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España España · Madrid
Críticas de Naran
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
9
14 de marzo de 2008
60 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un médico va a recibir un homenaje de su universidad. Repentinamente, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que se ha ido de casa de su hijo tras una discusión por su embarazo. Durante el viaje parará en la casa donde pasaba sus vacaciones de niño, donde crecen fresas salvajes y donde tuvo su primer amor...
Mi primera vez con Bergman fue Fresas salvajes, y desde entonces, se ha convertido en mi favorita. ¿De qué trata? Del viaje final de un viejo profesor, que desgrana sus frustraciones mientras se dispone a recibir el doctorado honoris causa en Lund junto a su nuera, que sueña o recuerda experiencias y amores. Rodada inmediatamente después de El séptimo sello, su segunda mejor baza, su guión, no ganó el Oscar que se llevó Confidencias a medianoche, justo el año que arrasó Ben-Hur. Victor Sjöstrom, maestro del cine mudo, recibió por su interpretación el gran premio del Festival de Berlín de 1958. Es un gran clásico, y es por algo.
Una película de esas de antes, una maravilla de apenas hora y media de duración, una de las joyas imprescindibles del cine, otro de los míticos filmes del maestro. Esa pesadilla inicial, tan desasosegante, digna de cualquier película de terror, de esas de "sugerir en vez de mostrar". El tan académico uso del flashback, que yo también estudié, y tan simple, a la vez. La gran virtud de Fresas salvajes es su riqueza narrativa, con esa alternancia de planos objetivos, del presente, con planos subjetivos, del subconsciente y del pasado del protagonista. Ingenua, quizá, pero se agradece.
El motivo principal de la película, aparte de su naturaleza onírica y de reconciliación con la vida, es el protagonismo del viejo maestro. Un maestro que creemos todo bondades, pero que tiene mucho que aprender de la vida. Fuera amarguras. El retorno a la niñez como la única felicidad posible. Estupenda road-movie, en la carretera y hacia el interior. Hacia la luz. Que sea poco creíble esa cariñosa amistad que recibe de los tres jóvenes que conoce por el camino... No importa. Esto es cine.
Siempre que había tenido un día triste soñaba con su niñez. Pobre maestro. ¿Resultó un día triste al final? El viejo maestro reflexiona sobre si ha desperdiciado su vida. Todavía te queda tiempo; más vale tarde que nunca.
Naran
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8
20 de abril de 2008
64 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los pájaros, fantástica película de terror, precursora de un género que, salvo un par de experiencias como "La humanidad en peligro" y "Cuando ruge la marabunta", apenas había vuelto la vista hacia los animales. Pero Alfred Hitchcock no desatiende a los humanos y cuida los matices de la cinta. Recordad el momento en que Melanie entrega los pajaritos del amor a su deseado. La comedia romántica, tan perfecta que hasta resulta burda, se quiebra tan violentamente que el resultado es el mismo caos.
Los Pájaros es uno de los clásicos más recordados de Alfred Hitchcock sin duda por su originalidad, aunque conviene no buscarle la lógica. El ataque de los pájaros en ese pueblo aislado ha sido objeto de interpretaciones de tipo simbólico (que si el enfrentamiento entre la palabra y el caos, el Apocalipsis que se consuma, la sexualidad reprimida de la chica...), pero las aves probablemente sean un vehículo plástico y narrativo para los trucos del mago. Puedes ponerte a analizarla (y ver pajaritos en todas las películas de Hitch), o bien repantigarte en el sofá y disfrutar del espectáculo. Hoy, su puesta en escena se aprecia con admiración y sus efectos especiales, con cariño.
Sin música, pero con una banda de sonido (de Herrmann, claro) que funciona como una orquesta, los pájaros tiene una brillantez técnica como pocas veces llegó a alcanzar. Los ataques de los pájaros, especialmente el que tiene lugar cuando los niños salen de la escuela, son antológicos, y tantas veces homenajeados/copiados/profanados. Y las oscuras relaciones (atención a lo que se parecen la puñetera madre y la pija salida de Melanie y la pinta de galán de pega de Rod Taylor) entre los personajes contribuyen a que esta enrarecida metáfora sea una de las películas más misteriosas del cine, aunque todo el mundo sienta el latido de los deseos en sus imágenes.
¿Y el final? ¿Qué? ¿Qué impresión te produce? Es decepcionante y genial a la vez. Mira que es rebuscada toda la película, pero te lo crees. Es como el borracho del bar. Increíble, patético, pero al final es cierto, desasosegante, sin sentido, el anticlímax más famoso del cine. No le hagas caso a la parodia de comedia del principio, que de todas maneras es de una ironía finísima. El fin de fiesta está por llegar.
Naran
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9
11 de abril de 2011
51 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Canto al amor
para decir que ahora que te he encontrado
todo es sol y camino
que quiero cantar".
(Traducción de Canto l' amor de Lluis Llach).

Parte I: La partida.

Geneviève y Guy son dos jóvenes tortolitos que se pasan el día cantándose que se aman. Viven en un mundo de colorines, bello, alegre, maravilloso, donde la lluvia no es más que una excusa para acurrucarse en un paraguas cherburguiano de color pastel mientras hablan de planes de boda y de sus futuros hijos.

Pero el destino frustra sus sueños cuando él debe marchar al servicio militar en Argelia. Desesperados, se juran amor eterno, y, entre lágrimas, prometen esperar a su reencuentro.

Cuando se es joven, dos años es una eternidad.

Parte II: La ausencia.

Geneviève está sola. Los colores se vuelven chillones y amenazan con ahogar la esperanza de la joven. Porque cuando te mueres de amor, la enfermedad te debilita con la rapidez del fuego que te quemaba al principio, cuando reinaba la felicidad.

Roland es un buen hombre. Quiere a Geneviève con todas sus circunstancias, y quiere cuidarla. Maman, madame Emery, es ligeramente ridícula, pero en el fondo quiere que su hija sea feliz.

La vida es la que manda, y se vive día a día.

Parte III: El regreso

Los colores destiñen, y se vuelve sucios y lóbregos. Guy está triste, melancólico, amargado, y el paso del tiempo se ha detenido sobre su persona. Cada rincón, cada bar, cada estación de tren le recuerda a su amada.

Madeleine es una buena chica, que desea compartir su vida con él. Una vida apacible y tranquila.

La aceptación de la realidad es inevitable.

* Lentamente llegamos al final.

Es difícil comprender cómo una película como ésta puede ser tan bella. Pastelosa y cursi, rozando lo hortera, pero es difícil no dejarse conquistar por esta historia de amor tan corriente, tan tópica, que precisamente te enamora por eso, nacida de la suma de un guión sin fisuras y un trabajo musical de Michel Legrand impecable.

Bravo por Jacques Demy, por arriesgarse, y por reflejar las vivencias de la gente corriente. Por saber dirigir a la perfección, manteniéndote dentro todo el metraje. Por saber combinar los trajes con las paredes del decorado.

Por llenar de color un mundo gris. Tengo ganas de tararear.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naran
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6
6 de abril de 2009
49 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Georgiana fue la mujer más fascinante de su época, el siglo XVIII. Pero mientras que su belleza y su carisma le forjó un nombre en la historia, el amor siempre se le escapó. Casada muy joven con uno de los hombres más ricos de Inglaterra, el Duque de Devonshire, fue confidente íntima de ministros y la Casa Real, llegando a ser un icono de la moda, madre adorada e influyente política para el partido liberal. Sin embargo, en el núcleo de su historia está la búsqueda desesperada de afecto y amor. Desde el apasionado pero fatídico romance con Earl Gray hasta el complicado triángulo amoroso con su marido y su mejor amiga Lady Bless Foster.
Siempre me han gustado mucho las películas de época, las intrigas cortesanas, los amores secretos, el artificio que esconde pasiones humanas, los juegos, las miradas furtivas, las declaraciones que no se hacen. "Los vestidos son la forma por los que las mujeres se expresan". Por qué no.
La duquesa parece un exponente perfecto: rezuma aroma inglés por los cuatro costados, viene avalada por su Oscar al mejor vestuario, un reparto bastante lujoso encabezado por una Keira Knightley bastante curtida en estas lides y un diseño muy cuidado. En efecto, La duquesa está bien hecha, y como la protagonista, es fascinante, bella y carismática... Una de tantas.
¿Qué falla? Que Saul Dibb no tiene la estrella de Joe Wright y cuenta con un guión demasiado lento (¿un desenlace demasiado repentino y poco hilado?) y la película se hace larga, muy larga. Que Keira Knightley es una repetición continua de gestos, que ese amor repentino con el señor Grey, de los que tanto a mí me gustan, no me emociona. Que según la prensa, quiere ser un retrato moderno al estilo Diana, aun a costa de ciertas incongruencias argumentativas... O que podría ser perfectamente una de las trabajadas miniseries que vemos los fines de semana en televisión, un best-seller más.
Pero merece la pena. Por ser una más, si te gusta el género, porque repite todas las convenciones, y, al fin y al cabo, es bonita. Y porque las películas aburridas en buena compañía... se vuelven inolvidables.
Naran
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8
22 de abril de 2012
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene un aire a españolada que echa para atrás, de castañuelas y largas boquillas humeantes. ¡Pero si hasta sale Marujita Díaz en sus años mozos cantando un delicadamente chistoso "mantón verbenero"! Pero no, se trata de una joyita de la época, que retrata crudamente una sociedad muy difícil.

Estamos ante un verdadero dramón al que, sin embargo, le cuesta perder la sonrisa. Somos testigos de las peripecias de una familia del campo que emigra del pueblo a un Madrid que prácticamente no ha cambiado nada. Involuntariamente profética: -"Llévame al cine a ver una psicológica"-. -"Ahora lo que se lleva es el neorrealismo, así lo llaman"- "¡Pero quién va a querer ver las desgracias de la gente!".

Aunque la historia raya en lo maniqueo, el guión sabe bordear con acierto los tópicos. Porque aunque la ciudad está llena de vividores y aprovechados, que sólo miran por su interés, la pela es la pela y lo mismo ocurre con aquellos del pueblo que dejan un trabajo duro pero honrado, con su jornal, por la búsqueda de una vida mejor y dinero fácil. Más que la miseria o la desesperación, es la codicia y el egoísmo. Hasta una familia honrada se niega a fiar un cuarto de judías a los vecinos, que ya está bien de vivir de gorra. No hay piña, desde el mismo momento en que la familia baja del tren, el primer tropiezo, y la desunión gradual.

Desterramos por completo el concepto de españolada. En el montaje, con la escena del padre en la fábrica. En el sonido, con la pelea muda de los gualtrapas en el camión nocturno. En la imagen, con el Chamberlán en la estación de tren. Que si bien el retrato incómodo y la crítica social ocupaban mayor protagonismo, la forma de contarlo (la escena del guiñol casero es genial) no se descuida nunca.

No sé qué gusto encuentran en sacar a la luz la miseria. Con lo bonita que es la vida de los millonarios. En Hollywood esto no pasaba.
Naran
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