Haz click aquí para copiar la URL
España España · barcelona
Críticas de avanti
<< 1 2 3 4 10 63 >>
Críticas 313
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de febrero de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orphée (Orfeo) es una película de Jean Cocteau del año 1950, autor además del guión, con una brillante banda sonora del gran Georges Auric y la fotografía de Nicolas Hayer. Ambientada en el París contemporáneo, la historia de la película es una variación del clásico mito griego de Orfeo. Si en La sangre de un poeta (1932) Cocteau organiza su película en diferentes apartados donde se implican el sobresalto del artista, la comunicación entre estatua, la inquietud, la poderosa influencia del simbolismo del espejo, las algarabías de jóvenes estudiantes, las acciones de tramposos jugadores, la presencia de la muerte como elemento de transito, y la presencia de público espectador indoloramente ajeno a los acontecimientos; en Orfeo, el realizador trata el tema a partir de tres elementos básicos: muerte, inmortalidad y espejos, que en mayor o menor medida se convierten en los nexos de unión en la trilogía órfica inseparable de la figura del poeta en su integridad.

Cocteau adopta necesariamente su propia visión del mito griego desde el sufrimiento de los diferentes estadios por los que ha de pasar Orfeo (Jean Marais) para transformarse en el nuevo poeta (según el realizador) conseguido a través de alguna acción específica para revocar su destino según la mitología griega visto a través del único y tortuoso sendero a través del cual Orfeo ha de enfrentarse a las diferentes contrariedades que le llevarán a descender hasta el hades.

El singular giro que el realizador aplica a la acción de Orfeo en su lucha por conseguir recuperar a Eurídice (Marie Déa), sustraída del otro lado del espejo por medio del engaño y el interés emocional de la princesa Muerte (Maria Casares), encierra el irrefrenable deseo del reencuentro con ella y su hipnótico poder respaldado irremediablemente por el servicio de Heurtebise (François Périer) y Jacques Cégeste (Edouard Dermithe) junto a la necesidad por encontrar respuesta al conflicto planteado por la princesa, Orfeo y Eurídice que, junto a otros
temas tratados complementan las acciones de nuestros protagonistas por medio de una mezcla de mitos órficos y modernos donde la iconografía del automóvil, las motos y los modernos comunicadores tecnológicos de la época, se convierten en el puente de transición, en transportador (cual barca de Caronte) de dos realidades necesarias y condenadas a entenderse.

Así pues, el mito de Orfeo, siguiendo la línea del simbolista poeta y crítico Stephane Mallarmé, y su concepto de transformación sobre la eternidad del poeta y su destino, es la consecuencia necesaria de ambos mundos condenados a coexistir en el espacio-tiempo donde se desarrollan los acontecimientos narrados dándonos la sensación deseada por Cocteau sobre la necesaria atemporalidad en su visión de la creación artística, del tiempo y del espacio donde se dilucidan finalmente el destino de nuestros protagonistas.
avanti
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
19 de julio de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi un caballero es una película de José María Forqué realizada en 1964, en la que se narran las vicisitudes de unos cuantos ladronzuelos y un elegante y sofisticado ladrón de guante blanco, de cómo llegan a confraternizar ambos especímenes apropiadores de lo ajeno y de cómo resuelven sus problemas antes de ser sorprendidos por un inspector dedicado a su trabajo: encontrar pistas.

En escena Agustín (Alfredo Landa), ladronzuelo melómano, todo un padrazo que en todo momento se acuerda de su querida família, incluso cuando trabaja. Entregado a su faena no percibe la presencia de los propietarios de la casa: Susana (Concha Velasco) y Gabriel Mostazo (José Luis López Vázquez), sorprendidos por descubrir al ladronzuelo no tardan mucho tiempo en dejarse convencer para llegar a un acuerdo mediante la ñoñería ramplona del ladronzuelo, hasta que aparece un nuevo personaje en escena.

Alberto (Alberto Closas), representa a la alta clase social entre ladrones de guante blanco, que utilizan la discreción y el sofisticado disimulo en sus fechorías, combinando las relaciones amorosas con la eficacia del robo sin violencia con mínimos desperfectos. Se presenta como el propietario de la casa. Utilizando el subterfugio, les convence hasta el punto en el que han de abandonarla, pero algo inesperado ocurrirá en sus vidas.

El elegante ladrón les propone a los sorprendidos pillastres un plan meditado largo tiempo para hacerse con una obra de arte de incalculable valor. En la visita al edificio de estilo renacentista donde se custodia la pintura, Agustín, Gabriel, Susana y Alberto, se unen a un grupo de visitantes conducidos por la sin par Gracita Morales, Guia turística del museo, momento que aprovechan para conocer mejor el edificio. Con lo que no contaban los ladronzuelos es con el factor sorpresa.

Eduardo Montalbán (Alfredo Mayo), es un inspector de policía que sigue el caso de un robo, casualmente conoce a Alberto, amigo de infancia, entablándose una conversación que aclararán la situación de los pillastres Agustín y Gabriel, torpes hasta para huir; de la sensual Susana, aprendiza de ladrona que dudará hasta el último minuto sobre sus verdaderos sentimientos hacia Alberto quien, liberado de su peligrosa carga artística decide, junto a la bella ladronzuela enderezar sus destinos...

Interesante metraje de Forqué en el que el exhaustivo trabajo en la profundidad de campo aplicado a las múltiples escenas de Casi un caballero, convierte el metraje en objeto de estudio para conocer los espacios escénicos con distintos fondos de los personajes en plano fijo, a lo que colaboró la excelente fotografía del experimentado Juan Mariné que tanto hizo por su oficio junto a directores como (además de Forqué), Neville, Masó, Fernán Gómez o Sáenz de Heredia. Película de corte elegante y de notables contrastes entre sus personajes, donde lo que impera es el cerebro frío y calculador que poco puede hacer ante la bella Susana y su destacado mimetismo aplicado al personaje en el cuerpo de la genial actriz Concha Velasco.
avanti
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
22 de mayo de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Strange bedfellows (Extraños compañeros de cama) es un telefilm dirigido por Vincent McEveety en 1995, es el primer telefilm de la decimotercera temporada y sesenta y cinco de la serie, anteriormente había dirigido Descanse en paz señora Colombo en 1990, Asesinato por la lotería en 1991, Colombo: Más vale pájaro en mano… en 1992, Todo forma parte del juego en 1993 y Colombo se disfraza en 1994. El prolífico director nos lleva al mundo de las carreras de caballos donde siempre hay mucho dinero en juego que unido a las privilegiadas informaciones sobre el estado de los equinos, hace que las apuestas fluyan sin cesar entre apostantes con distinta suerte. Diferentes escenas nos sitúa en núcleo del problema y el atrezzo necesario que lo completa.

La principal preocupación de Graham McVeigh (George Wendt) criador de caballos pura sangre, es la de mantener a flote el rancho que regenta junto a su derrochador hermano Teddy McVeigh (Jeff Yagher) quien, comprometido con las apuestas y las ayudas de algún prestamista, pone en compromiso la herencia familiar. Diferentes contra planos rodean la discusión entre hermanos. Graham solo recibe vanas y débiles promesas de Teddy presionado además por Tiffany Keene (Karen Mayo-Chandler) su pareja, lo que le hace tomar una drástica decisión sin contemplaciones en un escenario exterior noche, antes de que las peligrosas e irresponsables acciones de su hermano, le lleven a él y al rancho a la más absoluta ruina.

El atrevido ranchero planea un plan de cargos contra la mafia local para ocultar la verdad, tendiendo lo que cree una infalible trampa al prestamista Bruno Romano (Jay Acovone) del que pretende liberarse con un plan cuidadosamente planeado. McEveety sitúa al espectador ante la provocadora acción, convirtiéndolo en cómplice de la torpe acción que le acarreará problemas, muchos problemas, el primero de ellos en forma de visita y planos medios, entre otros, nos lleva hasta un plano general donde se nos muestra muestra un destartalado coche gris perla, descapotable descolorido y algún ronroneo de mal sonar, conducido por el teniente Colombo (Peter Falk) con la misión de comunicarle al criador el hallazgo del hermano asesinado que, al parecer y según las primeras palabras de Graham McVeigh, no duda en señalar culpables, primeras impresiones que a Colombo no le suelen agradar demasiado.

Con lo que no contaba McVeigh era con la inesperada aparición de Vincenzo Fortelli (Rod Steiger), empresario reformado de un pasado turbulento y socio comercial de Bruno Romano. La tozudez del autosuficiente Graham le puede ante la realidad planteada por Fortelli: o paga la deuda contraída por su difunto hermano, o pagará de otro modo, incluida la desaparición de Romano. La acción a cuatro bandas entre gran variedad de planos y algún notable picado, se instala en el caso de los caballos pura sangre entre el difunto Teddy, el temeroso Graham buscando protección en Colombo, este, llevado sin contemplaciones ante Vincenzo Fortelli y este a su vez, aclarándole a Colombo su posición: o soluciona el caso, o el redimido mafioso local lo hará a su manera. El encadenado de tales situaciones en diferentes escenografías, nos lleva inevitablemente hasta la brillante escena final.

La solución que nos plantea el guión de Lawrence Vail contempla una colaboración poco ortodoxa pero efectiva por medio de la sorpresa, la situación y el momento en el que suceden los acontecimientos que darán finalmente respuesta y satisfacción a todas las partes implicadas: bueno para unos, descorazonadores para otros; es lo que tiene el juego: se gana o se pierde.

Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en tres ocasiones y a un hermano suyo (de Colombo) en una ocasión).
avanti
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
26 de abril de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Columbo goes to college (Colombo va a la Universidad) Es un telefilm dirigido por E.W. Swackhamer en 1990, primero de la decima temporada y cincuenta y seis de la serie. En ocasiones las tropelías de jóvenes universitarios derivan en graves consecuencias de todo tipo. Justin Rowe (Stephen Caffrey) y Cooper Redman (Gary Hershberger), son los ejemplos negativos a no seguir, se consideran intocables, poseedores de la razón, vengativos a ultranza y mentirosos a cualquier precio bajo la protección de unos padres influyentes gracias al poder económico y social que ejercen sobre la universidad donde sus irresponsables hijos intentan pasar el rato, hasta que son descubiertos en sus desmanes; entre los cuales algún ilegal acceso mostrado por el realizador en planos de seguimiento, detalle y contrapicados entre otros.

El profesor D.E. Rusk (James Sutorius) en un alarde de peligrosa honestidad previene a los jóvenes estudiantes, consecuencia de lo cual y tras inútiles intentos de diálogo filmado en un largo plano secuencia con ayuda de diferentes planos y espacios, planean el plan perfecto para sacarse del medio al responsable docente, mostrando una crueldad sin límites aplicada a la cruenta acción provocando la intervención del teniente de policía de Los Angeles Colombo (Peter Falk) quien encontrándose como orador invitado por el profesor Rusk, descubre posteriormente su inerte cuerpo.

Tras recabar los primeros datos del suceso y después de intercambiar algunas palabras con algunos de sus alumnos entre los cuales Sara (Elizabeth Swackhamer) y Ollie Sachas (Karl Wiedergott), Colombo centra su investigación a partir de algunos datos hallados que le llevan hasta diferentes ambientes sociales entre los cuales la vivienda de la ex amante June Clark (Katherine Cannon) y la de la viuda señora Rusk (Bridget Hanley); en un conjunto de variadas escenas resueltas destacando la utilización del plano medio. De todas las visitas extrae algún tipo de información útil para sus investigaciones que, con la dudosa ayuda de los jóvenes implicados Rowe y Redman, se van cumpliendo los objetivos y las sospechas.

Al parecer para los responsables universitarios y el benefactor Jordan Rowe (Robert Culp), algo no marcha, preocupados por la negativa imagen que está dando ante la opinión pública el centro docente que al pasar el tiempo no se ha esclarecido nada sobre el caso Rusk. La situación requiere con urgencia una solución. De forma interesada alguien desvía la atención hacia el desconocido Dominick Doyle (William Lucking), pronto comprobará Colombo qué ocultos intereses ajenos le ha guiado hasta ese inesperado sospechoso, el cebo perfecto para un presunto culpable, aclarándose la situación entre diferentes planos de exteriores en diversos encuadres.

Colombo en una clase magistral y, tras reunir todas las pruebas necesarias en sus investigaciones, recrea sobre el terreno los hechos que llevaron hasta el asesinato del profesor D.E. Rusk. Tanto los sorprendidos alumnos, como la dirección del centro, asisten a la inapelable demostración que aclararan los criminales incidentes de los indeseables vanidosos y prepotentes ejecutores envueltos subliminalmente en pieles de cordero por fuera y malvados como el diablo por dentro. Como último recurso para los implicados está la influencia paterna que, con toda probabilidad ante los incontestables hechos demostrados, poco o nada podrán hacer para exculpar a su maléfica prole.

Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en dos ocasiones, a una sobrina de su mujer en una ocasión y, otros personajes citan a los padres de Colombo en una ocasión.
avanti
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
28 de marzo de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
The conspirators (Los conspiradores) (1978), dirigido por Leo Penn, es el quinto y último telefilm de la séptima temporada y, cuarenta y cinco de la serie (anteriormente dirigió Cualquier viejo puerto para una tormenta (1973). En el telefilm que nos ocupa, Leo Penn nos acerca al peligroso mundo de la política ancestral de un grupo de idealistas irlandeses. El enfrentamiento, la torpeza, la economía y las peligrosas decisiones, aderezadas con música autóctona, convierte el guión en un peligroso juego entre policías, traficantes y soñadores idealistas.

Poeta, cantante, escritor, gran bebedor de whisky, amable, enamoradizo mujeriego y celoso de su intimidad, así es Joe Devlin (Clive Revill), un personaje inicialmente mostrado por el realizador en sus principales facetasen la sucesión enlazada de diferentes espacios y escenas para el que toda acción está dirigida hacia un solo deseo compartido con singulares y carismáticos personajes de origen irlandés mostrados entre planos americanos, medios y primeros planos, entre los cuales la apacible (en apariencia) Kate O’Connell (Jeanette Nolan), su hijo y empresario George O’Connell (Bernard Behrens), el joven Kerry Malone (Michael Horton) y el propio Devlin.

Primerísimos planos y algún plano detalle proporcionan las primeras pistas que llevarán a Colombo hasta las ocultas interioridades del multidisciplinar Joe Devlin quien, perseguido por la insistente intromisión del detective en su vida personal, lo convierte en sospechoso principal de sus pesquisas, con diálogos instalados en el plano contraplano entre ambos dando la sensación de estar ante un largo monólogo a dos, ampliando pistas con la información de la librera Angela (Deborah White) proporcionándole a nuestro detective importantes datos sobre la victima Vincent Pauley (Albert Paulsen).

En discretos planos de exteriores, el realizador nos muestra la preocupación de nuestro protagonista principal por encontrar el material sensible que busca, topando con un personaje que sabe jugar al despiste, el vendedor de caravanas Gun Dealer (L.Q. Jones), con no demasiado éxito inicial, llevándonos a través de diferentes escenas hasta el inevitable reencuentro entre Colombo y Devlin que entre barras de bar, juegos de dardos y pintas de cerveza, intentan descifrar algunos desconocidos códigos que ayuden a conocer su contenido.

Una entrevista de Carole Hemmingway (Carole Hemingway) a Joe Devlin le da nuevas pistas al inspector de policía para aclarar el caso acompañado por la deducción y la casualidad entre grandes planos generales, dando así con el sensible y peligroso cargamento oculto, celebrado por el detective con el whisky de Joe Devlin quien, en ningún momento pudo espetarle al detective ‘Hasta aquí Colombo ¡y nada más!’.

La séptima temporada de Colombo concluye entre enardecedores canticos irlandeses con algunas aleluyas, precedido por una amable anciana algo macabra y vengativa, cocineros responsables de los más deliciosos manjares, intolerantes creativos en los medios, y psicólogos algo pasados de rosca.

Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en tres ocasiones, otro personaje lo hace en una ocasión. Además, Colombo cita a un sobrino suyo en dos ocasiones.
avanti
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 10 63 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow