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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2,184
Críticas ordenadas por utilidad
9
24 de mayo de 2020
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el lugar donde las almas de los ancestros se estrechan con las de los vivos en un vínculo místico, donde todo rastro de civilización es eliminado, donde el espíritu de la tradición emerge de la tierra y la piedra para instalarse en el cuerpo.
Allí se reúne un pueblo, un pasado, una sangre, una cultura, de guerreros.

Puede que una de las etnias aborígenes que menos haya destacado en el panorama cinematográfico haya sido la de los maoríes (por lo menos en comparación con la nativa americana, para todos ya muy familiar), ese peculiar pueblo de cultura guerrera y costumbres caníbales que desde el Este de la Polinesia emigró hacia las tierras de Nueva Zelanda alrededor del siglo XIV a.C. y que, como todas las tribus nativas, sufrió la terrible invasión de los colonos europeos, quienes los "civilizaron" y los adaptaron a sus costumbres, surgiendo así los pākehā (mestizos neozelandeses-europeos).
El autor de orígenes maoríes Alan Duff se convertiría en uno de los más importantes del país (junto con Witi Ihimaera) y de la tradición cuando su novela casi autobiográfica "Once Were Warriors" se publicara en 1.990, logrando el éxito de inmediato, en la cual reflejaba con un gran sentido de la honestidad y crudeza sucesos que marcaron su infancia y su vida. La obra sería adaptada poco después por Riwia Brown, también de ascendencia maorí, en cuyo guión, se invertía (¿por motivos cinematográficos?) la realidad del pasado familiar de Duff: mientras la madre maorí de aquél era alcohólica y abusiva, como algunos de sus familiares, su padre, de tradición pākehā, era respetuoso y educado.

Este guión llegaría entonces a las manos de Lee Tamahori (también de origen pākehā), un veterano asistente de dirección que había realizado sobre todo anuncios y series televisivas encaminado a dar el salto con éste, su magistral debut para el cine, el cual arranca de una manera mordaz, con el plano general de un bonito paisaje desértico. Esto no es más que un puro espejismo y la intención del director es clara, pues la cámara se mantenía sobre una valla publicitaria para luego bajar, situarse a ras de suelo y así captar la realidad; lo que vemos es una sociedad de colonos y nativos dividida desde el principio (literalmente, por una verja), con la autopista y los coches circulando a un lado representando la sociedad moderna, limpia y civilizada.
Al otro se erige el mundo de los pobres, los desplazados, los olvidados, en definitiva las tribus oprimidas; esta sociedad será escudriñada hasta en las mismísimas entrañas por la cámara de Tamahori y en ella residen los protagonistas, la familia Heke, cuyos padres son Beth y Jake. La primera una mujer fuerte, de carácter, descendiente orgullosa de los maoríes, para la que no existe nada más que sus cinco hijos (seis en la novela) y resignada al explosivo temperamento, al alcoholismo y a la irresponsabilidad de Jake, apodado "El Músculos", cuyos orígenes pertenecen a la tradición neozelandesa esclava. Dos familias enfrentadas por naturaleza, una bomba humana imposible de desactivar.

Además de en los padres nos centraremos en los tres hijos mayores de la familia: Nig, Mark (reflejo de Duff) y Grace, los tres recurriendo a diferentes formas de vida como evasión al resquebrajamiento familiar y a los abusos paternales de los que son testigos mudos (todo ello supervisado por la mirada melancólica y a menudo insoportablemente indiferente de Beth). Con el primero conocemos otro tipo de tribus, que a su modo imitan a las tradicionales; son las de la calle, familias improvisadas de jóvenes que han sido abandonados a su suerte y quienes no conocen otro mundo salvo el que rige la ley del más fuerte, la ley de la fuerza, del coraje, de la sangre.
Mark también se ha lanzado a la calle, pero practicando la delincuencia. Grace, por su parte, se refugia en la imaginación, en sus cuentos, la ventana hacia un universo de ilusiones y esperanza donde no existe la violencia, siendo ella el único atisbo de pureza que reside en su destrozado hogar; ambos protagonizan los dos puntos de inflexión de la trama. Ante el descontrol familiar, subyugado al alcohol, el odio y el maltrato (quedando esto patente en una secuencia tremendamente cruda e indigesta, y no así inolvidable, en la que Beth es víctima de la furia de Jake), Mark será recluido en un reformatorio; situación en principio triste pero provechosa para él, pues poco a poco conectará con sus raíces y la olvidada tradición maorí.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Hoy "Guerreros de Antaño" permanece como uno de los más impresionantes e importantes (en especial para la comunidad nativa maorí) debuts de la Historia del cine, obra de un director que jamás volvería a superarse tras su marcha a EE.UU., y que llegaría a manchar su reputación con mediocridades del calibre de "Next", la segunda entrega de "XXX" o la "bondiana" "Muere otro Día" (...además de con el vergonzosos escándalo que protagonizaría en 2.016).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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5
3 de mayo de 2018
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, sólo un poco más, porque por lo visto esta segunda parte de la "Ju-on" con la que Shimizu empezó la leyenda de Kayako podría haberse realizado junto con la anterior y haber quedado en un sólo film de 111 minutos.
...pero esa no fue la intención de Toei Video.

"Ju-on 2" básicamente continúa con los hechos que se quedaron a medio en la primera parte, cuando veíamos como Tatsuya, haciendo caso omiso de su hermana Kyoko, vendía la casa encantada de Nerima a otros pobres inquilinos desdichados, de los cuales no era difícil adivinar que iban a acabar convirtiéndose en víctimas de la maldición. Ahora seguimos a la susodicha Kyoko, que se empeñará en investigar los brutales asesinatos cometidos tiempo atrás por Takeo Saeki siendo afectada por el rencor de Kayako y Toshio, al igual que su sobrino Nobuyuki.
Asimismo, los nuevos inquilinos de la casa, Hiroshi Kitada y su esposa Yoshimi, también estarán malditos, siendo esta última poseída por Kayako. Mientras el alma de Kyoko va sucumbiendo a la maldición y su hermano Tatsuya intenta averiguar algo por su cuenta en el nuevo hogar de los Kitada, sin mucho éxito, a los compañeros del detective Yoshikawa les esperará un final no muy distinto del resto de personajes.

Proseguimos con la ya clásica tanda de seis historias; ahora Kayako, Kyoko, Tatsuya, Kamio, Nobuyuki y Saori serán los protagonistas. Sin embargo, hay bastante trampa en esta "secuela" de "Ju-on", ya que más de la primera media hora se corresponde exactamente a la última media hora del anterior film; es decir, vemos 30 minutos que ya vimos (...y yo todo el rato preguntándome por qué). Parece que les urgía sacar el primer vídeo a los señores de la Toei y Shimizu pues hizo lo que le mandaron; luego continuaría con la historia e iría rellenando algunos huecos.
El director extiende así los sucesos que atañen a Kyoko, su hermano Tatsuya y a esos pobres agentes de policía sin perder el talento que le caracteriza para poner los pelos de punta con una siniestra atmósfera basada en lo inquietante. De hecho, "Ju-on 2" consigue estremecer aún más que su predecesora, y bien lo demuestran secuencias como la de Tatsuya en el salón interrogando a Yoshimi, la de la frenética persecución a Nobuyuki por el pasillo de la escuela o cuando Taiji ve la cabeza de Toshio sobresaliendo en el suelo.

Aunque el director se inventa algo bastante fuera de lugar para el personaje de Kayako en esta ocasión. Lo primero es la posesión de Yoshimi, cosa inusual que no volveremos a ver, y lo de esa disparatada "multiplicación" del fantasma de la mujer por todo el colegio; se ve que Shimizu dijo "¡hagamos que la maldición no tenga límites!"...y se le acabó yendo de las manos, la verdad.
Yuko Daike está más correcta de lo que estaba en "Ju-on", o eso me parece a mí. Vuelven Yoshihiro "Denden" Ogata, Taro Suwa y el soseras de Makoto Ashikawa, y por si no fuera suficiente la presencia de éste y de Yurei Yanagi, tenemos al bueno de Dankan realizando un cameo (¡y ya están todos los colaboradores de Takeshi Kitano reunidos!); Taizu Mizumura ofrece, creo yo, la mejor actuación, y Takako Fuji sigue en su línea de ponernos los pelos como escarpias. Esta sería la última vez de Ryota Koyama interpretando a Toshio, aunque el pequeño no lo hace nada mal.

Yo recomiendo a los seguidores de la saga y del fantasma de Kayako que se vean las dos partes juntas, suprimiendo, a ser posible, la primera media hora de "Ju-on 2" (claro, ¿para qué verla?). El último segmento, el de Saori, es simplemente un guiño al espectador, para dejarle con la duda de si sucederá algo más.
En realidad, esa pequeña secuencia que ni llega al minuto donde se supone que unas colegialas han entrado en la casa quedaría desarrollada en la primera versión cinematográfica de "Ju-on"...pero para eso habría que esperar dos años.
Chris Jiménez
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7
13 de noviembre de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me digáis que no. ¿Sabéis lo que es un jefe? Yo sí, desde luego, y poca suerte he tenido, porque si trabajas en el negocio de la hostelería y los restaurantes de comida rápida te puedes encontrar con verdaderos capullos por encima de ti...aunque malos jefes hay en todas partes, desde luego.
Y poco me importa si digo que me habría encantado agarrar a aquel pedazo de hijo de su madre y meterle la cabeza en toda la freidora...aunque esas cosas, por desgracia, sólo las puedes pensar.

Y eso mismo es lo que piensan los tres protagonistas de esta irreverente comedia negra, Nick, Kurt y Dale, tres hombres que tienen que aguantar las sucesivas putadas a las que les someten sus respectivos superiores: Nick ha de lidiar en su empresa con un déspota retorcido que se dedica a tratar mal ha todos sus subordinados, Kurt tiene que ver cómo el drogadicto hijo de su recién fallecido jefe puede arruinar completamente el negocio familiar y Dale está siendo acosado sin compasión por la obscena y libertina de su jefa (parece un mal menor, pero también es problemático). Lo único que se les ocurre para mejorar su situación, ya que dejar el trabajo no es una opción, es cargarse a sus jefes. ¿Y cómo tres pobres botarates podrían ser capaces de hacer una cosa así?
Pues matando cada uno al jefe del otro...¡como en "Extraños en un Tren", demonios! (para que luego digan que no se aprende viendo películas). Michael Markowitz tuvo que tener una experiencia pésima con sus jefes cuando ideó la historia para el film, que vendió y llegó a manos de la productora de Brett Ratner, eminente director de exitazos como "Hora Punta" o "X-Men: La Decisión Final", quien tiempo después pensaba en dirigirlo pero estaba ocupado con "Un Golpe de Altura". Reescrito el guión se encargaría del proyecto Seth Gordon, creador de "Breaking In" y mayormente director de series de televisión.

Esta película es para los que les guste la comedia negra, y punto. Habrá personas que echen mano de Woody Allen o Billy Wilder para justificar que directores como ellos sí que hacían verdaderas comedias, pues a la mierda. Sí, claro, también me gustan sus películas, pero igualmente satisfactorio es el humor grueso, así que, ¿qué hay chistes que parecen ser racistas, homofóbicos o machistas? Poco importa si consiguen ser divertidos de verdad, y los que encontramos aquí lo son.
"Cómo Acabar con tu Jefe" coge del humor retorcido de pura vena "tarantiniana", de la comedia tonta con devenires escatológicos de Kevin Smith y de la más ácida heredada de los Coen de "Quemar Después de Leer", mezclándolo con la fórmula de las comedias para adolescentes tan típicamente americanas, y hasta tenemos un homenaje al cine negro, reconocido literalmente al nombrarse la obra del maestro Hitchcock. Las referencias cinéfilas son varias y si prestamos atención veremos cosas que han sido sacadas directamente de "Pulp Fiction", "Very Bad Things", "Resacón en Las Vegas", de donde se puede obtener el parecido más directo, además del prácticamente desconocido film "Cómo Eliminar a su Jefe", realizado por Colin Higgins en 1.980 y cuya trama está casi calcada en el que nos ocupa.

La película es una montaña rusa; el guión no para de bombardearnos con chistes la mar de ofensivos y brutos, metiéndonos en una trama bien construida, repleta de violencia, acción y giros hilarantes, estando filmada con un ritmo frenético y vibrante, así que esto es puro entretenimiento, señoras y señores. Otro punto clave son los personajes. Bueno, algunos de los estereotipos de nuestra sociedad, y el trío protagonista lo pone de manifiesto: el pobre amargado sin valentía, el ligón seguro de sí mismo y el tío escandalizado del tipo de los que se ven "El Diario de Noah" (una especie en alza en nuestros días, por desgracia).
Jason Bateman, Jason Sudeikis y Charlie Day demuestran brillantes actuaciones y una estupenda química en pantalla con la que no puedes parar de reír por las ocurrencias que, una detrás de otra, van soltando con toda naturalidad. A su alrededor se erige un equipo de veteranos que incluso en ocasiones se ponen por encima de los protas: Kevin Spacey, Jamie Foxx y Colin Farrell están inmensos, sobre todo este último como el subnormal de Bobby, y da gusto ver a Jennifer Aniston haciendo un papel que no sea una repetición del de Rachel Green (buf, como está aquí la tía esta...). Todos consiguen sacar de maravilla su lado más idiota y gamberro.

No aburre ni un momento y no da un respiro. Es una con otra, y así la breve hora y media de metraje. Bien demostrado tuvo su éxito al recaudar casi el séxtuple de lo que costó. La disfrutarán los que lo hicieron con el cine de Tarantino, los Coen, Smith o del más actual Martin McDonagh...si te gustan esas mariconadas de películas como al personaje de Day ponte a correr en otra dirección.
Por cierto, ese "¡Zorra...hija de puta...loca!" que éste grita a Aniston al final la verdad es que a uno lo deja bien a gusto, sí.
Chris Jiménez
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3
7 de noviembre de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aparece de un salto en pantalla, él, Vallo, el llamado "Pirata Rojo", y orgulloso nos impresiona con sus palabras, la obligación de que no pensemos y creamos lo que vemos, bueno, sólo la mitad de lo que vemos, dispuesto a conducirnos a la aventura de nuestras vidas.

A algunos les cuesta encajar una obra dentro de la filmografía de un director cuando se sale de los márgenes establecidos que él mismo ha adoptado, y si por algo destacó y destacará la carrera del mítico Robert Siodmak es por sus incursiones en el melodrama y el cine negro, de las más inolvidables de la Historia; pero la llegada de la década de los '50 y la poca atención que logra "Deported" parecen ser incentivos suficientes para desviarse hacia alguna ruta alternativa. Si ese era su objetivo no podría haber elegido, desde luego, una tan increíble y extraña como la presente.
El guionista de "Diez Valientes" y (la revitalizadora para los hermanos Marx) "Una Noche en Casablanca", Roland Kibbee, era un buen amigo y colaborador de la súperestrella Burt Lancaster, al igual que el productor Harold Hecht, quienes siempre intentaron repetir el enorme éxito de "El Halcón y la Flecha", aun con irregulares resultados, y la primera mencionada, donde todos ellos se dieron cita, es un buen ejemplo. Pero aún quedaba por ver "The Crimson Pirate", donde (no sé muy bien por qué ni deseo saberlo jamás) vino a inmiscuirse el natural de Dresden, en ese acto rebelde de dar la vuelta a su cine.

Es curioso que se concibiera la primera versión del guión de un modo mucho más violento, oscuro y con ciertas connotaciones políticas (de la mano de Lancaster), pero cualesquiera de esas intenciones se esfuman desde el primer momento en que le vemos realizando unas cabriolas en el aire al más puro estilo de Fairbanks o Flynn como carta de presentación de su personaje, un alegre y descarado bucanero, invitándonos al espectáculo. Y aún es más curioso que fuese el mismo Siodmak quien apostase por lo que parecía ser la vertiente más festiva y espectacular de un género muy prolífico en aquellos tiempos, el de capa y espada.
Sí, la introducción lo deja claro, pero nadie lo afirmaría con esos primeros minutos donde vemos en las aguas del Caribe a un navío británico acercándose a otro cuya tripulación a muerto de una epidemia; esto es lo único que debió quedar del guión original de Kibbee, estas secuencias tétricas que siguen exhalando el aroma del "noir" del cineasta, filmadas en la penumbra y fotografiadas con extrema belleza por Otto Heller. A poco que se puede se descubre la verdad, los muertos resucitan, la trampa a los ingleses ha sido un éxito, la aventura ha comenzado realmente...¿pero para bien o para mal?

La trama, impulsada por la captura de un influyente individuo enviado a eliminar una rebelión en una isla, con cargamento que traficar de por medio, daría para una buena intriga de bucaneros, oficiales, asesinos y motines; sin embargo, cuando el capitán y su segundo (Ojo, interpretado por Nick Cravat, viejo amigo íntimo y compañero de fatigas de Lancaster) parten solos a tierra, se adueñarán del film y su sentido de la lógica, que destruyen a base de interminables "gags" más cerca de Dean Martin y Jerry Lewis o los Marx, estableciendo que todo lo sucedido debe ser tomado como una parodia disparatada del género al que se está rindiendo tributo...
Y poco puede apelar al humor del espectador que pase de la pubertad e incluso de la infancia; "The Crimson Pirate" se pierde por los siete mares de la incoherencia queriendo ser más divertida de lo que se puede permitir, presentando estereotipos terriblemente desarrollados a lo largo de una historia que es un ir y venir continuo de los protagonistas, cuyos viajes siempre acaban en fracaso o grandes peleas, sin lograrse nada. La venta de armas se cruza con la historia de Consuelo (Eva Bartok, lo único hermoso aquí), y la de su padre, el rebelde que todos quieren asesinar, de ahí al obligatorio romance, rebajando el papel de ella a lo más plano e imbécil, y de golpe un motín y un aparente cambio de atmósfera, más dramática y oscura...

Pero la velocidad no ayuda a la cantidad de sucesos y secundarios que se presentan en esa primera mitad de metraje, todos con sus propias tramas a desvelar. En realidad es Bellows (un genial Torin Thatcher) quien debiera ser el protagonista desde el principio, con sus aires traidores, rastreros y miserables, como los de los piratas auténticos y no estas caricaturas descerebradas; con la chica pasando de manos cual baratija nunca sabemos en qué historia ni villano nos hemos de centrar, mientras Lancaster se va a vivir la suya, colaborando para derrocar a los repugnantes oficiales y rescatar (¡pues para eso está!) a la damisela en apuros.
Siodmak rueda una monumental hazaña de capa y espada, en Technicolor y abusando del presupuesto (lo que daría problemas a Warner), pero en lugar de tomar ejemplo de Haskin, Murphy, Curtiz o Walsh, culpables de revitalizar y sofisticar este cine que se creía olvidado (el último estrenaría unos meses después la imprescindible "El Pirata "Barbanegra" "), se sale por la tangente y deja a Lancaster y Cravat a su aire, apropiándose de la función, al igual que deja reinar el absurdo más infantiloide, y es clara su incapacidad para filmar comedia y aventura y mezclarlas como es debido...

Aun prolongándose el despliegue de medios y las dimensiones de la aventura, el sentido común de los personajes descarrila así como el ingenio del humor, que ya pasa al insoportable delirio; el colmo de los colmos es ver al protagonista en globo, luego manejando explosivos, e incluso travestido (¡!), todo sea para salvar a la chica.
Lancaster se lo pasa muy bien en su gusto ilimitado por la pendencia y la chulería, pero tanto a él como al director (y a todos los implicados si hiciese falta) habría que pasarlos por la quilla y echarlos a los tiburones. Así termina éste, de tan mala manera, su idilio norteamericano, para regresar a Europa...
Chris Jiménez
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9
24 de julio de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sonido de la osadía, la rebelión, la traición, la guerra, es el sonido del silencio.
Tan monumental en su tamaño como en su sofisticación, el submarino más imponente de tierras soviéticas zarpa hacia Norteamérica, el Mundo entero echa a temblar, pero sólo un hombre comprende sus intenciones y las de su capitán...

De esta manera no sólo se nos introducía en la primera de las muchas y suicidas misiones protagonizadas por el sagaz analista y asesor de seguridad nacional para la C.I.A. John P. Ryan (quien para mí siempre tuvo el físico de Michael Caine), sino en la primera de las muchas obras que pondrían a Thomas Clancy en las listas de los autores más reconocidos y prestigiosos de todos los tiempos. Resulta increíble que un tipo rechazado en el ejército por su mala vista y que pasaba horas trabajando en una agencia de seguros, propiedad de la familia de su esposa, pusiera de los nervios a un considerable número de militares y civiles con "The Hunt for Red October".
La razón fue su tremenda labor para documentarse, alimentado por su pasión por la historia naval y todo lo referente a tácticas militares, elementos técnicos y avances dentro del universo de defensa y del bélico; la época hizo el resto, pues su debut, que incluso pasó a ser elogiado por Reagan, llegó en un momento de incertidumbre con respecto a la Guerra Fría, un año después de que la tensión entre EE.UU. y la U.R.S.S. creciera hasta temerse un definitivo ataque nuclear, con la flota estadounidense aproximándose al Báltico y poniendo en alerta a Andropov y sus camaradas. Por fortuna esta "reaganiana" "Guerra de las Galaxias" de "tácticas psicológicas" se enfrió antes de que estallara del todo...

Un curioso clima de insatisfacción para proponer la hazaña del capitán de un submarino soviético en pos de la solicitud de asilo político en terreno enemigo huyendo de su país, relato que parece inviable llevar al cine pero que termina sucediendo tras un largo proceso de preproducción, donde se ha reunido un presupuesto millonario, un John McTiernan que gracias a "Jungla de Cristal" ha quedado entre los más eficaces directores de acción del momento y un sólido reparto con el hacía poco resucitado Sean Connery, de casi 60 años, a la cabeza, encarnando a ese Marko Ramius que a finales de 1.984 escapa en el Octubre Rojo, presentado en una introducción perfecta para el escocés, solemne y consciente de sus actos.
Es por tanto que pese a ser la primera aventura de Ryan y de demostrar madera de héroe aun siendo una rata de oficina de la C.I.A., nunca roba el protagonismo al anterior; Alec Baldwin aporta credibilidad y simpatía al analista de 34 años, a quien ya encontramos junto a Caroline y Olivia y a las órdenes de Greer, preparado para entrar en acción. McTiernan hace buen uso de los más de 30 millones de presupuesto y de la ayuda especial del ejército y la marina, lo que asegura un despliegue de medios colosal durante el desarrollo de esta historia con cierto sabor británico, cocinada a fuego lento y avanzando gracias a las interacciones/intervenciones de los personajes.

A fuego lento aun con los cambios oportunos ante la tarea de adaptar una novela que casi llega a las 400 páginas; Donald Stewart y Larry Ferguson tienen que condensar las muchas disertaciones del nativo de Maryland, con gusto por la profundización a base de monólogos interiores y la extensión en las operaciones para llegar a una conclusión. En lo primero se acierta de pleno, pues aquí no hay tales monólogos, sería una maniobra ridícula; las primeras páginas dejaban al descubierto el objetivo de abandono y deserción de Ramius...los guionistas, sin embargo, lo presentan como el aparente villano, cuando no lo es.
Pero su postura ante la tripulación que comanda y, cómo no, todos los del exterior, es la de un extremista chiflado que desea desencadenar una guerra, apropiado para el marco de mitad de los '80 en el que se ubica la acción, dando pie a aflorar con intensidad (no cuando se estrena el film, pues el muro de Berlín acababa de ser derribado y esto no representa ningún peligro) el tan antiquísimo pánico arraigado al poder de invasión comunista. Aun esbozando a un grupo de soviéticos, enemigos por definición de EE.UU., desde lo humanista e íntimo, ese pánico de las páginas se traslada al film.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Y la película rompe récords de taquilla y confirma la maestría absoluta de McTiernan para el "techno-thriller" de intriga de alto voltaje, sin por ello tener que atarse a los típicamente recargados efectismos de Hollywood; a cada paso que da la trama, sobrio e inteligente, más es nuestro deseo de sumergirnos a bordo del Octubre Rojo junto a sus protagonistas, y más cosas descubrimos en cada visionado.
Por otra parte, Baldwin demuestra ser un buen Ryan, y ello hizo despegar su carrera, pero Harrison Ford, que curiosamente había rechazado el papel en primera instancia, tomaría el relevo en sus futuras aventuras...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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