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España España · Santa cruz de Tenerife
Críticas de pakos
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
9
10 de diciembre de 2017
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si tuviese que rescatar una película del olvido y subestima por parte de la crítica, sería este western atípico filmado por Mulligan en un momento en el que este género había ya periclitado, y que solo sobrevivía loablemente debido al genio de un inspirado Leone,( quien lo rescató con la encomiable vis cómica de El bueno, el feo y el malo o La muerte tenía un precio y alcanzaría su obra cumbre con Hasta que llegó su hora, de inolvidable puesta en escena y sobrecogedor lirismo en secuencias ya antológicas), Un año después , 1969 , Peckinpah filmaría un poema épico y crepuscular, obra desgarradora y uno de las mejores reflexiones sobre perdedores y sobre la amistad que conocemos, Grupo salvaje, sepultando un género que en las siguientes décadas no alcanzó cotas similares hasta el Sin perdón de Eastwood.
Uno de los posibles motivos del poco prestigio de esta cinta quizás sea un incomprendido y acertado tono un tanto aséptico (desde un punto de vista sentimental) y elíptico (en cuanto a la narración), un tempo pausado y contemplativo, virtudes que en su momento pasaron por defectos, y que han trascendido la más obtusa ortodoxia de críticos miopes.
Salvaje, el indio que había secuestrado una mujer blanca que tiene un hijo suyo, tratará de recuperarla, ahora protegida por Peck,, explorador jubilado del ejército que terminará enamorándose de ella.
La escena en la estación, con ella y su hijo esperando la llegada del tren y Peck, a cierta distancia, indeciso, deliberando consigo mismo la posibilidad de dejarlos marchar o de protegerlos, es un prodigio de planificación espacial y de interpretaciones admirablemente comedidas.
Película de elocuentes miradas y sobrecogedores silencios, con la colisión de dos modos de vida dispares.. Una historia, la que vemos y otra, elíptica, la que inferimos (la anterior vida patética de Eva Marie Saint sometida al régimen tiránico y machista de Salvaje). Una escena lo plasma a la perfección, aquel momento en el que se sientan a comer Peck, ella y el niño. Estos dos últimos, incapaces no solo de articular palabra alguna, sino de empezar a comer, tienen que ser instados por un estupefacto Peck para tal acción.
No hay besos apasionados ni innecesarios subrayados de la banda sonora, pero sí tiernos abrazos y miradas de agradecimiento, con una contención asombrosa, que sin llegar a los extremos de lo que bastantes años después apreciaremos en un James Ivory, sí deja una insólita y loable seña de identidad.
Si hay algo que siempre he admirado en el cine es la capacidad de narrar sin palabras. Miradas, gestos y silencios hablan en este caso con mayor elocuencia, dando lugar a una puesta en escena de sugestivo y contenido lirismo, un tanto fordiano. Y precisamente por eso, por la contención, cuando afloran los sentimientos reprimidos, inspiran una inefable ternura que pocas veces he visto en un western.
Cinta de poco prestigio, decía , pero que hay que reivindicar urgentemente, sobre todo en estos tiempos en que se estila un cine estridente y pirotécnico que parece ser más un espectáculo circense que arte verdadero.
Hermosa película sobre personajes amputados en lo más intimo de su ser , pero redimidos por muestras de gratitud y de amor, las dos más eficaces medicinas que existen.
pakos
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10
7 de mayo de 2018
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando adjudicamos una etiqueta a un cineasta, parece que lo confinamos en un estilo, definiendo así su obra con estos parámetros cerrados. A Hitchcock se le reconoce convencionalmente como "el mago del suspense", y me pregunto si el suspense es lo más relevante de su extensa filmografía. Si nos ceñimos a la "etapa americana", nos hallamos ante productos singulares que trascienden ese suspense, dejando su huella por motivos de mayor enjundia y calado, como sucede con Vértigo, un drama de fúnebre y metafísico romanticismo que oscila entre el mundo de los muertos y el mundo de los vivos y su coexistencia, como si los límites entre los dos mundos (vivos y muertos), fuesen difusos o cuanto menos, ambiguos. Ya en su primera cinta americana, el genial cineasta inglés había andado por ese sendero metafísico, con el nombre y el indeleble recuerdo de la difunta Rebeca resonando en la conciencia de los personajes, hasta llegar a convertir a la desaparecida en la principal protagonista, sin necesidad de presentarla en imágenes.
North by northwest puede verse como un guiño cómico a ese tema del "ausente", tan caro a Hitchcock. En este caso, Kaplan, un espía, no viene de un virtual "más allá", sino que es un señuelo creado por la CIA para confundir a Vandamm ( James Mason) y sus secuaces, pero el azar o el destino involucra directamente a Roger Thornhill (Cary Grant), un ejecutivo del mundo de la publicidad que verá peligrar su vida desde los primeros compases de la película hasta el final. No podía faltar en este atribulado periplo un amor, encarnado por una de las rubias que tanto obsesionaban a Hitchcock ,Eva Marie Saint (Eve Kendall), un agente doble que al inicio muestra un aire de "femme fatale" del noir, pero no puede evitar enamorarse de un encantador Cary Grant ,que realiza una de sus mejores actuaciones, evocando en nuestras conciencias cinéfilas sus más brillantes momentos en las "screwball comedies". Y aquí quiero detenerme para mostrar lo débil y superficiales que llegan a ser las etiquetas, sobre todo cuando tratamos con una personalidad tan compleja y casi inabarcable como la de nuestro orondo y genial cineasta inglés, aureolado como "mago del suspense", pobre y convencional etiqueta que no hace justicia a su maestría, porque además de su incuestionable maña para suspender nuestra atención con acciones trepidantes o silencios y esperas larguísimas, nos ha hecho reír desde su "etapa inglesa" (39 escalones, Alarma en el expreso, etc), con un talento equiparable al que atesoraban Hawks, Preston Sturges o los geniales Hermanos Marx. Lo podemos comprobar con los primeros 5 minutos de North by northwest, desde el instante que Grant sale del trabajo. La conversación que sostienen él y su secretaria es digna del alado cinismo, inventiva y demás piruetas conceptuales de Groucho Marx, un humor que alcanza en algún momento tintes casi surrealistas.. A la salida del trabajo, Grant , mientras va acompañado por su secretaria, se cruza por los pasillos con un amigo, y le dice: "Saludos a tu esposa", y el otro le responde: "No nos hablamos". Luego Grant continúa dando indicaciones que son anotadas diligentemente por su secretaria, de esta guisa: " Envíele ( a un cliente) una caja de bombones envuelta con papel dorado, así se hará la ilusión de que está comiendo dinero". Luego, ya en la calle, se cuela, apartando a un usuario, con excusa fingida, para entrar con su secretaria en el taxi. Ella, avergonzada, le recrimina diciendo: " Pobre hombre" y Grant le contesta: " Tranquila, ahora ese individuo estará orgulloso de haber sido un buen samaritano". Y continúa Cary Grant: " Me veo un poco subido de peso, ponga en mi oficina un letrero que ponga " No engordar" y la secretaria, haciendo gala de un servilismo congénito, anota "No engordar". Y bien, ¿esto no es puro Groucho Marx? ¿ no es Hitchcok, además del "maestro del suspense", un " maestro de la comedia"? Es más ¿ en estos desternillantes y casi surrealistas diálogos preñados de cinismo y gracia alada no hay una sátira despiadada al desmedido capitalismo, donde las relaciones con los otros no son más que relaciones económicas?. En apenas 5 minutos, Hitchcock lanza un dardo venenoso a la hipócrita sociedad del consumo. ¿ Cuándo habéis visto algo similar en una cinta de acción y suspense?. Indefectiblemente nos tenemos que remitir a Groucho Marx y a las screwball comedies de los años 30 y 40.
La película será recordada más por míticas escenas de acción como la de la avioneta en los maizales o el vertiginoso final, con la guinda de una de las más afortunadas elipsis que nos regalado el cine, pero a mí ese comienzo me parece de las cosas más divertidas que visto nunca. Hitchcock, "maestro del suspense", cierto, pero "maestro de la comedia", también.
pakos
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10
14 de mayo de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dave Bannion (Glenn Ford), un honesto policía, pierde a su mujer, que no sobrevive a un explosivo letal que en principio estaba destinado a su marido, un Ford que al inicio de la película trataba de esclarecer una escabrosa trama de corrupción que tiene como primera víctima a un compañero de trabajo que se suicida. La muerte irreparable de su mujer espolea su deseo de justicia y venganza. Apartado del cuerpo de policía por sus corruptos compañeros, tendrá que actuar por su cuenta para perseguir a los ejecutores del crimen. Gloria Grahamm, vive en un mundo de apariencias, rodeada de repulsivas "sanguijuelas". La vemos en los primeros compases de la cinta agitando una coctelera (primer plano de la coctelera y luego prodigioso encuadre de ella) mientras menea sus caderas a ritmo de una música que suena en una de las fiestas del abominable jefe de Lee Marvin , y a continuación ilustrando y satirizando el servilismo congénito de los matones con una irónica y burlona reverencia dedicada al jefe. Grahamm, novia del villano Lee Marvin ( mano derecha del jefe) recala en la vida de Glenn Ford, tras un encuentro en un bar. Ella quedará horriblemente desfigurada por su abominable novio (magnífico Marvin en su papel) y luego buscará refugio en un Glenn Ford que le ofrece protección, mientras éste continúa con sus pesquisas. La venganza, llevada a cabo por Gloria Grahamm en los postreros compases de la cinta, matando a una de las encubridoras de la trama de corrupción y luego arrojando el café hirviendo a Lee Marvin, y pagándole así con la misma moneda, es uno de los gestos heroicos más impactantes y emotivos que uno recuerde.
Nunca me ha parecido tan convincente Glenn Ford como en esta maravilla de Lang. Es capaz de actuar solo con la mirada, en un asombroso registro que oscila entre la ira, el dolor contenido y la ternura evocadora en la escena final con Grahamm. Hay una escena que refrenda su portentosa interpretación. Se trata de aquella secuencia en que proyecta una mirada acuosa de dolor reprimido mientras aprieta los labios, sobre su casa ya desamueblada tras la muerte de su esposa.(Fritz Lang traza una prodigiosa panorámica en vacío )
Desgarradora cinta, probablemente la más dura de Fritz Lang, un noir amargo y violento, sin concesiones, pero con ese fulgor esperanzador que parece que lleven consigo todas las grandes obras de arte. Gloria Gahamm (interpretación memorable) se despide de este mundo retorcida de dolor, tras dos disparos letales de uno los mejores villanos del celuloide, Lee Marvin (nuestro inolvidable "Liberty en la cinta mítica de John Ford), pero en esos instantes finales aún nuestra heroína tiene la oportunidad de corregir en su imaginación su dramática y desdichada vida escuchando el relato de la envidiable e idílica vida matrimonial de un Glenn Ford que le ofrece así el mejor regalo como compensación al heroísmo romántico de este mujer humillada y marcada brutalmente en su rostro con una horrible cicatriz, indeleble huella que dará un giro a una dramática vida que de alguna manera ha tenido sentido por su ejemplar gesto altruista, dar la vida por un amor imposible ( Glenn Ford), pero no por ello, menos real. "Debió ser una mujer maravillosa" ( refiriéndose a la mujer asesinada de Glenn Ford), le dice ella mientras agoniza tendida en el suelo... " Voy a morir, ¿no es así?" le dice ella. " Si te dijera que vas a vivir 100 años más, te mentiría", le dice un Glenn Ford que sigue evocando su sencilla idílica vida sentimental con la mirada acuosa de incipientes lágrimas, pero esbozando una encantadora sonrisa que emana del recuerdo de los momentos felices con su difunta esposa. Pocas veces se ha reflejado en el cine un amor platónico de forma tan convincente y conmovedora, con ese desgarrador lirismo del recuerdo, de la evocación que parece refutar la muerte..
pakos
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Glenn Gould the Alchemist (TV)
DocumentalTV
Francia1974
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Documental, Intervenciones de: Glenn Gould
9
3 de noviembre de 2017
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un CD del sello Sony con grabación fechada en 1981 cayó en mis manos a principios de los 90. Al piano , Gould . La obra, Las variaciones Goldberg. Tras su escucha, pude curarme de cierto purismo historicista que admitía solo instrumentos de época con respecto a las grabaciones del periodo barroco, historicismo preconizado por grandes directores expertos en música antigua como Leonhardt, Harnoncourt, Gardiner o Koopman, aunque solamente los casos de Gould y de Sviatoslav Richter ( otro genio) con sus respectivas grabaciones de obras de Bach, refrendaron mi criterio condescendiente con un Bach ejecutado al piano y no al clavicémbalo original.
Magnífico documental sobre un personaje fascinante, con una heterodoxa interpretación que obedecía, según mi modesto parecer, a un talento y peculiaridad únicos, y con una técnica que desafiaba todos los cánones academicistas que obligaría a cualquier "respetable profesor de música" a corregir la posición corporal que en el caso de Glenn Gould desafiaba la ley newtoniana de la gravedad , y de una extravagante y afectadísima gestualidad que procedían más de la entrega e inspiración que de una deliberada afectación.
La película se inicia con una magnífica ejecución de la Tocata inicial de la Partita nº 6, solemne y conmovedora a la vez, en un ascético estudio totalmente blanco que seguro que haría las delicias de nuestro admirado Tarkovski.
Glenn Gould toca, se detiene a menudo, corrige, comenta algo oportuno sobre una pieza determinada, revela insólitos parajes solo avizorados por él, responde a los matices o preguntas de su apóstol Monsaingeon, embarcándonos en esta subyugante Odisea de la historia de la música que dibuja su arco desde obras del temprano Renacimiento, pasa por Bach y continúa hasta los románticos, tardorrománticos y dodecafonistas, todo un festín para melómanos competentes.
Recomiendo, encarecidamente, para completar un mayor acercamiento a este gran pianista la lectura de El malogrado, estupenda novela de Thomas Bernhard que tiene como protagonista al mismísimo Gould y que constituye un sutil estudio de sus pasiones, de sus manías o de sus gustos personales, además de ser una profunda reflexión sobre el significado último del arte y del artista.
La formación cultural de Gould, a pesar de sus notorias lagunas (no fue nunca un lector voraz) siempre resulta atractiva por ingeniosas ocurrencias, pertinentes analogías o por su extraordinaria sensibilidad musical.
Gould adolecía de un narcisismo duro de tragar en primera instancia y este documental es muestra de ello, casi llega a la autoparodia, pero nunca es arrogante y en cambio casi siempre es simpático, inteligente y apasionado como pocos artistas han sido.
Cuenta Bernhard en su gran novela citada antes que Gould confesaba a modo de metafísica quimera que quería convertirse en música tanto en vida como en un esperanzador Más Allá. Lo cierto es que yo me apuntaría, sin pensarlo, a tal sugerente destino.
Gould, harto de ser un monito de feria en las grandes salas de concierto, se retiró en su residencia canadiense para tocar música en soledad , para pensar en música, para ser solo música él mismo, una envidiable "vida retirada" que aprobaría Fray Luis de León.
Además de recomendar este fascinante viaje por el mundo de la música clásica solo quiero anotar algunas grabaciones de referencia del genial pianista canadiense como las ya citadas Goldberg de 1981 en el sello Sony, su interpretación de la sonata para piano de Alban Berg, El quinteto para piano de Brahms o el concierto para piano de Schoenberg
En definitiva, indispensable documento para los amantes de la gran música.
pakos
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9
6 de febrero de 2018
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Explosivo cóctel, curioso híbrido de cuento de horror y de comedia loca ,sátira corrosiva e irreverente, pesadilla kafkiana con un cierto aroma de film noir (asfalto húmedo, penumbra en interiores, fatalidad, atmósfera pesadillesca, mujeres liosas…), toda una empresa a priori arriesgada de la que sale airoso un inspirado Scorsese y que por diversas razones se ha convertido en una cinta de culto que no ha perdido un ápice de fascinación con los años transcurridos.
La premisa inicial, un descenso a los infiernos (los suburbios neoyorquinos) sufrido por un joven trabajador de una empresa informática muestra una fauna urbana variopinta con chicas alocadas y casquivanas, moteros gays, hercúleos porteros de discoteca, punkies, taxistas rumberos un tanto kamikazes,,, que difiere de la fauna más sórdida exhibida en Taxi driver (maleantes, putas, proxenetas, traficantes…), con un tono engañosamente desenfadado que no oculta la punzante y corrosiva sátira de una década, los 80, fértil en la crianza de curiosas especies como los punkies, las neohippies, estas, ni reivindicativas ni disidentes, ya no esgrimen los fetiches de Janis Joplin en sus camisetas sino que están pendientes de la conjunción de los astros (Rosanna Arquette le pregunta a Dunne por su horóscopo, para inferir así la velada que les espera) o adolecen de un alarmante complejo de inferioridad, como la chica de la furgoneta de los helados, o la incipiente movida gay, reflejada en unos moteros que se morrean impúdicamente en el bar y que poco tienen que ver ya con los que copulaban con sus chicas en Easy rider.
Bajo el falso empaque de comedia alocada, hay un sustrato de mala uva y mordacidad con clara intención satírica, por no hablar de todos los referentes, explícitos o sugeridos que aparecen , tales como el que la vincula a una joya del noir, Detour, en la que su atribulado personaje vivía una pesadilla similar, de infortunio en infortunio, como el Cándido de Voltaire. Otra alusión, más elocuente, que se erige como símbolo humorístico de la pesadilla vivida por Dunne es El grito de Munch, aquí en forma de estatua de escayola. La persecución final (casi linchamiento) es un homenaje a Cops, de Buster Keaton. Otra cita, a Henry Miller, del que una despampanante Rosanna Arquette dice de memoria el comienzo de su Trópico de cáncer ( libro que lee en el bar) a Dunne. Magnífica secuencia , por cierto, con un acercamiento tan natural y espontáneo de los dos, que me trae a la memoria inmediatamente la invitación a salir por parte de De Niro a Cybill Shepherd en Taxi driver, otro encuentro soñado ( y frustrado).
Algunos estilemas de Scorsese, como el de la camara giratoria en ligero picado sobre un personaje me han parecido a veces un dechado gratuito de estéril virtuosismo, pero no así en After hours, porque congenia oportunamente con el elemento claustrofóbico y enrarecido del film.
La ralentización en el vuelo del billete que pierde en el taxi y el consiguiente estupor mudo de decepción de Dunne es otra estupenda escena.
Divertidísima también la secuencia de la discoteca punky, donde Dunne sale parcialmente trasquilado, y delirante la confesión de Rosanna Arquette , cuando expone a Dunne los bizarros motivos que le llevaron a abandonar a su anterior pareja.
Huye también la cinta de cualquier veleidad romántica que pueda asomar en algún momento, como en el citado encuentro en el bar de Rosanna Arquette y Dunne, porque si bien al principio ella aparenta ser una chica culta y encantadora, luego se revelerá como una tonta casquivana que provocará el intento de huida frustrado de Dunne. La otra chica, la del camión de los helados es, si cabe, más patética aún en su comportamiento casi infantil y traumático, de enfermiza susceptibilidad.
Vamos, Scorsese no deja títere con cabeza, todos pasan bajo su implacable guillotina y de esta manera lo que en principio apuntaba como comedia desenfadada se transforma en una irreverente y corrosiva sátira de una década tan cercana a la actualidad, por su frivolidad, el culto exclusivo al cuerpo y la burda idolatría a las modas.
Muy buena la ambientación y recreación suburbana reflejada en la penumbra parecida a un burdel barato de la habitación de Rosanna Arquette, , en la discoteca punky, cutre y ruidosa a más no poder, en el bar, en las calles semidesiertas a horas intempestivas…, en el asfalto húmedo y la luz tenue del alumbrado…
Al fin y al cabo, tanta desdicha de un tipo que no solo no se come un rosco esa fatídica noche, sino que está a punto de ser trasquilado y linchado , regresar al trabajo cubierto de polvo de escayola debe ser un mal menor..irónico y acertadísimo cierre de una película genial.
pakos
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