Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2,209
Críticas ordenadas por utilidad
5
26 de abril de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos ronda desde tiempos remotos y sabe perfectamente lo que deseamos y lo que nos asusta. Así que hay que tener cuidado con él.
Cuando bailas con el Diablo tú no le llevas, él te lleva...y pobre de ti si pretendes pisarle.

Los "remakes" forman parte del imaginario colectivo, no se puede evitar, y en el del público americano no causa ya ninguna sorpresa. Le resulta difícil a esa gente que jura que le gusta el cine el investigar distintos géneros, directores y épocas; en lugar de eso prefieren gastar dinero en una entrada, coca-colas y palomitas y presentarse ante una nueva versión. ¿Lo merece? Lo cierto es que resulta cada vez más imposible hallar una que se aproxime a la calidad de un film realizado veinte o treinta años antes. El punto de vista no es el mismo, ni los ideales, ni, como en este caso, el humor.
Los "remakes" de películas británicas producidas en EE.UU. suelen ser un fracaso; a veces causa indignación y enfado, siendo buenos ejemplos "Un Funeral de Muerte", "Ladykillers" o "La Pantera Rosa". En el 2.000 le tocaría el turno a "Bedazzled", sátira deliciosamente negra y joyita de Stanley Donen y del género que maravilla por su humor perverso; entre la exitosa "Una Terapia Peligrosa" y su secuela, Harold Ramis sería el encargado de ponerse al frente del proyecto, cuyo guión firmaría junto a Peter Tolan y Larry Gelbart, donde se modernizan y tergiversan muchos aspectos del clásico de los '60.

El protagonista no se llama Stanley sino Elliot, no trabaja cocinando en una cafetería, sino en una empresa de informática, pero lo importante es que mientras su homólogo de 1.967 era un tímido que no mostraba sus sentimientos ante los demás él es todo lo contrario. Él hace lo posible por exteriorizar su simpatía, alegría y honestidad pero nadie puede soportarle por resultar extremadamente empalagoso, de ahí que su vida sea un absoluto fracaso; tras un prólogo que produce una incómoda vergüenza ajena, por la actitud del protagonista y el rechazo de los demás, entra en escena el Diablo.
Como cabe esperar, en la nueva versión han preferido cambiar de sexo al Príncipe de las Tinieblas, pues se da por sentado que una mujer puede embaucar más fácilmente a un hombre (especialmente si ella es atractiva y él un perdedor con alta apetencia sexual). Quien haya visto la del sr. Donen se conoce la canción: siete deseos se concederán y, tras ellos, la posesión del alma, siendo el primero de ellos el más espectacular y donde mejor demuestra Ramis su talento innato de cómico: el de Elliot transmutado en un traficante de drogas sudamericano. Así empieza el contrato (descartemos la hamburguesa y la coca-cola, pedidos antes de firmar...).

La finalidad de estos deseos será la de enamorar a una compañera de trabajo, ahora Alison en lugar de Margaret, pero los problemas no dejan de surgir y la razón es sencilla. El protagonista toma decisiones bajo un enfoque absolutamente egoísta (las palabras mágicas son "yo deseo..."), por lo que la mujer a la que ama será en sus sueños poco menos que un reflejo torcido, cambiante debido a ellas, una mujer a la que él ni tan siquiera conoce en realidad. Lo que hace Elliot, como alguna vez hemos hecho todos, es idealizarla, y más a lo que representa (el amor romántico) que a ella misma, de ahí que todo resulte ser un círculo vicioso irreparable y sin fin.
En la de Donen la acción y el humor se apoyaba en los ingeniosos diálogos de Peter Cook, aquí lo que más destaca son los efectos visuales y el absurdo, en situaciones y diálogos, guía la trama, Ramis lanza una ácida crítica hacia las virtudes que creen poseer los hombres en físico y emoción para enamorar al sexo opuesto y hacia la frivolidad del ser humano en todos y cada uno de los entornos sociales, mientras radicaliza, caricaturiza y ridiculiza a algunas de las figuras más típicas de nuestra sociedad, en especial las de clase media-alta (el escritor intelectual, el famoso deportista, e incluso el presidente de la nación americana).

No obstante, aunque se alcancen unos grandes niveles de comicidad en cada episodio, ninguno iguala ni supera al primero, el más memorable además del más extenso; el público espera algo parecido a ese espectacular inicio, pero las expectativas se van desinflando con cada "sueño", cada vez más corto y de más ridículo desenlace. Una vuelta de tuerca en el ecuador cambia ligeramente el tono, volviéndose sombrío, pero Ramis es consciente de que factura una comedia, por lo que todo debe concluir de manera alegre, y si es con alguna de esas moralinas de andar por casa que tanto gusta a los estadounidenses pues mejor que mejor.
Brendan Fraser hace gala de sus buenas dotes para la comedia, con doble o triple esfuerzo debido a los diversos personajes que ha de interpretar (impagable verle de Elliot sensiblón llorando ante la puesta de Sol o de jugador de baloncesto cazurro y chillón), aunque no puedo evitar pensar lo bien que habrían lucido Jim Carrey o Matthew Perry en el papel. Una explosiva Elizabeth Hurley toma bien el relevo de Peter Cook en aspecto físico (yo desde luego prefiero el de ella) aunque no en carisma...y es que, en contra de lo que piensan los guionistas y otros muchos, no se debe relacionar la maldad y manipulación femenina con la sexualidad femenina (el tópico de la "femme fatale", que no nos lo quitamos de la cabeza...).

Tras ellos, unos correctos Frances O'Connor, Paul Adelstein y Orlando Jones, los efectos visuales del maestro Richard Edlund y el humor grueso y desenfadado de Ramis (que no tiene ni punto de comparación con el más cínico, mordaz y negro de Donen), lo que asegura en esta nueva "Bedazzled", sin ser una joya del género, un rato de lo más entretenido.
La moraleja es sencilla: lo importante no es desear por lo que nos entra por los ojos, sino por el alma, la cual no es necesario buscar; hay que dejar que le llegue a uno de manera natural. Todos podemos encontrar a nuestra alma gemela, sólo hay que esperar un poco...
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
2
24 de abril de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue el rey de los monstruos en su lejana tierra, aterrorizó a toda una nación al tiempo que se enzarzó en fantásticas y épicas batallas.
Nacido del desastre por culpa de la mano humana, temido por todos, condenado a vivir en un mundo que no le pertenecía, ahora va a enfrentarse a un nuevo enemigo: los EE.UU..

No tenía ni idea el sr. Ishiro Honda (o sí, quien sabe) del éxito que iba a alcanzar su película "Godzilla" cuando la estrenó allá por 1.954, en plena era dorada de la industria cinematográfica japonesa, el caso es que el monstruo y el discurso planteado pasarían a la Historia no sólo abanderando con pleno derecho esa rama de la ciencia-ficción llamada "kaiju-eiga", sino iniciando la que aún es la franquicia más longeva y fructífera de la industria del cine, con títulos que abarcan desde la década de los '50 hasta la actualidad. Godzilla, sobre todo para los japoneses, es un icono, un símbolo poderoso de sombrías metáforas que va mucho más allá de la mera presencia estética y los alardes de efectos especiales.
Para principios de los '90 ya habían visto la luz más de veinte títulos sobre las andanzas del querido reptil atómico, y el productor Henry Saperstein proseguía en su intento de lograr los derechos de Toho (para quienes distribuyó películas en terreno norteamericano) para un enorme proyecto: traer su mítica criatura a los estudios hollywoodienses. Después de casi una década de sabios y prudentes rechazos (cualquiera se fía de las artimañas del venenoso Hollywood), los jefes de la compañía nipona aceptaron la propuesta...sin saber a lo que se exponían. La idea pasó a Sony Pictures, a un puñado de ejecutivos y se suponía que iba a ser dirigida por Jan de Bont con guión de Terry Rossio y Ted Elliott.

Pero esta idea nunca se materializó por la forma en que el holandés quería conducir el proyecto; en su lugar éste fue cedido a Roland Emmerich y Dean Devlin, quienes estaban a punto de estrenar la espectacular (y tremendamente estúpida) "Independence Day", con la que se aseguraba el puesto para llevar a Godzilla a otra gran aventura...pero, lejos de mantenerse fieles al de Toho, crearon el suyo propio. Lo único que sí respetaron fueron sus orígenes, producto del conflicto, del terror atómico, de la aviesa y temible mano del hombre, como se puede apreciar en el maravilloso prólogo.
En efecto, este inicio apabullante es lo mejor que encontramos en la billonaria megaproducción a la cual nos vamos a exponer, pues, tras un fiero ataque del monstruo (cómo no, a un barco japonés), comienza a moverse la trama, presentarse los personajes, escucharse los diálogos...y hay que decir que ni todos los efectos visuales empleados, que son muchos y muy impactantes, logran ocultar la enorme y pantanosa mediocridad que planea por encima de todo lo demás. A unos militares presentados como inútiles cuyas acciones hacen más daño a la población que Godzilla propiamente dicho, se une un personaje nada carismático encargado de determinar qué es ese lagarto mutado por la radiación y cómo destruirlo.

Este personaje, Nick Tatopoulos (llamado así en homenaje al diseñador de efectos y de la "nueva" criatura...quien me imagino lo orgulloso que se debió sentir), es un insulso (¿o un insulto?) científico al que seguiremos mientras vamos conociendo a los protagonistas que tendrán su función (¿?) en la historia: el patético alcalde de New York, el jefe coronel de las fuerzas militares (las cuales se encargarán de hacer pedazos la ciudad), un misterioso agente del servicio secreto francés (el mejor personaje del film), un intrépido cámara de un canal de televisión y su compañera, de quien surgirá un romance con el protagonista que no nos importa en absoluto.
Lo que sí nos importa es Godzilla, al que estamos deseando ver aparecer durante un buen tramo (teniendo que soportar las tonterías que todo el rato salen de la boca de los personajes y de las ilógicas artimañas del guión de Emmerich), y cuya mitológica presencia, que renueva y arranca el carisma del original japonés (ahora sólo es un maldito lagarto gigante) toma la isla de Manhattan demostrando lo que siempre ha sido: el rey de los monstruos. No obstante, y pese a que el observar el sometimiento de la ciudad ante la descomunal criatura es un deleite para los sentidos, la visión que aporta el director acerca de ella no es precisamente agradable. Y en esto coincidieron los fans.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Pero poco importó el vacío guión, las pésimas interpretaciones, las malas críticas y ganar en los Razzie, porque la película fue un éxito de taquilla (sin el exceso que esperaba Sony) y Emmerich se quedó a gusto con su visión de Godzilla, que crispó, y mucho, a Toho (y a los fans nipones en general).
Tengo que confesar que de niño me sobrecogía, pero ahora me produce repulsión, retortijones y una tendencia al sollozo considerable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
28 de marzo de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Bastón de Cabeza de Dragón que sirve para otorgar el poder al jefe supremo de la familia debe ser empuñado por aquél elegido como presidente cada dos años.
Es una tradición, y la tradición se respeta por todos y se muere por ella. Una nueva elección va a comenzar...y con ella la inminente guerra.

La carrera de Johnnie To desde finales de los '90 hasta mediados del nuevo siglo fue verdaderamente meteórica, interfiriendo en la friolera de cinco o seis películas por año (cifras con las que únicamente podría competir el japonés Takashi Miike), ya fuera ejerciendo de realizador o sólo de productor a través de su compañía Milkyway Image LTD Production. Todo fan del chino que se precie sabe que a éste le guía el ansia de experimentar y arriesgarse con cualquier cosa, de ahí que su filmografía esté atestada de producciones cuyos géneros resultan tan dispares.
Comedia, romance, suspense, acción, aventuras, todo cabe en la coctelera del cine de este natural de Hong Kong, pero también sabemos que si por algo ha logrado ser recordado es por sus duros policíacos y "thrillers" de intriga criminal. Tras abandonar 2.004 con la elegante, simpática y exitosa comedia romántica "Yesterday Once More", To se propuso regresar con furia a uno de sus géneros predilectos sirviéndose del guión firmado conjuntamente por Yip Tin-Shing y Yau Nai-Hoi, dos de sus más estrechos colaboradores, donde se realizaba una exhaustiva documentación de los procederes y códigos del submundo de la mafia china: las Tríadas.

En este caso se nos convierte en partícipes de los entresijos y negocios de la antigua sociedad Wo Luen Shing (ficción de la real Wo Shing Wo) donde, según la tradición, se designa un presidente cada dos años para que gobierne el clan con entereza y sabiduría; dos son los candidatos: Lok y "Big D", cada uno el directo opuesto del otro, cada uno dispuesto a hacer lo necesario para ocupar el puesto de presidente supremo. De forma concisa se nos presenta qué principios y leyes rigen en la sociedad y cómo influyen en las decisiones y en las vidas de todos los miembros.
Tin-Shing y Nai-Hoi exponen con precisión cada situación y cada acción que implique un giro en el devenir del argumento y To la plasma en pantalla con rígida y estoica severidad, dotando al estilo del film la misma dureza que impera en ese hermético universo de normas hieráticas e inquebrantables donde los intereses más inconfesables forman parte de una tupida red de ira y odios sobre los que planean las sombras de la codicia y la muerte y donde se defienden con la vida y a ojos cerrados conceptos sagrados como la confianza, la lealtad, el honor y el deber pero siendo en última instancia el ansia de poder, la ambición y la presencia del dinero aquello que acaba provocando inerminables guerras internas.

Lok, elegido, lucha por la tradición defendiendo su puesto de honor; "Big D" es la silueta del progreso y de la importancia del movimiento capitalista que se mofa y escupe sobre las antiguas creencias. Incluso los ancianos miembros debatirán qué es más importante, si alguien noble y tradicional que apoya a sus hermanos y garantiza la paz o un avispado y enérgico hombre de negocios con buen ojo para manejar el dinero y poseer el territorio. La violencia se desata definitivamente cuando el Bastón de Cabeza de Dragón se convierte en el blanco de los bandos.
Nos metemos de cabeza en lo que significa una lucha por el poder, el respeto y el dominio para unos seres tan desprovistos de conciencia como los protagonistas del film que nos ocupa. No se empuñará un arma ni sonará un disparo, ni uno solo, sin embargo todos los miembros se perseguirán sin tregua, se acuchillarán, atropellarán, se golpearán con palos, con piedras, con los puños, hasta que lo resultante sea un amasijo de carne y nervios sangrantes que no ponga objeción a las decisiones del Consejo, cuyos acomodados líderes irán disponiendo cuándo y cómo los enemigos se convierten en aliados y viceversa.

Las deudas del pasado condicionan las decisiones del presente y no hay honor ni humanidad en la batalla. Cualquier método vale en ella si es eficaz: el chantaje, el secuestro, la traición, el asesinato. El fuerte gana y el débil pierde, todo sea por honrar la sagrada tradición de la Sociedad y sus gloriosos siglos de historia; de por medio, un sistema legal empañado por la corrupción y las insignificantes acciones realizadas por un impotente cuerpo de policía que también ha de respetar las tradiciones de sus enemigos y cuya única opción es mantenerlos entre rejas con el fin de que se declare una tregua.
Entre golpe y golpe To modela a base de una violencia atroz, una intriga de constante tensión y un sombrío lirismo, realzado por la música de Lo Ta-Yu y la fotografía de Cheng Siu-Keung, los pliegues de un entorno físico y emocional implacable en el que no existen buenos o malos, sólo seres devorados por su codicia y la sed de sangre. Al otro lado, un reparto plagado de estrellas y habituales del cinesta como Louis Koo, Simon Yam, realmente inquietante, Tony Leung (Ka-Fai), Lam Suet o Lam Ka-Tung, secundados por los veteranos y no menos fantásticos Tam Ping-Man, David Chiang, Wong Tin-Lam y Chan Siu-Pang.

Un retrato visceral y salvaje sobre la perdición y la debilidad del ser humano frente al beneficio material conducido con soberbia elegancia y exudando el aroma del más puro y clásico cine de gángsters.
Especie de versión moderna de aquellas "Batallas sin Honor ni Humanidad" de Kinji Fukasaku, de las que "Election" hereda sus personajes y amarga y realista violencia. Al año siguiente To pondría punto final concluyendo en un soberbio díptico que se alza entre lo mejor de su cine y del género.
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
17 de marzo de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
...por consiguiente, la pantalla de televisión es parte de la estructura física del cerebro. […] Por tanto, la televisión es realidad, y la realidad es menos que la televisión".
En esta era de tecnología y avance es cuando mejor podemos afirmar que entre el ser humano y la máquina existe una especie de mística conexión que logra estimular por completo sus sensaciones y pensamientos.

Pero ese sentimiento de placer sólo se puede lograr a través de estímulos muy fuertes, los cuales amenazan con romper los frágiles tejidos de nuestra sensibilidad, moralidad, vergüenza y propia voluntad para atraparnos en un universo nuevo de falsa sensación, deshumanizado, dominado por el ente de la mecánica y la tecnología, capaz de penetrar en lo más profundo de nuestra psique y convertirnos en sus esclavos; nuestra nueva realidad no iría más allá de la pantalla, los datos o los procesadores de dicha máquina...y aun así no necesitaríamos más estímulos.
Esta pesadilla se materializa de la forma más escalofriante en "Videodrome", en una época en la que la televisión, y sobre todo el vídeo, vivían un auge sin precedentes (los '80), de la mano del siempre controvertido y sorprendente Cronenberg, quien había saboreado las mieles del éxito con "Scanners", su película más comercial, y que se preparaba para un ambicioso proyecto, no sólo en lo relativo al presupuesto (unos 6 millones de dólares), sino también en la cantidad de reflexiones que podría acumular, retornando a un tema ya expuesto en obras anteriores como "Crímenes del Futuro" o la citada "Scanners".

Tema que siempre estaría presente en su carrera: la torcida relación entre el ser humano y la ciencia, cuyos experimentos, siempre llevados de la mano de la inmoralidad y la imprudencia, acaban provocando efectos muy alejados de los deseados. Aunque si por algo empieza el film es por un feroz ataque a la televisión (¿el más feroz de la Historia del cine?), organismo vivo y depredador, presentándonos a Max, director de una pequeña cadena que ofrece sexo y violencia a los espectadores, lo cual será cuestionado como un mal capaz de trastornar y insensibilizar a la sociedad, aunque él lo considera algo positivo para la misma.
Pero el verdadero problema, como señala Nicky, es la constante necesidad de estimulación de las personas; mientras, Max interceptará la señal de un misterioso canal que retransmite un show llamado "Videodrome": la tortura y asesinato de mujeres dentro de una oscura habitación parecida a una mazmorra. La recepción de este siniestro espectáculo televisado despertará peligrosas sensaciones en la pareja; los personajes de Cronenberg, como los de Masumura (curiosamente se ridiculiza el sexo oriental) no pueden hallar el placer si no es por medio del dolor, el sadismo o el sufrimiento.

La relación entre Max y Nicky alcanza unos niveles grotescos y terminará con la decisión de ella de participar en el programa. Esta incisiva crítica toma caminos más amplios cuando descubrimos el microcosmos creado por Brian O'Blivion y su hija Bianca, establecido en una casa de acogida que proporciona a los pobres la mejor medicina para combatir el hastío de su existencia: horas frente al televisor. Cronenberg abre una brecha entre realidad y ficción a partir de que Max reciba la cinta de "Videodrome", proponiendo la conexión de las señales de la grabación con su psique, cayendo presa de ese universo enfermizo, fundiéndose con él, experimentando un cambio vital (un nuevo órgano se formará, dice O'Blivion).
Max "cruza" al otro lado de la pantalla, "vive" (al igual que Nicky) dentro de la alucinación, que se manifiesta en base a sus violentas y retorcidas pulsiones, lo que le impide abandonarla (la excitación al acariciar la caja del televisor es indescriptible, como la que sentían los personajes de "Crash" al tocar los cinturones o el volante). Un joven James Woods se desenvuelve a la perfección en su papel (no muy distinto del Cameron de "Scanners"), como la explosiva cantante de BLONDIE, Deborah Harry, acompañados por los notables Sonja Smits, Leslie Carlson y Jack Creley (inspirado en Marshall McLuhan).

Mientras, la perturbadora y absorbente atmósfera, donde destaca la fotografía de Mark Irwin y la inquietante música de Howard Shore, se cruza con una estética y puesta en escena de un poder visual arrollador (siendo en gran parte culpable el trabajo de Rick Baker, capaz de revolvernos las tripas en algunas secuencias ya míticas), y las particulares obsesiones "freudianas", paranoias "dickianas" y fantasías tecno-psicológicas del cineasta.
Todo ello dando como resultado un ultraviolento "thriller" de terror, ciencia-ficción y suspense, aunque inclasificable en última instancia, cuyas impactantes imágenes se quedan irremisiblemente grabadas en la retina del espectador. Un fracaso en su época (debido a su controversia y a los infames cortes que sufrió para su estreno en cines) convertido con el tiempo en un auténtico clásico del género y del cine de Cronenberg.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
6 de marzo de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La maquinaria que factura billones de dólares al año y que nos hechiza con sus estrellas, su lujo, sus luces de neón y su cine es en realidad una fosa séptica donde para pagar por cada de una de esas cosas obliga al que lo hace a hundirse en toneladas de miseria y estiércol, y al final lo hace con gusto...

Esta maquinaria se llama Hollywood y el verla despedazada en pantalla ya no es en absoluto un tema original, ni siquiera escandaloso; ¿sentirán un placer masoquista los privilegiados que por esas lindes caminan y medran al ver la imagen que muchas veces ofrecen de ellos en ciertos títulos condenatorios? Deben hacerlo pues este tipo de cine (el "arde Hollywood") no existiría; y eso es lo más paradójico. David Cronenberg, que se vino reciclando y modernizando desde mediados del 2.000, se encarga de introducirse en el podrido seno de la ciudad de las estrellas como las larvas en los cuerpos de sus personajes de "Shivers", y removerse en su interior hasta hacer explotar sus tripas.
"Maps to the Stars" esperó mucho tiempo para hacerse realidad, como casi todos los guiones del autor Bruce Wagner, un experto en hacer sangrar a la comunidad de donde, por otro lado, es nativo; la última obra del director era la distante e insoportable "Cosmopolis", con la que compartirá no pocos puntos. Sobre todo tiene a ese mejorado Robert Pattinson en la piel de un chófer de ambigua personalidad encerrando un álter-ego del propio Wagner; pero no es el protagonista, sino una extranjera, ya en tierra de nadie antes de aterrizar en la soleada Los Angeles: Agatha, y que exhibe el precioso pero para la ocasión malformado rostro de Mia Wasikowska.

El pequeño microcosmos en el que nos mete de cabeza el director comprende dos historias paralelas: la de una familia extremadamente disfuncional (los Weiss) y la de una actriz madura en horas bajas (Havana). Disecciona así todos los recovecos de un Hollywood figurado como máquina de fantasmas y cantera de conspiraciones y secretos, pero utiliza un proceso algo diferente del de Lynch en "Mulholland Drive" (cuya Betty es el homólogo de esta Agatha); aquél disponía un submundo de monstruos que articulaban y manipulaban la realidad exterior desde las sombras, cargando la historia de una desasosegante tensión difusa.
El canadiense observa Los Angeles, lugar de proyección e idealización por excelencia, con sus monstruos pululando en el exterior y, lo que es peor, pretendiéndose gente corriente, viviendo de gestos, miradas y palabras de hipocresía; frialdad pura entre los falsos y muy modernos oropeles donde refugiar sus trastornos, neurosis, miedos, decadencias y fracasos. Un buen ejemplo: el padre (Stafford) distante que sólo piensa en su prestigio como autor mientras su retoño de 13 años (Ben) es un desgraciado drogadicto que se pasea por ahí cual hijo de capo de la mafia.

Sensacional es la naturalidad del guión para atrapar a todos sus protagonistas en un anillo de Moebius donde ambos lados giran como los rostros intercambiables de una misma realidad, y el final se une al principio en un círculo infinito; la dualidad de los personajes como clave esencial del guión. Cargando la atmósfera de cierta sutileza puramente sensorial cercana a la imaginería de Lynch o Polanski, el cineasta se sirve del humor más negro y satírico para disponer los juegos de espejos y dobles que ingeniosamente construye Wagner, con la pareja de hermanos Agatha/Ben figurando la misma relación enfermiza que sus propios padres (delirios de incesto que resultará un tema espinoso para el espectador fácil de escandalizar).
Por otro lado la obsesión de Havana de suplantar a su propia madre, cuyo fantasma será el instigador de sus pesadillas, y que se sirve de la tragedia familiar y los elementos del fuego, el propio cine y el poema de Paul Éluard como conductores entre la actriz acabada y la joven recién llegada, un todo cuyos dos hemisferios interactúan sin cesar; de por medio los fantasmas de dos niños simbolizando un presagio desastroso. Agatha y Ben, torturados en su presente, están atrapados entre los espíritus del pasado (Stafford y Christina) y los del futuro (Cam y Roy).

Mientras, todos hacen del sadismo, la culpa y la degeneración una parte importante de sus vacuas existencias, curándose en pomposas reuniones sociales, desaforadas relaciones amorosas y psicóticas terapias que no llevan a ningún sitio, porque el destino juega en contra y es un arma poderosa. Durante el último acto, Cronenberg, algo que lleva haciendo toda su vida, nos rasga los hígados con violentos actos cuyo incentivo es la pura maldad humana y la locura en su máxima expresión; al final la visión es inmisericorde y así el público acaba harto, desquiciado y empachado con unos personajes con los que resulta imposible comprender y empatizar.
Reverso amargo y áspero de "Get Shorty" y un buen tributo a los clásicos que se burlaban así de maquiavélicamente de las debilidades del Hollywood dorado. Wasikowska y una pérfida Julianne Moore llevan todo el peso del film a sus espaldas, pero ni que decir que Pattinson, John Cusack, Justin Kelly y sobre todo Evan Bird se amoldan bien a sus ruines papeles; técnicamente destacan los ambientes fríos y a un tiempo elegantes que otorga la mano de Peter Suschitzky a la fotografía, dando a la cruda realidad una dimensión de extrañeza que tanto fascina como repugna.

Al ser una producción independiente pasó con rapidez a ser pieza de culto; ni de lejos cubrió en taquilla el coste de realización pero encantó en festivales y a la mayoría de críticos especializados. Cronenberg sabía que no hacía un film para las masas...
Y menos para las que se tragan sin pestañear todos los irracionales "blockbusters" salidos como churros de su fábrica de sueños preferida. Me sitúo así entre los que opinan que ésta es una de sus mejores obras de su etapa madura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow