Esta tercera y ¿última? entrega de los monos inteligentes es un buen colofón, indudablemente, con acción salpicada de venganzas, traiciones y demás premisas que todo cine de aventuras requiere. Los efectos digitales son deslumbrantes, nunca hasta ahora los simios habían sido tan minuciosamente recreados, y dando margen de interpretación a los actores que se hallan detrás de tanto pixel.

Pero no todo son parabienes. El guion es tópico y previsible de principio a fin, hay fuerza visual pero casi nada de lo que sucede logra sorprender a un avezado espectador. Y, todo hay que decirlo, el título promete más de lo que se acaba ofreciendo. De todas formas, un gran espectáculo en el que las virtudes superan a las carencias.

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Antes de ver esta película avisamos que es imprescindible haber visto Vengadores: Endgame, tanto para evitar spoilers como para entender el contexto en el que se sitúa esta nueva entrega del Hombre Araña que viene cargada de sorpresas, desde el primer minuto hasta las dos escenas poscréditos que nadie debe perderse.

Con los deberes ya hechos, lo que nos vamos a encontrar es una divertidísima aventura cuyo guión audaz pondera a la perfección el humor blanco, la acción desmedida y las escenas emotivas, aportando un halo de frescura al género de superhéroes con unos personajes bien aprovechados que dan lo mejor de sí mismos.

Teníamos un vacío interior tras Endgame y el inicio del camino para llenarlo por ahora es alentador.

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La palabra inventada para dar título a esta película no podría decir tanto con tan poco, personas que están, o se vuelven esquizofrénicas, en la ciudad italiana de Venecia. Una localización única y emblemática a la que se le exprimen todas las posibilidades que puede ofrecer, con su bullicioso carnaval, sus inimitables canales y sobre todo, sus oscuros callejones y recovecos.

Ahí se pierden sus turísticos protagonistas, quienes se convierten en incautas presas de unos enmascarados, que si bien se mueven por rebuscados motivaciones, sus sanguinarios actos son una inagotable fuente de cruel e incesante esparcimiento.

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Falso documental que nos cuenta el desarrollo del rodaje de una película de terror, que sin presupuesto y con un equipo de solo cuatro personas, pretende salir adelante. Esta premisa está bien aprovechada, ya que en poco más de una hora tiene tiempo de desarrollar las variadas y marcadas personalidades de sus protagonistas, además de indagar en los secretos que ocultan.

El tono satírico cómico que tiene arranca risas de vez en cuando, aunque también nos llevaremos unos cuantos sustos por el camino. En definitiva, una producción que le saca partido a los escasos recursos con los que cuenta y en la que su reparto destila el buen rollo necesario para divertir y hacer partícipe al espectador de su vampírica aventura.

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En cuanto a realización y fotografía se refiere, esta segunda parte da un paso atrás para tornarse más accesible y luminosa que su predecesora, aunque lo compensa introduciendo varias subtramas sombrías de intriga que amenizan una velada erótica menos explícita de lo esperado.

Quien destaca por encima de los demás es su protagonista masculino, tanto por la actuación de un sólido Jamie Dornan, como por los misterios que esconde un traumatizado personaje del que por fin conocemos mejor sus motivaciones, eclipsando parcialmente a su compañera de reparto.

De nuevo con una pegadiza banda sonora, y con un guión menos empalagoso pero más dinámico que el anterior, es un placer inocuo que, a pesar de sus defectos y de las críticas políticamente correctas, repetiremos en su liberada tercera parte.

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