Entre las muchas posesiones diabólicas con las que nos ha obsequiado el cine, la de El ente, junto a la de Posesión infernal, han sido las más frívolas.
Nada de poseer un cuerpo para que escupa latín o arameo... mejor disfrutarlo sexualmente.
Al menos eso debe pensar el súcubo de este largometraje. Acosa sin miramientos (menudo eufemismo) a una indefensa madre soltera... bastante sensual, dicho sea de paso.

A la sombra de grandes éxitos de taquilla, El ente no arrastró los mismos aplausos de la crítica. Una verdadera injusticia porque, aunque no iba sobrada de alardes, su listón mantenía el nivel de la época... un nivel muy superior al actual, más basado en la mercadotecnia comercial.

Tensa y estremecedora, sin grandes pausas para tomar aire, El ente acaba agobiando con su in-crescendo operativo. El espectador cuenta los minutos entre una agresión y otra, ansioso de conocer más, en un vano intento de comprender las causas.

Como única pega, se me hace difícil empatizar con tanta intimidad ultrajada. Y no será porque la fenomenal Barbara Hersey no realice su papel de forma ejemplar.

Muy meritoria.

Propuesta artesanal de Ang Lee que invita a la reflexión a través de los sentidos. Un abanico de contrastes que conviven en armonía hasta que se desencadena la tragedia.

Se me hace difícil clasificar su explosión visual. A ratos subyugante, a ratos tediosa, a ratos majestuosa, a ratos sorprendente... árdua misión reducirlo a un adjetivo, pues ningún adjetivo define tanta complejidad.

No creo que oculte un único mensaje, pero parecen poco dudosas sus intenciones adoctrinadoras.

Mosaico de imágenes que cautivan y emocionan, la película no garantiza beneficios para la salud... pero ayuda a profundizar en el desafío diario que supone la vida.
Recomendable verla al menos una vez... aunque sus múltiples lecturas obligan a bastante más.

Reconozco que no soy muy amante del género comedio-romántico-dulzón. Por norma general acostumbro a divorciarme de estos títulos pasados los primeros treinta minutos... siendo generoso.

Pero esta comedia francesa me pareció resultona y deliciosa. Probablemente gracias a una pareja protagonista que cuesta un mundo fusionar.
Una Diane Kruger que es la mujer que todos los hombres desearíamos llevar a nuestro lado en un avión (y en un bar, en una delegación de hacienda, en una convención de estomatólogos... o dentro de una olla de caníbales) y un Dany Boon molesto, puntilloso y antiestético, pero tan tierno y entrañable como Bob Esponja.

El argumento no es para tirar cohetes, pero se presta a extraordinarias secuencias a ritmo de gag. Sin ir más lejos, el infartante cambio de vestidos es digno de cualquier trending-topic.

Y si somos aficionados a leer entre líneas, reconoceremos la advertencia que dirige a todos aquellos que intentan comenzar la aventura de la seducción. No parece sencillo exprimir una media naranja sin que la otra media se quede sin zumo.

Infumable y bochornosa.
De hecho, si no hubieran aparecido las curvas de la protagonista (madre mía ¿de qué raíces se alimenta esta chica?) seguramente mi nota habría bajado de floja a esperpéntica.
Esto es lo que se recoge cuando se siembran semillas tan patéticas.

Menuda falta de respeto dedicarse a enganchar escenas copiadas de distintas fuentes y unirlas con chicle para pegárselas a la gente.
Me temo que hay cineastas que consideran el género de terror un subproducto en el cual cabe todo tipo de bazofia... y que quienes disfrutamos del miedo somos unos paranoicos que no merecemos demasiada atención....
Hitchcock, haz el favor de dejar de dormir y líate a dar collejas a mano abierta.

Este extraño cuestionamiento del libre albedrío podría dar para mucho más... pero no parece un mal inicio. Eso sí, conviene dejar volar la imaginación, a menudo enjaulada.
Quizá falte acidez, pero no hay duda que engancha su dulzura romántica.
La sensual Emily Blunt, perfectamente acoplada a su personaje, acompaña a un Matt Damon que no pierde los papeles... que no es poco, tratándose de un registro siempre agitado entre la desesperación y la sorpresa.

Si eres una persona muy realista más vale que no pierdas el tiempo visionando esta irónica fantasía.
Pero si aún disfrutas de adulto de la magia de las películas de Disney, encuentra hueco en tu agenda y déjate llevar por esta sutil propuesta de humanos descubriendo sus propias limitaciones como seres aparentemente libres.