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Críticas de Jinete nocturno
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Críticas 177
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
13 de agosto de 2009
53 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada día, al encender el televisor o echarle un vistazo al periódico, me lo pregunto: ¿Cómo se lo permitimos? ¿Cómo es que ELLOS dirigen nuestras vidas?

Sí, ELLOS, los “elegidos”, los que mueven realmente los hilos –porque, ¿no seréis tan ingenuos como para pensar que esos politicuchos paniaguados e hipócritas que “elegimos” pintan algo, verdad?-: los que desde sus bonitas y estériles mansiones en Beverly Hills, Malibu, Palm Springs o similar deciden qué ropa debemos vestir, qué coche debemos comprarnos, qué debemos comer o cuándo, dónde y con quién es lícito joder; los que a través de sus televisiones y periódicos nos dicen qué debemos pensar, a quién debemos votar, qué guerra es justa o qué país (preferentemente petrolífero) terrorista; los que deciden, mientras echan una partidita de golf, que este año, aun de costa de millones de muertos –C’est la vi-, bajará el cacao y subirá el coltán; los que, levantando un teléfono, destrozan la carrera de vete tú a saber qué actriz porque se le olvido sonreír en la última fiesta o no quiso abrirse de piernas; los mismos que dejan en espera al Honorable presidente del Tribunal Supremo para atender al distinguido vicepresidente de Microsoft, que entra por la otra línea.

Sí ELLOS mandan…Y mandarán siempre, porque, por supuesto, sus hijos, que irán a las más caras universidades y gozarán de ventajas inalcanzables para la chusma como tú o yo, serán acogidos con los brazos abiertos en su pequeño e impenetrable club de titiriteros: “Hay para ti un puesto vacante en Washington, hijo”. Pero, sobre todo, amigo mío, porque nosotros se lo permitimos.

Porque, lo repito, ¿qué clase CHUPÓCTEROS, de SABANDIJAS CHUPASANGRES y de MONSTRUOS DEGENERADOS, controlan el mundo?

Pues bien, Brian Yuzna se hace esta misma pregunta en su primera película, y su lúcida y sentida respuesta consiste, simplemente, en quitarle los signos de interrogación.

Una película valiente, venenosa e “hija puta”, que, a pesar de sus evidentes fallos e imperfecciones, de su ritmo irregular y de su gusto por lo bizarro –no en vano es una película de Yuzna-, merece ser vista; aunque sea como premio a un descarnado y lleno de mala leche ataque de sinceridad.
Me planteo si ahora, veinte años después, hubiera sido posible…

Es una pregunta retórica, claro.
Jinete nocturno
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10
13 de agosto de 2009
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que, en vista de los acertados comentarios de mis compañeros, hay poco que pueda añadir, pero quiero decir lo siguiente: a estas alturas, y ya voy cumpliendo años, es la única película que todavía consigue asustarme. Cada vez más...

Podría hacer lo de siempre: hablar de sus apabullantes plano-secuencia y de la soberbia actuación de Nicholson; de su banda sonora -a base de fragmentos de Ligeti, Bartok y Penderecky-, terrorífica y sugestiva a más no poder; de esa hipnótica fotografía no acta para agorafóbicos…
Portentosa, magistral, insuperable…
Pero eso son sólo palabras gastadas, que de tanto ser repetidas han perdido todo su sabor. “Palabras, palabras, palabras”, que diría Hamlet. Así que, hazme caso: si no la has visto todavía, deja ya de leer esta paja mental y corre al videoclub. ¡Dale tú mismo sentido a estas palabras nuevamente!
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Soy de los que nunca han creído en esa soberana estupidez de que “Una imagen vale más que mil palabras”: que nadie se equivoque, no vemos con los ojos, sino con la mente; una frase inspirada puede evocar en nosotros más sentimientos, sensaciones, sabores, sonidos, olores e imágenes que la filmografía completa de muchos tenidos por grandes cineastas. Esa es seguramente la causa de que la mayor parte de las adaptaciones literarias sean autentica mierda…Y, precisamente, Sthephen King –en mi opinión, y sé que no queda “intelectual” decirlo, un escritor portentoso- es de los que tiene (o tuvo) ese don: el de ser capaz de sugerir en apenas una línea lo que la mayoría no podrían expresar ni en un millón de años; de remover nuestros más oscuros y profundos temores con una sola palabra -Redrum-. Y es que, El Resplandor, y me mojo, sin ser del todo redonda, posee algunos de los pasajes literarios más inspirados, no ya del terror, sino de toda la historia de la literatura universal.

Así que, ante la perspectiva de que alguien intentase llevar semejante maravilla al cine, sólo cabía echarse a llorar… Estaba claro que era inadaptable... ¿Cómo trasladar algo tan rico y tan fascinante, tan insano y denso, a la pantalla? Solamente un genio podría meterle mano sin destrozarlo…
Y el genio llegó.

Stanley Kubrick logró lo imposible: trasladar en imágenes cada palabra, volcar (que no “condensar”) un tocho de 500 páginas en dos horas de puro cine sin que se perdiera un ápice de su atmosfera ominosa y amenazante, de su insoportable capacidad para mostrarnos la espiral que conduce a la locura o de esa enfermiza verosimilitud con la que se sugiere la existencia de perversas voluntades, más allá de nuestros sentidos, empeñadas en nuestra perdición; ser absolutamente fiel al espíritu aún a costa de traicionar muy ligeramente la letra.

Y ya sé que King siempre ha renegado de la película, pero me da igual. Se equivoca, los árboles no le dejan ver el bosque... En realidad, Kubrick mejora a King (eso es lo que no le perdona), lo hace infinitamente más coherente y lúcido: nada de esperanza…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jinete nocturno
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9
12 de agosto de 2009
50 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una cosa que tengo bastante clara: Romero no hace cine de Terror. Te puede poner de los nervios, darte algún susto y, por supuesto, revolverte las tripas, pero jamás te provoca ese miedo irracional e íntimo que caracteriza al género. Y esto no es una crítica, sino un encendido elogio a su coherencia, a que sea capaz alejarse de la tentación de utilizar los zombies para hacer vulgares pelis de miedo –Error de todos sus supuestos imitadores- . Porque, que nadie se engañe, Romero jamás, ni por un instante, ha pretendido hacer semejante cosa…

Y, no, no digo que no haya nada terrorífico en sus películas, al contrario: siempre, tras verlas, acabo absolutamente horrorizado… Pero no se trata de ningún miedo irracional e inefable, ¡qué va!, sino de un terror perfectamente concreto y muy cotidiano: el espanto que me provoca contemplar la infinita estupidez y mezquindad humana, comprobar hasta qué punto somos despreciables y merecedores de todo lo que pueda ocurrirnos; incluso ser devorados vivos.
Y es que ese es El TEMA de Romero: la miseria de la condición humana.

En efecto, sus películas, todas la misma, no son más que un mismo retorcido y obsesivo experimento mental repetido bajo distintas variantes: “Cojamos a un grupo de personas y obliguémoslas, a través de una amenaza completamente irracional e insuperable, a permanecer encerradas en un espacio limitado y bajo continua tensión.” Y el resultado de semejante experimento es, por descontado e irremediablemente, la catástrofe.

Porque, sí, los verdaderos monstruos en el cine de Romero no son zombies, sino hombres. Tanto es así, y esa es su genialidad, que irrevocablemente, a pesar de todas las brutales evisceraciones y escenas de canibalismo, son los zombies los que quedan mejor parados, los más dignamente retratados: “Al menos entre ellos no se devoran”.

El Día de los Muertos es la más redonda de las películas de Romero, su obra maestra. Su ambientación absolutamente claustrofóbica y opresiva; su atmosfera ominosa, apocalíptica, profundamente amenazante y angustiosa (posee el inmenso acierto de no mostrar prácticamente zombies hasta casi el final y, sin embargo, hacerlos omnipresentes en nuestro pensamiento); sus interpretaciones increíblemente solventes -Jamás, y lo dice alguien que sabe de lo que habla, he visto unas actuaciones tan repugnantemente realistas como las de los que interpretan al capitán Rhodes y a sus secuaces- y la acertadísima introducción de personajes como “Frankenstein” y Buddy -el zombie más famoso de la historia tras George W. Bush- , la hacen totalmente imprescindible.
Solamente sus desmedidos excesos gore - avisado quedas- impiden que este peliculón llegue al gran público: jamás Tom Savini ha estado tan desatado como aquí, y en pocas películas se verá semejante regusto por lo explícito; semejante galería de destripamientos, ojos desorbitados, intestinos de cerdo, higadillos…
Aun y todo, imprescindible.
Jinete nocturno
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5
12 de agosto de 2009
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy inferior a la primera de la saga (lo que es lógico, teniendo en cuenta el peliculón que se sacó de la manga O'Bannon) y mucho más convencional y menos interesante que su continuación a manos del inefable Brian Yuzna (y eso sí que es grave), se queda en un insulso y descafeinado producto de entretenimiento ochentero. Frente al humor inteligente y muy negro de la de O'Bannon, ésta peca de un humor excesivamente blanco, previsible y ramplón –pensado, supongo, para el biempensante padre de familia americano y sus vástagos pubescentes -, que casi te hace plantearte si estás viendo una de Disney. Por otro lado, parece intentar suplir estas carencias tirando un poco más del gore que su precuela. Un gore, eso sí, absolutamente light y cutre-salchichero, donde la sangre es verde (muy creíble) y las vísceras brillan por su ausencia.

Sólo a destacar el toque genial de hacer repetir a los dos actores protagonistas de la primera parte (con idéntico resultado) y el personaje del doctor, que tiene un par de salidas cachondas que, para que negarlo, me hicieron reír bastante.

En definitiva, un extraño intento de convertir el género de zombis en cine familiar de sobremesa. Si tienes catorce años (o edad mental equivalente) o estás algo borracho quizás sea tú película. Si no, me temo que, no es que te vayas a aburrir, pero te va a dejar el regusto del almíbar. Tan decepcionante como esta crítica.
Jinete nocturno
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8
11 de agosto de 2009
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya se sabe que O'Bannon se ganó un lugar de honor en la historia del cine por haber sido el tipo que escribió el portentoso guión de ese pedazo de peliculón llamado Alien. Eso además de convencer a Giger de que se encargara del diseño artístico (criatura y nave alienigena) y de pasarse la mitad del rodaje mirando por encima del hombro de Ridley Scott (con su consiguiente mosqueo), asegurándose de que no cambiase una coma de lo escrito...
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Pero, incluso si Alien no hubiera existido, seguramente sería recordado por esta joya: una de las películas más entretenidas, inteligentes y gamberras que he visto. La película que, ella solita, consiguió resucitar el cine de zombies (ya medio muerto, nunca mejor dicho) y fue responsable del revival ochentero que todos los de mi generación degustamos en nuestra niñez y adolescencia; todo gracias a aportaciones al género tan impagables como la “Trioxina”, a unos zombies que, dotados de una insaciable hambre de ¡Cereeeeeebros!, son bastante más rápidos y cabrones que a los que nos tenía acostumbrado Romero y a su despiadado humor.
Porque el humor y los zombies siempre han ido unidos, ya lo sabemos: la mayoría de películas de zombies mueven a la inmediata e incontenible carcajada... Pero normalmente se debe a su patética factura y sus tristes interpretaciones, no a la intención consciente del director (Para más aclaraciones véase “House of the Dead”… si hay cojones). Lo verdaderamente original de esta película es que es la primera que trata verdaderamente de hacer una comedia con zombies, a caso hecho.
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Y lo consigue con absoluta brillantez... Pero, cuidado, que nadie espere encontrarse con chistes facilones ("Venga, ahora que salgan bailando unos zombies al estilo Michael Jackson, ya verás que risa") o zafios y procaces -No es una película española, os lo recuerdo-, ni siquiera con la histérica carcajada que te provoca Peter Jackson en Braindead con sus monumentales idas de pinza y su festival ultragore: la película, absolutamente contenida, está pensada en serio para ser contada en broma. Su guión, casi tan redondo como el de Alíen e igual de retorcido, es el de una película de Terror puro, y sólo funciona como comedía porque O'Bannon, forzando las situaciones y las interpretaciones hasta el absurdo e impregnadolo todo de un humor sutil, brillantísimo y negro como el sobaco de un grillo -El inolvidable "¡Traigan más ambulancias!"-, así lo quiso. Pero, con unos mínimos cambios y otro estilo narrativo, la película sería “pa cagarse”.
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Más aún, y no digas que no he avisado: su estupendo final, terrible, ominoso e “hijoputa” a más no poder, seguramente conseguirá que se te congele la sonrisa y que tardes un “ratico” en dormirte…

La película, eso sí, deja, es su mayor defecto, un sabor demasiado ochentero. Está claro que en muchos aspectos ha envejecido mal. Pero eso, en especial para los que rondamos la treintena, en un aliciente nostálgico más.

Muy recomendable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jinete nocturno
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