Como siempre, Greenaway nos sorprende (grata o ingratamente, según los gustos; en mi caso, de modo espléndido) con un derroche de buena poesía, puesta en escena minimalista y, a la vez, complicadísima, interpretaciones magistrales, y algunas escenas sumamente escabrosas que denotan su sello personal.
Podrá gustar o no, aburrir o no, escandalizar o no, pero sin duda es un director y autor único que merece ser analizado por quien desee saber de cine y de arte en general.
Sublime salvajismo.

Obra maestra del maestro de la comedia. Dos actores protagonistas sencillamente geniales. Una nueva crítica social mordaz, que nos hace pensar muy mucho sobre la hipocresía del sistema judicial, del periodismo sensacionalista, de la política..., en fin, de la sociedad en general.
Sólo las personas íntegras se salvan, si bien los demás no les permiten desenvolverse justamente. Con un par de decorados, un desborde de muy buenos actores y unos diálogos geniales (como siempre en Wilder), resulta una película simplemente perfecta. Para Lemmon y Matthau: chapeau.

Respetable filme de la Hammer y del habitual director de estos trances,Terence Fisher, con buenas dosis de suspense y un guión aceptable que hará las delicias de los fanáticos del género de terror en su vertiente más clásica, pese a sus deficiencias inevitables.

Penosa a más no poder.
De nuevo un claro ejemplo de cómo desaprovechar un gran presupuesto (imagino) con el que se podrían haber hecho varias películas más humildes y de mayor calidad, por supuesto.
Esto de pretender españolizar filmes como Rambo deja mucho que desear. Se podría haber abordado la historia de otra forma, más acorde con la época histórica que se trata, y haberse olvidado de movimientos de cámara relampagueantes y zooms sin venir a cuento.
Una vez más se busca internacionalizar una película española con la inclusión de actores extranjeros que, normal y desgraciadamente, suelen dar mejor juego que los nacionales.
En fin, una historia estereotipada, copiando modelos americanos, y con protagonistas resultones pero con bajos niveles interpretativos, que deja un mal sabor de boca a quien se haya atrevido a pagar una entrada para verla o a quien (como fue mi caso) la visualice en casa hasta el final con una continua tentación de apagar el televisor.

El gran Kevin Bacon se defiende en este film algo ñoño. Demasiado dramón, demasiado rebuscado. Una bonita historia para quien guste de tragedias cancerígenas y niño en el reparto. Yo me quedo con la interpretación de los dos protagonistas adultos: buena, seria, respetable..., pero poco más. Deja un regusto de tristeza, aunque también un poco de esperanza.