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España España · Honor al Sabadell!
Críticas de Grandine
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Críticas 1,255
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de octubre de 2009
189 de 224 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Audiard no es un profeta. Puede que, como dicen por ahí, su film sea de ruptura, pero de ruptura consigo mismo antes que nada, de ruptura con aquella fantástica "De latir mi corazón se ha parado" en la que su tono jugaba un papel importante pero donde no parecía alcanzar las cotas más altas de su cine. Sin embargo, y pese a esa ruptura, lo que propone Audiard no es propio de un profeta, aunque sí podría ser propio de un maestro. Puesto que un tipo que domina de ese modo el tempo de su obra, que sabe como hacer crecer la tensión y el clímax de una forma imponente, que lleva a sus actores con una pericia digna de los más grandes y nos deja dos interpretaciones de bandera, que usa la banda sonora con inteligencia y estilo (único apartado en el que intuyo un trabajo estético) y que nos sabe hacer ver las rejas de la cárcel como un elemento más, no como mero atrezzo, como una jungla en la que la perspicacia y agudeza lo valen todo, y en la que para sobrevivir hay que valerse de algo más que fuerza, como decía, un tipo así, sólo puede ser un maestro.

"Un prophete" se construye con inteligencia: un muchacho llega a presidio con un billete doblado en la suela de su zapato y poco más que un carácter fraguado por los berrinches de una juventud que todavía no le ha permitido asentarse como una persona que sabe como medir sus gestos y sus decisiones.
Sus primeros movimientos en la cárcel, pues, pecan de impulsivos e imprecisos, y le hacen tambalearse durante unos minutos como una marioneta que todavía no sabe donde está ni que posición ocupa. Y aunque poco dura esa inestabilidad gracias a la coacción impuesta por César, un tipo temible a cuyos ojos no puede ni mirar, sirve para ver como Malik no podría dar dos pasos sin que uno de ellos fuese en falso.

Una vez ha arrancado, ya no hay vuelta atrás: La historia que forja Audiard con la pericia de un orfebrero y la mano maestra de un relojero ofrece tantas vertientes, tantos matices a dos personajes que a lo largo de dos horas y media se ven inmersos en un mar de situaciones que les ofrecen las pinceladas suficientes como para que cobren vida más allá del propio celuloide, que uno no puede verse más que inmerso en un peliculón como éste y respirar con ellos, a su ritmo, acogiéndose a sus constantes, casi sin darse cuenta.


(Sigue en el Spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Grandine
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9
17 de febrero de 2008
182 de 215 usuarios han encontrado esta crítica útil
Silencio, eso es lo que oiríamos en la enorme "Camino a la perdición" de no ser por la colosal y reiterativa (debido al excesivo uso que se hace de ella) banda sonora de Thomas Newman. El silencio que hay entre un padre y un hijo, el primero, uno de esos que llevan el sentimiento por dentro, que se nos advierte como alguien parco en palabras pero no corto en gestos de agradecimiento, y el segundo con la desazón que podría producir el llegar a creer que su padre nunca le dio un trato equitativo junto a su otro hermano. Y ese es el silencio que desentraña una relación dolorosa, emotiva y franca hasta el último segundo, una relación que, de vez en cuando, se va abriendo paso en base a cortos diálogos o cuestiones que surgen de la cabeza de los protagonistas y nos empapan con sus dudas, pensamientos e intenciones, haciendo que al final, uno llegue a comprender que había tras todos esos silencios, esos tiempos muertos de viaje hacía un nuevo destino, de escape, pero de reencuentro con el ser querido, con el único que en ese preciso instante podría insuflarte un poco de vida y desvelarte con un sincero gesto.

Mendes construye así un relato de auténticas emociones donde la venganza sólo está en un primer plano, y se muestra como un mero trámite para alentarnos con esa emotiva relación padre-hijo.
La ambientación y todos los exquisitos aspectos técnicos sólo contribuyen a que creamos que podemos volver a esa era donde los trajes de punta en blanco, los sucios disparos en el más recóndito rincón de Little Italy y los más inesperados sucesos se podían cerner sobre nosotros, sólo que retratado aquí con un sosiego muy distinto, pero con una sobriedad y un estilo patentes que impregnan cada edificio, cada gota de lluvia y cada minuto de modo impecable.

La destreza del director norteamericano contribuye a hacer de "Camino a la perdición" una sublime delicia para todo aquel que se quiera dejar llevar de nuevo por cine negro soberbiamente culminado, alcanzando su cúspide en un par de secuencias durante su tramo final y dejando al espectador en un halo de magnificencia y sorpresa por ver tales momentos perpetrados con ese monumental pulso.
Apariciones en el elenco como la de Newman y su increíble presencia, Baker o Craig son sólo una nota más para que la segunda cinta de Mendes se erija como un auténtico ejemplo de cine ejecutado con tacto, instinto y talento, mucho talento.
Observar las contadas pero secas y cortantes apariciones de un Jude Law en estado de gracia, la pertinente forma de Hanks para palpar cada gesto y cada palabra, traduciéndolos en su personaje con mesura, pero gran intencionalidad y las abarrotadas calles de la gran ciudad en pleno hervor supone otro de los tantos alicientes para no perderse esta grandiosa joya del cine de gángsters. A la altura de pocos.
Grandine
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8
3 de enero de 2009
209 de 270 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hipnótica de principio a fin y arrebatadora durante su largo pero cautivador trayecto, con su última propuesta Fincher desgrana una historia de sentimientos puros y vivaces.
En ella, hay más belleza oculta de la que tantas otras muestran en el despliegue de decorados pomposos y postales recargadas. Su arranque es espléndido, espectacular, en él el espectador se introduce en una historia tan extraña, extravagante, pero con una naturalidad pasmosa y digna de elogio, porque no podría caber en la mente de nadie vivir una experiencia tan asombrosa como la que nos cuenta "El curioso caso de Benjamin Button", pero hay tan pocos atavíos en ella, tan pocas florituras, que uno no puede más que fundir su propia retina en el celuloide y disfrutar. Disfrutar porque en su primera hora y media están los minutos de cine más palpitantes que servidor haya podido degustar en mucho tiempo, porque se roza la excelencia con una facilidad pasmosa, y los personajes entran y salen de la pantalla con un mimo asombroso, el mimo con el que les deposita ahí un auténtico maestro, que sabe abrir cada recoveco del corazón de Benjamin Button al espectador con simples y magistrales cuestiones lanzadas casi sin quererlo, que forman parte de una voz en off casi imperceptible, donde los detalles resultan imprescindibles, y cada uno de ellos nos muestra una pequeña lección sobre eso a lo que llamamos vida. Sobre la amistad, sobre el aprendizaje, sobre la muerte... da igual cual sea el tema, puesto que en él no sólo están implícitas las experiencias de Benjamin Button, lo están las de cada uno de nosotros, que nos sentimos implicados, y las vivimos, como si fuesen propias, habiéndolo sido incluso, y es que su historia no difiere tanto de las nuestras propias.

En "El curioso caso de Benjamin Button" abrimos el corazón a un espectáculo magistral y bellísimo donde cada minuto, cada segundo, está cuidado al detalle, donde los aspectos técnicos están trazados con una precisión milimétrica, una precisión de relojero.
Sin embargo, y por milimétrica que sea, no hay nada milimetrado en esta película, debido a que la historia de ese fascinante ser es expuesta con una sencillez aplastante... de ella, cada cual sacará sus conclusiones, unos extraerán cosas de aquí, otros de allí, pero lo milimetrado y lo artificial sólo se halla en su técnica, ya que su historia, sus personajes, sus diálogos, etc... sobrevuelvan un mundo distinto y poseen una franqueza aplastante. Puesto que cada acción no requiere una conclusión en forma de palabras, ya que cada decisión tomada no requiere un frío análisis, sólo un cálido regazo en el que desenvolverse en la mente de cada espectador, y aquí Fincher lo consigue, con creces.


(Termina en el Spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Grandine
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7
7 de octubre de 2008
174 de 207 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sus diálogos resultan, en ocasiones, curiosos, pero no brillantes.
Sus personajes tienen ese punto macarra tan Ritchie, pero no el carisma de, por ejemplo, Boris el navaja.
Su voz en off es bastante funcional, pero no tiene ni la pericia narrativa ni el tremendo estilo de la del tartaja Alan.
Sus situaciones se desenmarañan con soltura, pero no poseen la potencia y garra "Lock & Stock"
Sus imágenes son compactas y directas, pero nunca llegan a la conjunción de momentos tan magníficamente diseñados de "Snatch".

Y es que no mirar al pasado es muy difícil, te llames Guy Ritchie, o te llames Danny Boyle. Pese a ello, siempre será mejor disfrutar del presente, y ese presente es "Rocknrolla"
En ella, el nuevo y esperado trabajo del tipo que confabulo dos obras de arte en pleno auge de las islas británicas, se inicia un periplo donde nada es lo que parece y vuelven esas marañas en las que todo termina en una unión de carácteres demasiado grandes como para ser olvidados.

Quizá sus primeros minutos, debido a esa voz en off mencionada anteriormente, puedan resultar desangelados, también es posible que tarde algo en arrancar y que busque tanto enredo que se pierda un poco por el camino, pero lo cierto es que cuando "Rocknrolla" arranca definitivamente, el público calla, disfruta y sonríe.
Porque, pese a carecer, en cierto modo, de dinamismo durante sus primeros cuarenta minutos, y no tener unos personajes tan increíbles como los que antaño trazaba el cineasta inglés, al final se destapa el tarro de las emociones y entre golpes, bofetadas, algún que otro taco y el tremendo talante de algunos de sus protagonistas, funciona la mar de bien.

Así que, con su conclusión, uno sólo agradece haber disfrutado de otra hazaña que, puede que no sea cien por cien Ritchie, puede que le falte algo de sal, pero resulta tan bien trenzada, tan bien llevada y tan bien concluida, que no se le pueden andar buscando los tres pies al gato teniendo en cuenta los thrillers con los que nos topamos hoy en día. Porque prefiero ver a Butler aquí haciendo el macarra, antes que otras cien macarradas con las que nos bombardean en los USA, porque prefiero ver como en el cine de este genio al que ablandó Madonna se recurren a diálogos no tan rotundos, a oír mil estúpidas frases recitadas por el colega palero de turno de Mark Wahlberg, porque, en definitiva, y aunque le haya costado, Guy Ritchie ha vuelto en cierto modo.
Y si esta ha de ser la generación MTV, bienvenida sea, porque me quedo antes con ella que con DeNiro y Pacino haciendo el memo en su último bodrio subvencionado por los grandes estudios.
Grandine
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8
8 de noviembre de 2007
178 de 222 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque así es como se cuece "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford", a fuego lento, como en el viejo oeste y, aunque a más de uno le parezca que no, es uno de esos films que requieren reposo, que necesitan cocerse a fuego lento, ir destapando sus entrañas y desvelando cada uno de los rasgos de sus personajes, si no con lentitud, si con pulcro detalle.

Más de uno se quejará de que la película es lenta o aburrida, a mi no me lo ha parecido para nada, es más, pues el segundo largo de Dominik, si de algo peca sería de poseer alguna que otra secuencia sobrante, pero no sobrante porque resbale y desequilibre el peso de la cinta, sino porque redunda en aspectos que momentos antes el neozelandés había destapado de modo fenomenal, sugiriendo, y lo explicita todo de una forma que no termina de cuadrar bien, visto lo visto anteriormente.

Lo que si hace con una genialidad fascinante Dominik, es recurrir a una historia donde parecía que el peso de un enfrentamiento entre dos personalidades de lo más dispares no podía ir a más, sacándole un jugo impresionante, y hablándonos de sus personajes a corazón abierto, de sus miedos, de sus frustraciones, de sus ansias por crecer en distintos ámbitos y descubrirse como algo que siempre han querido ser, pero finalmente han descubierto como banal.

Para ello, todo está servido de una voz en off nada gratuita, que nos hace partícipes de muchísimos detalles que no podrían ser captados a simple vista, de una fotografía excepcional donde los perfectos encajes y las distintas gammas median un fabuloso trabajo y de una labor artística impecable, así como una banda sonora que resulta imprescindible en el conjunto.

La primera parte de la historia, se limita a contárnoslo todo con pelos y señales, sin obviar ni un sólo detalle y dejando cada cosa en su lugar, sin embargo, es durante ciertos tramos, cuando una brutal tensión, un golpe árido y seco, nos deja ensimismados con todo lo que transcurre en la pantalla, nos aturde con ese relato que contemplamos, palpitantes, pese a saber cual es el punto al que llegará todo, y por ello es un gran trabajo, el trabajo de un artesano.

Añadir la brillante, estratosférica, increible y sublime interpretación de Cassey Affleck no hace más que sumarle enteros, porque desgrana ese personaje inocente, miedoso, inquieto y nos transporta a su interior con una pericia que muchos quisieran, con esa sonrisa nerviosa, con esa intranquilidad en sus ojos, consiguiendo que ni siquiera un también enorme Pitt logre eclipsar el alma de un film cuyo verdadero motor es Robert Ford. Un cobarde, un osado, un intranquilo, quien sabe, véanlo ustedes mismos y juzguen, pero véanlo ya, por favor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Grandine
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