo desde ya, aunque sea de la forma más insensata posible, que realmente es la única capaz de aniquilar la sensación de ahogo. Y así Jeanne y Marie deciden salirse por la tangente, simplemente por ver que ocurre, y ese juego autodestructivo a que se aplican ya les ofrece algo fresco y nuevo, insano, pero más palpitante que todo lo que puedan obtener de un mundo sin interés alguno. No se plantean esto como un paréntesis, no retomarán nada, ya no quieren ser dos piezas más de una maquinaria paradójica. Se echan a andar solas y sin destino, como antes, pero sin la carga de tener que dar con un logro fingido.
Lo único real es el hambre y el frío que están pasando, lo único que mueve a la acción, que les da una dimensión y entidad que no tienen la mayoría de aquellos con los que se cruzan. No es buscarle un sentido a la vida, es experimentar la vida misma a través del riesgo y la necesidad, estremecerla poniéndola al borde de la sinrazón; dejarse ir, a ver cuanto se dura: autodestrucción genuina.
“Messidor” es el relato y la visión de dos personas que se sueltan y dejan caer porque andar agarrándose a algo ya cansa y aburre; porque no se agarran para incorporarse a algo que merezca la pena, sino tan solo por no caer y por mantenerse. Tiene el sempiterno interés de experimentar una caída libre, el caos, y de ver como se acaba cayendo.
irian hallstatt
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