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México México · Ciudad de México
Críticas de Iván Rincón Espríu
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Críticas 122
Críticas ordenadas por utilidad
7
24 de diciembre de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En España, 'El reportero' y, en Hispanoamérica, 'El pasajero'.

Extraño thriller dramático o drama de suspenso internacional, de origen italiano, pero hablado en inglés, coescrito y dirigido en 1975 por Michelangelo Antonioni.

Jack Nicholson es un desencantado periodista que investiga los movimientos armados en Arabia, hasta que un día, de regreso a la miseria del hotel en el desierto, encuentra muerto a su vecino, un hombre de negocios con el que había hecho algo de amistad sin conocer su giro. Entonces intercambia las fotos de sus pasaportes y, luego de un paso por la casa del muerto en Londres, asiste a las citas de su agenda; la primera de ellas tiene lugar en Yugoslavia, donde unos desconocidos le pagan mucho dinero por los papeles que tomó de un casillero en el aeropuerto, manuales de armas para un movimiento clandestino en algún país de Africa. La siguiente cita sucede en Barcelona, donde coincide con una muchacha que había llamado su atención en Londres…

María Schneider es una estudiante de arquitectura en vacaciones turísticas, inteligente, sensible y temeraria, que parece carecer de una vida propia cuando se aventura sin dudarlo a ser compañera incondicional del reportero venido a traficante de armas, cuya esposa también es periodista y lo investiga.

El personaje de Schneider es similar al de 'Último tango en París', pero sin desnudos y con la diferencia de que la cinta de Bertolucci es nihilista, mientras que la de Antonioni es misántropa y, en términos sicológicos, explora la despersonalización con la pérdida de identidad.

La trama es interesante, pero su narración es lenta, monótona y, a ratos, aburrida: largas secuencias en silencio.

Los actores se desenvuelven con naturalidad, como interpretándose a ellos mismos.

Hacia el final, parábola que resume la misantropía de la historia, los personajes y sus autores.

(En Barcelona vemos, "colgado de un barranco", el pueblo blanco de Serrat).

El final es un plano secuencia magistral.
Iván Rincón Espríu
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9
22 de diciembre de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más originales que he visto en años, así como la mayor y más grata sorpresa de 2013.

Spike Jonze escribe, produce y dirige este drama romántico de ciencia ficción que narra la relación sentimental entre un hombre y un sistema operativo. Ingeniosamente dialogado, el romance tiene lugar en Los Ángeles y plantea una improbable humanización de la informática en un futuro cercano. 

Se trata de un viaje profundamente reflexivo, intimista y cálido acerca de nuestra interacción con el entorno citadino y la mediación de las computadoras, los teléfonos celulares y demás, hasta el punto en que un medio termina por ser el fin. Lo que hay en el fondo no es más que soledad. Tan solos estamos todos que nos inventamos interlocutores a nuestra semejanza o altura. La imagen de la gente hablando aparentemente sola en la vía pública es un paradigma de la modernidad.

Joaquin Phoenix confirma su calidad de garantía como garantía de calidad.

Scarlett Johansson es la voz imperfecta del sistema operativo entre sensible y sensitivo, intuitivo y perceptivo, que toma forma y contenido en la medida que avanza la relación, con inteligencia, sorprendente franqueza y sensualidad, mientras lee libros, compone canciones, dialoga con filósofos de sabiduría clonada por otros sistemas operativos, asume roles de novia y secretaria con audaces iniciativas, tiene un ágil sentido del humor y añora con frustración habitar un cuerpo de mujer.

La omnipresente Amy Adams y una cautivante Rooney Mara en papeles secundarios, una es amiga del solitario escritor de cartas para desconocidos y otra es la joven esposa de quien está divorciándose con dificultad y hasta dolor nostálgico. Por su parte, Olivia Wilde interpreta un rápido escarceo que no pasa de un beso en el encuentro real.

No es la primera vez que Phoenix encarna un personaje para el que le sobran años y, cuando intenta ser dulce y tierno, es más bien amanerado-afeminado, pero no tanto como para echar a perder este plausible trabajo. Inclusive poniéndonos quisquillosos, esa debilidad es lo único reprochable.

En armonía con el guión, su puesta en escena de melancólica, poética y compleja sencillez recurre transitoriamente a una estética de videoclip.
Iván Rincón Espríu
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7
15 de marzo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tono y la atmósfera de 'Silencio' (EUA, 2016), de Martin Scorsese, transmite una sensación similar a la que nos produce la primera parte de 'Adiós a mi concubina' (China, 1993), de Chen Kaige: cuando el mundo es gris, la melancolía de su espectador es meditativa y dulce. Luego suceden grandes analogías entre esta cinta, la más espiritual de Scorsese hasta hoy, y 'El fugitivo', de John Ford y Emilio Fernández, como si trasladara una misma situación con los mismos personajes desde la guerra cristera en México hasta la persecución de los cristianos por los japoneses en el siglo XVII. No es verdad que la fe mueva montañas, pero su vocación martirológica le permite sobrevivir en la clandestinidad por un tiempo. En 'Silencio', adaptación de la novela homónima de Shūsaku Endō, no existen las catarsis climáticas de 'Adiós a mi concubina' ni paralelismos argumentales, pero su tono contemplativo de ritmo pausado confiere a la trama una beatitud comparable con la adaptación hipócrita de la novela 'El poder y la gloria', de Graham Greene, por Ford y «El Indio» Fernández, además de las similitudes en otros aspectos, que hacen del clásico un referente ineludible (en ambas novelas y sus respectivas adaptaciones al cine hay un Judas local, por ejemplo).

Una diferencia sustancial entre 'El fugitivo' y 'Silencio' es el remordimiento de los persecutores mexicanos, algo que ni por asomo es convincente, mientras que los verdugos japoneses parecen más bien orgullosos de la sofisticada técnica y su eficacia cuando se trata de torturas físicas y sicológicas, y confrontan a los mártires con sádica tranquilidad. Los mexicanos pretenden el exterminio de los misioneros (cuya extranjería causa culpa y llanto), mientras que los japoneses refinan su persecución para doblegar el espíritu de los perseguidos y obligarlos a renegar en público de sus creencias, inclusive a colaborar en la detección de infiltraciones católicas a un país oficialmente adorador de Buda y en donde el poder totalitario considera cualquier religión extranjera como una amenaza potencial a su estabilidad política y militar (al final, son igual de fanáticos, incongruentes y contradictorios unos y otros). En el caso de México, los dilemas éticos atormentan a los persecutores; en el caso de Japón, atormentan a los perseguidos.

'Silencio' completa una trilogía religiosa que, iniciada con 'La última tentación de Cristo' en 1988, pasa por Kundun en 1997 como escala budista entre dos exploraciones en el cristianismo, pasos de una misma búsqueda espiritual, y personalmente me recuerda el célebre apotegma de Gustavo García: "El cine es Dios, y Martin Scorsese, su profeta". Si la primera entrega fue tan provocadora y hasta subversiva como para resultar proscrita por El Vaticano, la tercera se permite suficiente ambivalencia y ambigüedad como para interpretar su desenlace con cinismo y pesimismo, a saber, como la confirmación de la derrota de la fe, pero si el martirologio estoico es derrotado puede salvarlo y redimirlo el autoengaño, esencia de toda religión.

Con una fotografía majestuosa y sutilmente poética del mexicano Rodrigo Prieto, así como un diseño de producción modesto pero impecable y unos diálogos incisivos, me atrevo a vaticinar que la cinta de Scorsese, una de las mejores del año, al menos en Estados Unidos, tardará unos lustros y hasta décadas en ser valorada con la justicia que merece. Por lo pronto, su relato lánguido (que no alcanza la grandeza magistral de 'Adiós a mi concubina') y su ambigüedad discursiva, sobre todo por el mensaje final, operan en contra. Desde luego es muy superior a su referente clásico, 'El fugitivo', aunque otro precedente referencial es 'La misión' (Reino Unido, 1986), de Roland Joffé, que tiene grandes méritos, pero se queda corto.

En su trilogía religiosa-espiritual, Scorsese tiene un cambio radical de registro y personalidad: es más profundo. Cuando se adentra en el mundo subterráneo de la mafia se despoja de cualquier solemnidad y se divierte de modo relativamente frívolo y superficial que resulta más accesible y comercial, facilitando su digestión a las masas que suelen preferir la acción violenta de balazos y explosiones, la saturación de rock, las actrices con más atributos físicos que talento y la presencia infalible de su actor fetiche en turno o más de uno.

Con el antecedente actoral de la desgarradora 'Nunca me abandones' (Reino Unido, EUA, 2010), de Mark Romanek, entre otros, Andrew Garfield realiza en 2016 sus dos primeros papeles relevantes, que tienen rasgos en común: la negativa del personaje a participar en la violencia, inmerso hasta el tuétano en ella. Por último, llama la atención que Liam Neeson interviene en películas de Scorsese nomás unos minutos (remember el principio de 'Pandillas de Nueva York').
Iván Rincón Espríu
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9
24 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama infantil que adapta el clásico literario de homónimo título escrito a principios del siglo pasado por Frances Hodgson Burnett. Producción inglesa de realizadores polacos y gringos bajo la dirección de Agnieszka Holland.

Hermosa película. Si no fuera por la intención anímica o sentimental del final, yo le daría un diez de calificación. Afortunadamente, un epílogo poético-filosófico acompaña la voz en off de la protagonista ("el mundo es un jardín") con una majestuosa vista aérea y una canción de lánguida belleza que resume la estética digamos clasicista de la puesta en escena.

Todo es excelente, desde la compleja sencillez en equilibrio de un guión adaptado por Caroline Thompson (guionista de Tim Burton) hasta la edición y el montaje de una banda sonora compuesta por Zbigniew Preisner (musicalizador de Kieślowski); su fotografía preciosista en exteriores, melancólica en interiores; su ambientación colonial en la India durante los primeros minutos, gótica en Inglaterra, con aire antiguo de misterio que parece contener un cuento de fantasmas; sus actuaciones infantiles, entrañables y perfectas…

Kate Maberly a los diez años de edad es cautivadora, entre otras cosas, por su proyección de fuerza inusual, su mirada inteligente y sensitiva, su angelical sonrisa…

(Cabe suponer que la novela explica por qué unos niños ingleses invocan a los espíritus con un canto amerindio).

Les debo la sinopsis.
Iván Rincón Espríu
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4
21 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thriller y ciencia ficción que inventa una droga capaz de potenciar al máximo las posibilidades del cerebro, incluidos sus impulsos motores a todo el cuerpo. Un escritor decadente (para variar) experimenta con dicho estimulante, obviamente clandestino, y tan poderoso resulta que, una vez logrados los primeros éxitos, abandona su oficio de pacotilla intelectual para triunfar en los negocios y terminar como político. La actividad especulativa en el mundo de las finanzas requiere de más talento que la creación literaria, según esto. Cabe suponer entonces que Alan Gylnn, autor de la novela The Dark Fields en la que se basa esta película, quisiera una mayor capacidad cognitiva para ser más bien corredor de bolsa y estar en condiciones de financiar después una campaña electoral que le permita llegar al Senado.

Películas como 'El dinero nunca duerme' comienzan con una falsa crítica y terminan haciendo un homenaje auténtico al capitalismo, en particular al capital financiero y su capital Wall Street. Si algo aporta 'Sin límites' en este sentido es una justificación sicotrópica, vía ciencia ficción, a la privilegiada memoria del protagonista en 'Quisiera ser millonario'. Por lo demás, lo que media en este caso es ideología, más que género cinematográfico.

Los efectos especiales son mareantes.

Bradley Cooper como el personaje principal es bastante aceptable. Abbie Cornish en un papel secundario, también. Y Robert De Niro no hace más que repetir sus tics.
Iván Rincón Espríu
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