Lástima que mis ojos estén contaminados de Spielberg, Lucas, SciFi, Wachowski y demás, y no pueda ver más allá de los cordeles negros que sujetan las máquinas y que no fueron capaces de eliminar de pantalla.
Seguro que fue un alarde de efectos especiales en su época, y en cierta parte, envidio esa primera sensación de sorpresa que debieron sentir los espectadores que acudieron al cine, pero a día de hoy poco me puede sorprender en este sector... y menos una película del año 53.
Por lo tanto, obviando sus maravillosos hilos sujeta naves ganadores de Oscar, debía centrar mi atención en sus otros logros: quizás su forma narrativa, la intriga que ésta crearía, sus personajes multidimensionales, unas interpretaciones de infarto, etc.
Pero no. La narración va a la zaga de las novedosas explosiones, y ni la fugaz relación de personajes funciona, ni la curiosidad por saber cómo podrían derrotar a los marcianos intriga. Una vez más vemos como el personaje masculino principal es mucho más inteligente que el resto, y por supuesto que es capaz de ocultar con mucha más sabiduría las emociones de pánico que las mujeres no pueden obviar. Lo que nos lleva a que los actores poco pueden hacer, puesto que uno tiene que resultar preponderante y la otra tiene que gritar en todo momento de forma escandalosa. Todo girando alrededor de un guión que nos quiere enumerar hasta el DNI de los extraterrestres.

Lo mejor: seguramente haberla disfrutado en su época. Y el derrumbamiento de la casa.
Lo peor: las obligatorias connotaciones religiosas y el machismo imperante.

¿Quién no se enamoraría de Zooey Deschanel?
Partiendo de esa premisa tan elocuente y sana la película no para de conseguir enteros, por una sofocante cantidad de originalidades y frescura que sorprende fácilmente creyendo que lo has visto todo en el género.
Cierto es que su estructura es sencilla, que no escapa de la tipología de las comedias románticas, pero sus objetivos son muy diferentes, y la forma de plasmarlos también. De hecho, tienen muy claro que quieren contar la historia de estos dos jóvenes, y de ahí que comience el film diciéndonos el final. Quieren escaparse de que tengamos la curiosidad por saber como acabará, si nos la jugarán con el final, si serán tramposos... Marc Webb y el equipo desean que nos centremos en los días que estos han pasado juntos, y que sepamos por qué ha acabado/empezado de esa forma. Y lo consiguen.
Lo mejor: la inmensa pareja protagonista. La cantidad fructífera de detalles hipergraciosos que plagan el metraje de principio a fin. Las referencias musicales. Y por supuesto el guiño a "El graduado" y sobre todo a Ingmar Bergman.
Lo peor: no sabría qué decir.

¿Dónde está el Kieslowski de "Tres colores: azul"? Aquí no. Aquí casi nada tiene sentido, y todo esta cogido con alfileres. De hecho esta película no debería formar parte de la trilogía pues aquí el "blanco" no da el juego que el "azul" daba en la primera parte.
La historia es bastante plana y el final peca de tonto, nada de lo que pasa se me hace interesante, de hecho he visto la película en dos sesiones, porque el ritmo también es escaso.
Lo mejor: algunos cortes de la banda sonora.
Lo peor: sobre todo que aquí el "blanco" no es otro de los protagonistas, y la presencia de Julie Delpy es bastante pobre.

Una historia mil veces usada, aquí con una gran baza: Coppola. No obstante, no consigue trasladar el lirismo (que creía que haría flotar el film) a una trama que intenta sobrevivir por lo poético de la puesta en escena. Pero esta película no se sotiene sólo por eso, porque una vez te has acostumbrado a las nubes reflejadas en cristales, al inquietante humo, al blanco y negro, a los peces de colores, a la pausada voz de Rourke o a los planos imposibles, este rumble fish se queda desangelado, sin poder para emocionar. Y lo que es peor, se olvida rápido.
Lo mejor: sin ninguna duda: Michey Rourke.
Lo peor: Matt Dillon, Diane Lane, Nicolas Cage... y que Mickey Rourke haya acabado así (espero ansioso "The Wrestler").

"Låt den rätte komma in" es una inquietante historia de amor. Hecha de forma clasista, con un ritmo lento, pero consistente. Y que entra en las entrañas, nunca mejor dicho, de dos personajes con gancho.
El thriller y el romance conviven de una forma muy equilibrada, de una forma condenada y desesperadamente equilibrada, habiendo veces en las cuales te preguntes qué pretendía Tomas Alfredson, si acojonarnos o emocionarnos; ¿quizás las dos a la vez? Puede.
¿Y lo ha conseguido?
La mezcla de las dos es inferior al poder de cada una de ellas por separado.
Ole para mi explicación.
Lo mejor: la fotografía y la naturalidad con la que la historia está contada. Y que esa naturalidad subsista sin la utilización de efectivismo oportuno.
Lo peor: que uno se puede quedar frio ante la propuesta.