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España España · Madrid
Críticas de Fendor
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Críticas 123
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
15 de julio de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de Las mil y una noches: Vol.2, El desconsolado es más complicado que hacerlo de Las mil y una noches: Vol.1, El inquieto, principalmente porque esta continuación es tan continua y tiene tanta continuidad que, de hecho, sigue siendo la misma película, ofrece un grado similar de desconcierto, de surrealismo, de humor y de crítica social, pero, a la vez, ofrece nuevas perspectivas que hacen posible otra película, una un poco más difícil, más crítica tal vez, y que se aleja tanto de la realidad que esta, la propia realidad que nos rodea y (a algunos) aplasta o beneficia, se hace a nuestros nuevos ojos menos creíble que la ficción, por delirante.

— Anécdota III:

La condición humana. Quien haya leído la reseña de la primera parte de la monumental obra de Miguel Gomes, puede que recuerde una anécdota sobre un señor crítico que, algo indignado, no comprendía qué relación había entre Las mil y una noches y la situación de Portugal de un tiempo a esta parte (generada por unas políticas económicas y sociales hechas con el pene, recordemos). Pues bien, este señor no se presentó al pase de la segunda parte, lo que me dejó bastante desolado, por más que le busqué. Esto te hace pensar: la gente hace cosas malas, y buenas también, pero uno sólo presta atención a lo que le interesa, y en base a eso reacciona a cada circunstancia. Así, por ejemplo, un tipo como Mario Conde puede salir de la cárcel, después de haber robado, y sacar un libro, colaborar como tertuliano estrella en programas de Intereconomía, siendo aplaudido por sus intervenciones. Es de suponer que algo ha hecho bien para llegar a ese punto, y por eso mismo se ha podido permitir robar otra vez y seguir sonriendo. Qué sé yo… si al menos fuera un hombre pobre el que robase.

— Anécdota IV:

La perfidia. Siempre me sorprendo cuando veo que, de vez en cuando, hay gente profesional, que se dedica a esto del cine, incluso de forma remunerada, y se marcha a mitad del pase oficial de una película. Es como una especie de traición a su trabajo, o algo parecido. No se pueden juzgar todas las actuaciones, porque cada uno tendrá una razón diferente para marcharse de una sala de cine cuando aún queda un buen rato para terminar una parte de su trabajo, pero la realidad es que eso pasó varias veces cuando aún quedaban unos 30 minutos de El desolado, por lo menos. Pensando sobre eso, tal vez los que lo hicieron pensaban que no se iban a perder nada, que al seguir una misma estructura, la segunda Las mil y un noches se podía juzgar igual que la primera, y tal vez no se equivoquen, como ya he dicho en la introducción, pero también cabe pensar que cada nueva historia ofrece algo nuevo al espectador, y así lo hace, no es una sucesión esquemática de lo mismo, sino que el esquema, sin variar, añade nuevos contenidos a cada pasaje, los cuales siempre dan la impresión de estar a punto de agotar, tan al borde del ridículo (de tan absurdo) como de la genialidad (de tan sensato), pero cuando nos llega ese sentimiento, un nuevo giro ocurre, una nueva observación se da, una nueva imagen agita o silencia, y Gomes hace que te vuelvas a reconciliar con lo que parecía perdido pocos momentos antes.

A falta de ver más, de nuevo, y teniendo en cuenta lo que otras personas presentes comentaban al principio del pase («cómo ha bajado el número de críticos del primer pase al segundo… somos unos auténticos supervivientes»), cabe desear que la tercera parte no sufra un desgaste ante el buen y constante nivel de las dos primeras partes. Después de todo, los críticos no tienen la culpa de no disfrutar de todo el cine que ven. De hecho, nadie es culpable de nada, todo acto —consciente o no— se alimenta de otro anterior o superior, y las diferentes irresponsabilidades, ilegalidades, medidas y acciones, realizadas a lo largo de los años, se van olvidando en una nube de humo que se escapa por una ventana antes cerrada (intoxicando a los que estaban dentro) y ahora abierta. Pero entonces, ¿a quiénes se debería culpar por todo lo sucedido? ¿A todos los que sufren las consecuencias?
Fendor
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7
15 de julio de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las mil y una noches: Vol.1, El inquieto es la primera parte de un tríptico dirigido por el portugués Miguel Gomes que aspira a ser una obra sola y, tal vez, indisoluble, cuyo discurso se señala prácticamente desde el principio, pero cuyos derroteros hoy, habiendo visto sólo el volumen 1, un servidor desconoce, aunque por el momento prometen bastante.

A Gomes le gustan las anécdotas y a mí también, entendidas estas como historias cortas y curiosas, y le gusta entrelazarlas, desarrollarlas, recrearlas y exponerlas al espectador, y a mí también.

— Anécdota I:

Hoy, al salir del pase de la película, un señor crítico salía indignado del mismo y le indicaba a su compañero de paseo su descontento e incomprensión sobre lo visto: no entiendo a qué viene lo de Las mil y una noches mezcladas con la situación de Portugal, decía, mientras a su lado asentían y le daban la razón. No seré yo quien le explique a alguien que, seguramente, sabe más que yo de todo en la vida, que la obra original de Las mil y una noches no tenía más razón de ser que la de recopilar en un solo libro una gran parte de los cuentos tradicionales de una región concreta, todas ellas unidas por el mismo núcleo: la narración de Scheherezade. Tomando esto como referencia (anda que no tenemos cuentos aquí ahora), y supongo que con la idea de dejar constancia de todo lo que ha estado ocurriendo en estos últimos años, e incluso con la misma intención de seguir añadiendo ese toque fantástico que no por ello restará veracidad al resto, ahora las historias se dan en otro lugar, siguiendo una estructura similar tras una premisa más documental y una larga introducción entre astilleros y equipos de rodaje que parece intentar decirnos que, si no es el director el que lo cuenta todo con su propia voz, evitará ser decapitado por los muchos sultanes Shahriar que pueblan el mundo y a los que les puede molestar que un director de cine exprese su visión o su opinión directamente. A partir de ahí, empieza todo lo demás, mezclando ficción, comedia, documental, crítica, surrealismo y, aparentemente, mucha realidad.

— Anécdota II:

Cuando yo aún no la había visto, un amigo me recomendó Un perro andaluz y me dijo que incluía una escena donde un hombre cargaba con pianos de cola y burros muertos, a los que se sumaban dos frailes arrastrados por el suelo. Este amigo me comentó que esa escena era una metáfora del matrimonio y yo tuve que creerle. Supongo que no iría desencaminado y que si la viese disfrutaría con Las mil y una noches: Vol.1, El inquieto, a pesar de no ser tan surrealista y de que su mensaje sea, al menos tras las dos primeras horas de metraje, más accesible y menos traumático que el de aquel cortometraje. A falta de ver cómo sigue, y valorando como uno algo que posiblemente no lo es, Gomes ofrece una primera parte que entretiene en su mayor parte, saca varias sonrisas, algunas carcajadas y, con todo eso, no oculta su crítica a los movimientos políticos y económicos realizados en los últimos años en ciertos países europeos y cuyas consecuencias no sólo están sufriendo los trabajadores de formación y desempleados de condición en nuestro país vecino, sino que continúan a lo largo del mediterráneo, lo que da pie a la universalidad de un mensaje sencillo pero no por ello simple o efímero, y cuya primera metáfora (si me la permite mi amigo seguidor de Luís Buñuel) viene a decir que la Troika, los líderes sindicalistas y el resto de políticos dejaron de pensar en el bienestar de los ciudadanos porque les salió de sus santos miembros.
Fendor
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6
29 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué sería de la vida sin tener final de año? Un montón de gente se quedaría sin poder hacer buenos propósitos de año nuevo. Pero la verdad es que no sólo vivimos de los propósitos en ese periodo del año, cuando tenemos 365 días por delante; también nos ponemos a pensar en el futuro y en todo lo que podemos cambiar de él en primavera, cuando está a punto de llegar el verano, durante el periodo de exámenes (cuando nuestro cerebro desarrolla las mejores capacidades para imaginar un mundo nuevo), cuando la pareja te deja, etc. Es algo constante y que ofrece tal libertad que con frecuencia la mayoría de nosotros no llevamos nunca a cabo dichos propósitos, o los dejamos a medias… suerte del que al menos consigue dejar de fumar.

Pero, ¿qué hacer si uno está en la cárcel y le quedan 7 años de estancia? Tal vez pueda sacarse una carrera, el máster y la tesis; también podría dedicarse por completo a la operación bikini y llevarla al extremo que le permita su condena; puede reinsertarse en la sociedad a ritmo lento, etc. Puede hacer buenos propósitos, pero en cierto modo el mundo sigue detenido, al menos durante 7 años… y sino que se lo pregunten a la esposa del preso, cuya existencia no llega a suspenderse, pero sí se mantiene en una espera temporal que le impide pensar de verdad en el futuro, y mucho menos llevar una vida que se dirija a alguna parte diferente de la actual. Él, en teoría y supuestamente, es culpable de algún delito que le ha llevado hasta allí, pero la culpabilidad de la novia es haberse enamorado y haber formado una familia junto a su marido o su pareja.

La primera película de Tinatin Kajrishvili, Brides (Patardzlebi), es una historia un tanto inusual e impredecible. La película trata sobre la dinámica de una relación entre un preso y su novia, en sus conversaciones telefónicas o en persona, y también se centra en el paso del tiempo. Cuenta la supervivencia de un amor apasionado entre Nusta (Mari Kitia), una madre joven de Georgia, y su marido Goga (Giorgi Maskharashvili), un hombre que lleva a cabo su condena a prisión de 7 años en Tbilisi. La relación es puesta a prueba cuando Nutsa se da cuenta de que Goga no es el único que se siente atrapado y encerrado, que en realidad existe una unión entre ellos. En ese momento, Nutsa se ve obligada a demostrar si hay límites en su compromiso, y debe reconciliarse con la angustia de una espera que es desconocida.

La desesperación del desesperado y su única vía de escape. Limitarse a esperar, a destruir o a intentar dar un nuevo significado al incómodo estado de inmutabilidad en el que, como mujer a cargo de dos hijos, permanece. En Brides es clave el ambiente socio-político actual y el papel de la mujer en la familia, tanto como el poder de la lealtad y los diferentes grados del amor. La cámara se centra casi por completo en Mari Kitia, que está impresionante en una actuación contenida y emocional. Ella nos lleva en un viaje por nuestra propia moral y nos recuerda la interminable lucha que existe en las relaciones e incluso en el fomento de la familia.

[Texto publicado en www.cinemaldito.com (@CineMaldito)]
Fendor
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7
29 de mayo de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Theeb (título en versión original) significa lobo, y Theeb es el nombre del protagonista de esta película que se abre con la voz de un padre que hace la siguiente advertencia a su hijo: «Aquel que nada en el mar Rojo no puede conocer su verdadera profundidad, y no cualquier hombre puede alcanzar el fondo del mar, hijo mío. Por cuestiones de fraternidad, nunca rechaces a un visitante. Sé la mano derecha del justo cuando los hombres elijan su posición. Y si los lobos te ofrecen su amistad, no te confíes. No estarán a tu lado cuando te enfrentes a la muerte». Una gran reflexión que, en mi interior, si fuese su hijo, me haría cuestionarme por qué me llamo así si el nombre me lo habrá puesto él, seguramente.

Nominada a Mejor película de habla no inglesa en los Oscar, en un año lleno de grandes películas no estadounidense, y descrita por muchos como un Western hecho por Sergio Leone en Jordania, lo cierto es que Lobo, la historia de un niño y su hermano mayor guiando a un soldado inglés y su compañero por el desierto en medio de la Primera Guerra Mundial, huele y sabe a cine de aventuras clásico, beneficiado por un entorno yermo y a veces abrupto del que el director Naji Abu Nowar sabe sacar el mejor partido posible, tomando como referencia el ferrocarril de Hiyaz y todo lo que gira a su alrededor. Este ferrocarril es conocido principalmente por dos motivos, uno porque en primer término su objetivo era el de hacer más cómoda la peregrinación a La Meca (aunque en realidad tenía una función un poco más bélica), y dos por ser el tren que Lawrence de Arabia y sus hombres destruyeron precisamente por el objetivo bélico por el que el Imperio Otomano lo construyó en su momento con la ayuda de los alemanes.

Lo cierto es que el aroma de esta cinta te transporta literalmente allí, no sólo por el paraje que presenta, también por la forma en que está rodada, a través de la perspectiva de un niño beduino algo ingenuo, pero también curioso, que ha crecido rodeado de hombres adultos y aislado del mundo en el que otros viven, en un desierto en el que luchan por sobrevivir. Eso sí, aunque Lobo se desarrolla durante la Gran Guerra, esta y los conflictos subyacentes están en un segundo plano, clave para entender lo que está ocurriendo, pero lejos de lo que le interesa a Nowar, que es el modo de vida de los beduinos nómadas, el efecto devastador del ferrocarril para ellos, y de cómo ambas circunstancias pueden llevar a realizar una —casi— epopeya que nos lleva de la infancia a la edad adulta, tomando en cuenta la supervivencia y la moral del individuo.

En definitiva, se trata de una película muy recomendable para ver en pantalla grande, tanto por su belleza como por su guion, sencillo pero atrayente, sobre lo que supone ser un niño y sobre lo que significa equilibrar la supervivencia y la lealtad; una road movie montados a camello en un desierto inhóspito, peligroso y desolado que parece no tener nunca un final. Por otra parte, la actuación del niño (Jacir Eid Al-Hwietat) es bastante sobria y todos los actores adultos cumplen con creces el papel que les toca.
Fendor
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6
22 de mayo de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Justo al salir de la sala donde pude ver The Boy, la encargada del pase preguntó a los asistentes qué nos pareció la película. Mi respuesta, en un alarde de oratoria y elocuencia, respondí «he pasado miedo, así que…». Ella entendió —más por mis gestos que por mis palabras, seguramente— que me había gustado, y luego, ya caminando por la calle y de vuelta a casa en el metro —aprovechando que no tengo internet en el móvil, ni tarifa de datos, ni mensajes que escribir ni que leer— empecé a pensar en mi triste y ambigua respuesta. No porque el miedo sea subjetivo, ni siquiera por las trampas de guion o por los trucos que te llevan a sentirlo o a predecirlo antes de que se dé un momento de terror concreto, sino porque «miedo» tal vez no fuera la palabra adecuada para describir mis impresiones.

Para explicar el sentimiento que me acompañó durante la primera media hora de metraje (quizá la hora entera), primero debería hablar de la película protagonizada por Lauren Cohan —The Walking Dead—, Rupert Evans —The Man in the High Castle— y un muñeco de porcelana con aspecto de niño a tamaño real y mirada algo siniestra. Ese es el detalle que, no por repetido, llama más la atención: El personaje de Cohan ha sido contratado para cuidar de ese muñeco que, además, tiene una lista de reglas o normas que debe cumplir para que no se enfade, porque es un niño muy travieso (aseguran sus padres) y, como tal, puede que le haga alguna inesperada diablura aprovechando la ausencia paterna. Lo que en un principio provocará una sonrisa de incredulidad y cierta expectación en el espectador, se irá desarrollando adecuadamente —a pesar de carecer de elementos nuevos que la separen de otras cintas similares— y poco a poco la tensión irá creciendo, y sobre todo la sensación de tener automatonofobia y, por qué no, algo de coulrofobia también.

No hay que olvidar que hay un misterio por resolver, en nuestro fuero interno, y que deseamos conocer al final de la película: ¿qué leches es ese muñeco de mirada aviesa en realidad? En este sentido, The Boy se muestra mejor cuando se considera a sí misma una cinta de misterio algo cómica y no sólo una cinta de terror clásico, terreno en el que funciona en dosis bien administradas hasta llegar a su resolución, instante en el que uno, como asistente, está a punto de echarse a reír —no sabe si por los nervios acumulados— o a punto de preguntarse si ciertas cosas no están fuera de lugar y debería valorarlas más que los propios sentimientos generados durante la hora y pico restante de la trama. Supongo que, una vez más, esa es la clave para decidir de cada uno. No es una gran película, ni siquiera es una historia nueva, pero es posible que se la juzgue más por sus trampas y resoluciones que por el desarrollo y las sensaciones provocadas durante la misma. Entretenida es, aunque también es un pulso contra la inteligencia del espectador en ciertos detalles, los cuales debe aceptar o no, y entonces acatar las posibles consecuencias tan feliz como sobrecogido si no está acostumbrado a los seres inertes con personalidad y mal carácter.

Y claro, si te dan miedo los muñecos, las marionetas, los peleles, los títeres, los maniquíes, espantajos, fantoches y otros sinónimos, te recomendaría que vieras The Boy y así multiplicaras la aprensión y el desasosiego hasta límites perversos.
Fendor
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