Susanne Bier trabaja argumentos pegados a la tierra. A ras del suelo de los humanos. Donde se mueven, se enredan e intentan sobrevivir sus personajes. Pero, en esta ocasión, opta por cambiar de aires y se traslada (nos traslada) al territorio de la comedia "romántica" made in USA. Eso sí, con algunos ingredientes europeos.

Obra coral ambientada en los tópicos vitalistas ( y turísticos) a la italiana, sólo uno de sus protagonistas (la madre, magníficamente interpretada por Trine Dyrholm) ofrece perfiles de cierta complejidad. El resto, como su temática deudora de "Mamma mia", apenas sobrepasa el tópico más recalcitrante.

Excesiva en su metraje, con periódicos altibajos y vaivenes, "Amor es todo lo que..." no va más allá de una película a ratos entretenida pero absolutamente prescindible.

Pietro Germi es un realizador sin duda reconocido, pero no todo lo valorado que debiera. Su filmografía, no muy extensa, es en conjunto coherente y compacta como pocas aunque carezca, tal vez, de alguna de esas obras maestras que suelen distinguir a los encumbrados como genios.
Realizada dos años después de 'El ferroviario' (retrato duro y sin concesiones de la vida y el entorno familiar de un trabajador en la Italia de los '50), Germi vuelve a retomar ese contexto socio-afectivo para observarlo ahora desde una clave siempre pos-neorrealista, pero diferente y complementaria: la del triángulo amoroso.
Curiosamente, Luisa della Noce y Eduardo Nevola retoman los papeles de esposa e hijo del protagonista (el propio Germi en ambas ocasiones) que jugaron ya en la citada 'El ferroviario', pero sin otra identificación argumental entre aquellos y estos personajes. Amor y desamor se convierten ahora en los verdaderos protagonistas de una trama que el cine y la literatura han situado reiteradamente en ambientes burgueses pero que, en esta ocasión, mudan de ambiente, sujetos y clase social. El obrero fabril, instalado en su confortable rutina familiar, la secretaria vitalmente insatisfecha e inestable (una soberbia Franca Bettoia) y la esposa, abnegada en su papel, van a encontrarse y desencontrarse tejiendo un conflicto dramático que huele a sinceridad y destila buen cine.
Construido con tanta sensibilidad como contención, acertando siempre en las actuaciones y las parálisis de unos personajes tan cercanos como creíbles, Germi crea con ''El hombre de paja'' una obra emotiva, inteligente y de aplastante madurez.
Pd.- Como curioso ejercicio de gimnasia cinéfila, compárense los tratamientos dados a una historia con notables coincidencias por el Billy Wilder de ''La tentación vive arriba'' (1955) y el Pietro Germi de ''El hombre de paja'', tres años más tarde.

Construída como un film en tres sketchs (el pueblo sublevado, la celda y el diálogo entre canoas), "San Michele ..." es, ante todo, un ejercicio de austeridad. Sin cansar en ningún momento, moviéndose en escenarios "cerrados" para contar la derrota de la más abierta de las utopías, los Taviani levantan un ejemplo de cine político de bajo presupuesto pero repleto de propuestas e iniciativas formales.

Pese a lo discutible de su panfletaria tesis de fondo (la supervivencia del ideario marxista sobre un anarquismo que se muestra como un sueño de ilusos condenado al fracaso y recluído en el pasado), cuenta con momentos de emotiva intensidad y virtuosismo como aquellos en que, encerrado en su celda, el protagonista reconstruye una reunión de su grupo interpretando, él mismo, a todos y cada uno de los compañeros o aquel otro en que, frente a un pobre plato de potaje, Giulio imagina los más espléndidos manjares.

Doillon, Doillon. Los eternos adolescentes. O mejor, las adolescentes ensoñadoras. Aquellas sus hijas que recrean mundos, que edifican realidades (o lo intentan, al menos) capaces de rimar con sus sentimientos. Como la chica empeñada en edificar, sobre una noche de cama con un desconocido, una irreductible historia de amor. Más que de "chica encuentra chico", habría que hablar de "chica empecinada en inventarse un chico".
El arranque, como veréis, promete. Irrumpen luego en la trama otros hombres-espejo que reflejan las múltiples aristas de la chica. Y sin embargo, en paralelo al discurrir del metraje, el globo comienza a desinflarse, las promesas a venirse abajo, la frescura de las situaciones y de los intérpretes a resultar reiterativa ... y uno no puede evitar la sensación, cuando aún falta una media hora para que nos alcance el final, de que el tren ha descarrilado definitivamente.

La idea de partida (una escuela de carteristas) y alegres dosis de amoralidad en las escenas iniciales, hacen intuir una alegre, cínica y desenfadada fusión de Lubitsch con el Bresson de "Mouchette". Sin embargo, el proyecto naufraga pronto en los arrecifes de una historia de amor tan increíble como un cuento de hadas con lobos incluídos.