Al lugar que has sido feliz no debieras tratar de volver, cantaba Ana Belén por la gracia de Sabina. Y como siempre, sea o no sea acertada la reflexión, qué bello y triste suena.

"Yo estuve viviendo en Cícely un tiempo, el mejor de mi vida, y allí aprendí que las personas encuentran al perder. Desprendiéndose. Ése era el reclamo turístico del pueblo, sus gentes, sus horas. Y algún alce entre nieves.

Gentes dándose de besos, de patadas, de confidencias. Dándose libros y canciones entrelazando horas. Y sin el miedo de la mañana siguiente porque cuando uno cree en lo que dice, uno se puede emborrachar tranquilamente. Me emborraché unas cuantas veces viviendo en Cícely.

La resaca se iba paseando montaña arriba.

Fue precisamente paseando montaña arriba durante una resaca que me marché del pueblo, sin darme cuenta. Andando ensemismado en mi apacible existencia, me dejé llevar, me fui alejando muy preciosamente, hasta llegar aquí. Y se acabó todo.

Todo."

Se acabó la canción.

A mí "Doctor en Alaska" me pareció estupenda desde el principio, siempre fantaseé con ella, como aquella vez en San Juan de Plan en que me creí Joel Fleischman y me hice fotografiar haciendo el tonto sobre la nieve.

No es una película al uso, bien sûr, y tampoco una rareza de esas con las que presumir de haberla visto. "Soy un marginal del arte contemplativo". Es un sencillo, agradable y colorista mosaico, baldosines en la cocina parisina. Un colage, un combinado.

El más prestigioso y heterodoxo certamen de cortos de la ville de Paris. Esencia obliga.

Pues Lutecia es el destino y encaja cualquier desventura; sus calles son hermosas y son pisadas por gente hermosa pero, también, son intestinos llenos de mierda a vaciar en el Sena. Quien haya estado en París lo sabe y quien no que vaya y lo viva. Ninguna otra ciudad ofrece tanto. Ninguna otra ciudad acepta tanto.

Por eso, y aunque era un ejercicio tan fácil y natural como respetar esa esencia, me gustó "Paris je t´aime". Porque, efectivamente, supieron enlatar l´air parisino. Porque todas esas pequeñas historias pisan sus calles con la soltura de quien sabe dónde está. Pero esto tampoco era difícil. Pero qué difícil es concretar lo fácil.

Del conjunto destaco el ritmo de los "Dos cortados con unas gotas de sangre", la ironía de "El metro y Steve Bucemi", la sensibilidad de "La nana de Cuarón", la fotografía del "Ensayo de Coixet", la narrativa de "El bocadillo del turista", el bonito oportunismo de los "Vampiros" y el montaje de "El ciego y la Portman". Otros desfallecen algo -Craven, Van Sant...- sin importar mucho. Y para buscar estas historias dentro del pastel habrá que atender al cuento.

Porque las he retitulado yo.

Pues sí amigo, de todas las críticas que podías leer has ido a caer en la mía.

En la de un infeliz obsesionado con Ilsa, que nos dejó tirados par terre, acá abajo, a Bogey y a mí.

Casablanca, la conocemos bien, y sin embargo no podemos reprimir el deseo de volver, el ansia de cuando no la ves. Será por lo que tantas páginas han sido escritas, tantas críticas, y alguna de entre ellas supongo que negativa, pero al no pensar en ellas...¿verdad Lorre? Lo grandioso de todo ello es presenciar la influencia de esta película en todos nosotros, sobrepasa los vallados de todo arte cinematográfico. Son -no me gusta nada la palabrita- iconos sin caducidad. Joder, muy al contrario, cada aniversario su leyenda se proyecta un poco más en todas las direcciones y los focos ya no saben qué iluminar. Al héroe. Al delator. Al descreído. A los deshichados. Al soldado. Al pianista. A ella.

Pensar que al principio todo lo que la rodeó fue incertidumbre. Miedo. Caos, caos, de ahí venimos y allá vamos. ¿No será ése el secreto? ¿El misterio?

Ilsa, Ingrid, qué dolor. Sólo nos quedará Parir.

Qué decir de una película capaz de cogerte y meterte dentro de un sutil empujón. Y ahí estás, entre las ingles de la Hannah, con la lengua hinchada pero gozoso. Yo anduve bajo esa lluvia, por esas calles, deteniéndome ante los hipnóticos soportes publicitarios. Una china.

"Enjoy Coca Cola".

Trabajos así yo quiero, enfundado en tu gabardina de tipo complicado, meditabundo y callado.
Somos tipos raros. Los mejores en su puesto. Pensaba yo así, con quince años que me la ví (la película). Y desde entonces espero el futuro ese de Dick, ansioso, planchando todas las noches mi gabardina. Adorando los días de lluvia. Disfrutando Coca Colas. Replicando:

"No tío, soy yo el que ha visto Citroëns arder más allá de León...Y todo se perderá, como sátiras en la bruta. Es hora de volver".

Amedeo de Modigliani fue un gran hombre frustrado. Un artista cabizbajo. Un amante tormentoso.

Quiso ser un escultor célebre y reconocido pero nunca nadie quiso que lo fuese. Sus obras de volumen se perdieron en las tres dimensiones de la basura: frío-vulgaridad-olvido. La úlcera resultante le dolía menos que sus ojos, siempre contraídos por la decepción y la impotencia.

Pintar. En la Bohème parisina, el artista debía crear mientras vivía el sueño de principios de siglo, el sueño de todos. Pintar. Probó y aunque tampoco algo más de atención consiguió. La de una mujer al menos.

Una mujer impagable. Una mujer burguesa por herencia a la que renunció por estar junto a este artista también impagable, hombre frustrado y amante tormentoso. Siempre decepcionado pero incorformista y hasta frívolo. Buscaba pasarlo bien pese a todo.

Su marchante también, el grandísimo hijode.



Esta película es la historia arriba contraída como los ojos de Modigliani. Becker sí consiguió una obra recordada y reconocida gracias al arte que atesoró este pobre desgraciado, que no todos los días comía y que encontró una mujer a la que amar con todo el corazón posible. Son historias trágicas, muy del Cine, muy bellas. Yo ya la conocía gracias a otra magnífica obra en forma de libro, "Bohemios", porque Modigliani sí que logró perdurar, finalmente, en la memoria.

Reputado y retroactivo.