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Críticas de Quatermain80
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Críticas 406
Críticas ordenadas por utilidad
7
24 de junio de 2011
42 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
En anteriores ocasiones ya he manifestado mi aprecio por la obra cinematográfica de Joseph Losey, realizador al que principalmente conocía por sus grandes filmes europeos como "El Sirviente" o "The Go-Between". Sólo recientemente he tenido la oportunidad de conocer algunas de sus primeras películas, realizadas en EE UU antes de su marcha, motivada por su inclusión en la lista negra. Ésta es una de ellas, y francamente resulta una película notable que, encuadrada dentro del género negro, contiene sin embargo una ácida crítica a la moral y a las ambiciones frustradas que encierra -desde esta perspectiva- el sueño americano.

Tal argumento se debe sobre todo a la labor del guionista, Dalton Trumbo, que hizo uso de su amigo Butler como "tapadera", expresando en el filme ideas acerca de la sociedad americana que ya había apuntado en el guión de la excelente "Gun Crazy" y que reafirmará en el de la posterior "He Ran all the Way". Así, los protagonistas comparten la circunstancia de haber visto frustrados sus sueños de juventud, quedando "encerradas" sus vidas en la insatisfacción, ya sea por un matrimonio infeliz o por un trabajo aborrecido. El personaje de Van Heflin, Web, encarna toda la ambición y frustración del individualista que creyéndose destinado al triunfo ha visto sus esperanzas truncadas; cuando trabe conocimiento con la también frustrada Susan (de quien admira lo que tiene, no lo que es) verá por fin la posibilidad de construir un nuevo camino al éxito, camino en el que la moral debe ser apartada a un lado, cueste lo que cueste.

Aunque en algunos momentos las situaciones resulten un tanto forzadas, sirven en todo caso para transmitir la idea fuerza antes referida, que presenta a individuos obsesionados con lo que ellos entienden que debe ser el éxito o el reconocimiento social en la sociedad estadounidense; la persecución de ese sueño lo justifica todo, desde el engaño al crimen, pues es el empeño personal, la decisión de no detenerse ante nada, la que asegura su consecución (como bien apunta Web en un diálogo ya casi al final, en el que se justifica poniendo el ejemplo de los abogados y otros profesionales, cuya falta de moral comparte). Precisamente la carga subversiva del filme estriba en que Web no es ningún psicópata -discrepo aquí amablemente de mi predecesor- sino una versión corrompida del emprendedor americano.

Eficazmente rodada, con una acertada elección de exteriores en el tramo final (excelente la ambientación en la desolada ciudad de Calico) y unas interpretaciones notables de la pareja protagonista, la película parece advertirnos que quien merodea en torno al sueño americano, suele acabar despertando en la peor de las pesadillas.
Quatermain80
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7
5 de mayo de 2017
59 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos años tuve ocasión de leer el libro en el que se basa esta película, por lo que estaba ya avisado de qué podía esperar. Visto el filme, cabe aclarar que a diferencia del libro, construido como una investigación que es una aventura de por sí, opta por narrar las expediciones y vicisitudes del explorador Percy Fawcett sin hacer ninguna referencia al presente.

La película trata no solo de narrar una historia de aventuras y exploración, que también, sino de penetrar en las motivaciones y circunstancias que llevan a un hombre a emprender una tarea semejante y a hacer de ella su máximo objetivo vital. Hay, por tanto, una reflexión en torno a la audacia, que aparece aquí encuadrada en las coordenadas ideológicas del imperio británico, basadas tanto en el interés económico como en el científico. Pero además se intenta mostrar qué claves personales impulsan al héroe, y también éstas son hijas de su tiempo, empezando por el sentido del honor y continuando por una idea del destino que roza lo obsesivo.

Así pues, una aventura que empieza siendo más terrenal y prosaica, va adquiriendo con el paso del tiempo matices nuevos y significados menos evidentes. Tal vez el más importante, por simbolizar excelentemente la esencia de la aventura, gire en torno a la idea de búsqueda. Así, la ciudad perdida de Z, obsesión de Fawcett, es importante no sólo como meta; lo fundamental en ella es que, real o imaginada, apenas intuida o soñada, debe ser buscada.

La realización, haciendo gala de un elegante clasicismo, penetra en la selva con todas las consecuencias; intenta mostrarla tal como es, con su dureza extrema, pero también con sus recompensas, todas ellas relacionadas con lo que un espacio para la aventura puede proporcionar (los hallazgos, la belleza natural, el encuentro con los otros...). Las distintas expediciones que se muestran siguen esa progresión paulatina desde lo real y prosaico hasta lo onírico, especialmente en el último viaje, en el que este rasgo es quizá más evidente. Por momentos el espectador se reencuentra con imágenes y sensaciones ya vistas o sugeridas en películas como Aguirre, la cólera de Dios, Fitzcarraldo (ambas de Herzog) o Apocalypse Now, de Coppola.

Por lo demás, la ambientación, puesta en escena, interpretaciones y guión (por este orden), presentan un elevado nivel de calidad, y tanto la fotografía como el sonido me parecen excepcionales, por lo bien que captan o sugieren la esencia de cada entorno y situación, ya tengan lugar en la selva, en una mansión señorial o en "la tierra de nadie" de los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial.

Concluyendo, es una película que nos da la oportunidad de revivir el placer de esos grandes clásicos de la aventura sin por ello renunciar a otras lecturas y posibilidades. No obstante debo aclarar que, en lo que a mi concierne, lo fundamental es esa idea de la búsqueda, no importa si cierta o no; porque es la búsqueda de lo insólito lo que hace imprescindible que ahora y siempre, volvamos a hablar de aquellos aventureros...
Quatermain80
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7
20 de marzo de 2011
41 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su tiempo (un ahora lejano 1953) uno de los mayores éxitos de público y crítica del cine español, y hoy prácticamente olvidada y desconocida, "Hay un camino a la derecha", de Rovira Beleta, ejemplifica la desmemoria existente en nuestro país acerca de toda una corriente de cine social y negro que tuvo su momento de esplendor entre 1950 y mediados de los 60. De hecho, y aparte de títulos como "Brigada Criminal" de Iquino, la extraordinaria "Los Peces Rojos" de Nieves Conde, o la no menos buena "A tiro limpio" de Pérez-Dolz (quien oficia de ayudante de dirección en el presente filme), no he visto más películas correspondientes a este género y época, si bien en ello tiene algo que ver mi edad.

La película describe la caída en desgracia de un marinero, Miguel, que sin trabajo y con una mujer y un hijo que alimentar, irá deslizándose paulatinamente hacia el desánimo, la amargura, y finalmente el delito. Así, el género del filme es una mezcla entre cierto documentalismo social de corte neorrealista y la temática negra o criminal (en cierto modo, algo similar a lo que se apuntaba en "Surcos", de Nieves Conde), lográndose un acertado retrato de ambientes y personajes populares de la Barcelona de la época. Las localizaciones tienen así una importancia mayúscula, reduciéndose al puerto y los barrios del Raval y Somorrostro, todos ellos magníficamente captados por una cámara frecuentemente elevada, que filma desde los balcones amplias panorámicas de las callejuelas bulliciosas (en el Raval), o documenta el ajetreo del puerto y la miseria de las chabolas (en Somorrostro). También debe destacarse el hábil empleo que hace Rovira Beleta de la escalera interior de la casa que habitan los protagonistas, presentada así como lugar de encuentro entre todos los personajes y realidades del barrio. De este modo, bajo el envoltorio de un drama criminal, asoma un eficaz análisis de ciertas zonas y colectivos de Barcelona, que lejos de presentarse bajo el estigma del delito, aparecen retratados con naturalidad y cierto rigor documental.

Con una estructura clásica, en la que un breve prólogo acompañado de una voz en off da paso a un larguísimo flashback (prácticamente todo el metraje), el filme avanza eficazmente, ganando en oscuridad al tiempo que crece la desesperación de su protagonista, bien interpretado por Francisco Rabal, que acaba enredándose en las andanzas delictivas propias de toda ciudad portuaria, como son el robo de mercancías o el contrabando. Las mujeres tienen un peso importante en la película, pese a su subordinación característica, pues encarnan casi todos los valores positivos (la entrega, el amor, la abnegación), y literalmente, salvan al protagonista.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quatermain80
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7
21 de marzo de 2011
42 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la primera mitad de la década de los setenta, Alan J. Pakula vivió su mejor momento creativo, gracias al cual hoy aún se le recuerda, dado que ya no filma películas y que las últimas que realizó no pasarán a la historia. Sin embargo, la trilogía que componen "Klute", esta "The Parallax View", y "Todos los hombres del presidente", es de una calidad incuestionable, y de una coherencia argumental destacable, pues todas tratan, de una forma u otra, de investigaciones dirigidas contra el poder oculto, que mueve los hilos desde las sombras.

En este sentido, el presente filme se enmarca dentro del género del thriller político y conspiranoico puesto en boga desde la década previa, y que en EE UU tendría a John Frankenheimer como máximo referente, con títulos clave como "Siete días de mayo" o "The Manchurian Candidate", inspiración directa de esta película, especialmente en la larga y magnífica penúltima secuencia.

Pese a sus ambiciones, mostradas ya desde el magnífico arranque, con ese espectacular asesinato rodado en la Aguja del Espacio de Seattle, el filme se resiente de algunas decisiones narrativas poco convenientes, que lastran innecesariamente el resultado global. Así, al héroe, un ubicuo periodista interpretado por Warren Beatty, le suceden todo tipo de desgracias, aventuras y peripecias que no añaden sino cierta confusión y alguna que otra incoherencia argumental. Lo cierto es que todos estos fragmentos están bien rodados, pero queda la sensación de que no eran necesarios para desarrollar el argumento principal, y que tienen como objetivo convertir al protagonista en un héroe, enfoque totalmente contrario al que empleará Pakula en su siguiente película.

Afortunadamente, el filme compensa esos fallos con las virtudes formales, que nos revelan la maestría del realizador; no sólo por la concepción de algunas secuencias como las anteriormente referidas, sino sobre todo por su dominio de la sugerencia, por su capacidad de transmitir inquietud y sospecha a través de la iluminación (excelente fotografía, de corte expresionista) y los encuadres, logrando crear un clima de tensión creciente en el espectador. Los personajes se mueven con frecuencia por grandes espacios en los que sus solitarios desplazamientos son captados con calma, sin apresuramientos, dejando que el transcurso de los segundos aumente la inquietud y la sensación de espera. Algo similar ocurre en la secuencia del último magnicidio, cadenciosa, elegante, maravillosamente montada, alternando picados y travellings.

Por último mencionar que pese a la construcción un tanto tópica del héroe protagonista, la conclusión de la película escapará de tales convenciones, dando así un buen cierre a la historia, en el que un único plano resume, no sin cierta ironía, la postura del realizador acerca del tema abordado.
Quatermain80
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8
1 de marzo de 2011
41 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algún usuario ha comentado que éste es un Western extraño, diferente, y otros lo emparentan, acertadamente, con el thriller. Estoy de acuerdo con las dos observaciones precedentes, y es que si tuviésemos que buscar un argumento, y sobre todo un tratamiento de las emociones y el suspense similar al que aquí se da, deberíamos fijarnos más en el cine negro o el thriller, concretamente en la célebre "Cape Fear" de Lee Thompson, también protagonizada por Gregory Peck.

En efecto, las situaciones -salvando las distancias- son similares; también aquí un hombre se encarga de proteger a una mujer blanca y a su hijo mestizo de una amenaza terrible e inexorable, en este caso un indio apodado "Salvaje", a la postre secuestrador de la mujer y padre del niño. El segundo tramo del filme, ambientado en un rancho rodeado de impresionantes y al tiempo amenazantes montañas, recuerda poderosamente a la parte final de la película ya mencionada, en la que los protagonistas se refugiaban, sitiados, en un barco, a expensas del enemigo mortal. Aquí ocurre lo mismo, pero incluso con mayor acierto, pues el director decide, en un golpe de genio, que al indio no lo vamos a conocer nunca, viéndolo apenas al final. De ese modo se potencia el miedo y la incertidumbre, pues los mayores terrores son, más que los que se ven, los que se presienten; la espera de todos los personajes, la convicción de que una venganza incontenible e inhumana (el indio, en su búsqueda, asesina a todos cuantos encuentra en su camino) se aproxima, es uno de los mayores aciertos argumentales del filme.

Todos estos aspectos son potenciados por una apabullante narración visual en la que los gestos y los rostros dicen mucho más que un escueto guión; así, los diálogos son casi siempre breves, y acompañan más que introducen las imágenes. Véase como ejemplo el plano en el que Peck decide hacerse cargo de la mujer y el hijo, en la estación, cuando los observa solitarios y desvalidos, aguardando a un tren con destino incierto; o como, ya en el rancho, tras la muerte de su amigo, también mestizo, la mujer advierte lo ocurrido en su aspecto cansado y en el rifle de más que porta. Asimismo, cuando el niño recibe la baraja de naipes, también sin que medie una palabra, la emoción que transmite el plano es máxima. La importancia del paisaje es fundamental, sobre todo en el segundo tramo, cuando las montañas que rodean el rancho parecen cernirse sobre él, del mismo modo en que lo hará el implacable indio "Salvaje".

En conclusión, una película estupenda, distinta y maravillosamente filmada, que debe ser firmemente reivindicada como uno de los mejores logros de su realizador, Robert Mulligan, a quien los aficionados siempre estaremos agradecidos por esa maravilla titulada "Matar a un Ruiseñor".
Quatermain80
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