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España España · Barcelona
Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
5
17 de junio de 2019
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elisa y Marcela

Creo haberlo comentado en más de una ocasión. Hay algo en el cine de Isabel Coixet que me irrita y a veces llega a resultarme decididamente estomagante. Y no es que esta reputada directora desconozca los códigos que conforman las claves de tan fascinante oficio pero, salvo algunas honrosas excepciones, sus trabajos no terminan de convencerme.
Viene a cuento mi poco alentadora introducción porque acabo de ver “Elisa y Marcela”, su última película. Es verdad que Coixet ilumina la pantalla con un primoroso blanco y negro, luminoso y de una nitidez sorprendente. Y también obtiene excelente nota al aportar a la cinta una bellísima fotografía que capta a la perfección el paisaje húmedo, neblinoso y en ocasiones gélido y desapacible que caracteriza a la región gallega donde se desarrolla la acción. Y eso es todo. Porque el resto carece de la más mínima tensión, la narración es plana y tan insoportablemente anodina que produce sopor. Sus personajes resultan impostados hasta la náusea, cursis y acartonados, respiran un buenismo de claustro teresiano que invita al sonrojo cuando no directamemte a la carcajada y, finalmente, los diálagos, desplazados de época, no encajan, ni mucho menos, con el tiempo decimonónico en el que discurre la historia.
Dos jóvenes actrices, Greta Fernández en el papel de Elisa y Natalia de Molina en el de Marcela, se esfuerzan en dotar de credibilidad y garra a los acontecimientos del doloroso drama al que se enfrentan y su loable empeño merece nuestro mayor respeto pues si la cinta tuviera alguna posibilidad de redención sería, sin ningún género de dudas, gracias a estas dos excelentes intérpretes, que hubieran merecido mejor suerte en la dirección.
Y nada más. Sólo esperar no haber incomodado en exceso a los multiples e incondicionales devotos de la señora Coixet y en la confíanza, poco probable, de alcanzar su indulgencia.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
3 de marzo de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lady Bird

Greta Gerving es una brillante joven de apenas 35 años, nacida en la ciudad de Sacramento, California, que desde hace más de diez años escribe guiones para la industria cinematográfica con gran éxito y reconocimiento. Y ahora se pone por primera vez tras la cámara -y bajo el paraguas de otro guion de su propia cosecha-, para dirigir "Lady Bird". Y alguna reminiscencia biográfica tendrá, pienso yo, esta su "opera prima", cuando filma en la misma ciudad que la vio nacer y tan bien conoce.
Nada contiene esta estupenda película que no hayamos visto con anterioridad y en repetidas ocasiones. El tránsito, muchas veces conflictivo, cuando no doloroso, por la inevitable etapa de la adolescencia, las tormentosas relaciones con la familia, hermanos, los amores, desgarros y desengaños con algún chico de la escuela, con sus propios compañeros, los enfrentamientos con el profesorado, en ocasiones violentos y desproporcionados, el inestable carácter de un espíritu en continua lucha consigo mismo, capaz de reír y llorar en el breve lapso de cinco minutos, el abrupto despertar de la sexualidad, el deseo irrefrenable y al mismo tiempo el miedo que provoca esa "primera vez" varias veces aplazada. Una batalla, en fin, que se libra en el interior de un volcán en constante ebullición que trata de liberar su molesta carga de dudas y contradicciones.
Pero el gran mérito de esta cinta estriba en la delicada sencillez con la que Gerving nos cuenta esta hermosa historia. Y eso es, precisamente, lo que la hace grande y diferente. Es la primorosa obra de una orfebre, mantiene en todo momento un complicado equilibro, suma una elegante y sobria contención en cada una de las escenas y sus personajes respiran increíble veracidad, nos son cercanos y sorprendentemente reconocibles.
El papel de nuestra atribulada adolescente, en su último curso de Instituto de un colegio católico, recae sobre una maravillosa y convincente Soire Roman que nos hace vivir en carne propia su desgarradora metamorfosis. Y no desmerece el trabajo de Laurie Metcalf, una madre obesiva, intransigente y desconcertada ante el comportamiento de una hija a la que ama con locura pero a la que no puede, o no sabe, cómo ayudar y proteger.
Finalmente, el ingreso en la Universidad a muchas millas del hogar, romperá el cordón umbilical con su familia, amigos y el entorno protector en el que ha crecido. Supondrá, finalmente, la tan ansiada libertad pero también la enorme responsabilidad que supone tomar por primera vez las riendas de tus propias decisiones y fijar el rumbo, siempre incierto, por el que navegar. En definitiva, el adiós a la adolescencia y el arduo y largo camino hacia la madurez.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
15 de octubre de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia de una pasión

"Corazón, le olvidaremos en esta noche tú y yo. Tú, el calor que te prestaba. Yo, la luz que a mí me dio. Cuando le hayas olvidado dímelo, que he de borrar aprisa mis pensamientos. Y apresura tu labor no sea que en tu tardanza vuelva a recordarle yo..." Emily Dickinson, n. en Amherst, Massachusetts, 1830-1886.

Terence Davies es actor, escritor, guionista, director y todo aquello que se proponga. Este joven talento británico de apenas 71 años -nació en 1945 al igual que yo y, aparte de compartir su pasión por el cine, ahí terminan nuestras coincidencias- ha vuelto a dirigir y escribir una ensoñación de película. Sin embargo, este hombre a lo largo de su carrera ha topado con numerosos problemas y dificultades en la financiación de sus proyectos por lo que, desafortunadamente para todos nosotros, únicamente ha filmado cinco largometrajes.

"Velámenes de púrpura se mecen con suavidad en mares de narciso; marineros fantásticos se esfuman y queda el muelle en la quietud sumido..."

Tenía muchas ganas de ver "Historia de una pasión" pues su anterior trabajo, la bellísima "Sunset Song", que reseñé aquí en su día, era una delicia. Ahora nos deslumbra de nuevo con una versión biográfica de la poetisa norteamericana Emily Dickinson. Y, paradógicamente, le ha salido un poema como la obra de su protagonista. Un filme estético, sobrio pero al tiempo, cruel y desgarrador. Como es usual en él repite aquí esa fotografía brumosa con encuadres de claroscuros como pinturas academicistas de la época. Es una película, casi en su totalidad, de interiores y una cámara cadenciosa gira suavemente en travelings majestuosos, en ocasiones de 360º. En ellos, al resplandor de la llama tenue y temblorosa de los candiles, entre un mobiliario exquisitamente reproducido, envuelve a sus moradores de sombras titilantes bajo la pálida luz de la estancia. Evocadoras elipsis muestran el paso del tiempo y el envejecimiento de sus personajes mientras, una música sublime -Beethoven, Schumann, Schubert y sus más afamadas lieders-, cobija y acompaña la voz cálida y aterciopelada de una magistral Cyntia Nixon que, durante el transcurso de la cinta, va desgranado los versos de su atormentado personaje.

"No había helada, pues en mi piel sentí sirocos reptar, ni había fuego, pues mis pies de mármol podían helar un santuario..."

Dickinson fue una inteligencia brillante, irónica, descarada, de un humor mordaz y esas no eran virtudes que agradaran a los hombres de su tiempo, cuando las mujeres no eran mucho más que objetos de adorno. La poesía significó su vida y a esa pasión se aferraró con uñas y dientes. No quiso someterse a las leyes opresivas de su época, se rebeló contra las costumbres establecidas, anheló encontrar su propio camino, incluso la salvación de su alma, al margen de las reglas impuestas por un puritanismo riguroso e hipócrita que la oprimió y denigró. Pero al mismo tiempo, reconocía que no debía exteriorizar toda la savia de su pensamiento porque esa vía la conduciría irremisiblemente a la marginación, la soledad y el desprecio de los suyos.

"Sólo sabemos toda nuestra altura si alguien le dice a nuestro ser: ¡Levanta! Y entonces, fiel consigo, se agiganta hasta llegar al cielo su estatura..."

Sin embargo, curiosamente, encerrarse en sí misma tampoco fue la mejor opción. Inició una interminable lucha interior contra sus propios demonios. Existió en ella un halo de sorda tristeza, un carácter obsesivo, depresivo y contradictorio. Su existencia, poco a poco, se convirtió en un infierno que la devoraba. Se aisló, finalmente, en el reducido y claustrofóbico espacio de su habitación en donde escribía febrilmente cuando todos dormían, aprovechando el silencio de la noche. Como un fantasma, esporádicamente se asomaba al rellano de la escalera para recibir alguna visita sin ser vista o escuchar las voces y rumores que se propagaban por la casa.

"Poder discrecional tuve en mi mano y con denuedo contra el mundo fui; dos veces temeraria lo he afrontado tan sólo con la honda de David..."

Y ese mundo hostil donde los hombres no admiten a las mujeres como sus iguales, donde el rigor de un puritanismo exacerbado, más acentuado aún, si cabe, por los últimos pobladores de la Nueva Inglaterra y donde su obra no obtiene el reconocimiento y la difusión que merece, ahonda su angustia y desesperación acercándola cada vez más a la hoguera de su progresiva desintegración. "¿Por qué la vida se ha convertido en algo tan sombrío?", le confiesa a su hermana en un momento de intensa aflicción. No, ya nunca habrá paz para el espíritu inquieto que domina el alma de Emily, porque el mundo en el que vive no está hecho a su medida y, aunque ella lo sabe, no logrará aceptarlo jamás.

"Morir no duele mucho: nos duele más la vida. Pero el morir es cosa diferente, tras la puerta escondida..."

Es la vida, me digo al abandonar la sala pero, aunque algo abrumado, celebro haber visto esta soberbia, delicada, elegante, profunda y compleja película y pienso, no sé si con razón, que Terence Davies ha realizado el mejor y más ajustado retrato de esta talentosa, desgraciada e irreductible dama que fue Emily Dickinson.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
19 de junio de 2020
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recursos inhumanos - Dérapages

Hoy mismo, no ya en países lejanos, ni en exóticos paraísos de la pobreza a los que viajamos en vacaciones para satisfacer nuestro ego y presumir después ante nuestros vecinos y amigos, o en aquellos lugares donde las grandes catástrofes -inundaciones, seísmos, incendios o devastadores huracanes- tan ajenos a nuestra realidad cotidiana, arruinan la vida de millones de seres, sino también aquí, en nuestra propia casa, en esta confortable Europa, la falta de oxígeno necesario para una vida digna se hace cada día más evidente en amplias capas de la población.
Viene al caso este prólogo al ver con estupefacción “Recursos inhumanos”, una miniserie francesa de seis episodios cuya crudeza y brutal realismo te corta la respiración; un desesperanzador drama humano basado en una novela de Pierre Lamaitre (Premio Goncourt 2013 con “Nos vemos allá arriba”) y situada en París, la ciudad en la que el escritor vio la luz.
Y quien pone rostro a tan desolador relato no es otro que el marsellés Éric Cantona. Para quien no lo sepa, Cantona fue un magnífico jugador de fútbol y pieza fundamental en la selección francesa. A lo largo de su vida deportiva destacó en varios equipos para cerrar su exitosa carrera en Inglaterra con el Manchester United. Dotado de un fuerte carácter -por evitar otro tipo de calificaciones menos edificantes-, no todo fueron luces en la vida de este hombre. Sufrió numerosas expulsiones no sólo por el excesivo celo a la hora de interpretar el juego sino también, por su recurrente incontinencia verbal, nada recomendable para la sensibilidad de los árbitros. El mayor escándolo lo protagonizó al enviar al hospital a un espectador al propinarle una patada voladora digna de un experimentado karateca. Sin embargo, al abandonar el fútbol, el destino le tenía preparado su mejor jugada. Algún avispado director descubrió en él innatas y excepcionales dotes para la interpretación y películas como "Elizabeth", "La fortuna de vivir" o "Buscando a Eric", son algunos buenos ejemplos de su imprevisible incursión en el cine.
En “Recursos inhumanos”, bajo la dirección de Ziad Doueiri, Cantona se agiganta y consuma una actuación que bien podría firmar cualquiera de las estrellas que brillan -o brillaron- en el firmamento cinematográfico. Interpreta a Alain Delambre, un parisino de 57 años, ex ejecutivo y en paro desde hace seis. Alain es un hombre modélico, inteligente, honesto, trabajador y amante de su familia. Desde que lo despidieran de la empresa en la que trabajó toda su vida, Alain debe aceptar para sobrevivir todo tipo de trabajos temporales en jornadas extenuantes y a cual más humillantes, precarios y mal pagados. Poco a poco, atrapado en la desolación de un laberinto sin salida, la impotencia y la rabia irán minando su resistencia.
A partir de ahí, Doueiri construye un relato demoledor y pavorosamente real, en el que, muy probablemente, se verán identificados millones de ciudadanos cautivos del mismo mal convertido ya en un padecimiento endémico difícil de extirpar.
¿Me preguntan, mis improbables lectores, si es aconsejable ver esta miniserie? Indispensable, diría yo, para entender, si aún no lo hemos hecho, la trágica metamorfosis que nuestra pobre Europa, otrora orgullosa adalid de la sociedad del bienestar, ha sufrido en el transcurso de las últimas décadas y, de paso, disfrutar de la gloriosa actuación de Éric Cantona, un personaje que parece haber domesticado su errático comportamiento en el luminoso otoño de su existencia.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
4 de septiembre de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sácame de dudas (Ôtez-moi d'un doute)

Nadie como los franceses para entender la vida, desdramatizarla, elegir la variante más elegante y civilizada para evitar el peligro de un campo minado o el camino menos espinoso para recoger de la existencia sus mejores frutos. “Sácame de dudas” es una comedia con un inevitable transfondo de amargura, sí, pero la mirada sensible, inteligente y profundamente humana de la directora francesa Carine Tardieu la convierte en una enternecedora lección de fraternal sabiduría. Y lo hace sin caer en sentimentalismos, en el delicado terreno de la sobria contención y con el difícil equilibrio de una narración que elude precipitarse por el melodrama cursi y ramplón al uso. Y es que, en ocasiones, la comedia y el drama caminan de la mano sostenidas tan solo por la frágil resistencia de una red carcomida por la decepción y el cansancio.
El formidable y reconocido grupo de actores galos que compone el elenco, entre el que resulta complicado señalar favoritos, contribuye a dotar este maravilloso guión de entrañable ternura para ofrecernos una ejemplar lección de amor y comprensión. Una serie de casualidades y encuentros fortuitos darán lugar a una deliciosa comedia de enredos resueltos con admirable eficacia por mor de la lucidez y sensiblidad de Tardieu que nos muestra cómo el talento transforma en oro todo aquello que toca.
Y mientras paladeamos esta deliciosa película, Eric Slabiak deleita nuestros oídos con una acertadísima selección musical: nos seduce la vibrante mandolina de Vivaldi, estimula y recrea el “Pa-pa-pa-papagena” de “La flauta mágica” del maestro Mozart, levanta y alegra el ánimo el “Chiribim Chiribom” de las “Barry Sisters” o el romántico susurro del gran Serge Reggiani en su irrepetible “Ma fille”.
Existen cosas en la vida que valen la pena. Y pienso que, tal vez, “Sácame de dudas” es una de ellas.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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