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España España · Salamanca
Críticas de La Maga
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Críticas 190
Críticas ordenadas por utilidad
Una verdad incómoda
Documental
Estados Unidos2006
6.8
30,781
Documental, Intervenciones de: Al Gore
8
23 de enero de 2007
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El crecimiento demográfico, un uso irracional de las tecnologías y la despreocupación política son los principales culpables del calentamiento global de la Tierra.

En una ocasión, Antoine de Saint-Exupéry escribió: “Mirad, en la vida no hay soluciones, sino fuerzas en marcha. Es preciso crearlas y las soluciones vienen”. Del mismo modo, Paul Valéry dijo una vez: “Todo el que participa en una discusión defiende dos cosas: una tesis y a sí mismo.” Una verdad incómoda bascula entre ambos postulados. Por una parte, trata de concienciar al espectador del peligro que nos acecha, por otra, le brinda a Al Gore la oportunidad de resarcirse de su sonada derrota electoral.
Davis Guggenheim, un habitual de la televisión (Cinco en familia, Urgencias, Alias, 24…) más conocido por su matrimonio con la actriz Elizabeth Shue (Leaving Las Vegas) que por su debut en cine (la esforzada y a ratos inquietante Rumores que matan), cede todo el protagonismo a su estrella. Su dirección es la del alumno aplicado que por fin se interesa por lo que le cuenta un profesor. Al Gore imparte la clase magistral.
Y lo hace de un modo fascinante a la vez que implacable. Se diluye todo aburrimiento, y casi cualquier atisbo electoralista. Gráficos coloristas, imágenes impactantes, augurios apocalípticamente realistas, críticas a su propio país y Europa… La ponencia de Al Gore, salpicada incluso de humor (“Yo fui el próximo presidente de los EE.UU.”), tal vez parezca redundante al comienzo, excesivamente autobiográfica, que no egocéntrica. Pero esta aparente lejanía tiene una razón de ser. Todo parece estar conectado, más que nunca, en el mundo en que vivimos: intereses políticos, comerciales, petrolíferos, inmobiliarios…, y personales. Porque sólo desde la tragedia individual, es posible relativizar y reevaluar nuestras prioridades. Él únicamente expone su propio caso, y desde ahí, es capaz de trastocar nuestra mente ante el destino que nos aguarda si no empezamos a reaccionar desde nuestra pequeña porción de responsabilidad. Actualmente, Tony Blair ha sido el único político de renombre en activo que ha decidido pronunciarse sobre el tema. Una verdad incómoda es un buen lugar para empezar y continuar. El resto del camino, como bien apunta Al Gore, responde principalmente a un problema ético, moral.
La Maga
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8
18 de marzo de 2007
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Almodóvar rinde un emotivo homenaje a la maternidad a través del retrato de tres generaciones de mujeres en su 16ª película.

Fue La mala educación una desafortunada venganza. Excesivamente ambiciosa, su incursión en el género más seductor, el film noir o cine negro, le salió rana a Almodóvar. Sus ínfulas hitchcockianas desconcertaron a propios y extraños, pero seguían confirmando una nueva etapa - iniciada a partir de La flor de mi secreto, 1995 -, digna de alabanza, más acorde con la evolución de un autor que no desea enquistarse. Las reacciones no se hicieron esperar, Almodóvar exigía el apelativo maestra para su obra, y como los reconocimientos no llegaron, decidió pagar su enfado con la Academia, de la que se desligó indefinidamente.

Tal vez para cerrar esta etapa, tal vez para recuperar el favor de la crítica – el del público, por lo que sugerían las arcas, ya lo tenía -, Almodóvar se recupera a sí mismo de la espiral narcisista que lo envolvía, y coincidiendo con la retrospectiva que la filmoteca de París le está brindando – es la segunda exposición monográfica dedicada a un cineasta, tras el mítico Jean Renoir -, vuelve a sus raíces, se olvida de la percepción que el mundo tiene sobre él, y lo más importante, crea cine, de altos vuelos.

Un Almodóvar más comedido y natural, con su habitual dominio técnico - una cuidada factura de distintas tonalidades - regresa al seno materno, y la patria que es su infancia, para conmover incluso a los más escépticos. Con las dosis justas de sentimentalismo, extravagancia e impostación, con una mezcla insólita e inverosímil, pero a la postre acertada, del surrealismo, el drama, la intriga criminal, el costumbrismo y la comedia del equívoco, rinde homenaje a unas mujeres que sobreviven al viento solano, el fuego y la muerte a base de un valor y una vitalidad sin límites. Solemne, discreto y personal, Almodóvar sortea los baches de su estilo, convierte el plano más anodino en una lección de cine, y con espíritu conciliador, se alía con su reparto, en el que sobresalen dos nombres: una Penélope Cruz (atención al tango versionado por Estrella Morente) demoledora, mejor actriz que nunca, y una Blanca Portillo que construye una mujer de pueblo veraz, personaje imprescindible, paradigma del dolor, los secretos de nuestro árbol genealógico, del fino hilo que no deja de unir dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, y de la bondad irreductible de las mujeres.

En definitiva, Volver es, como bien acuñó Vicente Molina Foix, todo un Almodrama. Se construye la feminidad a través de la irreverente y amorosa mirada de un gay que ha crecido rodeado de mujeres que lo adoran y que se encuentran al límite. Y es que, cuando una mujer llora en una peli de Almodóvar, estamos ante un suceso jadeante, palpitante y aristocrático. Sólo una pega: ¿para cuándo unos retazos de mundo masculino?
La Maga
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7
18 de marzo de 2007
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El constructor del mayor imperio de la industria cinematográfica, en la gran tradición norteamericana, al margen de ese Hollywood que al fin y al cabo simbolizan sus películas, finaliza la saga que en 1977 inició con la única ambición de crear una mitología moderna a partir de los grandes arquetipos. El productor independiente más rico del planeta se ha hecho más rico aún, pero habría que preguntarle a qué precio, porque el resultado de esta segunda trilogía es muy inferior a su predecesora, además de decepcionante. A su favor, recupera cierta vitalidad originaria, y quizás sea esta última entrega el único homenaje sincero brindado por George Lucas a un montón de generaciones de seguidores. La pena es la ocasión desperdiciada para haberlos unido a unas nuevas.

Star Wars III posee como principal virtud un tono oscuro y fatalista antes nunca visto. La actualización del monje guerrero encuentra en la mirada torva de Hayden Christensen la principal fuente de inspiración para el nacimiento de Darth Vader. Su brillante actuación aporta credibilidad suficiente al traslado al Lado Oscuro de Anakin, capaz de atraer al Elegido y de dinamitar la República. La venta de su alma al diablo para salvar a su amada Padmé Amidala, una Ofelia creyente pero decepcionada del amor, y su inevitable abandono de los valores Jedi, producto de un afán de poder desmesurado, se erigen como contenidos de más honda presencia espiritual. El sacrificio del héroe, determinado por su destino, siempre lleva consigo cierta inutilidad, en este caso, la muerte de un inocente, o mejor dicho, de la inocencia. La venganza de los Sith es la historia de un joven que quiere beberse la vida, de la insensatez y la esclavitud del amor, y también de la primera pelea entre dos sables láser del mismo color.

¿Qué es lo que falla entonces? Pues lo mismo que en las otras precuelas: la conspiración política aburre, los encuentros y diálogos románticos cansan, los efectos especiales son cargantes, la ligereza, la simplicidad, el acartonamiento y el humor tontorrón son excesivos, desaparecen las incógnitas, los detalles, las introspecciones, toda emoción y huella de sincretismo religioso necesitado de profecías, la acción se torna mecanizada, y se alarga como excusa hasta alcanzar el momento culminante, la fluidez, el fervor y la naturalidad juveniles se han perdido, y la épica de los sentimientos e ideales de los caballeros Jedi se borra. Y para colmo, Yoda queda ridiculizado. En suma, es una pasarela de guiños onanistas. Uno se pregunta dónde han quedado la emoción y la profundidad. Quizás en la pasiva complicidad que, llena de nostalgia, recuerda: Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana… Así es como muere una trilogía, con un estruendoso aplauso.
La Maga
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5
8 de marzo de 2007
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hideo Nakata, seguramente dolido por el remake americano de su obra original, aprueba sin despeinarse el salto a Hollywood. Menos preciosista que la de Gore Verbinski, al menos esta cinta recupera el gusto por la creación de atmósferas hiperrealistas a partir de la composición y la profundidad de campo. Nada que ver con el terror vísceras y golpes de efecto. La fórmula está agotada, pero los ciervos y las bañeras cobran una nueva dimensión.
La Maga
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4
14 de diciembre de 2010
19 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que me las prometía muy felices. Después de haber oído los buenos resultados cosechados en Sitges, la fiebre provocada en Japón, y su casi segura selección para representar al país nipón en la próxima edición de los Oscar la cosa no podía pintar mejor. Prólogo, directo, quedo noqueado por su brillante estilo visual, y de dicción, por su descarada ironía, por su relamido sarcasmo, por lo actual de su discurso: el vacío desarrollado en las sociedades avanzadas, la pérdida de valores, la desorientación, la venganza como intelecto, la ignorancia supina, la indiferencia ante el otro, un igual, convertido en mero paria o parásito, sólo aprovechable como pasatiempo o medio para el ascenso en la escala social y material inculcada por el capitalismo globalizador, la desconexión entre adultos y adolescentes, entre padres e hijos, la infantilización de los mayores y los aires de superioridad de los jóvenes, la noticia impactante (ya nada asombra) convertida en carnaza sensacionalista por los medios, y finalmente, el progreso mal entendido, su cortocircuito, la hecatombe humanizadora, el nihilismo al que estamos abocados. Con todas estas premisas, uno no puede sino dejarse llevar, prestar atención, o mejor diría, pegar la oreja ante tamaña presentación, pues asistir a este engendro es como asistir a una lectura literaria (no me siento en una butaca para que me piten los oídos ante tal exceso literario). No se lo crean, son fuegos de artificio que acaban provocando el desquiciamiento del espectador, al menos al curtido. Existe una regla sagrada en el cine, a menos que seas un Allen, o un Bergman, que seguramente las nuevas generaciones no se molestarán en acercarse a ella: menos es más. La seleccionada el año pasado por Japón, Okuribito (Departures), lo entendía a la perfección, son los extremos que a veces se tocan, pero muy raramente. Es imposible ser más obtuso, envalentonado y cargante que la mano de este director. Echa abajo todas sus virtudes, esas pinceladas descomunales de verdad actual, en aras del exceso, un problema bastante arraigado en cierto tipo de cintas orientales. Y el espectador no siente más que impotencia, y unas ganas apremiantes por abandonar la sala cuanto antes. El desarrollo y el clímax de esta película son tan interminables como aquellos conejitos de las pilas de Duracell, o el papel higiénico de Scotex. Y en definitiva, su cáncer, que nace a los veinte minutos de proyección, con una modernidad mal entendida, y se prolonga indefinidamente convirtiendo a Confessions en una de las mayores torturas que haya sufrido en el cine últimamente. Es como el discurso cargado del joven que parece que se va a comer el mundo... hasta que se da de morros contra el suelo, contra la realidad.
(Lo siento, pero me dicen que mi crítica es demasiado larga, por lo que te animo a continuarla en la crítica con spoiler, pero tranquilo, no cuenta nada del argumento).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
La Maga
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