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España España · Albacete
Críticas de Juan Pablo
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Críticas 333
Críticas ordenadas por utilidad
7
28 de septiembre de 2021
37 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si en su anterior trabajo ‘El reverendo’ (2017), el guionista y director Paul Schrader penetraba cuan cuchillo en mantequilla para rebuscar en las partes más insondables del alma humana, sirviéndose de asuntos espinosos y de candente actualidad, su última película, ‘The Card Counter’, atesora idénticas virtudes. El sentimiento de culpa, la urgencia por el desquite, la vendetta y el peso de actos pasados se exhiben a través de una puesta en escena áspera e hipnótica, con la que el director recupera la crudeza en la exposición de antaño. También su brillantez.

Oscar Isaac se mete en la piel de un ex presidiario. Ha pasado ocho largos años a la sombra en una cárcel militar. Se dedica profesionalmente al póquer, intentando pasar inadvertido, alejado de los grandes circuitos, allí dónde el dinero mana a borbotones. Un recogimiento acorde a un carácter moldeado por vivencias terribles, de las que dejan cicatrices que no suturan. Su zona de relativo confort queda zarandeado cuando un joven (Tye Sheridan) requiere de su concurso para vengarse de un coronel del ejército americano.

‘The Card Counter’ toma el póquer como metáfora de poder, con riesgos, ganancias y penalizaciones, en las que sólo hay vencedores y derrotados. Todo o nada, sin clase media. Los protagonistas se mueven en ese ambiente de perdedores, ignorantes de unas cartas marcadas, con la suerte corriendo siempre en contra. Schrader narra con dureza, en un manejo magnético y acertadamente perturbador de las elipsis, secundadas por una banda sonora deliberadamente machacona.

La tortura y sus métodos reciclados; los abusos de la potencia ocupante; el trato a prisioneros; los títeres y los que mueven los hilos; víctimas y victimarios, conforman un armazón argumentativo que sigo con interés. El trasfondo de la historia ha ocupado portadas de rotativos, horas de televisión y tertulia. Schrader pone rostro humano a los daños colaterales que provoca, y te zarandea de la butaca.

Notable película de poso ético. También incómoda.

Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para http://rockandfilms.es
Juan Pablo
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7
23 de abril de 2021
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Benedict Cumberbatch, actor de aspecto inequívocamente británico, ha logrado a lo largo de su carrera que no se le identifique con el típico galán clásico, coqueteando sin complejos con looks más transgresores. Siendo a día de hoy una de esas estrellas a seguir, en ‘El espía inglés’ ejecuta su mejor trabajo para el cine desde que fuera nominado al Oscar por ‘Descifrando Enigma’, dónde imprimía lustre al enorme talento de Alan Turing.

Aparte queda su papel para la televisión dando vida al detective más famoso de todos los tiempos, revitalizando al mítico personaje creado por Arthur Conan Doyle. Aquí encarna al ingeniero Greville Wynne. Un hombre de negocios que fue reclutado por los servicios secretos británicos para que hiciera de mensajero. Su contacto en la Unión soviética era el agente Oleg Penkovsky (Merab Ninidze), quién jugara un papel destacado durante la crisis de los misiles en Cuba, filtrando información clave a los norteamericanos.

Dominic Cooke, director de la cinta, despoja a su protagonista del compromiso ideológico que ha sido consustancial a los grandes espías de la historia: Kim Philby, Eli Cohen, Richard Sorge, Garbo. Quizá esa circunstancia hiciera que el MI6 y la CIA pusieran sus ojos en él, aprovechando sus viajes de trabajo a países del bloque comunista. ‘El espía inglés’ acierta alejándose de la grandilocuencia épica propia de empresas similares. El héroe desempeña un rol mundano, con una pizca de ignorancia por las consecuencias hacia su vida del camino que acaba de emprender. Lo toma casi como un negocio de los muchos que trae entre manos.

Por ello, la relación con su esposa y la empatía que desarrolla hacia su interlocutor ruso acentúan la impresión de estar frente a un aficionado. Un hombre tranquilo a quién diferentes avatares lo ubican en terrenos pantanosos. Tocando melodías conocidas, la película no desentona, configurándose como un robusto drama sobre la guerra fría. Sí que hecho en falta la guinda coronando el pastel. Como esa magnífica secuencia en ‘El puente de los espías’, dónde el personaje de Tom Hanks despedía desde la distancia a su defendido, nada más producirse el canje por otro prisionero. Instantes que generan un clima sin igual.

Spielberg sólo hay uno.

Escrito por Juan Pablo Martínez corchano para https://rockandfilms.es
Juan Pablo
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8
14 de abril de 2021
35 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la larga lista de ignominias que el cine ha retratado acerca del régimen soviético, la mirada del experimentado director Andrei Konchalovsky de la llamada ''masacre de Novocherkask'' se añade como obra importante, grande. 'Queridos camaradas' aborda el asesinato de numerosos trabajadores a manos de la policía y agentes del KGB tras ponerse estos en huelga. Protestan por la subida de los precios de alimentos básicos, al tiempo que sus salarios andan a la baja.

En el edén de la clase obrera no hay lugar para el ejercicio de derecho tan fundamental, si eso contradice las directrices del partido. La ruina moral de un sistema implacable, con sus engaños revestidos de colosal propaganda caen cuan castillo de naipes ante los ojos de una dirigente del comité de dirección local (Yuliya Vysotskaya). Es una militante convencida. En público y en privado defiende con vehemencia las bondades del sistema en el que cree.

La protesta ante la carestía de la vida se lleva por delante a muchos jóvenes. Entre ellos se encuentra la hija de la protagonista. Su desaparición, no saber si está con vida o ha caído víctima de la represión hará que emprenda una búsqueda contrarreloj. Rodada en blanco y negro, tal y como hiciera con 'Paraíso', la puesta en escena que dibuja Konchalovsky, a partir de tonalidades deliberadamente uniformes, realzan esa sensación de confusión y miedo que rodea a los personajes. 'Queridos camaradas' pone a Yuliya Vysotskaya frente a tesituras de calado.

La barbarie y sinrazón que presencia le provocan sentimientos encontrados: responsabilizar a las víctimas; añorar épocas pasadas; culpar a unos y no a otros, como si alguien en aquel entramado (salvo la gente de a pie) fuera inocente. Es el peso del adoctrinamiento, de no haber vivido otra cosa. Cantando canciones patrióticas en un coche mientras se bebe a morro una botella de vodka o abrazándose en la azotea a lo que más se quiere, son formas de exhibir el temor a la indigencia doctrinaria, el vértigo a un orden mental que se viene abajo. Y nos sitúa a todos frente al espejo. ¿Qué haríamos en su lugar?. ¿Cómo sería nuestro proceder?.

Tremendo.

Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para https://rockandfilms.es
Juan Pablo
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6
28 de diciembre de 2019
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Ferdinand Von Sirach escribió ‘El caso Collini’ (2014), agitó no pocas conciencias en su país natal, Alemania. Muchos de sus conciudadanos se sintieron interpelados. Puso la lupa en fisuras y grietas abiertas en esa ensoñación de postguerra, amasada a base de olvido y tirar hacia delante. Un bálsamo dirigido hacia una realidad demasiado cruda, triste, inclemente, que cuando da la cara muestra un horror de difícil digestión.

Marco Kreuzpaintner dirige la adaptación cinematográfica del best-seller. Construye un thriller judicial aseado, que se ve con fluidez, aunque no renuncia a esas trampas narrativas convencionales para insuflar carga dramática a la historia.

Un abogado de oficio (Elyas M’Barek) recién salido de la facultad, en su primer juicio debe lidiar con un hombre de avanzada edad que asesina a sangre fría, en un céntrico hotel berlinés, a un conocido empresario. El acusado se niega a hablar. Impertérrito ante los acontecimientos, sólo la ambición de su advenedizo letrado juega a su favor.

En ‘El caso Collini’ sobrevuela el conflicto de intereses de este abogado, que antaño mantuvo una cercana relación con la familia del fallecido. Kreuzpaintner la muestra a partir de flashbaks que incrementan el carácter melodramático de la historia. Y va echando leña al principal subtexto de la película.

Presencio un ajuste de cuentas largo tiempo larvado. Enquistado a partir de un entramado estatal que en gran medida persistió intacto tras la derrota nazi en la guerra. Con pronunciada propensión a la supervivencia, su continuidad y permanencia en el tiempo deja no pocos atropellos.

Tanto la película como la novela transmiten idéntica sensación de redención. Tras el aristocrático apellido del autor (Von Sirach), podría esconderse un mariscal de campo prusiano, sin embargo, su nombre quedará irremediablemente unido al papel de su abuelo (Baldur con Schirach) como un adlátere nazi de los primeros tiempos. Un capitoste nacionalsocialista, que fuera jefe de las juventudes hitlerianas.

‘El caso Collini’ prueba una vez más, que el tránsito de un régimen tiránico a otro regido por el imperio de la ley se lleva a muchos por delante. Y el significado del término justicia adquiere una indeterminación inquietante.
Juan Pablo
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5
1 de septiembre de 2019
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hilo conductor de ‘Skin’, película dirigida por el israelí Guy Nattiv, aborda lugares comunes dentro del subgénero. Desde la caracterización del protagonista, exhibiendo los rasgos identificativos del movimiento neonazi, pasando por sus actitudes racistas, que encuentran en una acentuada violencia su razón distintiva, para desembocar en el arrepentimiento brindado por la redención. Todo suena a dejá vu.

Irremediablemente viene a la memoria el recuerdo de ‘American History X’, con la que ‘Skin’ comparte estructura. El choque anímico que provocaba Edward Norton, con lograda fisonomía al servicio del horror y el espanto, no encuentra rival en la actuación de Jamie Bell. Su disfrute viene por otro lado.

Nattiv acierta a la hora de identificar dos elementos sustantivos de la ideología ultra. El concepto de manada. De grupo unido por ideas simples pero de gran eficacia, que esconden la necesidad de pertenencia. Una orfandad identitaria que, llevada a último término, es suplida por la radicalidad.

La manipulación de la que son objeto estas peligrosas, a la vez que frágiles personalidades, encuentra símil en el personaje al que da vida Bell. Perteneciente a una familia desestructurada, de niño fue acogido por un matrimonio. Esos que mueven los hilos tras los kamikazes de primera línea.

La chispa que enciende su conversión, radica en el trato humano. El que le proporciona una mujer, no precisamente agraciada en lo físico y madre soltera de tres criaturas. Con ella comienza a replantearse su lugar. Llegada la hora del clímax, ‘Skin’ pierde fuelle. El proceso, no exento de miserias, por el que atraviesa quién desea abandonar la secta, es mostrado con más pena que gloria.

Amenazas, tiroteos, presiones de todo tipo y sinsabores varios, confluyen en una parte final en la que el guión da muestras de agotamiento. Como si la historia se le hiciera larga en exceso. Me sugiere más el aspecto humano de la narración, que la propia culminación de la trama. En cualquier caso, ‘Skin‘, basada en hechos reales, acentúa y refuerza la impresión de que las cicatrices corporales suturan mejor que las interiores.
Juan Pablo
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