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España España · Madrid
Críticas de paki
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Críticas 203
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de enero de 2021
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha gustado mucho. A ver, había que hacerlo: una película de actores. Sacar de donde estuvieran, aunque en estos tiempos verdaderamente oscuros de frío y miedo, no me los imagino en muy buen lugar, a estos fantásticos interpretes. Eso ya es, de por sí, una gran historia. Que haya tanto talento y carisma, a veces en papeles muy secundarios donde brillan multiplicando por oro puro los minutos en que aparecen ¡Qué bestias! Se comen la pantalla, la vomitan y te encanta. Dan pavor, risa, pena, ternura, empatía y repulsión. Lo que ellos quieran. Esa es la historia y la trama. Las que cada uno de ellos siembra en el espectador. Explosivamente.
A lo peor, hay lugares comunes y prototipos, cosas que has visto otras veces, trampas-trampillas por donde se cae un poco de credibilidad, pero no importa. El conjunto es bueno. El ensamblaje de los que sostienen la obra es perfecto. Quizás es que tengo hambre de películas, de ficción, de teatro que esta me ha recordado con su escenario reducido, incluso claustrofóbico donde se huele el aliento y el sudor de los personajes. Bravo por todos ellos. Me han dado el frío que se intentaba desde el título y el tono, nunca blanco ni negro de las buenas historias, sino el gris de mil colores que un buen guión y los mejores trabajos hacen posible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
paki
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9
31 de agosto de 2013
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si tuvieras que describir un lugar dejado de la mano de Dios, podría ser Melo. Literalmente. Un villorrio uruguayo perdido al final de algún sitio perdido, en la frontera con Brasil. Un pueblo con sus afueras de barrio pobre, clavado en un espacio de miseria y detenido en un tiempo por donde nunca pasó el progreso para sus vecinos. Esos que aprovechan su entorno remoto y fronterizo para recorrerlo con sus pobres bicicletas llenas de contrabando.

Es una forma desesperada de ganarse la vida, a golpe de pedalada contra la pobreza, los aduaneros y la desesperanza.

Beto es uno de esos estraperlistas sin futuro. Uno más del pelotón, que todos los días trafica con sus chucherías para mantener a su familia, cruzando la frontera, siempre en el límite de la supervivencia y al filo de la miseria.

Todo eso parece inmutable hasta que un día llega, por esos caminos perdidos, una noticia de esperanza. Casi, casi, la mano de Dios, esa que nunca se ha posado en Melo. Viene en forma de su representante, el mismísimo Papa, con sus posibilidades de amor, caridad y, sobre todo, negocio, porque para los pobres la justicia divina viene a veces representada por un respiro en el curradísimo pan de cada día.

La visita del Papa podría ser el golpe de suerte que nunca se habían atrevido a soñar. Un día de milagro que podría salvar toda una vida de malvivir. Todos se preparan para el dinero que arreglará sus vidas y la de sus familias; la fortuna que correrá por sus calles en manos de los peregrinos a los que esperan, cada uno con sus bisnes y su inversión que no puede fallar: chorizos, tortas, hamburguesas, o un baño, como el de Beto, para los miles de personas que pondrán a Melo en el mapa y a ellos en la riqueza...

Ayayayayayayay! ¿qué le pasa a Dios con los pobres? A lo mejor es que son tantos: una famélica legión con la que es muy difícil repartir beneficios...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
paki
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8
18 de diciembre de 2010
5 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tienes que ser muy feliz para permitirte el lujo de que una historia te ponga tan triste. Para ver la mala estrella de una mujer tan cándida e inocente, cuyo único delito es tener la cabeza a pájaros, el corazón del tamaño de Coliseo y la moral a tope. Aunque siempre acabe con el alma en cabestrillo y las ilusiones a remojo en las frías aguas del Tíber. Y sin saber nadar, además.

Encuentro, decía, ensañamiento y alevosía con ella y con el espectador. Desde el minuto uno, en una primera escena brutal, se te encoje el corazón y ya no da tregua. Cabiria es una mujer que parece una niña o una adolescente llena de sueños, que sale todas las noches como si fuera a una fiesta de fin de curso en el instituto. A encontrar el amor de su vida. Lo que pasa es que no es la niña que parece. Es una prostituta que ejerce en los barrios más tristes de la ciudad, y todos los lugares que frecuenta parecen el arrabal del arrabal, y su barrio un vertedero y su casa, un "chabolo". Y todas las noches se sube al primer coche o camión que la invita a subir, pero donde no viaja nunca el amor de su vida. Y la gente con la que trata están como ella. O peor. Y, sin embargo, y desafiando esa regla constante de que todo lo que puede salir mal, saldrá mal, ella sigue manteniéndose a flote. La niña-mujer-puta es una loquita que sueña con un hombre bueno, cariñoso y trabajador que la convertirá en una mujer decente y un ama de casa, amante y madre. Y en esas "entremedias" sale todas las noches a estrellarse contra la realidad. La suerte, tal vez, tiene la cara del hombre famoso y rico que puede aparecer en cualquier momento, o la fe en el milagro que ella y, muchos como ella, esperan de alguna virgen buena, patrona de los imposibles y miserables, o, de la mano del hombre bueno que, una noche cualquiera, aparecerá para cambiarle la vida y el destino. Por fin.

No importa, sea lo que sea, ella seguirá soñando y esperando. Empapada, porque ha tenido que volver a zambullirse para recoger la última moneda que le quedaba del tesoro de ilusiones y proyectos. Le urge aprender a nadar, eso sí, porque cada vez le costará más subir a la superficie en un río cada vez más profundo. Eso es lo que me ha hecho sentir la película. Tristeza. Y abrumadora pena por Cabiria-Giulietta. Se me olvidó, incluso, que era una actriz porque su actuación es tan pavorosa, impresionante, triste, tierna, dulce y magnífica que te parece estar viviendo y sufriendo su realidad. La "neorrealidad". Uf! hay que saber soportarla. Y yo debo ser otra soñadora como Cabiria, pero sentí nostalgia de las películas de Lina Morgan, donde la mujer buena encuentra al amor de su vida que tiene la cara de Arturo Fernández como hombre rico y famoso que se enamora de una tontita con un bote de colillas. O conoce al mismísimo López Vázquez que es un empleado del Banesto o a un fontanero de Móstoles, bueno, cariñoso y trabajador que se la lleva a vivir a Cuenca... Los finales felices son otra realidad. Reconfortante a veces...
paki
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