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España España · Barccelona
Críticas de EL ALBATROS
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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
8
9 de julio de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un clásico inmortal, el propio letrero con sus luces de neón es un icono reconocible para los cinéfilos, aunque excesivamente blando y meloso para los más exigentes, sobre todo si lo comparamos con las historias pérfidas y amargas que se han hecho recreando el séptimo arte, seguramente superiores a ésta y desde un prisma más cínico y escéptico. En todo caso yo la he visto por enésima vez sin perder esa emoción que es la esencia del buen cine , sin menoscabo del interés en su mensaje humanista y reconciliador. Despliega con habilidad los hilos del melodrama, la comedia costumbrista y coral, así como una puesta en escena siempre creativa e inteligente.

Más que una oda al cine, que lo es, en esta conmovedora historia lo que prevalece, y creo que lo auténticamente importante es la relación paterno-filial entre Alfredo, esquivo y gruñón, frente a Totó, travieso y de gran sensibilidad, para el primero es el hijo que nunca tuvo en su solitaria existencia y para el segundo es el padre que no conoció. Ambos se necesitan y se atraen, el cine es la bendita escusa, un maravilloso pretexto, porque en esa pantalla de cine, es donde Alfredo y Totó encuentran una ventana a los sueños, a través de las películas que proyectan, y para el pequeño es descubrir la vida, el amor, la música y el baile, la aventura y los problemas sociales del país. Alfredo utiliza su experiencia y los diálogos que ha memorizado de sus grandes estrellas del celuloide para ilustrar e instruir a su joven ayudante: “Totó no pierdas el tiempo, eres joven y el mundo es tuyo, márchate a Roma”, es el consejo para huir de la mediocridad y el olvido.

Fragmentos de La diligencia, La tierra tiembla, Arroz amargo, Ana, sirven para ilustrar la época, los carteles publicitarios de Casablanca, Gilda, Lo que el viento se llevó, y tantas otras obras que formaban parte de la memoria de aquella sociedad a la que el censor le privaba de esos besos apasionados, esos momentos de amor que censuraban los poderes facticos, es lo que prevalece en la memoria de su director a efectos autobiográficos. El descubrimiento del amor juvenil de Totó es otro tema que está tratado con pudor y ternura, seguramente las diferencias sociales se convierten en un obstáculo insalvable.

Hay un aire de tristeza y melancolía que descubre la cinefilia del director, Tornatore escarnado por el Totó adulto en el regreso a sus orígenes, me recuerda al senador Stoodard (James Stewart) al principio de “El hombre que mató a Liberty Valance”, acude a rendir homenaje a su mentor y protector Tom Doniphon (John Wayne) de cuerpo presente. Por otro lado es un testimonio de aquella época, esa misteriosa caja que hereda Totó subrayada por la música del maestro Morricone, que te emociona hasta las lágrimas. Es un legado sentimental que queda de aquellas tardes de cine en un lugar apartado del mundo donde apenas había otra diversión, ni otra manifestación cultural que aquella sala oscura del CINEMA PARADISO que iluminaba el proyector de Alfredo (un memorable Phillippe Noiret).
El mejor detalle técnico del film lo describo en zona spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
EL ALBATROS
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7
17 de enero de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Henry Hathaway fue un cineasta pionero y artesano, siempre dependió del sistema de Estudios, un director todo terreno acostumbrado a filmar películas de encargo, pero que como todos los buenos artistas imprimía su personalidad y eficacia. Abordó casi todos los géneros, destacando especialmente en el western y el cine negro. Pese a que “Siete ladrones” sea dificil inscribirlo en el “noir”, no cabe duda de que se trata de un thriller atractivo y con tensión, poblada de perdedores, donde no falta la mujer fatal, en esta ocasión algo forzada, la música de jazz, el cabaret donde satisfacer los bajos instintos, la traición, la hipocresía de una alta clase social, el lujo y el derroche de unas fiestas y pasatiempos como la ruleta del Gran Casino de Montecarlo. La década de los sesenta fue terreno abonado para las películas sobre robos perfectos, pues proliferaban tras el memorable éxito de crítica y público que había logrado “Rififi” de Jules Dassin. Aunque esta obra de referencia era más austera y menos glamurosa en un París lluvioso y gris.

Por el contrario asistimos al glamur y el lujo en la playa de Cannes y la capital monegasca, en Cinemascope con un blanco y negro luminoso gracias al operador Sam Leavitt, el film no se estrenó en España por lo que la edición en blu-ray lleva un doblaje sudamericano que resulta chirreante, por lo que recomiendo versión original con subtítulos si no seguimos bien el inglés, que es lo que hago siempre que puedo. El color creo que aunque más estimulante no hubiera reflejado tan fielmente el clima moral de sus protagonistas, sórdido, desangelado y amargo, y el malsano ambiente de la sociedad a la que juzga el film. Hathaway demuestra su versatilidad para narrar con brillantez un film de intriga con tonos de melodrama y hasta comedia en algunos momentos. Divide su trama en dos partes: la primera nos sitúa en los aspectos de sus personajes y sus motivaciones; la segunda nos muestra la arquitectura física del robo y sus dificultades e imprevistos.

Basada en la nevela de Max Catto que desconozco, cuenta el devenir de un oscuro y denostado anciano, profesor de química, Theo Wilkins (Edward G. Robinson de sensacional humanidad) que busca una oportunidad de reivindicar su autoestima, por realizar un último brindis al sol en una vida que se vislumbra cercana a su fin. Para ello reclutará a un grupo de “ayudantes” para realizar un lucrativo trabajo de pocas horas. Destaca la relación que el anciano mantiene con un joven y experto profesional norteamericano, Paul Mason (un Rod Steiger contenido, cosa poco habitual), cuya amistad paterno-filial se va fraguando durante el metraje que mantiene una buena química, su ritmo es ligero y ameno sin dejar de retratar fielmente la catadura de cada personaje. El papel femenino de Melanie que representa Joan Collins, no desmerece aunque le falta cierto aplomo a un personaje algo frívolo, Eli Wallach cumple como secundario y el resto del reparto está a la altura. La película se mantiene dignamente a pesar del tiempo transcurrido, desconozco el motivo de no estrenarse en su momento aquí, pero me huelo que la censura debió poner impedimentos que la productora Twenty Century Fox no aceptaría.
EL ALBATROS
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8
24 de septiembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clásico imperecedero de la Historia del cine, de lo mejor del irregular Scorsese con su acertada fotografía en blanco y negro, pocas veces se ha mostrado mejor la crudeza del mundo del boxeo en toda su plenitud, he vuelto a revisar “Raging bull” justo cuando leo el fallecimiento de su verdadero protagonista, el boxeador nacido en el Bronx Jake La Motta (1922-2017), hijo de una familia siciliana donde el castigo y los malos tratos eran moneda de cambio, se trata de la vida de un perdedor, más conocido por su dignidad en las derrotas que por sus méritos personales, y que me ha sorprendido agradablemente por su realismo tan palpable. Jake La Motta no fue un santo, ni un campeón legendario. Y de no ser por la fascinación que sintió Robert De Niro al leer su autobiografía mientras rodaba en Sicilia “El Padrino 2”, hoy sólo le recordarían algunos aficionados al boxeo de cuando el ring tenía doce cuerdas y sus descarnadas imágenes eran en blanco y negro que disimulaban el color de la sangre.

En el aspecto musical, el Intermedio de la “Cavalleria rusticana”, una ópera verista de Pietro Mascagni, abre y cierra el film con su melodía bella y evocadora, que invoca las raíces italianas del protagonista, también fue utilizada por Coppola en “El Padrino 3”. Sórdido y brutal drama con una antológica interpretación de De Niro que incluye su transformación física, el de Tribeca nos muestra al “Toro del Bronx”, cómo sus complejos psicológicos y sexuales le llevan a manifestar una flagrante agresividad, tanto dentro como fuera del ring, sus oscuros devaneos con la mafia, su zafiedad y grosería, además de su aberrante machismo. En medio de esa tormenta interior se encuentra su hermano Joey (Joe Pesci), víctima también de los celos patológicos y la enfermiza paranoia de Jake. Su segunda esposa Vickie (Cathy Moriarty) una joven que defiende su dignidad y que sufre los maltratos del púgil. Este drama personal describe, su ascensión y decadencia, el campeonato mundial de los pesos medios en 1949, venciendo al francés Marcel Cerdan, amante de Edith Piaf, mostrando una vez más, que ni siquiera el éxito profesional consigue hacer realidad los sueños, convirtiéndose malogradamente en una pesadilla.

En “Toro salvaje” se muestra la redención a través del dolor, hay un clima turbulento y crispado, los combates son sobrecogedores, los golpes adquieren un sentido liberador, reflejando la tragedia latente del boxeador, un individualista nato víctima de su decadencia y la desgracia personal. Sus patéticos monólogos plenos de chistes malos, relatando su vida y aludiendo a frases de Shakespeare en cabarets y tugurios de copas, dan buena cuenta de su decrepitud personal, mezclado con sus problemas con la ley mientras reconoce perfectamente su estupidez y mediocridad moral. Relatada en un gigantesco “flash-back”, la película ofrece una auténtica visión poética de la autodestrucción personal de un tipo tosco y primario pero también de un ser humano que acepta, a pesar de su tozudez, sus limitaciones. Hasta aquí mis sensaciones y sugerencias sobre esta película que permanece entre los mejores trabajos de Scorsese.
EL ALBATROS
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7
9 de enero de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admirable recreación histórica, llena de referencias iconográficas de la época, verano de 1941 fielmente mostradas. No en vano la dirección artística corre a cargo del famoso Dean Tavoularis que nos encandiló con la saga de “El Padrino” y otras películas de Francis Ford Coppola, también hay que resaltar la fotografía de espléndida iluminación por John A. Alonzo que había filmado la sugestiva “Chinatown”. Lo más destacable del argumento, libremente basado en la novela homónima “Farewell, my Lovely” de Raymond Chandler, uno de los grandes de la novela negra, es la capacidad para actualizar el universo literario del autor, recuperando lo más sórdido del cine negro de los años 40. Muy acertada es la evocadora música de David Share que acompaña puntualmente los momentos más importantes del film, ese saxo penetra y seduce como la atracción fatal de una exuberante Charlotte Rampling en el mejor momento de su carrera en Hollywood.

Asistimos a una trama enrevesada que entrelaza el camino de varios personajes sin relación aparente, que poco a poco irá desentrañando el detective Phillipe Marlowe al que han contratado para encontrar a una misteriosa mujer de nombre Velma. La voz en off describe y matiza situaciones y circunstancias, muy típica y habitual en este tipo de relatos. Un Robert Mitchum que pese a ser algo mayor para el papel, lo borda gracias a su presencia física y cansina, con su mirada lacónica, a ratos hierático y sus respuestas de una ironía latente, el personaje es tan atractivo que nos hace empatizar con su arriesgado trabajo. El resto de secundarios cumplen dignamente para construir un retrato de personajes típicos de este género cinematográfico, donde no falta la corrupción política, asesinatos, prostitución y drogas.

El cine “Retro” estaba entonces de moda en los años 70, impregnado de una corriente nostálgica que reivindicaban películas como la mencionada “Chinatown” o la no menos recordada “El gran Gastby”. El director Dick Richards había sido anteriormente fotógrafo destacado de las revistas “Life”, “Esquire”, “Vogue” y realizador de spots publicitarios. Su trabajo aquí, se decanta por una planificación que describe una atmósfera mórbida y decadente donde prevalecen las escenas nocturnas, propiciando una buena dinámica del ritmo cinematográfico de elaborada puesta en escena. La novela ya había sido llevada al cine por Edward Dmytryk en 1944, con el título de “Historia de un detective” para la RKO y que no tuvo gran repercusión ni figura entre las mejores del film noir. “Adiós, muñeca” permanece en la memoria cinéfila por su escepticismo palpable, pero que nos deja un elegíaco mensaje sobre la amistad.
EL ALBATROS
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6
5 de marzo de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconocida en esta web, pues no tiene votos ni reseñas hasta hoy, quizás haya quedado olvidada y obsoleta por los tiempos que vivimos, pero me parece un grave error que esté fuera de los circuitos de emisión en TV, quizás por su argumento contraproducente en plena fiebre que ahora planea sobre las relaciones y situaciones socialmente expuestas como en este melodrama pasional. Un trío amoroso exacerbado y delirante que ocurre durante una época revolucionaria de un singular país como Méjico. Analizar la película desde la perspectiva actual sin valorar su contexto y más allá de su valoración artística es un desatino en el concepto de la crítica, tal como he leído navegando por otras páginas de cine. El cine popular está lleno de estereotipos y tópicos, más cuando se recrea una época determinada y no debemos enjuiciar sus valores culturales y sociales, pues son reflejo fiel de un tiempo. Las relaciones personales que ahora resultan machistas y ofensivas para el feminismo reinante, entonces eran admitidas con total normalidad.

Tras este preámbulo que me libera de prejuicios y dogmas, he de reconocer que están las estrellas mejicanas que habían triunfado en Hollywood, excepto María Félix, una mujer de una belleza deslumbrante y una carnalidad seductora, la gran diva del cine mejicano que nunca lo intentó (el salto al cine norteamericano). Era como propiciar un reencuentro de todos esos embajadores de Méjico en la Meca del cine, que finalmente decidían volver a trabajar en casa con temas cercanos a su cultura intrínseca. Una trama folclórica que incluye avatares más o menos históricos, lujosos burdeles de prostitutas, peleas de gallos, duelos por amor, los azares del destino y mitología mortuoria. Todo ello bien narrado por este Roberto Rodríguez que nunca destacó como gran cineasta.

Una turbulenta historia de amor en clave de melodrama y western en el marco de la Revolución de 1910. María Mendoza alias La Bandida (María Félix) dueña de un burdel, donde se dan cita variopintos personajes. Roberto Herrera (Pedro Armendáriz), Epigmenio Gómez (Emilio Fernández), La Jarocha (Katy Jurado) y Anselmo (Ignacio López Tarso). Gabriel Figueroa fue otro de los talentos en la fotografía que trabajó en Hollywood, luce aquí una paleta de colores para explorar, auténticas glorias en la edad de oro del cine mexicano. Hay tanto que quiero ver y desconocemos que siempre se puede disfrutar de este tipo de cine con sus aciertos y también sus servidumbres. La Bandida termina estando bien, hay momentos notables de peleas de "gatas en celo", rotura de botellas, azotes, bofetadas y bailes de buscadores forzados. Especialmente por descubrir con un elenco tan notable como lujosa su producción.
EL ALBATROS
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