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Críticas de Benjamín Reyes
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Críticas 117
Críticas ordenadas por utilidad
5
24 de noviembre de 2015
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la nómina de directores canadienses contemporáneos de mayor fuste de las últimas décadas, que integran David Cronenberg (“Videodrome”, 1982, Atom Egoyam (“Exótica”, 1994) y Denys Arcand (“Las invasiones bárbaras”, 2003), en los últimos años se les han incorporado Xavier Dolan (“Mommy”, 2014) y Denis Villeneuve.
El cineasta canadiense Denis Villeneuve sorprendió a propios y extraños con su epatante cortometraje “Next Floor” en 2010, un ejercicio de estilo que rememoraba al clásico de Luis Buñuel “El ángel exterminador” (1962). Sin embargo su verdadera eclosión internacional no se produjo hasta el estreno de su cuarto largometraje: “Incendies” (2011), un auténtico fogonazo audiovisual, repleto de imágenes muy potentes. Luego dirigió, “Prisioneros” (2013), que pasó sin pena ni gloria por la cartelera, e inopidamente, “Enemy” (2014), una curiosa versión de la novela de José Saramago, “El hombre duplicado”.
Ahora, presenta “Sicario”, que formó parte de la sección oficial del último Festival de Cannes, un filme correcto ambientado en el mundo del narcotráfico que carece de la potencia visual y la garra de “Incendies”, que se centra en diálogos carentes de interés y en pocas escenas de acción que no llegan a cuajar, de tal manera que llega a caer en el tedio, e incluso en la “narco-lepsia”. Afortunadamente, en el último tramo, la película remonta el vuelo y ofrece una jugosa secuencia en la que se adentran en un túnel, emulando la visión nocturna, mientras un sonido ensordecedor embarga al espectador. Si “Incendies” era un viaje hacia el origen del odio que postulaba por la redención espiritual, “Sicario” es todo lo contrario, aquí el odio se retroalimenta y termina por estallar en la cara del espectador.
En cuanto al reparto, destacan los nombres de Benicio del Toro y Josh Brolin, que se meten en la piel de personajes que conocen a la perfección, pero sin ofrecer lo mejor de su repertorio actoral. No siempre la conjunción de talento produce buenos resultados. Ahí está el caso del largometraje “Historias de Nueva York” (1989), que reunió a Woody Allen, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola, tres de los mejores cineastas de la historia del cine, y sin embargó, arrojó como resultado una cinta ramplona.
“Sicario” supone una pequeña decepción, por eso los espectadores que quieran ver un proyecto audiovisual relacionado con el mundo de los narcos de alto copete tienen una cita ineludible con la primera temporada de la serie “Narcos”, de Netflix, que arroja uno de las interpretaciones más convincentes de los últimos tiempos en la figura del intérprete brasileño Wagner Moura, que encarna a un impecable Pablo Escobar, que en una sencilla y elocuente frase resumió la esencia del mundo de los narcos: “plata o plomo”.
Benjamín Reyes
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2
11 de octubre de 2014
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A principios de los 90, Santiago Segura dirigió y protagonizó el cortometraje “Evilio”, en la que encarnaba a un pordiosero psicópata que caía simpático porque se dedicaba a matar pijos, en el que ya se podían rastrear algunos rasgos “torrentianos” como el uso de cameos de sus amiguetes (David Trueba y Jorge Sanz se sumaban a un grupo de neonazis que zurraba a patadas al que era el embrión de Torrente). En 1998 estrenó la primera parte de “Torrente”, en la que Segura supo captar la esencia de una parte de la sociedad española y pergeñó un personaje que sublimaba características de personas reales que cualquiera se puede encontrar cualquier día en la calle de cualquier ciudad española. Hasta aquí no hay nada que objetar. El problema estriba en que Segura ha rodado tres cortometrajes, dos evilios y “Perturbado” (1994), y cinco largometrajes, cinco torrentes. Y Santiago Segura tiene suficiente talento para emprender otro proyecto y dejar de seguir explotando la gallina de los huevos de oro. La primera parte de la saga era un chiste divertido, pero a base de repetirlo hasta la saciedad ya no tiene ni puñetera gracia.
La quinta entrega es una especie de cruce bastardo entre “Atraco a las tres” (1962) y “Ocean´s Eleven” (2001), en la que incluso cuenta con una estrella de Hollywood: Alec Baldwin. A la cuchipanda de frikis se suman Fernando Esteso (ya había aparecido fugazmente en la cuarta), los cómicos Julián López, Carlos Areces, Barragán y Florentino Fernández, las televisivas Angy Fernández y Anna Simon, las actrices Neus Asensi y Chus Lampreave, los cutre-personajes Cañita Brava y Leonardo Dantés, así como el extorero Jesulín de Ubrique, en su debut cinematográfico (que se ríe de sí mismo: “Yo por los toros mato”). Esta especie de pandilla basura prepara el golpe merendando Cola-Cao y magdalenas. Sin comentarios.

El filme comienza poniendo en entredicho los referentes “torrentianos”: la escultura del Fary mancillada o el estadio del Atlético de Madrid derruido en una secuencia que parodia el final de “El planeta de los simios” (1962), en la que Segura sustituye a Charlton Heston y el Vicente Calderón a la estatua de la Libertad. En realidad “Torrente 5” no es una película sino una sucesión de gags, que por repetidos carecen de gracia. Por supuesto no podía faltar el chiste totémico de “nos hacemos unas pajillas” (esta vez con variante “jadeinómana”). Segura repite la fórmula de la cuarta entrega: humor escatológico y explosiones, aunque esta vez hay poca carnaza, que casi se limita al personaje de Neus Asensi, que repite su rol de casquivana “sex-symbol” de la primera.
Lo que diferencia a esta secuela de las otras es su “discurso” político. Segura retrata a una España de circo y pandereta. Una España miserable en la que los españoles son “neoesclavos” de un sistema injusto y corrupto, en la que edad mínima de jubilación se prolonga a los 72 años, que ha salido de la Unión Europea y ha vuelto a la peseta. Por supuesto no faltan los chistes sexistas, racistas y homófobos inherentes a la sociedad española más rancia. Torrente se internacionaliza, no solo con la presencia de un Alec Baldwin, que alterna inglés y un español macarrónico, sino con la llegada de la “troupe” “torrentiana” a un país sudamericano sin especificar.
Marca de la casa son los cameos. Entre el desfile de rostros conocidos nos encontramos con Pablo Motos, El Hombre de Negro, la Campanario, Falete (el más divertido), Gran Wyoming, Imanol Arias, Buenafuente, el ubicuo Mario Vaquerizo, Ricardo Darín, Andrés Pajares (auto parodiándose) y hasta Chiquito de la Calzada.
Lo único que se salva de esta falla cinematográfica es una pequeña animación que antecede un homenaje al desaparecido Tony Leblanc. Aunque solo sonreí en dos ocasiones, al público de la sala del pase dominguero al que asistí parecían hacerle gracia la mayoría de los consabidos chistes. Está claro que tiene un público fiel que demanda este tipo de humor soez y vulgar. Por cierto, si quieren ver una buena y elegante comedia sobre el robo a un banco, tienen un visionado pendiente con el cásico “El quinteto de la muerte” (1955). Las risas ahí sí están garantizadas.
Benjamín Reyes
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1
18 de noviembre de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero los antecedentes. En 1880 el general Lew Wallace escribió la novela “Ben-Hur”. Apenas una década después se estrenó una adaptación teatral. Fue en 1907 cuando se rodó para el cine un cortometraje de quince minutos en plena época del cine mudo. En 1925 se filmó el primer largometraje, con Ramón Navarro, una de las estrellas del momento. Tendría que llegar 1959 para que William Wyler (que había participado en la versión de 1925) dirigiera esa obra maestra que se hizo acreedora de once eunucos dorados y que contiene una de las mejores escenas de la historia del cine: la mítica carrera de cuadrigas, dirigida por Andrew Morton con la inestimable ayuda de Yakima Canutt, e, incluso de un joven Sergio Leone.
Nada bueno se presagiaba cuando se anunció una nueva versión de este clásico para el 2016. La elección de Timur Bekmambetov, artífice de las olvidables “Abraham Lincoln: cazador de vampiros” y “Se busca”, terminó por confirmar los peores temores. Solo reseñar que para las escenas de acción Bekmambetov encontró inspiración visual en YouTube. Una grabación de seguridad de un accidente de una guagua que tuvo lugar en la vida real en Corea del Sur ayudó al equipo técnico a crear una colisión convincente entre el barco griego y la galera romana. Asimismo, las grabaciones de la NASCAR ayudaron a Bekmambetov a marcar el ritmo, la rapidez y la intensidad de la carrera de cuadrigas. Ahí queda eso.
El resultado de esta nueva versión cinematográfica no puede ser más chapucero, sobre todo, teniendo en cuenta que emplea los mismos ingredientes que su predecesora de la década de los 50. Los aspectos emotivos de la película, la contraposición de venganza y perdón, quedan reducidos a añicos. A unos diálogos insustanciales se unen unas interpretaciones olvidables (no se salva de la quema ni Morgan Freeman). La banda sonora de Marco Beltrami cumple el expediente, pero no alcanza las cotas de excelencia de la partitura de Miklós Rósza. Y a los 94 minutos comienza la carrera de cuadrigas, que aunque no llega a la altura de la que protagonizaron Charlton Heston y Stephen Boyd, es lo único que merece la pena ser visto de este mediocre filme.
Con este innecesario remake se pone de relieve una de las grandes falacias de la sociedad contemporánea, que determina que lo nuevo es mejor que lo anterior solo por la novedad. No es una cuestión de nostalgia sino de valía cinematográfica. En este caso en concreto, la cosecha gran reserva de 1959 es infinitamente mejor que la del vino joven de 2016. Con su permiso, me voy a ver por enésima vez la versión de “Ben-Hur” de 1959.
Benjamín Reyes
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4
18 de noviembre de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom Cruise saltó a la fama con la comedia adolescente “Risky Businnes” (1983) y se convirtió en un icono de los 80 con “Top Gun” (1986). Desde entonces sus películas han recaudado en la taquilla mundial 7.858 millones de euros, siendo su título más exitoso “Misión Imposible: Protocolo Fantasma” (2011), con 625,9 millones recaudados. Sin embargo, con “Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás” ha pinchado en la taquilla con solo 20,5 millones recaudados en Estados Unidos.
Tom Cruise representa el vestigio de una era en la que las estrellas de cine dominaban la taquilla. Con 54 años sigue compitiendo con fulgurantes y hercúleos actores y sigue protagonizando cintas de acción a raudales. El espectador sabe que esperar de una de sus películas. Otra cosa es su calidad. Atrás quedaron tres nominaciones a los Óscar: “Nacido el 4 de julio” (1989), “Jerry Maguire” (1997) y “Magnolia” (1999, su mejor papel encarnando a un gurú sexual), y el intento baldío de demostrar sus dotes interpretativas en “Eyes Wide Shut” (1999), poniéndose a las órdenes de Stanley Kubrick.
En “Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás” vuelve a encarnar a un héroe de acción, que representa una vuelta de tuerca moderna al personaje del forastero misterioso. El paradigma de la historia americana es el Oeste, donde un jinete misterioso entra en escena, resuelve el problema y se aleja cabalgando hacia la puesta de sol. Y eso es en el fondo lo que es Jack Reacher.
Como afirma uno de los guionistas, Marshall Herskovitz. “A todos nos gustaría ser el personaje que planta cara a los malos, y Reacher es ese individuo que se convierte en fuerza retributiva de la justicia. Va por libre y no le tolera tonterías a nadie”. Y ahí reside el secreto de por qué la gente, al margen de la presencia del sempiterno Tom Cruise, va al cine a ver una historia que ha visto hasta el hartazgo.
Esta segunda película de la saga Jack Reacher plasma en imágenes la decimoctava novela del autor Lee Child de su serie de éxito homónima, que ha vendido 100 millones de ejemplares en todo el mundo. Si usted es de esos que solo quiere ver una película para “pasar el rato”, repantíguese en la butaca y disfrute del espectáculo. Si no le gusta no pasa nada, Cruise ya prepara la segunda parte de “Top Gun” y la sexta de “Misión imposible”. Tenemos Tom Cruise para rato.
Benjamín Reyes
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5
20 de mayo de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El caso del realizador catalán Jaume Collet-Serra es cuando menos sintomático. A los 18 años emigró a Los Ángeles a probar suerte en la meca del cine. Tras foguearse en videoclips y anuncios publicitarios consigue que el productor Joel Silver (“Arma letal”, 1987; “Matrix”, 1999) se fije en él. Ha dirigido seis largometrajes de ficción, cinco en el seno de Hollywood. Dos de sus primeros trabajos (“La casa de cera”, 2005 y “La huérfana”, 2009) eran cintas de terror dirigidos a un público adolescente, “¡Goool 2! Viviendo el sueño” (2007) era una ¿película? británica centrada en el equipo de balompié Real Madrid, en cuyo disparatado reparto se podían ver desde Iker Casillas a Rutger Hauer (“Blade Runner”, 1982) pasando por Carmelo Gómez.
Sus tres últimos trabajos se engloban dentro del cine de acción. Todos encabezados por Liam Neeson: “Sin identidad” (2011), “Non-Stop (sin escalas) (2014) y la que nos atañe “Una noche para sobrevivir” (2015). Todas están cortadas por el mismo patrón. Son filmes de uso y consumo ya que Collet-Serra le da al público lo que quiere ver: trepidantes películas de acción que solo pretenden entretener.
En las propuestas fílmicas de Collet-Serra prima la forma sobre el contenido por eso el argumento de “Una noche para sobrevivir” (el original “Run All Night” es más literal) es de lo más sencillo. Se centra en la historia de una venganza, un mafioso quiere vindicar la muerte de su hijo, trufada con un conflicto paternofilial en el que el padre busca redimirse. Por lo que “Una noche para sobrevivir” es un mero entretenimiento visual que cumple su cometido con satisfacción, superando el tedio que supuso su anterior “Sin identidad”. A lo largo del metraje veremos una solvente persecución de coches por las noctámbulas calles neoyorquinas, peleas, tiroteos y varias huidas a pie.
Collet Serra se recrea en estéticas panorámicas del “sky line” de Nueva York, en planos cenitales (destaca el que abre la película, en el que el moribundo protagonista nos revela sus últimos pensamientos) y en vertiginosos travelín. Todo para enmascarar una trama tan trillada que queda suplida con las correctas interpretaciones de Liam Neeson y Ed Harris -a las que se suma la anecdótica presencia de Nick Nolte-, aunque alejadas de las más recomendables “Caminando entre las tumbas” (2014), en el caso de Neeson, y “Una historia de violencia” (2005), en el caso de Harris. “Una noche para sobrevivir” carece de la solidez de “thrillers” recientes como el citado “Caminando entre las tumbas” (2014) o “Cruce de caminos” (2012), y se sitúa en las antípodas del cine de mafiosos que encarna “Donnie Brasco” (1997), pero consigue que el espectador que haya pagado una entrada y busque una mera evasión salga satisfecho del cine. Es más de lo que se puede decir de la mayoría de las películas que se estrenan anualmente en salas comerciales en España.
Benjamín Reyes
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