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Críticas de Tony Montana
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Críticas 179
Críticas ordenadas por utilidad
9
16 de mayo de 2006
186 de 203 usuarios han encontrado esta crítica útil
" Tu cine me gusta por el modo en que filmas a los caballos, los filmas desde el culo ". Esta frase pronunciada por Bertolucci cuando Leone le propuso rodar una película con guión de ambos, y le preguntó por qué le gustaba su cine, resume en sí misma todo lo que fue el cine de Leone. Cuando oigo que Peckinpah fue el renovador del western, particularmente me echo a reir, por que sin duda alguna, el primer rupturista con el western clásico no fue otro que el genio italiano. El spaguetti western fue un género mediocre, del que sólo cabría destacar, aparte de a Leone, a Sollima y a Corbucci, que en cierto modo no hicieron más que servirse de las bases puestas por Leone, quien, por razones obvias, fue el que alcanzó más notoriedad, y con el paso de los años no cayó en el olvido.

Probablemente, en aquellos años a nadie se le habría ocurrido empezar un western con una paliza a un niño mientras el supuesto héroe se queda impasible bebiendo agua. Pero luego nos damos cuenta que tal héroe no dista mucho de cualquier malo de los westerns clásicos. Es un tipo que no duda en matar a sangre fría, que no siente absolutamente nada, sus ojos son dos finas rendijas que no permiten que nadie sepa lo qué piensa. Y es un tipo inteligente, no duda en montar el lío si la paz no le interesa, siempre que la guerra venga provocada por unos dólares. Aunque cuando los problemas apremian, no duda en ayudar a quien sea, por que, a pesar de su aparente falta de sentimientos, la injusticia es algo que no soporta, y no duda en ayudar a quien realmente lo merece.

Como en las otras películas de la trilogía del dólar , la película no cuenta con un gran guión, los personajes no se desarrollan demasiado, y algunas de las situaciones que ocurren están cogidas con algodones. Es la dirección de Leone lo que le otorga a esta película el poderío que tiene, la inteligencia del director consigue que la película se convierta en un grandísimo entretenimiento, con una factura impecable, a pesar de varios fallos, como la fotografía nocturna de los exteriores, que son meros filtros azules. Esos primros planos, esa composición de planos, donde Leone casi pinta sobre el celuloide, esa música de Morricone, ese montaje... con unas interpretaciones geniales, un Clint Eastwood tan sobrio como siempre, y un Volonté tan perfectamente sobreactuado para dar vida al loco Ramón, consiguen darle credibilidad a una historia genial. Aunque eso si, nunca puede tomarse en serio ninguna película de la trilogía del dólar, puesto que no son más que bufonadas, ya que Leone fue al western lo que Hitchcock al cine en general, un practicante casi religioso de lo absurdo y lo bufonesco, pero genial y supremo
Tony Montana
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10
19 de marzo de 2006
174 de 184 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steven Spielberg, mostrando su amor por Kubrick cuando le preguntaron por cómo definiría el cine, contestó: " No hay nada más maravilloso y perfecto para definir el cine que el final de Senderos de gloria, cuando la que sería futura esposa de Kubrick canta ante los soldados franceses ". Ciertamente, podría tratarse de una de las definiciones más certeras de la historia. Una escena donde la brutalidad propia e los soldados pasa a convertirse en pura sensibilidad, al ver a tan hermosa mujer, una prisionera alemana, cantar dulcemente, pasando en segundos de la barbarie casi obscena al más maravilloso silencio dentro de las tropas del bar.

No hay lugar para el heroísmo en esta película. No hay lugar para los vencedores, no hay lugar para la victoria, no hay lugar para la esperanza. Todos somos perdedores en las guerras. Y más aún aquellas almas cegadas por el patriotismo, sentados en su despacho, dirigiendo a miles de hombres que servirán de carne de cañón desde su mesa. No hay mayor cobardía que la del personaje interpretado por Adolph Menjou, que ordena matar a tres hombres escudandose en el miedo y la cobardía contra el enemigo. Pero mayor cobardía es escoger friamente, al azar, a tres hombres que pagarán por el resto del pelotón. Tranquilamente, condenar a la muerte a tres hombres a los que se contempla como a hormigas a las que poder aplastar parace un mero juego para el general francés. En el otro extremo se encuentra el coronel Dax, maravilloso Kirk Douglas, un hombre justo, aunque no es un ningún virtuoso, ni ninguna alma caritativa. Es sencillamente un hombre justo. Su lucha es más propia de David contra Goliat, sólo que esta vez Goliat es invencible. Un juicio que es más un mero teatro, un circo, que un proceso donde se pueda hacer verdadera justicia.

Y aquí es donde comienza la agonía de los soldados. Una reflexión sobre la muerte, sobre la vida, cómo afrontar el inevitable destino. Resignarse o rechazarlo. El terror en la cara de unos soldados que se ven incapaces de huir del asesinato a sangre fría a manos de sus propios compatriotas por algo tan nimio como el valor. Un valor que sólo puede juzgar un demente y casi fascista coronel, ansioso de poner orden en su pelotón, sacrificando a chivos expiatorios como medida de advertencia.

Toda esta reflexión sobre la guerra está contada con e habitual estilo de Kubrick: sus grandiosos travellings, unas escenas en las trincheras que casi parecen documentales, y un grito desesperado por la paz, que metió el dedo en la llaga de aquellos a los que involucraba esta cinta. Siempre genial, siempre único, así era Kubrick.
Tony Montana
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9
16 de abril de 2008
153 de 170 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lumet es, junto a Peckinpah y, un poco más rezagado, Frankenheimer, el director de la generación de los televisivos que más huella ha dejado a lo largo de su obra en otros cineastas, y que más películas de mayor calado ha realizado, sin abandonar nunca ese estilo claustrofóbico que envuelve sus trabajos desde el primer fotograma, especialmente sus siempre interesantes dramas judiciales, sobre todo la obra maestra de su carrera, 12 hombres sin piedad, o sus thrillers, como Network o la magistral Tarde de perros. Si bien es cierto que en los últimos años se había dejado arrastrar por películas de una calidad baja que no estaban a su altura. Es por tanto que merece una enorme celebración ver la recuperación de un clásico de la dirección donde Lumet se ha vaciado para entregar una obra que bien podría ser su canto de cisne, de un clasicismo encomiable a la par de una modernidad comedida, rodada en digital y con una fotografía que de fría resulta casi glaciar, que hacen de esta muestra de género negro una de las grandes obras maestras del último año y en donde el veterano director ha vuelto a demostrar que no sólo no estaba muerto si no que continúa en una forma excelente a sus, si no me equivoco, 84 años.

Si esta película se hubiera hecho hace 70 años, probablemente la habría dirigido el John Huston de La jungla de asfalto, y si se hubiera hecho hace 50, Melville habría estado ahí detrás, pues, si bien es cierto que es una película puramente original, donde los homenajes genéricos brillan por su ausencia, si se nota un regusto por ese buen cine negro que radiografiaba el alma de sus personajes hasta desnudarlos por completo ante la cámara. Y es que Lumet aprovecha el robo para, como ya hiciera en Tarde de perros, tensar la cuerda dramática en un ejercicio de funambulismo cinematográfico que se mueve entre el drama más intenso movido por la destrucción del entorno familiar y el thriller modélico que deja en tensión al espectador durante dos horas gracias a ese descenso a los infiernos de los dos autodestructivos protagonistas, impresionantes Ethan Hawk y, sobre todo Philip Seymour Hoffman, inmersos en un intenso caos que ellos mismos han provocado y que no sólo no hacen nada por detener, si no que ellos mismos avivan por su torpeza. Y es que, como en la película protagonizada por Pacino y Cazale, los dos hermanos Hanson son un par de perdedores que ejecutan mal y rápido un absurdo pero aparentemente sencillo plan donde nada sale como pensaban, y que golpeará como un martillo sus respectivas vidas hasta hundirlas de todo. Lejos de ejercer cualquier tipo de valoración moral, Lumet sumerge su cámara en la vida de ambos hermanos y cuenta la impostura de ambos, su frágil situación social y demuestra que, a pesar de parecer uno, Hoffman, un aparente triunfador, y otro, Hawk, un perdedor endeudado, la distancia que hay entre ellos es inexistente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tony Montana
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9
5 de abril de 2006
153 de 183 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ciertamente, antes de ver esta maravilla, jamás podría haber pensado que algo tan simple, tan nimio como una bolsa podría albergar tantísima belleza. Una cinta sobre volver a nacer, la posiblidad de una nueva vida. Pocas películas hay en el la historia del cine que resuman tan bien la hipocresía del mayor país del mundo, y tuvo que hacerlo, obviamente, un europeo. Sam Mendes ya puede congratularse por haber realizado semejante obra, seguida de otra excepcional película como Camino a la Perdición. Mendes retrató a la clásica familia de catálogo, pero nos hizo ver qué pensaban, qué sentían aquellas familias perfectas de clase media americana que cenaban mientras escuchan insoportable música de recepción de un dentista.

Todo en esta película es perfectamente imperfecto. Y precisamente ahí radica su novedad y su frescura. No nos retrata a la familia de siempre, nos retrata una mezcla de todas las familias actuales, donde las relaciones entre sus miembors no son a veces más que meras poses, pero que luego en la intimidad se tiran los tratos a la cabeza. Un padre perdedor, pervertido, y cansado de vivir, una madre maniática y perfeccionista, y una hija rarita y poco sociable. Esta película resume algo que en las vidas de hoy en día es más que una realidad: la hipocresía. Y una crítica hacia la mediocridad, hacia el patetismo de los honrados ciudadanos americanos que tan bien se pintan a si mismos desde hace años.

Dentro de esta mediocridad, también esta presenta una especie de mensaje de oportunidad, de cambio. El personaje de Lester ve en Ricky, hijo de su fascista vecino, en una especie de vuelta a los orígenes. Este lacónico joven le permite redescubrir su adolescencia, su vida. Y esta parte de la película supone una ruptura con el " American Dream ". Simboliza un nuevo nacimiento, una nueva vida, ya que, si no tienes nada que perder, ¿ Qué más te dará mandarlo todo al carajo y empezar desde 0 ?. Y como si se tratara de una nueva adolescencia, Lester trabaja en un restaurante de comida rápida, consume drogas, y se masturba a escondidas mientras sueña con acostarse con la mejor amiga de su hija, una lolita en toda regla. Decide centrarse en sí mismo, ya que, si nada de su entorno es agradable, y no puedes cambiarlo, pasa de todo.

Como ya he dicho anteriormente una obra maestra de Sam Mendes a la que no se le pueden buscar defectos. Unas actuaciones brillantes, un guión único, lleno de simbologías, una banda sonora recordada por todos, y unas cuantas escenas que ya son parte de la iconografía del cine moderno, amén de un final que resume en sí todo lo que la película ha venido contándonos: el sueño americano está muerto
Tony Montana
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10
3 de abril de 2006
150 de 178 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kurosawa puede quedarse a gusto, pues únicamente habiendo realizado esta obra cumbre ya entraría en los anales del cine. Este fresco que realizó sobre la historia del Japón feudal y sus costumbres es algo más que una peli de aventuras. Durante casi cuatro horas, nos sumergimos en el Japón como si estuviéramos allí, contemplando las batallas, ayudando a los campesinos, o buscando samuráis. Un auténtico monumento, una obra de amor al cine, una película perfecta.

La épica que tiene impresa toda la película es sin duda su gran fuerte. Partiendo de la base de que el género de aventuras es monotemático y tópico, esta película ya tiene un punto a favor. Y en su largo metraje, Kurosawa muestra una gran variedad de personajes. Le da tiempo a mostrarnos cada recoveco de los samuráis, pero también de la gran mayoría de los campesinos. La intención de Kurosawa es que, al acabar la película, entendamos por qué cada samurái ha aceptado el cargo de defender a los campesinos, y llegamos a la cuenta de que ninguno tiene los mismos motivos que el otro. Sus personajes nunca son planos, pues sabemos su pasado, su presente, y lo que esperan del futuro con apenas una conversación. Son personajes que viven, con sus preocupaciones, y se basan el un codigo, el bushido, marcado por el honor, el valor y el respeto. Y ello es extraño en una película de aventuras, pues se podría decir que Kurosawa " deja de lado " la acción. Y todo ello por no hablar del extraordinario final por la batalla. Unas escenas finales llenas de un lirismo auténticamente fordiano, y que superan con creces algo que a veces estropea una película: un mal final.

Pero a todo esto hay que añadirle el cuidado que pone Kurosawa en mostrar como era el Japón retratado en la película. Parece casi un fresco, una fotografía tomada en pleno Japón feudal. Todas las costumbres, sentimientos, e ideas propias de la época están reflejadas en la pantalla: la misoginía, la cobardía de los campesinos, la valentía de los samuráis, la amistad y el honor, algo importantísimo en unos personajes llenos de tanto carisma.

Y ya no me queda más que hablar de la dirección del maestro. Su dirección es sencilla, pura, sin efectismos baratos para dar más espectacularidad. Sus escenas intimas están recreadas de una forma lírica, pero real al mismo tiempo, con unas escenas de batalla en la que sabemos en todo momento lo que está ocurriendo gracias a que Kurosawa, al igual que el maestro Ford, no mueve la cámara a no ser que sea necesario, apoyada en la sutileza a la hora de contar los hechos, como cuando rescatan a un niño sin saber qué ocurre. Sin un montaje frenético, sabemos siempre que pasa, pues plantea las coreografías como un verdadero samurái planificaría la batalla. Y para ello contó con un reparto único, presidido por sus dos protagonistas favoritos: Mifune y Shimura, que alcanzan en esta película unas cotas interpretativas supremas.
Tony Montana
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