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Israel Israel · Jerusalem
Críticas de Ehavled Jef
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Críticas 103
Críticas ordenadas por utilidad
9
29 de mayo de 2009
41 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película etnográfica sobre un hombre libre de Navarra (España), que trabajó durante toda su vida haciendo carbón y cazando en el monte, que no quiso ser un trabajador sirviente de ningún contratista laboral, sino trabajar como hombre libre siendo amo de sí mismo por más penalidades que esto suponga (sabiendo que también conlleva muchas satisfacciones que ni los reyes de este mundo prueban jamás).

Película entrañable, donde se recogen muestras fidedignas de la cultura, costumbre y acontecimientos existenciales de un tiempo y un lugar concretos. Entre ellos, de cómo era la guardia civil en la España de aquellos años cuarenta, cincuenta, sesenta (del siglo XX) y lo dispuestos que estaban siempre al maltrato de los hombres pobres y de pegar guantazos u "hostias" a los hombres sin dinero ni poder (para esto los picoletos eran muy beneméritos y valientes).

Película que nos emociona por su grandeza al exponernos el medio natural, al decribir a la gente sencilla de aldea, al recordarnos el respeto habido en el cortejo amoroso de los jóvenes o de qué iban los juegos de niños y adultos, los bailes, las comidas, etc. Una belleza de narración naturalista y de interpretación natural por parte sobre todo de Patxi Bisquert y Amaia Lasa.

Película MUY BUENA, perteneciente a unos años de cine maravilloso y genial hecho en España durante la década de los ochenta (del s. XX).

Para mí, y creo que para muchos más críticos y entendidos en cine, la primera y última mejor película de Montxo Armendáriz; sin duda.
Ehavled Jef
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10
19 de mayo de 2010
39 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que para muchos que nacimos a mediados del siglo XX formó parte de nuestra infancia y guardamos en la memoria con emocionada añoranza.

Nos mostraba una admirable manera de ser maestro o profesor interpretado por un Sidney Poitier, cuyo personaje se convirtiría en referencia de cómo ser docente, al que muchos trataríamos de emular posteriormente.

Entrañable película que marcó una época y a una generación de discentes/docentes en unos valores imperecederos.


La siguiente canción es el tema principal que además daba título al filme. La cantaba Lulu y fue un grandísimo éxito que aún nos llena de nostalgia:


T0 SIR, WITH LOVE

Those schoolgirl days
Of telling tales, and biting nails, are gone.
But in my mind,
I know they will still live on and on.
But how do you thank someone
Who has taken you from crayons to perfume?
It isn't easy, but I'll try.
If you wanted the sky,
I would write across the sky in letters
That would soar a thousand feet high:
'To Sir, With Love.'

The time has come for closing books
and long last looks must end.
And as I leave,
I know that I am leaving my best friend.
A friend who taught me right from wrong,
And weak from strong,
That's a lot to learn,
What, what can I give you in return?
If you wanted the moon I would try to make a start,
But I would rather you let me give my heart:
'To Sir, With Love.'

¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨

AL PROFESOR CON CARIÑO

Esos días de colegiala
de contar cuentos y de morderse las uñas, se han ido.
Pero en mi mente,
sé que todavía viven y siguen ahí.
Mas, ¿cómo agradecer a alguien
que nos llevó de los lápices a los perfumes?
No es fácil, pero lo intentaré.
Si usted quisiera el cielo,
yo escribiría letras a través del mismo
que se vieran a mil pies de altura:
'Para el profesor, con cariño.'

El momento de cerrar los libros
y de las largas últimas miradas ha llegado a su fin.
Y como me voy,
sé que dejo a mi mejor amigo.
Un amigo que me enseñó a distinguir entre el bien y el mal,
entre lo débil y lo fuerte,
lo cual es mucho aprender.
¿Qué, qué puedo darle a cambio?
Si quisiera la luna yo haría por alcanzársela,
pero preferiría más bien darle mi corazón:
'Al profesor, con cariño.'


Fej Delvahe
Ehavled Jef
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8
19 de octubre de 2009
40 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra película casi desconocida, pero muy digna y relevante, a tenerse muy encuenta por su magnífico realismo de los hechos históricos: en concreto sobre el cristianismo católico en su encuentro y choque evangelizador con los indios hurones y otras tribus del Canadá allá por el siglo XVII.

Este filme de Bruce Beresford es toda una lección de antropología, etnología, historia, sociología, etc; para nada cae en el vicio de idealizar con "buenismo" manipulador ni al protagonista, un sacerdote jesuita francés, ni a los indígenas americanos del Canadá. Ambos eran lo que eran en aquellos años del s. XVII y tierras de la América del Norte: los indios, bastante salvajes y violentos, no por simple maldad sino en base al principio natural y lógico de subsistencia según el cual no podían ser misericordiosos ni mostrarse débiles, por más que a ello les invitase Jesucristo, pues esto suponía su propio suicidio ante las tribus vecinas encarnizadamente guerreras. Por su parte los misioneros jesuitas, eran hombres atrevidos y llenos de fervor evangelizador, funcionarios fanáticos del teologismo meramente teórico "made in ecclesia institución" —en este sentido la película incluye una simpática anécdota en la cual algunos indios le preguntan al sacerdote jesuita que les está predicando sobre el más allá, si en el cielo del Dios católico se disfruta de tabaco y mujeres. Éste con mentalidad de cuadrícula dogmática les responde secamente que NO, a lo que los indígenas refunfuñan entre ellos contrariados y diciéndose más o menos: "¡pues vaya porquería de religión la de este 'ropa negra'!"—

El filme es igualmente magistral al referir la vida cotidiana de unos y otros, sin idealizaciones vanas. Véase la escena del jesuita, cuando se pone a defecar con el culo fuera de la canoa y los nativos lo observan riéndose de esa revelación carnal de quien llevaba siempre su cuerpo ensotanado. O véase cuando los indios, en su crudeza y auténtica ignorancia de los avances de otros pueblos lejanos, se quedan asombrados frente a libros, cuadernos y lo que de estos se desprende: la escritura y la lectura, cosas que creían mágicas y ante las que se ponían temerosamente a la defensiva recurriendo a su animismo vengativo.

En definitiva, esta notable película puede clasificarse dentro del género religioso. Entre otras, pone de manifiesto las siguientes tesis:

1) Que no hay sociedad mínimamente cohesionada sin sus correspondientes «creencias», «devociones», «religiosidad»; que no puede hablarse de sociedad irreligiosa ninguna: la irreligión, sociológicamente, no existe. En consecuencia también la vida de los indios americanos cuando los hallaron los europeos, se describe repleta de «creencias religiosas».

2) Que la religión no trata sólo del cielo más allá, sino también del infierno más acá.

y 3) Que a veces la religión ha ocasionado por desgracia más daño que gozo (incluso el exterminio), al pueblo al que se le llevó como bienaventurada salvación.

Fej Delvahe
Ehavled Jef
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8
30 de noviembre de 2010
38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia del perro Hachi-ko es una poesía de las que hacen llorar. Este perrito nació en la provincia de Akita, al norte de Japón, en el año 1923. Fue un macho de color blanco, de la raza canina Akita, originaria del Japón. Esta clase de perro es considerado en el país del "Sol naciente" como el perro nacional del país, y de hecho durante generaciones fue usado por guerreros nipones como perro de defensa y ataque.

Seijiro Koyama construye una espléndida y enternecedora película acerca del susodicho can Hachi-ko, cuya fidelidad y fama llegó a ser tan excepcional que dejó trascendente huella en los corazones de los japoneses.

Así pues, el tal Hachi-ko fue un perro de raza Akita (natural de esa misma provincia del norte de Japón) que a las pocas semanas de nacer le fue regalado al profesor del Departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio, Dr. Eisaburo Ueno. El docente en principio no lo quiso tener en su casa (en el barrio de Shibuya al Oeste de Tokio), debido a la oposición de su esposa; pero acabó alojándolo en el patio de entrada a su vivienda y tratándolo con gran cariño y delicadeza, hasta tal punto que la señora de Eisaburo se sintió celosa. Hay una escena en el filme donde él le dice a su consorte que un perro, a pesar de ser un perro, tiene derechos.

Sin duda, la historia de Hachi-ko nos toca el corazón porque nos enseña qué es capaz de hacer un perro o con cuánto agradecimiento puede responder al cariño, los cuidados amorosos y el mimo que le depara su amo o cuidador.

El profesor colmaba de tantas atenciones a Hachi-ko que incluso en alguna escena se le ve quitándole con gran paciencia una enorme cantidad de pulgas que va matando sobre un papel, durmiendo con el animal encima o incluso metidos los dos en la tina de baños para personas y dándose un reposado y enjabonado aseo humano-canino. No es pues de extrañar que ante tantos cuidados y ternura, el perro Hachi-ko sintiera religiosa veneración o simpatía hacia su amigo racional. Desde pequeñito el perro se acostumbró a acompañar a su dueño hasta la entrada de la Estación de trenes, cuando el profesor se iba a trabajar a la universidad, e igualmente lo recibía en el mismo lugar cuando regresaba de la jornada laboral. Y así a diario, lo cual llenaba de admiración a la gente de este barrio de Shibuya en el extrarradio de Tokio, quienes veían al can comportarse de esa manera extraordinaria.

Pero la grandeza de este perro y de su historia se incrementa a partir de un día del año 1925...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ehavled Jef
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9
6 de marzo de 2017
42 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Los aguaciles insistían una y otra vez en que lo del "fumie" era solamente una formalidad. Poner el pie encima, y todo estaba listo. Solamente pisar, y a ellos les tenía sin cuidado la fe que les quedase dentro. No tenían ni interés en investigarlo. Las órdenes de palacio eran que en cuanto uno rozara con el pie ligeramente el "fumie" se le pusiera inmediatamente en libertad.» (p. 152).

«Pensadlo bien —gritaba otro guardia, de espaldas al sacerdote jesuita y vuelto hacia la celda donde una mujer japonesa cristiana acaba de morir tras días de tortura—. Así se acaba cuando se juega con la vida. Perdonad la machaconería: cuanto antes terminéis con esto, antes saldréis de aquí. Y repito lo de antes: no os decimos que piséis de todo corazón. El puro rito de poner un pie encima no tiene por qué destruir la fe.» (p. 154).

«Le repito lo que le dijo Sawano: no se empeñe en ser terco. Nosotros no le pedimos que apostate en su interior. Es sólo una formalidad, ¿sabe? ¿Es que no va a decir "apostato" ni siquiera como simple formalidad?» (p. 199).

Cf. SHÛSAKU ENDÔ, Silencio. La aventura de los jesuitas en el Japón del siglo XVII. Edhasa. Barcelona 1988.
Ehavled Jef
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