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Críticas de Manospondylus
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
Dragon Ball Z (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón1989
7.8
75,642
Animación
4
7 de junio de 2016
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una serie casi intocable. No cabe duda de que es uno de los manga y anime más influyentes de la historia y ciertamente tuvo un éxito arrollador: años después de su finalización aún cuenta con una descomunal legión de seguidores. Pero hay un detalle significativo en ello y es el hecho de que la inmensa mayoría lo son desde su infancia.

Aunque parezca increíble, algunos no vimos Dragon Ball/Dragon Ball Z cuando, en los noventa, fue todo un fenómeno (y, sí, tuvimos infancia y crecimos con normalidad). Años después, ya en el presente siglo y pasada la niñez, nos decidimos a ver esta, para muchos, "mejor serie anime de la historia" y la decepción fue generalmente superlativa.

La trama sigue el esquema característico del shōnen en el que un grupo de personajes se enfrenta a una serie de villanos progresivamente más poderosos. El problema en Dragon Ball es que dada su duración, los niveles de poder se disparan hasta el absurdo y la sucesión de combates y entrenamientos se vuelve repetitiva y aburrida. Para colmo, la posibilidad de traer de vuelta a la vida a cualquier personaje le quita cualquier tensión y le resta emotividad.

Eso es Dragon Ball, un compendio de las virtudes y defectos del shōnen, y una serie que ha inspirado a otros muchos autores. Hay compañerismo, amistad y rivalidad; también peleas y más peleas sustentadas por tramas cada vez más endebles y plagadas de incoherencias. Trabajo, esfuerzo y mucha musculatura hipertrofiada (todo un canto a la vigorexia). Infinitas formas y transformaciones para cada personaje (algunas muy poco inspiradas), y situaciones calcadas que se repiten una y otra vez. Y es que siempre, sin importar la fuerza de los protagonistas, aparece alguien aún más fuerte.

Los combates tan recordados son uno de los atractivos del anime, pero también pueden verse como un defecto pues llega un punto en el que se vuelve sólo una sucesión de peleas, estiradas y reiterativas. Las luchas contra los típicos villanos que amenazan al mundo o en torneos que se celebran simplemente para ver quién la tiene más grande (la fuerza).

La trama adapta la del manga de Akira Toriyama, a partir del tomo 27. Relleno aparte, hay cuatro sagas principales: la de los Saiyajin, en la que descubrimos el origen de Gokū mientras se ve obligado a defender la Tierra de los de su especie (idea sospechosamente similar a algunas andanzas de Superman, y también en este caso parece que se habla el mismo idioma en todo el universo); la de Freezer, en la que viajamos al planeta Namek y es la más apreciada por los fans; la de los Androides y Cell, con una interesante historia con distintas líneas temporales; y la absolutamente innecesaria saga de Boo que ocupa casi media serie (baste decir que los antagonistas reciben nombres como Bibidi, Babidi y Boo). Por supuesto no falta el relleno, también es esto Dragon Ball creó escuela (eliminado en la reedición de 2009, Dragon Ball Kai), pero es aún peor el hecho de que la misma trama del manga está tan estirada como es posible (nada menos que 291 episodios para 15 tankōbon). Así, hay episodios en los que no pasa nada. Desde luego, quien soporte a Gokū corriendo el millón de kilómetros del Camino de la Serpiente tiene una paciencia infinita.

Los personajes tan recordados tampoco son especialmente atractivos. El protagonista, Gokū, es un buenazo realmente estúpido salvo por momentos de lucidez que sobrevienen cuando son necesarios. Su eterno rival Vegeta, un compendio de arrogancia y egoísmo, es de los favoritos de todo el mundo pese a que es tan jodidamente imbécil que ayuda a Cell a completarse. Luego están los hijos de Gokū, Gohan, que desafortunadamente pierde toda la importancia después de la saga de Cell, y Goten, que es un segundo Gokū sin más; y el hijo de Vegeta, Trunks, uno de los personajes más interesantes de todo este anime al menos hasta la conclusión de la saga de Cell (es decir, en su versión adulta). También encontramos a un digno secundario: Piccolo (otro personaje medianamente interesante que podría haber dado para más). Por otro lado, Muten Rōshi queda reducido a un viejo salido cualquiera, y Krilin anda por ahí sin hacer gran cosa (morir y revivir repetidas veces). Yamcha y demás están de relleno, mientras que el carismático Mr. Satán es un mero alivio cómico (papel que realiza estupendamente, dicho sea). Por otra parte, apenas hay personajes femeninos y todos quedan relegados a un papel muy secundario: Chi-Chi, estereotipo de madre gruñona que es ignorada (a menudo durante años) por Gokū; Bulma, que cada vez pinta menos; y un par más que, si bien cuando son introducidas gozan de cierta independencia, pronto se convierten en simples consortes sin importancia alguna (Videl y A-18).

El soundtrak no llega a sobresalir salvo por contados momentos. Tampoco destacan ninguno de sus openings ni endings salvo por una honrosa excepción: el famoso "Cha-La Head-Cha-La", que, si bien no es tan bueno como defienden los nostálgicos que se obstinan en encumbrarlo sobre todos los openings de la historia (lo cierto es que hay decenas mejores en otras series), sí es de los más reconocibles y encaja perfectamente en este anime.

En cuanto al doblaje español, sí, es un maldito desastre. Cambios de voces constantes, traducciones nefastas y nombres inexplicablemente alterados respecto al original. Y en su paso por las cadenas de televisión también fue víctima de la censura (como viene siendo habitual, los ignorantes de los medios de comunicación, pese a su supuesta defensa de la propiedad intelectual, se dedican a alterar y mutilar el trabajo de otros). Es cierto que parte de la culpa la tienen quienes importaron y adaptaron la serie para Francia, de cuya versión procede la española, pero también es cierto que en España no se hizo nada por remediarlo ni se intentaron corregir los disparates en la traducción (cambiarle el nombre a Kaiōshin por Dios Neptuno, o Deu Neptú en catalán, es de los gordos).

(Continúa sin spoilers)
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Manospondylus
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Jurassic World Dominion: Prólogo (C)
CortometrajeAnimación
Estados Unidos2021
5.9
693
Animación
7
25 de abril de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso que en la franquicia sobre dinosaurios por excelencia, con 5 largometrajes, una serie y otro corto anteriores, nunca hubiera aparecido ni una sola escena que mostrara una recreación (más o menos acertada) de la era Mesozoica, tiempo en el que los grandes (y pequeños) dinosaurios no avianos poblaban el mundo y, ya dentro de esta franquicia, origen del material genético de las estrellas de la saga. Finalmente, The Prologue llegó para cambiar eso.

Estrenado inicialmente en cines (una versión incompleta que terminaba con un adelanto de la siguiente parte en plan pequeño tráiler) antes de una entrega de Fast and Furious (nunca me pareció una gran idea eso de meter un corto antes de una película con la que no tiene ninguna relación) y distribuido posteriormente en YouTube (aquí sí, quien lo vea es porque tenía la intención de hacerlo), The Prologue es el segundo cortometraje de la franquicia jurásica, tras Battle at the Bog Rock, y como el anterior cumple la función de servir de adelanto para Jurassic World: Dominion, pero sin dejar de ser, en forma de corto, una entrega más de la saga por derecho propio (si bien argumentalmente no es completamente independiente, como sería de esperar en una franquicia así), contando con un metraje que no muestra nada de la película que le sigue (si bien posteriormente fue rescatado para la versión extendida), y que, sobre todo, es de nuevo un regalo para el fandom (literalmente, ya que ambos cortos han sido distribuidos de forma gratuita).

Este llamado "prólogo" comparte varias características con Battle at the Big Rock, empezando por el logo híbrido entre el de Universal Pictures y el Jurassic Park; y también el hecho de que, si Battle at the Big Rock servía de correcto epílogo a Jurassic World: Fallen Kingdom (un epílogo que casi parece descartado de la propia película por tener en ella un difícil encaje), The Prologue sirve en efecto de prólogo a Dominion (fue concebido para abrir dicha entrega, pero se cayó del montaje final para cines).

Con una duración de apenas cinco minutos y medio, The Prologue se divide en dos segmentos muy diferenciados: el primero, corresponde a una secuencia que muestra por vez primera en la saga el mundo durante el Mesozoico, a finales del tiempo de los dinosaurios no avianos, para lo que se ha recurrido a los espectaculares paisajes de Socotra y un CGI bastante convincente; mientras que el segundo, ubicado tras un salto de 65 millones de años (que debieron ser 65.5), consiste principalmente en una escena de minuto y medio que sigue a Rexy después de los eventos de Jurassic World: Fallen Kingdom, muy del estilo del cine de aventuras más familiar de los 80 y principios de los 90, con una fotografía que recuerda a la del cortometraje previo (Battle at the Big Rock), y que trata de replicar el impacto y la magia de la primera Jurassic Park. Ni que decir tiene que no lo consigue, pero nunca está de más una escena extra con la T. rex original.

Obviamente, es el segmento más extenso que muestra a los dinosaurios y demás fauna contemporánea a ellos viviendo en su tiempo el más interesante (y el que más ha dado que hablar).

Para recrear el entorno se ha acudido a la isla de Socotra (Yemen) y, aunque quien entienda un poco del asunto verá que el paisaje es algo árido y la vegetación no encaja (los árboles son Dracaena, conocidos como dragos o árboles dragón, que aparecieron durante el Neogeno, mucho después del periodo en el que se ambienta este corto), es espectacular y da bastante el pego como escenario de otro tiempo; y agradezco que no hayan caído en el cliché de poner volcanes activos de fondo (ni Caminando entre Dinosaurios se libró de eso).

En ese particular contexto se desarrollan una serie de escenas cortas e inconexas con distintas especies realizadas en un CGI que supera al de las dos primeras entregas de Jurassic World. Esta secuencia exhibe un particular filtro de color en amarillo ámbar que referencia precisamente a los fragmentos de ámbar con los que comenzó todo en esta saga. Por otra parte, la música es escasa (la poca que hay, obra del compositor de la trilogía, Michael Giacchino), y no hay ningún texto ni narración en off que haría parecer a esta secuencia un documental. Tampoco se necesita ninguna explicación para hacer comprensible lo que estamos viendo.

La idea de Trevorrow era la de mostrar dinosaurios (y demás fauna) reales, es decir, más reales que los vistos en cualquiera de las entregas previas de la franquicia, sean películas, la serie o el otro corto. Algo conseguido un poco a medias, pues, si bien es cierto que son algo más realistas, varios animales reutilizan los modelos de las películas de Jurassic World con cambios menores, por lo que quedan algo alejados de las reconstrucciones científicas: los Nasutoceratops están pasables, los Pteranodon están regulares y Tyrannosaurus queda un tanto raro con su diseño de siempre (se entiende que para que resulte reconocible) y esas plumas especulativas, pero, sin duda, los peores son los Ankylosaurus desactualizados. Por no mencionar que muchos de estos animales vivieron en distintas partes del mundo y, peor, en distintos tiempos (han juntado géneros de casi todo el Cretácico, abarcando un lapso de tiempo de 60 millones de años, nada menos).

En esta secuencia hacen su debut en la franquicia seis especies de dinosaurios y pterosaurios, ninguna es nombrada (insisto, no hay texto), pero todas han sido identificadas por el director o sencillamente resultan perfectamente reconocibles. Encontramos varios saurópodos titanosaurios que presentan el diseño de saurópodo más realista de la saga (aunque la piel sigue siendo muy elefantina), el pterosaurio azdárquido Quetacoatlus (seguramente el más exacto de todos), el terópodo tiranosauroideo Moros (un ejemplar muy joven, se supone, porque es demasiado pequeño) y el famoso hadrosauriforme Iguanodon; pero hay un par de casos que merecen especial consideración.

(Continúa abajo sin spoilers)
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Manospondylus
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5
1 de enero de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver cómo lo digo, me gusta Star Wars. Me parece una gran saga de fantasía espacial (no de ciencia ficción, por mucho que aún le cuelguen esa etiqueta). No me disgustó el Episodio VII pese a ser un refrito/remake encubierto del IV. Tampoco me disgustó del todo el Episodio VIII pese a que todas las subtramas de la resistencia con Finn y Rose o la lentísima persecución son realmente flojas. Pero esto está en otro nivel.

Después de que Rian Johnson hiciera lo que le dio la gana en Los Últimos Jedi, J. J. Abrams vuelve para contradecir a Johnson y hacer lo que le da la gana, porque no es ningún secreto que lo que ha fallado desde el principio en esta nueva trilogía es la falta de planificación. Nunca hubo un hilo que seguir, sino que se ha ido improvisando película a película. Y se nota.

Abrams se centra en corregir todo lo que disgustó al fandom en el Episodio VIII, aunque esos remiendos son tan bruscos, descarados y forzados que se cargan cualquier coherencia argumental. Por no mencionar que un par de veces insulta directamente a la anterior entrega (como con el asunto del respeto que merece el arma de un Jedi) y, si bien es cierto que el Episodio VIII decepcionó en distintos aspectos (amén de que el guion tampoco es ninguna maravilla), es lamentable ver a Abrams lanzarle pullitas a Johnson en una película de Star Wars.

El filme arranca con el regreso de Palpatine (aunque, según nos dice, ocurrió hace tiempo), porque, como Johnson se cargó a Snoke en la película anterior para sorprender al público después del predecible Episodio VII, hacía falta un malo final. Seguramente habría funcionado mejor un Kylo Ren que ha sucumbido completa y definitivamente al Lado Oscuro, pero por lo visto fue una ocurrencia de Kathleen Kennedy (la verdadera villana de esta trilogía), sin dejar de lado el hecho de que si Abrams ha demostrado algo en Star Wars es que es un nostálgico y un cobarde, así que tampoco ha tenido reparos en tirar del malo original y justifica su vuelta únicamente con una frase del Episodio III. Y ya está: habemus imperator.

Algo curioso es que no se esfuerzan en dar una explicación detallada sobre la resurrección de Palpatine, ni es usado como giro sorpresa, porque se revela ya en el clásico texto introductorio que abre cada Episodio; y, por supuesto, como parche a la anterior entrega, nos dejan caer el origen de Snoke, quedando claro que ha sido tan improvisado como el resto de la historia.

En fin, Palpatine está vivo en Exegol, el planeta más inhóspito de la Galaxia (con atmósfera respirable, eso sí, lo que me parece perfecto porque Star Wars es fantasía espacial, no ciencia ficción, y no me cansaré de repetirlo) a la vez que recóndito e inaccesible (aunque luego va allí todo el mundo sin problemas, lo que es un error narrativo y eso ya no me parece tan perfecto), y lleva ahí años construyendo una flota de miles de Destructores Estelares armados con láseres destruye-planetas nivel Estrella de la Muerte. Seis minutos de metraje y cualquiera se daría cuenta de que la película va a ser un completo disparate.

Obviamente, Palpatine lleva decenios maquinando un plan y perfeccionándolo hasta el más mínimo detalle, aunque puede cambiar radicalmente en un segundo porque sí, porque hay que estar abierto a todo y en el fondo no sería un plan tan bueno. Además, teniendo en cuenta que la Fuerza es ya el Chakra de Naruto y sirve para todo, Palpatine puede inventarse un poder random y modificar por completo su estrategia (haciendo alarde de una estabilidad mental digna de Jar Jar Binks). Por supuesto Rey y Kylo no se quedan atrás en el uso conveniente de la Fuerza, y se marcan unos disparates que ni Darth Plagueis el Sabio (cuya tragedia es ya sobradamente conocida).

Dejando a un lado todo el asunto de la Fuerza (que por otra parte nunca ha sido explorado en profundidad en el cine), todo el filme está salpicado de situaciones absurdas, como Rey rechazando el sable de Luke (y Anakin, el gran olvidado) porque no es digna, aún cuando lo ha estado llevando durante dos películas, pero aceptándolo, literalmente, en la escena siguiente sin que haya cambiado nada. La trama, es decir, todas las subtramas avanzan a base de MacGuffins (el buscarrutas, la daga, el otro buscarrutas...) y a un ritmo apresurado que sólo se reduce un poco a la hora de meter fanservice (cameos, nostalgia, planos fastuosos...). Se plantea alguna idea interesante (por ejemplo, la batalla entre Rey y Kylo, reminiscente de la pelea entre Anakin y Obi-Wan del Episodio III), aunque se resuelve de forma decepcionante (lo que ocurre justo después de dicho duelo).

El acto final no es sino una sucesión continua de deus ex machina y diabolus ex machina. Uno tras otro, tras otro. Si Rey o la Resistencia hacen algo completamente salido de ninguna parte, Palpatine o la Última Orden responden con otro algo igual de inexplicable; y todo culmina en un clímax que podría haber sido legendario, si no fuera porque no hay nada que lo sustente, ni la trama, ni el desarrollo de personajes... absolutamente nada, aparte de unos buenos efectos visuales y de la siempre estupenda banda sonora. Lo peor es el momento desenlace de cuento Disney (los viejos, tipo Blancanieves) que cuelan por ahí y que supone el deus ex machina número...

Seguramente, estos problemas sean el resultado de reescribir la historia demasiadas veces, añadiendo y descartando ideas, dejando algunas sin desarrollar, y eliminando escenas en el (caótico) montaje, hasta terminar con este sinsentido argumental. Y es una lástima porque muchas escenas son visual y musicalmente impresionantes y habrían sido increíblemente épicas si hubiera habido un guion sólido detrás que las respaldara, pero no. Al final, El Ascenso de Skywalker queda como una mezcla aleatoria de secuencias inconexas, con demasiados momentos que están ahí únicamente por la rule of cool, en lo que más que una película parece un recopilatorio de secuencias y planos espectaculares.

(Sigue sin spoilers)
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Manospondylus
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Pokémon (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón1997
5.1
29,615
Animación
3
7 de junio de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un defecto que suelo destacar de muchas series es que, dada su popularidad, son alargadas volviéndose tediosas y repetitivas (algo que ocurre tanto en el anime como en la animación occidental y en las sitcoms de éxito). Bien, pues ninguna se acerca lo más mínimo a Pokémon.

Pokémon es la adaptación al anime de la famosa saga de RPGs de Nintendo. Sin embargo, la serie sigue una línea argumental independiente e incompatible con la historia de los juegos, cuenta con multitud de lugares y personajes exclusivos, y es infinitamente más aburrida.

La trama se centra en el insoportable personaje de Ash Ketchum (Satoshi, en el original por el creador de Pokémon) quien, junto a su ratón eléctrico Pikachu, decide lanzarse al mundo para avanzar como entrenador Pokémon hasta convertirse en un "Maestro Pokémon" (sea lo que sea eso). El problema es que, pese a su empeño, en 900 episodios no ha conseguido ningún progreso significativo en esa dirección (en otros ámbitos, Ash es todo un mesías que ha salvado al mundo en todas y cada una de las decenas de películas de Pokémon).

En su infructuoso viaje, Ash va acompañado por dos o tres (según la temporada) amigos. Estos personajes son reemplazados por otros a lo largo de la serie, pero sus sustitutos son cada vez más pueriles, limitándose a repetir los mismos papeles cada vez de peor modo. En cambio, los que por desgracia no desaparecen son los patéticos villanos del Team Rocket: una pareja de ladrones con su Pokémon gato parlante que acostumbran a aparecer con algún mecha que jamás explicarán convincentemente de dónde ha salido, y que no tienen otro objetivo en la vida más que el de robar al Pikachu del protagonista para su jefe (un estereotipo de capo de la mafia llamado Giovanni), a pesar de que el Pokémon ratón es muy común y dicho jefe tiene suficientes recursos como para crear un todopoderoso Mewtwo.

En general, la estructura de la serie se divide en las distintas Ligas Pokémon: Ash llega a una región en la que captura varios Pokémon (las criaturas que dan nombre a este anime y juegos) a fin de conseguir las ocho medallas en combates de gimnasio y poder participar en un torneo final entre todos los entrenadores que han logrado llegar hasta allí. Eso es todo, repetido continuamente. En la región de Kanto, en las Islas Naranja, en Johto, en Hoenn, en Kanto otra vez, en Shino, en Tesselia, en Kalos... Una y otra vez ocurre la misma historia.

Por si fuera poco, al principio los viajes de Ash por una región hasta la competición final de la Liga Pokémon se desarrollaban a lo largo de una temporada (cerca de 50 episodios, lo que equivale a un año de emisión), pero desde Johto cada etapa se extiende durante tres o cuatro temporadas. Es más, tenemos unas tramas tan estiradas que tienen que apresurarse para terminarlas en cuanto sacan un juego nuevo, pues Game Freak tarda menos en completar una generación de los RPGs que Ash en recorrer una región y perder en su respectiva Liga Pokémon.

A fin de rellenar, la mayoría de los capítulos cuentan historias autoconclusivas que se desarrollan casi completamente al margen de la trama principal, repitiendo siempre el mismo esquema: Ash y sus amigos llegan a un lugar (pueblo, granja, laboratorio) donde conocen a alguien (normalmente es o está acompañado por una chica para que alguno de los amigos de Ash pueda babear grimosamente) con un Pokémon más o menos raro y algún tipo de problema. El Team Rocket aparece con algún plan estúpido para robar a dicho Pokémon y al Pikachu del protagonista. Después de repetir su cansino lema, el Team Rocket es vencido (muchas veces por un potente ataque de Pikachu) y salen por los aires (aquí también sueltan una cansina coletilla). De alguna forma, todo se soluciona y Ash y su grupo abandonan el lugar al atardecer mientras el narrador nos recuerda que aún queda mucho (realmente mucho) por delante.

Se supone que el argumento simple y monótono, y los personajes planos se deben a que estamos ante una serie infantil. Y ciertamente es una serie infantil. El problema (otro más) es que no parece tener fin: siempre aparecen nuevas regiones a las que viajar, con nuevos Pokémon, gimnasios y una liga idéntica a las del resto de regiones. De esta forma y puesto que Ash no crece ni envejece la trama puede estirarse hasta el infinito, mientras los jóvenes espectadores a los que va dirigida la serie sí crecen.

No creo que sea posible que alguien reúna la suficiente paciencia como para continuar viendo esta serie durante años y años, o que algún nuevo seguidor decida empezar a verla desde el principio, teniendo por delante cientos de episodios por ver antes de ponerse al día. En mi caso, comencé a ver el anime cuando estaba en primaria y, como no me gusta abandonar una serie a medias, aguanté hasta el final de la liga Hoenn, seis años y 460 episodios después. Y ni la trama había avanzado ni los personajes habían evolucionado lo más mínimo (obviando a algunos Pokémon, entre quienes no está el Pikachu del protagonista, que literalmente "evolucionan"). Años después, y estando ya en la universidad, decidí volver a echarle un vistazo a ver cómo iba todo y el resultado fue, como cabría esperar, que todo seguía exactamente igual: Ash había cambiado de ropa otra vez, de acompañantes, de Pokémon (excepto Pikachu) y de región, pero cualquier episodio era un calco de los que recordaba. Incluso la letra de su 17º opening es, en buena parte, casi idéntica al del 1º.

Este anime está tan hecho a desgana que incluso Satoshi Tajiri (creador de Pokémon) declaró que el manga oficial (escrito por Hidenori Kusaka, sigue una historia diferente, con los personajes de los juegos y una trama más compacta y elaborada) es la historia que él imaginaba para Pokémon y muestra, fuera de los juegos, ese mundo de la forma más apropiada; insinuando que el anime, ya intensamente desgastado por aquel momento, no está a la altura.

(Sigue en el spoiler, sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
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1
22 de septiembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a ser considerados durante decenios como imposibles de llevar al medio audiovisual (alguna vez así los calificó el mismísimo Stanley Kubrick), los trabajos del filólogo y escritor J. R. R. Tolkien han tenido una considerable cantidad de adaptaciones al cine y la TV: cortos animados sin animación, las películas infantiles de Rankin Bass, la incompleta adaptación de Bakshi en una rotoscopia igual de incompleta, las archiconocidas trilogías de Peter Jackson, series enormemente ambiciosas, más películas animadas y también una grotesca sucesión de miniseries low-cost procedentes de los lugares más insólitos.

A este último grupo pertenece Khraniteli ("guardianes", según el traductor de Google), la primera adaptación live-action de La Comunidad del Anillo, el primero de los tres tomos en los que había sido dividido por cuestiones editoriales (para que luego se recrimine insistentemente a Peter Jackson por algo similar con cierta trilogía) El Señor de los Anillos, continuación de El Hobbit y magnum opus de Tolkien, ambientada en uno de los universos de fantasía más influyentes e imitados de la historia reciente y una novela definitoria e impulsora (junto a otras creaciones de mediados del s XX) del género fantástico contemporáneo.

Khraniteli fue emitida en una única ocasión por la Televisión de Leningrado (posteriormente Televisión de San Petersburgo) en 1991, y se dice que estuvo perdida durante treinta años hasta que en 2021 fue redescubierta y subida a YouTube para nuestro deleite. Pues si nunca hubiera aparecido tampoco nos habríamos perdido mucho.

Con una calidad propia de una función escolar grabada con una vieja cámara de vídeo doméstica, Khraniteli es, como Süpermen Dönüyor, Dünyayı Kurtaran Adam y Jaani Dushman: Ek Anokhi Kahaani, una de esas subproducciones austeras y estrafalarias que se terminan convirtiendo en leyendas del Internet profundo, pero que de las que es mejor ver sólo un vídeo resumen o una recopilación de escenas especialmente ridículas porque, aunque en principio puedan parecer graciosas, su completo visionado resulta insoportablemente aburrido (y en este caso son cerca de dos horas).

Lo primero que notamos es, obviamente, que la producción es cutre. A decir verdad, extremadamente cutre. Cuestión de medios y presupuesto, de acuerdo, pero es que inmediatamente comprobaremos que la dirección es absolutamente demencial, las interpretaciones son terribles, el montaje es pésimo y el ritmo, bueno, no es que sea malo, es que no hay ritmo alguno, y abundan los tiempos muertos de psicodelia gratuita en los que la historia no avanza y resulta realmente difícil entender qué demonios está pasando; y todo eso tiene una justificación más difícil.

Sin embargo, sí hay una explicación (que no justificación) para esto: Khraniteli se rodó del tirón en sólo 9 horas, sin apenas preparación ni planificación de ningún tipo, lo que es un disparate cuando se trata de adaptar una obra de semejante vastedad (aunque esta miniserie de dos episodios se corresponda "solamente" con el primer tercio).

La adaptación del guion y la dirección estuvieron a cargo de Natalya Serebryakova, una figura misteriosa de la que no se conocen más trabajos ni se encuentra más información salvo que es su hija (¿alguien ha dicho nepotismo?) quien da vida a Legolas en esta miniserie, porque, sí, es una mujer quien encarna a Legolas y no es ni de lejos una de las decisiones más extrañas tomadas a la hora de llevar La Comunidad del Anillo a la televisión soviética.

El inicio es altamente desconcertante. No se me malinterprete, el resto también, pero conociendo la historia por las películas de Bakshi y de Jackson o directamente por la novela de Tolkien (preferentemente, ya que hay partes omitidas en otras adaptaciones y que sí están presentes en esta) más o menos puede ir adivinándose lo que está ocurriendo. No ocurre eso con el extraño prólogo con el que comienza, pues en él aparece un narrador que bien podría representar al propio Tolkien si no fuera porque no se han molestado en caracterizarlo de forma que pueda recordar remotamente a él, así que quedará como un narrador anónimo que añade un poco más de absurdidad a todo esto (como si hiciera falta).

Sobre el prólogo en sí, pues que nadie espere algo del estilo del de la trilogía de Peter Jackson, no ya por la calidad, sino porque en lugar de poner en contexto solo confunde más: tras un minuto de un extraño montaje de planos del Anillo (que parece de cartulina), cosas ardiendo y gente a caballo (los Nazgûl, se supone) acompañado de la música esperable en un trabajo de este nivel (cuidado, que se pega), entra en escena el misterioso narrador, pero se queda en silencio fumando en pipa mientras mira de forma inquietante a cámara y enseguida vuelve el montaje con otro minuto más de planos del Anillo, gente a caballo, lo que parece una mujer mendigando en la nieve y un texto en cirílico muy pixelado, seguido de nuevo del narrador quien, tras otro medio minuto (que parece mucho más) en silencio, por fin comienza a narrar. No puede decirse que nada de esto haya sido necesario, pero el contador de vergüenza va a más cuando el supuesto narrador interrumpe la historia, unas pocas veces para contar algo que ya han mostrado o van a mostrar a continuación, y unas cuantas más para simplemente quedarse mirando fijamente a cámara en silencio mientras fuma en pipa. Un delirio todo.

Sin embargo, la trama es una adaptación inesperadamente fiel de la novela, dentro de lo que cabría esperar, pues también se han eliminado momentos importantes porque sí (que nadie espere ver al Balrog), y sigue las vivencias de Frodo (por decir algo) desde el centésimo decimoprimer cumpleaños de Bilbo en Hobbiton hasta la disolución de la Compañía en el Parth Galen (supongo, porque el final es particularmente confuso).

(Sigue sin spoilers importantes)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
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