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Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
Lupin (Serie de TV)
Serie
Francia2021
6.3
13,468
George Kay (Creador), François Uzan (Creador) ...
8
14 de febrero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lupin

La primera de lo que después se convertiría en una larga serie de novelas, se publicó en 1905. Había nacido un personaje de ficción que rápidamente alcanzaría una gran difusión en Francia y, posteriormente, en el resto del mundo. Más adelante, la radio, el cine y el cómic también capitalizarían la creciente popularidad del sutil y refinado amigo de lo ajeno. Se trataba de Arsène Lupin, cuyo inspirado creador fue el novelista galo Maurice Leblanc. Lupin es un experimentado ladrón de guante blanco, una especie de Robin Hood de “La Belle Époque”. Todo en él recuerda a un caballero de finos modales, educado, elegante, culto, seductor -posee un irresistible atractivo para las mujeres-, escurridizo, sumamente inteligente y cuya verdadera identidad se desconoce.
No recuerdo con exactitud a qué temprana edad ni cómo cayeron en mis manos las aventuras de Lupin, pero me atrevería a asegurar -por simple asociación de ideas- que para entonces ya había leído alguna de las novelas de sus contemporáneos británicos Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, la más joven de los tres.
De inmediato me atraparon la ironía, sutileza, habilidad y desenfadado humor del personaje y, al mismo tiempo, la ligereza y fluidez narrativa con la que Leblanc desgranaba el texto, haciendo mucho más amena y fascinante su lectura.
La introducción viene a cuento al calor del entusiasmo que ha despertado en mí la primera temporada -vendrán más- de “Lupin”, una serie francesa exquisita, imaginativa, con cinco episodios que saben a poco, cinco pinceladas de buen gusto impulsadas por la sorprendente actuación de Omar Sy, un actor de nacionalidad francesa y descendencia africana -senegalesa y mauritana- que saltó a la fama con “Intocable”, la película más taquillera de la historia del cine francés.
Sy se convierte en “Lupin” -de ahí el título de la serie-, en Assane Diop, un misterioso personaje que comparte muchas de las virtudes y habilidades que caracterizan al protagonista de las novelas de Leblanc. Por legado de su padre, Diop es un ferviente admirador de Lupin, conoce todos y cada uno de los trucos y estrategias que utiliza y sigue al pie de la letra sus métodos para alcanzar los fines que se ha propuesto.
Los creadores de la serie, George Kay y François Uzan, logran el milagro de generar un atmósfera tan entrañable y distendida que incluso los sucesos más atroces y dolorosos del relato son percibidos sin ese dramatismo al que habitualmente nos tienen acostumbrados.
El guion contiene buenas dosis de denuncia social entre las que destacan la desigualdad de clases, el poder del dinero y el persistente racismo que, como un crustáceo a la roca, sigue adherido en la sociedad francesa.
Suspense, increíbles giros argumentales, emoción e intriga a raudales, magistrales “flashbacks” que facilitan la comprensión de la historia y, en cada recodo del camino, un inquietante sobresalto, hacen de esta realización una oportunidad única para disfrutar de la entrañable calidez humana y sensibilidad que respira una serie que, con toda probabilidad, va a contar con la aprobación de miles de seguidores.
Y si esta reseña, mis improbables lectores, les ha resultado lo suficientemente estimulante como para animarles a verla, entonces, misión cumplida.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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9
3 de febrero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peaky Blinders

Espectacular, turbia, punzante, transgresora, vibrante, absorbente, emocionante, violenta, cruel, aterradora... se me acaban los calificativos ante el descubrimiento de “Peaky Blinders”, una serie británica de 30 episodios condensados en cinco temporadas. En total, 30 horas de frenética locura, de excitantes y continuos sobresaltos, al borde de un abismo en los que la ambición y el poder se asoman con determinación suicida.
En 1923, cinco años después de la Primera Guerra Mundial, las secuelas del conflicto han dejado profundas cicatrices en la sociedad británica. Son tiempos de posguerra; desolación, miseria y hambre se ceban en la clase media y trabajadora. Tiempos convulsos en los que se avizoran cambios en un horizonte tan difuso como incierto. Un beligerante y fragmentado grupo de camarillas conspiran en la sombra buscando imponer sus muy personales ambiciones. Por un lado, militantes del Ira, facciones comunistas y sindicatos obreros, tiran cada cual por su lado tensando al límite el frágil equilibrio de la convivencia. Por el otro, mafias de todo pelaje -italianas, judías, chinas, irlandesas y etnias gitanas-, amparadas bajo el concupiscente paraguas de una policía y administración corruptas, se mueven como peces en las contaminadas aguas de los bajos fondos.
En este anárquico magma de confusión y desconcierto, una familia irlandesa de descendencia gitana conocida como los Peaky Blinders, prospera en la pujante, gris y humeante ciudad de Birmingham, considerada en aquellos años como la locomotara de la Revolución Industrial e identificada también, como “El taller del mundo” o la "Ciudad de los mil oficios".
El creador de esta extraordinaria serie es el escritor y guionista, nacido precisamente en Birmingham, Steven Knight, mientras que sobre el actor irlandés Cillian Murphy recae todo el protagonismo interpretando a Tommy Shelby, como el imperturbable, frío y calculador cabecilla y jefe de la banda mafiosa de los Blinders.
Espléndida fotografía, grandiosas localizaciones, fiel ambientación, tanto en interiores como en exteriores, una cuidada y rigurosa elección del vestuario así como el acompañamiento de una envolvente y poderosa banda sonora, nos transportan a aquellos azarosos años sembrados de confusión e incertidumbre.
El último episodio termina con una escalofriante escena que deja en suspenso la historia. Y todo indica que la bien engrasada factoría Netflix prepara ya una sexta tempora que pondrá fin a las correrías de la codiciosa e insaciable familia Blinders. Y este cronista la espera con la misma impaciencia que un presidiario marca en la pared de su celda la fecha en que será liberado.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
8 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sombra del poder - State of Play

De todo hay y todo cabe en la viña del Señor. Corruptos y honestos, ángeles y demonios, tiunfadores y fracasados, policías y delincuentes, humildes y poderosos, víctimas y verdugos... En una interminable lista de antagonismos se condensa la compleja naturaleza de nuestra especie para colorear el variopinto perfil de las sociedades.
“La sombra del poder”, reúne buena parte de este singular zoológico en una película sólida, convincente y sustentada por un guion potente y brillantemente escrito. Con estos mimbres, el director británico Kevin Macdonald construye un thriller que es dinamita pura, un fogonazo de buen cine en el que la acción resulta trepidante. En muchos momentos, la tensión alcanza niveles de alto voltaje en dosis muy bien administradas y en continuo crescendo al más puro estilo clásico. Todo ello garantiza emoción a raudales para mantener al espectador en vilo durante dos horas, trepado en el excitante carrusel del entretenimiento ¿Alguien da más?
En el Washington Globe trabaja Cal McCaffrey, un veterano periodista de investigación que no ha perdido la pasión por su trabajo. De aspecto desaliñado, sobradito de kilos, algo hippioso, melenudo y sin demasiado atractivo, se verá repentinamente envuelto en un caso que resultará finalmente ser un peligroso avispero. Y quien interpreta a tan tenaz y perspicaz reportero no es otro que Russell Crowe, ese estupendo actor que ha probado su valía a través de películas que permanecen imborrables en nuestro recuerdo.
Aunque ya nos hayamos asomado centenares de veces a las sombrías catacumbas del poder, a la pavorosa oscuridad de sus designios o a la avasalladora impunidad de las corporaciones en un buen número de realizaciones, “La sombra del poder” respira con aire propio. Canaliza la accion sorteando hábilmente los caminos trillados del género, recrea admirablemente la atmósfera enloquecida y bulliciosa de una redacción, los constantes roces y conflictos entre sus diferentes departamentos y reproduce fielmente las redes de conveniencia en las altas esferas, intrigas, infidelidades, acuerdos, concesiones, mientras lucrativos y turbios negocios se cierran en los pasillos del Congreso dando la espalda al más elemental código ético y traicionando la confianza de sus votantes. “Qui potestatem exercet corrumpit”, mis queridos e improbables lectores.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
6 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no me siento a gusto en este mundo - I Don't Feel at Home in This World Anymore

El Festival Internacional de Cine Sundance se celebra cada año en Park City, un pueblecito del estado de Utah, EE.UU. Se estableció con la finalidad de promover el cine independiente y hacer posible la exhibición de películas que no contaban con la financiación de los grandes estudios y cadenas de distribución. Gracias al decidido apoyo de Robert Redford, el festival ha ido creciendo con el tiempo hasta convertirse en lo que es hoy: un gran certamen cinematográfico que cuenta con parecida atención e importancia que cualquier otro. Y por si alguno de mis improbables lectores lo ignora, se da la curiosa circunstancia de que el nombre de “Sundace” se debe al título de uno de los grandes éxitos del cine: “Butch Cassidy and the Sundance Kid” personaje que interpreta el propio Redford y que el público español conoció como “Dos hombres y un destino”, en una más de las estrafalarias ocurrencias de nuestros iluminados transcriptores.
Pues bien, “Ya no me siento a gusto en este mundo” se alzó con el premio a la mejor película en la edición del 2017 compitiendo con más de 200 realizaciones. Así que el actor estadounidense Macon Blair no pudo tener mejor estreno como director y guionista de ésta su primera película que parodia al thriller norteamericano, lo que a su vez la convierte en una divertida y emocionate tragicomedia.
Mediante un humorismo tan desenfadado como corrosivo, deja al descubierto la mala educación y el bochornoso comportamiento cotidiano de una ciudadanía descortés, narcisista, incívica y vergonzosamente mezquina que hace del respeto a los demás una ensoñación de algún tiempo olvidado.
De manera que no es de extrañar que a Ruth Kimke -felizmente interpretada por Melanie Lynskey-, ya no se sienta a gusto en este mundo. Ruth es una persona de lo más normal, de esas que, como la mayoría, pasan desapercibidas en cualquier situación, algo misántropa y depresiva, de naturaleza pacífica, muy bien intencionada y que desempeña su trabajo como auxilar de enfermería con notable responsabilidad y eficacia. A Ruth le irrita profundamente la conducta deplorable de sus vecinos y en mayor medida, cuando ella misma se ve directamente afectada. Pero un hecho inesperado cambiará radicalmente la apacible vida de nuestra heroína.
A lo largo del relato, el nobel director mantiene el tono desenfadado y burlesco, en ocasiones bordeando los límites del absurdo, pero distingue la línea que separa la sensatez del disparate, el pastel del pastelazo. Sus personajes resultan creíbles y cercanos por su refrescante espontaneidad, los diálogos, muy bien medidos y articulados, son breves pero jugosos y a pesar de la violencia y crudeza de algunas escenas, Clair se las ingenia para mantener un sorprendente equilibrio en el que el humor y la crueldad van de la mano.
Y remata su obra con un final que resuelve brillantemente, sin rastro de dramatismo, sin disparatada teatralidad.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
20 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El político - The Politician

“El político”, otra más de las series que Netflix ofrece a sus abonados, incluye 15 episodios de delirante e ininterrumpido entretenimiento a lo grande. Una poliédrica e hipercaricaturizada parodia de la sociedad estadounidense distribuida en dos temporadas perfectamente diferenciadas. Tiene la virtud de mezclar vivificantes dosis de disparatado humor -tan mordaz como transgresor- con una corrosiva e irreverente sátira social no apta para almas dulcificadas por las leyes divinas de la santidad.
Psicodélica, extravagante, provocativa, denuncia los excesos y ridiculiza la crisis existencial de una clase social privilegiada cautiva de su propia neurosis. Lanza demoledoras y cargas de profundidad, exponiendo las muchas calamidades y frustaciones con las que carga el pueblo americano pero también muestra algunas de las envidiables virtudes de una sociedad que se reconoce en sus errores, se flagela y autocensura como pocos países son capaces de hacerlo. Y esa saludable autocrítica supone una eficaz terapia que despierta en este cronista la más profunda admiración.
Sus creadores -Ryan Murphy, Brad Falchuk y Ian Brennan- nos invitan a sumergirnos en un voluminoso cajón de sastre donde todo cabe. El poder del dinero, la ambición desmedida, una educación basada en la competencia entendida como una lucha encarnizada, secretos inconfesables, traiciones e infidelidades, engaños, chantajes y todo con una sola finalidad: conseguir tus objetivos a cualquier precio y caiga quien caiga. Tampoco descuida el problema racial que tanta polvareda está levantado últimamente, la batalla por la igualdad de derechos de las mujeres junto a las reindivicaciones del LGTB, el cambio climático o el combate que libran los ecolgistas por un Planeta limpio de basura y contaminación, todo bajo la lente de una desternillante farsa político-social.
El guion es ágil, vertiginoso y aunque a veces tengamos la impresión de que revolotea en círculos, tiene la habilidad de corregir la deriva con un golpe de timón y situarnos en la buena dirección.
El actor y cantante californiano Ben Platt -acapara infinidad de premios en el género musical- encarna a un jovencísimo Payton Hobbart, personaje central de la serie. Y la verdad es que sigo con sumo interés las intrigantes maniobras de este pintoresco embaucador -una especie de Hamelín de la modernidad- hechizado por el sonido de su flauta. Y lo que pareciera ser una metáfora deja de serlo cuando lo ves y oyes entonar alguna de las canciones que se incluyen en la maravillosa banda sonora de la serie que en momentos puntuales coquetea felizmente con el género musical. Porque Ben Platt, aparte de ser un magnífico actor, canta como los mismísimos ángeles y toca el cielo cuando se acompaña al piano entonando “River”, una canción que ya forma parte de mis favoritas en Spotify.
Una fotografía almibarada, de empalagoso color pastel recoje los interiores de lujosas viviendas y mansiones de vergonzante estilo “kitsch”, contribuye a acentuar el tono frívolo y burlesco de la historia.
Y para finalizar, mis improbables lectores, un consejo: no se comporten como estirados puristas, aflójense el corsé, relájense y respiren sin molestas ataduras, disfruten, déjense llevar y piensen que el cine es un oasis de libertad, que como la literatura y otras muchas manifestaciones del arte, tolera todas las licencias y trasgresiones que la imaginación permite, en el que únicamente el talento y el buen gusto marcan la diferencia entre la excelencia y lo aborrecible, entre la exquistez y el esperpento.
Y mientras tanto, a esperar la llegada de la tercera temporada, que de mantener el nivel de las dos primeras, promete estimulantes descargas de feliz esparcimiento.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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