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España España · Málaga
Críticas de flecha
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
6
23 de julio de 2009
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que se recuerdan con cariño. No ha de tratarse necesariamente de obras maestras, antes bien, me refiero a aquellas películas que guardamos en ese rincón sentimental de la memoria, aquellas películas que durante tu infancia no te cansabas de ver, películas con las que creciste, a las que dedicabas tardes de invierno y mañanas de verano siempre sin parpadear. Con cada generación y con cada personalidad van unas u otras. Las mías fueron "Los siete magníficos", "Los Goonies", "Indiana Jones y el Templo Maldito" y, cómo no, la entrañable "Hook".
Fíjense que, por otra parte, la historia de Peter Pan ha dado, entre otras que no he visto, dos notabilísimas obras, la de animación producida por Disney (1953) y la fabulosa "Descubriendo nunca jamás", estrenada en 2004.

"Hook" tiene, ante todo, un encanto especial cuyo pilar más consistente reside en la poderosa y acertada recreación de ese exhuberante y bucólico país con el que cualquier niño haya soñado. Ese país imaginario que de forma tan inspirada se nos recrea en "Hook" es capaz de despertar una fascinación fuera de lo común en cualquier chaval.
Spielberg, sin renunciar a lo comercial, logra reflejar un mundo del que el espectador infantil desea participar fervientemente, dota al film de un espíritu alegre e imaginativo que conlleva un divertimento asegurado, y conjuga bien esa gran puesta en escena con una historia a la que, como no podía ser de otro modo, no le faltan aventuras, humor, fantasía y entretenimiento a raudales, secundado por una excelente música del siempre fiable John Williams.
La historia de los hijos de Peter resulta ñoña y absurda, pero claro, de alguna forma había que hacer volver a Pan al último encuentro con su eterno enemigo. El personaje de Rufio se lo podían haber ahorrado, y hay escenas algo lamentables (como la de la espada en la cena).

Piratas desarrapados y malolientes, escondrijos idílicos de los Niños Perdidos, hadas, bellas sirenas, paisajes de ensueño y un inmenso barco a cuyo mando está el mítico y peculiar capitán Garfio interpretado de forma memorable por Dustin Hoffman.
Todo ello coronado con un bonito flash-back que explica el pasado del propio Peter, un papel de los que Robin Williams siempre desea encarnar, hacen de ésta una película que irá, para algunos como yo, ligada siempre a la nostalgia inevitable de la niñez.
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8
28 de julio de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wong Kar-Wai nos presenta un bello relato de amor y pérdida (mezclado con un sabor a las mejores road movies) que, rodado con sensibilidad y mesura, posee suficiente hondura dramática para erigirse como uno de los filmes más valientes, deliciosos, plácidos e inteligentes de los últimos años.

Con un guión sencillo pero satisfactorio, Kar-Wai se desmarca de convencionalismos con eficacia mediante una realización original y audaz, sin moderneces pseudo líricas ni piruetas efectistas como es costumbre en algunos de los más aclamados directores independientes; rueda con cámara lenta ciertos momentos intimistas, plantea otros instantes con encuadres atrevidos (como el magnífico plano final), le imprime pulso a otras escenas (la secuencia de la partida de póker posee un montaje excelente, siendo vibrante pero no frenética) y maneja el tiempo con gran soltura y elocuencia, introduciendo voz en off por cartas, o elipsis a menudo con el mismo procedimiento (trenes circulando, pasteles ocupando todo el encuadre), dejando clara, por tanto, su capacidad para narrar de otras formas pero no menos válidas.

Otro punto muy destacable del filme son las estupendas actuaciones de David Strathairn y Natalie Portman, para mí los mejores de un reparto acertado en general, en el que también me creo a una fascinante Rachel Weisz (que llena la pantalla de un modo desgarrador) y un correcto Jude Law, decepcionándome absolutamente Norah Jones, una extraña durante todo el metraje.

Kar-Way conforma a sus personajes fabulosamente, exponiendo y descubriendo a seres perdidos, abandonados, desesperanzados y resignados; inmersos en paisajes urbanos invadidos de rótulos, luces multicolores, tranvías ruidosos y baretos penumbrosos; aplastados por su pasado, cada uno aporta algo nuevo a la protagonista, de corazón recién roto, que habrá de superarse y encontrarse a sí misma en un viaje del que aprenderá y tras el cual no volverá a ser la misma.
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9
16 de noviembre de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás sea ésta una de las películas en las que recuerdo un mayor número de escenas, planos y secuencias absolutamente perdurables. La belleza austera y doliente de los primeros momentos cuando la madre, sola y apenada, espera a su hijo, fallecido en el frente; la delicadeza y el tenue romanticismo de las escenas en el tren con el soldado y la muchacha; la dureza y el sinsabor del pasaje en el que Aliosha lleva el jabón como presente a la esposa de otro soldado; los funerales, improvisados y cargados de emoción, de los viajeros tras la explosión; el plano gozoso y esperanzador del reencuentro entre los dos jóvenes; el recibimiento afectuoso y lleno de ardor de la esposa del soldado tullido; la secuencia, tierna, sobrecogedora, silenciosa y memorable en la que Aliosha, el soldado que regresa a su hogar, por fin abraza a su madre en el momento cumbre de este arrebatador poema.

Grigori Chukhrai, sutil y cercano a un tiempo, da una lección de cómo presentar, dibujar y desarrollar unos personajes; de cómo contar una historia de forma sencilla pero a la vez magistral y sin aburrir en ninguna toma; de cómo, con un argumento aparentemente simple, se pueden poner en pantalla tantas historias, vidas, detalles; de saber evitar la afectación emocional y no dejarse arrastrar por la exaltación grandilocuente del régimen estalinista: la balada de este combatiente es la del soldado anónimo, la del prototipo de soldado ideal, honorable y heroico que, con un gran sentido del deber pero también con una moral intachable y un ánimo vital envidiable, hace de aglutinador de diversas vías narrativas.

Aliosha, ingenuo y entusiasta soldado de diecinueve años, vivirá en su frenético regreso de 48 horas lo que probablemente no ha vivido en su pueblo lejano y humilde durante esos diecinueve años; por el camino, descubre las grietas, algunas irreparables, que los conflictos bélicos van dejando en la sociedad; cuando llegue al reconfortante y cálido hogar, para ver a su madre y arreglar el tejado de la casa, será un hombre distinto del que partió del frente tras pedir el permiso al general soviético. La exaltación de Chukhrai no recae jamás en el ditirambo patriotero y lameculos que otros directores se vieran obligados (y más de uno, complacido) a realizar, sino en la alabanza del combatiente íntegro, honesto y solidario de cualquier nación y raza, aunque aquí, obviamente, tenga que ser ruso. Por eso confluyen en "Balada del soldado" lo irreal (el soldado utópico, ficticio) y lo real (el resto de personajes, tan veraces).

Hablar fríamente de esta obra resulta tarea harto irrealizable; es una película compleja y a la vez espontánea, épica y a la vez cercana, lírica y a la vez auténtica; antes bien, convendría dejarse llevar por sus imágenes, sus sonidos, sus diálogos, sus personajes (tan cotidianos y palpables que casi nos resultan familiares). Por la profunda humanidad que se observa, se disfruta y se admira en cada uno de sus fotogramas.
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7
13 de febrero de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi esta película una noche ahíta de lluvias que duraban todo el día, sin un alma en la calle. Quizás si la hubiese visto una calurosa y resplandeciente tarde de julio no hubiera producido en mí el mismo efecto. Es una historia básicamente de supervivencia y de amor paterno-filial, en la que el frío extremo, la soledad, el hambre, la enfermedad, el canibalismo, la sensación de ser perseguido y la misma muerte estarán siempre al acecho. Del estilo de “Soy leyenda”, pero si cabe más angustiosa, reflexiva, sombría, temible, demoledora.

Si bien al filme, que hace buen y justo uso del flash-back pero no de una pobre banda sonora, le falta algo más de dinamismo, acción y diálogos, no carece de notables actuaciones por parte de Mortensen y McPhee, ni de una fotografía esforzada y muy acorde con el tono de la historia. Es sin embargo la ambientación, adusta e infernal, la que se encarga de asentarla como una buena película, pues consigue abrumar con eficacia al espectador y adentrarle completamente en un planeta destrozado, polvoriento y gris.

Hillcoat recrea acertadamente ese mundo desolado, cruel y hostil, con sólo escasos y débiles atisbos de esperanza, y nos conduce hasta los sentimientos del padre que, al igual que vimos en “La vida es bella”, se dejará la piel si hace falta por su hijo. Es tan grande el amor y el sacrificio del personaje de Mortensen que pronto la historia adquirirá unos tintes de heroicidad sobrecogedores; pero no estaremos ante el héroe perfecto y siempre bondadoso, sino que, será, por el contrario, un hombre desconfiado, pesimista, obsesionado con la defensa del hijo y que luchará hasta la extenuación (contrastando con la benevolencia y piadosa inocencia del niño), llegando incluso a dejar a un hombre desnudo e indefenso en medio del paisaje apocalíptico, tal es la magnitud de la pelea por la supervivencia.
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7
8 de marzo de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La industria cinematográfica del otro lado del Atlántico siempre ha acertado en algo que ha contribuido a encumbrarla: echar la vista atrás, al pasado de América, y plantear un discurso que podrá variar según épocas, directores y guionistas, pero que siempre tendrá como denominador común el de producciones sólidas, bien hechas, que sepan aproximarse de forma solvente a determinado momento histórico. Esto es algo de lo que carecemos aquí, y cuando se han fraguado intentos similares (escasos), los resultados son los que todos ya conocemos. Osea, mediocridades, salvo algunas honrosas excepciones.

La idea desde la que parte "Copper" es, hasta hoy, una de las más jugosas e interesantes que podemos hallar en el mundo de las series televisivas. Situar tramas detectivescas en el New York de segunda mitad del s.XIX ya es de por sí un planteamiento lo suficientemente atractivo como para garantizar entretenimiento y, a la par, diversos puntos sobre los que reflexionar y construir un drama de entidad. No quiero confundir; tampoco estamos ante el descubrimiento del siglo: "Serpico" o "American Gangster", por poner dos ejemplos bien conocidos, se desarrollaban (aunque en otra época) dentro del género policíaco en una ciudad que, por otra parte, ha sido la más utilizada en la historia del cine. Pero, como vimos en "Gangs of New York", aquella sangrienta y magnífica cinta de Martin Scorsese, el Manhattan primigenio constituía un verdadero filón para contar nuevas historias. La construcción de América, desde los primeros colonos y pobladores europeos, es un tema fascinante, y sólo hay que echar una breve mirada al western para descubrir lo mucho que se ha hecho y dicho partiendo de esa base argumental.

Pero situémonos. "Copper" se ubica durante la Guerra Civil, y Nueva York dista mucho de lo que fue a partir de la primera mitad del s.XX. En las décadas de 1860 y 1870, la Gran Manzana es una población caótica y sucia, cuyas calles son de barro y sus distritos meros bloques hacinados; una acumulación de caseríos pobres de madera, gentes atiborrando las calles con sus mercaderías y caballerías y carruajes; un Central Park salvaje y peligroso; unos muelles con una actividad frenética y algunos barrios, como Five Points, que albergan construcciones algo más nobles para los burgueses adinerados de la ciudad. El resto se puede adivinar: las calles neoyorkinas están llenas de criminalidad, burdeles, trabajadores, rateros, nuevos negocios, bandas rivales, guetos, etc. Nueva York refleja bien lo que significó América: un lugar de oportunidades y de decepciones, un crisol de gentes venidas de diversos puntos en busca de una nueva vida, donde se podía hacer fortuna o caer en la más absoluta miseria.

"Copper" se sitúa a caballo entre el western y el género policíaco. En medio de esta ciudad esperanzadora y a la vez infernal, Kevin Corcoran será el detective honesto, lacónico y racional que nos recuerde a los viejos sheriffs del Oeste. Veterano de la guerra contra los rebeldes confederados, Corcoran tratará de averiguar la misteriosa desaparición de su esposa y la muerte de su hija. Entretanto, él y sus ayudantes lucharán día tras día contra el crimen, colaborando con unas jefaturas de policía corruptas y a la sombra de unas altas esferas que guardan secretos oscuros y que conspiran más que servir a la ciudadanía.

Pero, dicho esto, estoy seguro de que el profundo interés de "Copper" no reside tanto en sus tramas detectivescas como en su temática social. Como es bien sabido, miles de irlandeses emigraron a Norteamérica durante el s.XIX y primera mitad del XX, dejando atrás una tierra mísera y cruel, en la que la riqueza jamás estuvo justamente repartida y en la que Inglaterra ejercía una soberanía nunca aceptada. La verde y húmeda Irlanda, en los albores de la Contemporaneidad, ya no daba más de sí, no había un nivel de recursos proporcional a los índices demográficos, y de no haber sido por la introducción de la patata unos siglos antes, las hambrunas habrían sido absolutamente desastrosas para la población de la isla. En este substrato, es fácil imaginar lo que suponía América para los proletarios y campesinos irlandeses: un horizonte en el que prosperar, pues era imposible vivir en peores condiciones. En efecto, América fue la salvación para la inmensa mayoría: tierras extensas y fértiles que cultivar, una industrialización imparable, nuevos negocios, comercio floreciente, una administración nueva para un país cada vez más poblado, y un crimen organizado creciente que daba ingentes beneficios en una tierra llena de recursos. "Copper" quiere acercarse a esta masa de población a menudo ignorada. Hombres y mujeres que recordaban con nostalgia su lejana Irlanda, y que trajeron consigo sus costumbres, su devoción católica, sus músicas, su acento, su carácter, su intolerancia racial, etc. La serie está plagada de referencias a la añorada Irlanda, y hasta la banda sonora está sumida en una constante inspiración gaélica.

[sigo en spoiler sin desvelar nada]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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