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España España · Madrid
Críticas de MrRipley
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
5
1 de abril de 2011
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi Al final de la escalera hace años y no entusiasmó especialmente. Con los años, después de leer cosas interesantes sobre ella y porque las opiniones personales cambian y muchas veces son muy injustas, he vuelto a verla. Me sigue pareciendo interesante; no mucho más. Mejor en su planteamiento que en su desenlace, aunque eso sea casi inevitable. Creo que uno de los problemas de las historias del suspense sobrenatural o de terror gótico es no decepcionar con la explicación de los hechos. Por eso entiendo en parte que algunas intrigas "modernas" no se resuelvan (lo que por otro lado empieza a ser un recurso cómodo y una elusión de responsabilidades por parte de los guionistas; a veces encontrar una lógica a lo que previamente te has encargado de enmarañar es ya tarea imposible...); lo atractivo es el misterio, la sospecha de una verdad veladamente intuida; la tensión no está en la revelación, sino en la resistencia de la verdad a ser revelada; la casa misteriosa no es lo mismo sin la niebla que hay frente a ella. Cuando abres la puerta puedes encontrar lo trivial; la tensión se crea antes, en la expectativa. Por otro lado, en la vida cotidiana los misterios rara vez se resuelven, aunque también son mucho más escasos; lo habitual detrás de los sucesos, como decía el detective de Plenilunio (probablemente sean palabras de Antonio Muñoz Molina), es la crueldad, la brutalidad y la chapuza.
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MrRipley
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8
6 de febrero de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Dieterle, el director de El retrato de Jennie, era un director de origen alemán, emigrado a Estados Unidos. Dieterle era director pero también actor, y además alguien muy ligado al teatro. En Alemania formaba parte de la compañía del prestigioso productor teatral Max Reinhardt; más aún, co-dirigió con él, en Hollywood, una versión estupenda de El sueño de una noche de verano. En parte el éxito de esta, que estuvo nominada a varios Oscars, debió ayudar a disponer aquí de unos medios notables y producción de la RKO.
Ese origen de Dieterle se deja notar en Esmeralda la zíngara. Sigue habiendo cierto aire teatral en las poses y declamaciones de los actores secundarios, en el shakespeariano papel del pueblo (que por otro lado también está en Victor Hugo, influenciado igualmente por Shakespeare), incluso en los decorados y los vestuarios; pero de buen teatro, y ello sin contar que también guarda cine dentro. Imágenes de quien piensa en imágenes: las gárgolas de la catedral escupiendo plomo fundido, o Quasimodo gritando histéricamente mientras se mece en una de las enormes campanas que lo han dejado sordo, casi suspendido en el vacío.
El personaje de Esmeralda es un oasis en un mundo infestado hasta el tuétano por la violencia. Y Esmeralda la sufre sin entenderla. Es la única que sale de la multitud para dar agua a Quasimodo, aunque lo hayan castigado por raptarla a ella. A la peculiar declaración de amor que le hace Frollo, no asiste con rechazo, sino con incredulidad y extrañeza. Esa parece ser su actitud ante la crueldad que le rodea. Seguirá sin entenderla pese a terminar siendo una de sus víctimas, porque ese deseo de hacer el mal que la rodea, se nos quiere decir, es algo ajeno a la naturaleza de Esmeralda. El título original es El jorobado de Notre Dame, pero en este caso la licencia de la traducción española es un mal menor.
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MrRipley
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6
9 de diciembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo voy a defender al niño protagonista; su actuación. El hieratismo que demuestra es buscado, forma parte de su personaje. Hay una escena bastante original en que, en uno de esas típicas representaciones escolares infantiles donde los padres lucen niño ante el resto de padres de su colegio, el protagonista, hábil pianista, comienza a deformar una pieza clásica con disonancias intencionadas (ya ha estado tocando con su tío "a lo Bartok"). El niño muestra su desprecio por la representación escolar con una tranquilidad aristocrática. No le importa nada que los demás piensen que está tocando mal; él sigue con su interpretación con una perfecta indiferencia. No hay tensión en su desprecio, sino una distancia autosuficiente que es lo que realmente repele de su carácter.
El hijo del mal es una película sobre la fragilidad de las relaciones en que se basa eso que se llama "clase media". Retrata a un niño egoísta que planea con una exagerada precisión la destrucción de las personas que le decepcionan o le incomodan; en este caso, sus propios padres. Lo poco creíble de un planteamiento así es esa misma seguridad del niño; la situación real de cualquier niño es demasiado dependiente, está demasiado condicionada por la atención de sus mayores, como para que tanta seguridad en uno mismo sea creíble. Pero bueno, esto es una película. Y a ratos un planteamiento tan difícil, consigue hacerlo convincente. No es poco.
Joshua no perdona; cuando alguien le decepciona una vez, lo excluye de su vida sin compasión. Su egoísmo es perfecto, pero quizás demasiado perfecto.
Sam Rockwell (premio al mejor actor en Sitges) y vera Farmiga, están muy bien.
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MrRipley
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5
24 de octubre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por su carácter de melodrama de época y de "novela río", de historia que se prolonga a lo largo de varias generaciones y en la que la peripecia de los personajes (una pareja sobre todo, eje del relato) pretende ser también un comentario sobre las distintas épocas que se van sucediendo, "Los destinos sentimentales" tenía toda la apariencia de una adaptación literaria. Lo más curioso de esta película es seguir la pista al escritor en que se basa: Jacques Chardonne. Este escritor francés, nacido en 1884 y muerto en 1968, tiene una biografía totalmente marcada por su apoyo al régimen de Vichy durante la ocupación nazi de su país en la Segunda Guerra Mundial. Repasando la biografía del escritor, algunos aspectos están reflejados claramente en la historia, como su vinculación familiar con grandes empresas de porcelana (su madre era heredera de una) y coñac.
Muchas veces suena duro, pero es una evidencia: el que un escritor haya apoyado a la ideología más sanguinaria de la historia (en dura competencia con otras, bien es verdad), no significa que sea un mal escritor, y lo mejor de la película es que en parte invita a adentrase en la obra de este autor. La película de Oliver Assayas es en parte una reivindicación de la figura literaria, por encima de esa marca política totalmente insoslayable. Y la sensación final de esta historia de fracaso vital sí tiene un cierto aire de justificación de los errores pasados: lo importante, al final, es haber amado "aunque haya sido sólo una vez". Lo mismo pasa con cierta indefinición en la posición de la historia acerca del carácter de "gran patrón" del protagonista y su relación con los problemas obreros, aunque la película nunca es planfetaria ni cerrada al respecto. El retrato de una comunidad protestante en medio de un entorno totalmente católico (Limoge) es algo interesante y pocas veces visto en pantalla.
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MrRipley
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6
23 de marzo de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
De La mejor juventud guardo un buen recuerdo por el rostro y el personaje de una guapísima y estupenda actriz que se llama Jasmine Trinca, y cuyo personaje (muy agradecido para cualquier actriz, también hay que decirlo), demente, pero inocente, era como un icono de la juventud perdida por los dos hermanos protagonistas de aquella película (para más señas, la misma actriz, aún adolescente, era la hija de Nanni Moretti en la mejor película del director italiano: La habitación del hijo). En su momento no sabía que duraba 4 horas, y me frustró no haberla grabado entera, así que me tuve que buscar la vida (vía emule, para qué vamos a engañarnos) para ver las cuatro horas de la versión para cine de aquella cinta. Y debo decir que la segunda parte de La mejor juventud era una juventud peor, me resultó mucho menos atractiva, más convencional. Volvía a ganar, eso sí, cuando reaparecía Jasmine Trinca.
Con estos Cento Passi, una obra tres años anterior a La mejor juventud, de un director menos experimentado aún ya con espaldas suficientes para soportar un proyecto de esta envergadura, tengo en parte las mismas sensaciones que con la segunda parte de aquella, una sensaciones parecidas, por cierto, a la de otro director italiano actual, G. Tornatore, autor también de su particular fresco-histórico-italiano, llamada Baaria. Sus ideas son buenas, sus intenciones loables, pero les acaba perdiendo la sensiblería. A Tornatore, para ser justos, mucho más que a Tullio Giordana.
Los puntos en común entre estas dos cintas del director italiano son evidentes: una mirada a la historia a medio camino entre el compromiso y el melodrama, con una voluntad testimonial que tiene también mucho de nostalgia de tiempos pasados. A veces uno piensa en Cuéntame cómo pasó, aunque esta comparación por mi parte es bastante injusta. Los cien pasos no es una mala película, pero no es ni mucho menos una gran obra, una obra con verdadera personalidad. Al director se le pueden reconocer sus grandes intenciones, su voluntad humanista, seguro que atacar a la Mafia en Italia sigue sin ser nada cómodo... pero su mirada no es original.
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MrRipley
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