En "Humillados y ofendidos", Dostoievsky trata esa extraña costumbre que tenemos los humanos de hurgar en nuestras llagas hasta que las convertimos en úlceras para, seguidamente -esto ya es cosecha mía, porque hace mucho tiempo que leí "Humillados y ofendidos"- hacer de ellas pozos en los que nos encerramos y nos aislamos del mundo, sin querer mirar más que nuestro propio dolor. Es cierto, el sufrimiento, como no vayamos con cuidado, nos vuelve terriblemente egoístas.

La película narra la historia de un perfecto egoísta; un hombre que sufre, y que es incapaz de mirar el dolor ajeno; que puede llegar hasta el límite de utilizar a los seres que lo aman para lograr el propósito de autodestruirse, y que no quiere entender - varias veces se lo dicen durante la película - que nuestras vidas no son nuestras, sino de aquellos a quienes le importamos. No somos islas; nuestra existencia transcurre entre vínculos valiosos que nos unen a los seres queridos, y nadie atenta contra la propia vida sin atentar contra la de los demás. El cariño hace que no nos pertenezcamos a nosotros mismos, y que nos convirtamos -aunque a veces cueste entenderlo- en un regalo para quienes nos aman. Visto así, disponer de la propia vida prescindiendo de esas personas no deja de constituir un robo bastante cruel. Y es que el protagonista de "Against the current" es un ser cruel, capaz de entablar incluso una relación amorosa sabiendo que va a truncarla poco después y a provocar una sangría en corazón ajeno, sin que parezca importarle lo más mínimo.

Vale. Ya sé que esto no es una crítica de la película, sino de su contenido… Pero me apetecía decirlo.

Hablar de "obra maestra" en Lubitch es no decir nada. Casi todas sus películas lo son.

Para mí, junto con "Ser o no ser", y "El bazar de las sorpresas", ésta es una de las mejores películas del maestro. Recurre a sus lugares clásicos, como el de la mujer atrevida y poco refinada en una alta sociedad, y el dominio sutil de la mujer sobre el hombre. También veremos las puertas y escaleras "Lubitsch" (¡No podían faltar!). Pero, en esta película, hay una ironía en los diálogos y una ternura en la trama que no se repitieron con esa altura. Pintar un demonio bueno y comprensivo con el Casanova, a la vez que implacable con la mujer decrépita y cargante, eso es, para mí, la ironía de Lubitsch. Dibujar una antesala del Infierno que parece la recepción de un gran hotel, mientras se avisa al huésped de que quizá las habitaciones no sean de su agrado, eso es arte cinematográfico y elegancia narrativa.

¡Me encanta Lubitsch!

Muy al gusto de Ford, es una historia de pecado, arrepentimiento y redención. Pero Gypo no es Liberty Valance... Se trata del pecado de un hombre bueno y primario; es la traición de un idiota que está lleno de nobles sentimientos, que no busca nada para sí, y que no sabe controlar su propia vida.

El arrepentimiento es instantáneo, aparece en el mismo momento en que se consuma el pecado, y adopta la forma de remordimiento. Gypo no conoce más recurso que la bebida para ahogar la culpabilidad, hasta que no tiene más remedio que afrontar su traición. Pasamos, entonces, a la tercera parte: la redención. Sigo en spoiler, por aquello de no desvelar el desenlace.

Puede que, con el paso de los años, el argumento se haya quedado un poco "pasadito", rayano en lo cursi. Puede que Jeniffer Jones llene de una pastosa carantoña artificial todo lo que toque. Puede que la figura de la "solterona" anciana sea bastante forzada...

Pero es la mejor actuación de Joseph Cotten, junto con "Luz que agoniza", y estamos ante una película que, sin la panoplia de efectos especiales de nuestros días, te transporta hasta un mundo donde las sombras resultan ser maravillosas y armónicas, como en un buen cuadro.

Recomendable para quien esté cansado y quiera soñar un poquito sin quedarse dormido... ¡Ah, y le guste el buen cine!

Es impresionante lo que está haciendo Robert Duvall en los últimos años de su carrera. "Open Range", "Lonesome Dove", y, ahora, "Broken Trail" son tres westerns que nos devuelven al western clásico, en el que los buenos son buenos y los malos malos. Me he quejado, en alguna crítica escrita en esta página, de que ya no se sabe hacer westerns... Robert Duvall es la excepción. Retoma lo mejor del cine del Oeste, y lo llena de un contenido sereno y profundo sin renunciar a la dureza propia del género.

Pensé que se recordaría a Duvall por su interpretación de Tom Hagen en "El Padrino"... Sería injusto, cuando pasen los años, recordarlo sólo por eso. Sus películas de madurez son obras maestras. De pocos actores se puede decir eso.