“Mamut” tiene mucho de “Babel”. De hecho las historias que se entrelazan están cortadas prácticamente con el mismo molde. La infelicidad es el signo dominante, ya sea en el mundo rico como en el mundo pobre. A los primeros les falta tiempo optimo y equilibrio espiritual con todo y estar rodeados de la abundancia material, mientras que a los segundos, la pobreza les envilece. Solos pero acompañados; unos más que otros. A la larga el hastío vital y las contradicciones de la existencia. Todo desde una cotidianidad a ritmo lento con horas vacías y bajo el desencuentro. Los que unos tienen a los otros les falta; la paradoja junto al misterio. Dios desde su silencio viendo estupefacto la deriva humana.

“HINTERLAND” (2013). Edgar Allan Poe inventó el género policiaco en la literatura, y desde entonces, hay una fascinación por los enigmas. El misterio del crimen perfecto: porque todo asesino o delincuente trata de escabullirse para que la Ley no le ponga las manos encima. Esta lucha entre el bien y el mal es reiterativo, y no por ello, ha dejado de gustar. No siempre este esquema se repite porque ya hoy los matices tienden a imponerse desde una endeblez humana siempre pecadora, dubitativa e inconsistente. En “Hinterland” no sólo hay la calidad de producción muy grande en cada capítulo, mérito de la BBC, sino una lección de ética del trabajo bien hecho.

Además, son detectives que no portan armas y que hacen de la inteligencia y una dedicación tenaz, sus principales recursos para resolver los más intrincados casos. El policía, como el criminal, son seres incapaces de vivir en familia. La soledad les define y en “Hinterland” éste dibujo es lo que más resalta. Es una soledad madura y altiva contra los embates de una intemperie feroz en unos paisajes deslumbrantes como lo son las tierras de Gales.

Llega un momento, dentro de ésta cruzada estoica, en que uno llega a pensar hasta en la decencia de los asesinos, psicópatas y dementes. Es tan aséptico éste desempeño británico, que nos parece un imposible, que estos investigadores sobrios y comedidos, sean capaces de resolver el más sencillo caso policial en nuestra barbarie urbana de la mayoría de los espacios latinoamericanos. “Hinterland”, además, posee una coherencia total en el desempeño de sus distintas partes. Es un rompecabezas agrio y seductor que se va hilvanando hasta llegar a su desenlace final: asombroso e impactante.

Convivimos con quienes nos agravian. El entorno más cercano, las personas relacionadas con la víctima, son los potenciales sospechosos, y además, los inevitables culpables. No hay que hurgar muy lejos: dormimos con el enemigo, y el que más nos dice que nos ama y protege termina siendo nuestro principal maltratador. El drama humano de las relaciones sociales siguen siendo nudos que la vida privada encubre desde el disimulo. Hasta que la desazón de un rencor mal administrado deviene en tragedia o venganza liberadora.

La vida humana es predecible y trágica. Ni siquiera los niños en su supuesta edad de oro logran salvarse. El “sistema” ideado para proteger a los más débiles fracasa porque está hecho de vanidad y prepotencia bajo una administración disoluta forjada en las alturas de un poder permisivo e indecente. Sólo la responsabilidad del deber bien hecho, desde unas convicciones saludables que sabe distinguir entre lo correcto e incorrecto, permite albergar algún tipo de optimismo realista. “Hinterland”, va en esa dirección, y no deja indiferente a casi nadie.

Ángel Rafael Lombardi Boscán

Hacía tiempo que no veía una película tan dura y tan contundente en contra del holocausto nazi. Y es que anteponer la inocencia infantil al horror adulto es un recurso explícitamente dramático y conmovedor. “La Vida es Bella” abrió un camino que ahora se cierra de una forma mucho más atroz con ésta “El niño con el pijama de rayas” del director Mark Herman. La virtud de ésta película es que va más allá del maniqueísmo: inocencia vs. Racionalidad; el bien vs. el mal; no, aquí hay matices y claroscuros que se interconectan. La madre, del nazi carnicero, es una mujer cuestionadora del régimen nazi mientras que el padre es otro fanático más que raya en la estupidez y la locura. Lo mismo ocurre con la esposa que cuando descubre la verdad no puede hacerse cómplice del horror. Por otro lado, los nazis tenías que auto/engañarse a sí mismo y a los alemanes de a pie con esas pamplinas en torno a la superioridad aria y la conspiración internacional judía; todo ello para justificar lo injustificable como lo fue la persecución y el exterminio de los judíos. De igual forma, la historia y el mismo cine, se nos convierten en extraordinarios medios de propaganda que sirven para encubrir completas realidades de oprobio. Una vez más el mundo adulto se derrumba ante la mirada atónita de un niño que lo único que sabe hacer es jugar y hacer amigos de su misma edad; sólo que el crimen perpetrado a otros termina por devorarlo todo; y solo quedan cenizas, dolor y la pregunta sobre la ausencia de Dios y el hombre convertido en un salvaje, en un lobo enfrentado consigo mismo.

Es bastante raro encontrar películas europeas sobre la Segunda Guerra Mundial y descubrir que impresiones tienen acerca de esa gran tragedia. Menos aún que la propuesta provenga de países pequeños como Holanda. Mi admirada Holanda sufrió la ocupación alemana y ésta película quiere presentarse como testimonio de ese hecho. Con mesura y un tono algo gélido para hacerle honor al ambiente invernal en que se desenvuelve la película, nos adentramos a las aciagas tensiones que se producen entre los miembros de la Resistencia, las fuerzas militares de ocupación alemana y los colaboracionistas. Me interesa sobretodo destacar esto último. Ya que el colaboracionismo no necesariamente significó el actuar como soplones o adoptar la esvástica nazi con sincero entusiasmo, hablo más bien de las miles de personas que siendo patriotas y repudiando la injerencia de una potencia extranjera en las narices de sus casas, tienen que aprender a sobrevivir sin dejarse arrebatar su dignidad. Figura paradigmática en la película es el heroísmo del Alcalde del pueblo, cuyo civismo y dotes humanas son puestos a prueba en unas circunstancias extremas que terminan por aplastarlo. Otro aspecto digno a resaltar es la no demonización del ocupante alemán, evitando con ello los desvaríos usuales en que éste tipo de película incurre. Lo cierto del caso, es que estamos en presencia de una película modesta pero bien contada acerca del recurrente tema de la guerra como expresión de la estupidez del hombre.

“Siete Almas” nos causó una expectación fracasada. Luego de más de una hora de película no sabíamos de qué iba el constante lagrimeo e iracundia del inefable Will Smith, actor negro, que por supuesto no entra en la elite en la cual están D. Washington y F. Whitaker. La culpa que se redime de una forma atroz, y diríamos que sádica. El desconsuelo ante el desastre y la tragedia, aunque sin ahondar en consideraciones ontológicas que bien valdrían destacar en torno a los misterios fundamentales de la vida y la muerte, o la trascendencia de nuestros actos en torno al azar, la voluntad y el destino. Todo esto queda obviado por el efectista Gabriele Muccino, y un tema difícil, y diríamos que interesante, terminó por ser presentado muy superficialmente y sin convicción.