El temible Bellmunt en una mediocre comedia dramática de aire nostálgico, presa de una impersonalidad cinematográfica obvia, amén de un topicismo recurrente de lo más rancio. A veces burda, otras veces soportable, en todo caso olvidable, no convence ni como comedia ni como drama (hay una muy deficiente estructura argumental) y muchísimo menos como crónica histórica del franquismo.

Uno de esos furibundos ataques de nostalgia retro que le dan al cinéfilo Garcí y que sofoca en películas basadas en una ambigua mezcla de crítica de baja voz y añoranza del pasado.
Por momentos, esta película resulta insufrible, por aburrida y porque Garcí confunde la nostalgia y el clasicismo con el martirio de una puesta en escena varada e inerte.
Tiene un reparto tan heterogéneo y coralista como absurdo, pues apenas hay algún personaje merecedor de guardarse en nuestro cerebro una vez vista. En fin, bastante floja y absolutamente olvidable.

¿QUÉ COJONES HACE DIRIGIENDO EL SUPUESTAMENTE ACTOR INDEPENDIENTE, DE GRAN PERSONALIDAD RECONOCIBLE Y ADMIRABLE TALENTO FOREST WHITAKER SEMEJANTE TELEFILM DE SOBREMESA?. Más allá de esta irresoluble pregunta queda un fatuo, elemental y obvio hasta la médula melodrama, dónde la melosa y grimosa Sandra Bullock nos vuelve a aburrir y a regalar su sonatina de desgracias banales y su conservadurismo de sobremesa. Solo la firma presencia de la veterana Gena Rowlands da algo de vitamina a tan desmayado y nulo telefilm. Por cierto, si alguien sabe la respuesta a la pregunta de cabecera, le estaría muy agradecido (lo de contestar que por dinero ni tan siquiera me lo creo, tal es la burdez de lo que cuenta).

Narciso Ibáñez Serrador logró con sus series televisivas de terror y de misterio una fama muy grande. Este y no otro motivo podría explicar el éxito de público que esta, muy mala, película de terror tuvo en su día.
La película se centra en una residencia de señoritas, de muy rígidas reglas internas, en la que comienzan a desaparecer algunas de ellas. En realidad, esa ejemplar residencia no esconde sino un desecho de perversiones y lujuria, dónde las propias normas impuestas tienen un efecto boomerang sobre los resultados obtenidos.
Inspirada en un relato del crítico Juan Tébar, es un muy endeble argumento que tiene un guión horrible, que no provoca sino un aburrimiento soberano, amén de una indiferencia manifiesta. Solo cabe destacar el trabajo de Lilli Palmer (esforzado, aportando cierta distinción) pues la película resulta un conjunto gratuito de morbosidad y sugerencias (la relación madre-hijo; relaciones lésbicas; masoquismo) hoy superficial y nada creíble que, paradójicamente, y dado su éxito comercial abrió la veda por el cine de terror en España, por lo general bastante chapucero, salvo unas notables aportaciones, especialmente de Jorge Grau y Eugenio Martín.

Uno más entre tantos títulos de terror en el cine español, en este caso un corto que explota el adecuado aunque ya casi encasillado físico de Macarena Gómez para servir un mediocre trabajo que juega con el sueño y la pesadilla, la realidad y la ficción, la ambigüedad, en fin. Pero Polanski queda a años luz. Para golpes de efecto vale.