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Críticas de Melón tajá en mano
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Críticas 113
Críticas ordenadas por utilidad
6
11 de mayo de 2012
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que empieza con una paja y un banderín del Barça no puede ir mal. Ese fue el pensamiento de muchos en el inicio de 'STARBUCK' (que nada tiene que ver con la cafetería especializada en guiris), película con que debuta su guionista y director Ken Scott.

El planteamiento es perfecto y su conflicto, sin ser demasiado original, sí es de lo más divertido en su primer desarrollo. Con un humor macarra que acentúa la buena mala leche, 'Starbuck' clava cada punch que lanza al aire. Pero cómo: ¿una comedia en francés que además funciona? Sí, sobre todo porque es canadiense y mezcla lo mejor del humor francés y norteamericano hasta conseguir un producto entretenido y simpático.

El lenguaje cómico está perfectamente dominado desde la primera secuencia resumen hasta el último gag por repetición, al menos durante una primera hora donde todo va como la seda. Después se deja envolver incomprensiblemente por un sentimentalismo pomposo difícil de asimilar.

La cinta pega un bajón estrepitoso al abandonar la comedia y abrazarse al drama de forma descarada, pegándose en todos los morros y desvaneciéndose casi totalmente. Una lástima porque la película llevaba camino de ser algo grande. Menos mal que los minutos finales logran resucitarla un poco y salvarla del abismo.

Lo mejor de 'Starbuck' es que el director se enfrenta a un montón de mitos y no salta ni esquiva las escenas más comprometidas de resolver. Lo peor es cierto tufillo ultracatólico y pro-vida en el mensaje que nos tiene todo el rato con la mosca detrás de la oreja. Las buenas comedias son aquellas que mantienen el pulso al drama, pero en esta ocasión la risa dio su brazo a torcer.
Melón tajá en mano
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9
14 de diciembre de 2012
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas sigue habiendo personajes que van por la vida repitiendo la ignorante coletilla de que ‘el cine español solo son tetas y la Guerra Civil’. En Torremolinos 73 hay tetas, sí, pero la Guerra Civil se fragua en la intimidad de dos personajes que nada tienen que ver con rojos y fascistas. Ante nosotros tenemos una auténtica película destroza-tópicos. Y que se jodan los acomodados.

Ya sabemos que el amor es física, química y algo más que no tiene nombre pero que resulta decisivo. También conocemos la dificultad de crear ‘verdad’ a través de filtros como la ficción y la pantalla. Pues bien: la pareja formada por Javier Cámara y Candela Peña es, de largo, la más creíble que hayamos podido ver en un filme made in Spain. Sus personajes son tiernos, mágicos, cercanos y auténticos. Y ellos los hacen inmortales.

Torremolinos 73 es una sorpresa grata por su valentía y absoluta falta de complejos. Todos firmaríamos debutar en la gran pantalla como lo hizo Pablo Berger, pero lo cierto es que eso no está a la altura de cualquiera. Su sensibilidad, su conocimiento y su temple son virtudes impropias del actual comportamiento humano. El director vasco bucea tranquilo en el océano de la tragicomedia. El chapuzón merece la pena.
Melón tajá en mano
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5 Broken Cameras
Documental
Palestina2011
7.7
1,076
Documental, Intervenciones de: Emad Burnat, Soraya Burnat, Mohammed Burnat, Yasin Burnat ...
9
22 de noviembre de 2012
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película, dirigida a medias entre el documentalista Guy Davidi y el cámara Emad Burnat (que además ejerce de conductor principal del relato), posee virtudes impagables tales como una crudeza indiscutible, una necesidad vital indispensable y un in crescendo emocional aplastante. El ser vulnerable se convierte en absoluto protagonista de forma involuntaria.

La realidad es fascinante y Burnat nos empuja a mirarla de tú a tú. A no quitarle ojo. Sin parpadear. Sin censura. Sin kilómetros de por medio. La temperatura narrativa es cálida y produce hipnosis inmediata. La verdad es desgarradora y magnética: por eso cada vez que el contexto reclama el auxilio del foco, todas las cámaras presentes son necesarias pero insuficientes.

Los conflictos pueden ser analizados o juzgados, pero Davidi y Burnat hacen de parte y no de jueces. Ahí radica el mayor acierto de un relato emotivamente descomunal que no necesita excusas y que esconde parte de su originalidad en la construcción de la estructura. Documentales como ‘5 broken cameras’ nunca se verán en TV ni grandes salas, y eso nos provoca tanto daño intelectual como cualquier otro muro levantado.
Melón tajá en mano
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8
6 de marzo de 2012
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El estreno de George Clooney como director fue un gustazo: 'Good night and good luck' fue una de las películas más atrevidas y completas de la pasada década. Semejante inicio nos hacía pensar que tal vez Clooney estuviese tocado por la varita mágica del talento más polifacético. Muchos creían que se trataba de un accidente y Clooney puso de su parte para darles la razón. Su segunda película, 'Leatherheads', fue un patinazo digno de olvidar.

El hombre más mediático de Kentucky vuelve a ponerse tras la cámara en 'THE IDES OF MARCH' ('LOS IDUS DE MARZO') para enfrentarse de tú a tú a los distintos intereses de la comunicación y la ambición política. Clooney se mete de lleno entre las bambalinas de la política y monta un show de rabiosa actualidad con diálogos repletos de exquisitas réplicas y contrarréplicas. El esfuerzo en el texto es de agradecer, oigan. Y la banda sonora un caramelo.

La trama principal está muy bien conducida a través del viaje del protagonista durante algo más de treinta minutos. Bravo (otra vez) por Ryan Gosling, que demuestra nuevamente su gran estado de forma y su madurez para echarse a las espaldas personajes cargados de matices. Sin embargo el subsuelo amoroso entorpece la pasión por una cinta que avanzaba a buen ritmo. Pero claro, aquí manda el director y por algo será.

En ocasiones uno piensa que al personaje de Clooney (un candidato demócrata) le sobra protagonismo. En otras se echa en falta mayor presencia de los personajes de Giamatti y Seymour Hoffman. El reparto está soberbio y nos regala una lección actoral de primera categoría. Incluso Marisa Tomei nos encandila con su breve pero relevante personaje.

Es muy posible que, cumplida la hora de película, el espectador acuse cierto desencanto hacia la historia y sienta estar viendo otra de esas películas que tienen buen inicio y que terminan distrayéndose en asuntos superfluos. Pero tranquilos porque todo está medido y el guion (también firmado por Clooney) se guarda un magnífico giro en la manga para llevarse la película hasta niveles de altísimo magnetismo. En solo un instante la película toma todo el aire del mundo y se vuelve apasionante sin posibilidad de recaída.

Algunos diálogos son sublimes y escenas como las del cara a cara entre los personajes de Clooney y Gosling a solas en una cocina son para levantarse y romper en aplausos. Algunas decisiones de dirección (o de guion, quién sabe) son la enésima prueba del profundo conocimiento que George Clooney tiene del lenguaje cinematográfico. Ojo por ejemplo a la forma en que resuelve la conversación entre su personaje y el de Seymour Hoffman en la furgoneta.

'The ides of March' es un atractivo análisis del desencanto individual hacia la política en general y la ambición en particular. Para mirarla directamente a los ojos sin perder detalle.
Melón tajá en mano
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3
11 de noviembre de 2011
34 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kike Maíllo ha jugado siempre en casa. Nació en Barcelona, estudió en ESCAC (la escuela de Cine más importante de Catalunya) y realizó su primera serie de ficción (la tierna ‘Arros covat’) con la productora Escándalo Films para TV3. Con esta misma productora y mucha gente de su escuela dirige ‘Eva’, obra primeriza en la que apuesta por la robótica como principal reclamo.

El inicio de la película nos hace suponer que Maíllo conoce bien el tejido de la historia que se dispone a contarnos. La presentación de los personajes y el resto del primer acto fluyen como la seda gracias a un inteligente suministro de la información a través de las dosis correctas.

La elegante realización y la sobriedad visual, con una fotografía que ni destaca ni molesta, nos hacen permanecer en alerta ante cada cosa nueva que va sucediendo en pantalla. Los efectos especiales y digitales, peligro constante de chirrío en el cine patrio, son esta vez de muy notable factura.

Visto el primer acto y sumando la presencia del casi siempre incontestable Daniel Brühl, uno tiene clarísimo que ‘Eva’ es una ventana abierta que ventila el aire contaminado que respira gran parte del cine actual ‘made in Spain’.

Y sin embargo es una pena no poder mantener esta afirmación durante el resto de película. Porque curiosamente lo más artificial de ‘Eva’ son las escenas poco verosímiles que tratan la realidad y no las que incumben a la atmósfera sci-fi.

Está muy bien cuidar lo digital, ¿pero qué pasa con el guion y la dirección de actores? ¿Dónde están los personajes de carne y hueso? ¿Cómo puede un gato robot ser más entrañable que Lluís Homar o una ‘niña divertida’? Brühl está correcto, de acuerdo, pero su personaje es bastante plano. ¿Qué pasa con Marta Etura? ¿Por qué hace siempre el mismo personaje? ¿Y por qué cualquier frase dicha por Alberto Amman suena más falsa que un periódico de derechas hablando de ETA?

El segundo acto resulta exasperante con unos diálogos que sobrepasan lo forzado. La historia se queda sin combustible y el interés se queda tirado en la cuneta. El background del triángulo amoroso está bien nutrido emocionalmente, pero se diluye tan pronto que al final del segundo acto quedan pocas emociones sin congelar.

La estructura se resiente por agotamiento y el doble giro final es en realidad un doble salto mortal hacia el verdadero vacío argumental. El tercer acto está alargado con la torpeza propia de un guion que va de más a menos y de menos a nada. El final tarda tanto en llegar que, cuando lo hace, ya nadie le espera.

Con "Eva", Kike Maíllo comete muchos pecados, pero ninguno tan grave como haber hecho un ejercicio de poesía moderna al servicio de la nueva burguesía que se agarra a toda obra distinta para sentirse única y exclusiva.
Melón tajá en mano
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