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España España · Sant Feliu de Llobregat
Críticas de Mireia Mullor
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
8
1 de noviembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cuán fuerte es una relación cuando se vive a 10.000 kilómetros? Cómo mantener una relación a distancia. Un argumento fácil, manido incluso, con pocas esperanzas de sorprender. ¿Por qué nos va a sorprender algo que es tan habitual en nuestra sociedad de hoy? Y sin embargo, “10.000 KM” te acaba sorprendiendo.

Es difícil decir qué es ese algo tan especial en esta película. Quizá el realismo de sus diálogos, quizá sus grandes interpretaciones o la naturalidad en la que discurre todo. Quizás que se sume al estilo de “Hermosa Juventud” (Jaime Rosales, 2014) y “Open Windows” (Nacho Vigalondo, 2014) en el tema de enseñar las pantallas, desde Facebook y Skype hasta Google Maps, confirmando que las nuevas tecnologías llegan al cine para quedarse. Demostrando, además, que ya no podemos huir de ellas, que forman parte indispensable de nuestras vidas y que irán evolucionando hasta crear frescos de pura ciencia ficción.

Carlos Marqués-Marcet nos trae un relato de emociones contenidas en la pantalla de un ordenador, una radiografía de un amor contemporáneo, fruto de la modernidad y la crisis en España. Y es que el film es, en parte, un guiño a todos esos jóvenes que se ven obligados a emigrar para tener un trabajo decente, para encontrar oportunidades y cumplir sus sueños, algo que cada vez es más complicado dentro de nuestras fronteras. “10.000 KM” es una película hecha con un gusto exquisito, donde cada canción y cada momento se funden y te erizan la piel, donde no existen las utopías sino solo la pura realidad. El director ha sabido conectar con los espectadores y poner el acento justo donde se necesitaba. Una narrativa brillante.

¿La distancia mata el amor?

Pero en “10.000 KM” lo importante no es tanto la innovación multipantalla y la emigración de jóvenes españoles, sino el conflicto humano respecto a las relaciones de pareja. Porque lo que se arreglaba con una carantoña, una mirada o una caricia, a 10.000 kilómetros no resulta tan fácil. La tensión se incrementa, los malentendidos se multiplican y la sensación de abandono crece rápidamente. Nos recuerda a las conversaciones por Whatsapp, causa de tantas rupturas según algunos estudios, una nueva forma de vivir las relaciones que nos ha vuelto obsesivos y excesivamente celosos. Pero sobre todo, lo que se desprende es el miedo.

Da miedo descubrir que tu pareja puede hacerlo todo sin ti. La distancia rompe la dependencia amorosa y descubre un mundo nuevo, un mundo del que habíamos vivido aislados en el confort de nuestro hogar. Y cuando rompes la distancia, te das cuenta de que los 10.000 kilómetros no se han ido, siguen ahí, porque la distancia se ha convertido en algo más que un espacio físico.

blogelcontraplano.wordpress.com
Mireia Mullor
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9
1 de noviembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnética, entretenida y sorprendente. Así definiríamos en pocas palabras la experiencia de ver “Perdida”, lo último de David Fincher. Pero no caigamos en lo obvio al alabar la innegable calidad cinematográfica de este director estadounidense, y planteemos el tema sobre el que muchos espectadores reflexionan: ¿es “Perdida” misógina?

Amy desaparece un día de su hogar, dejando tras de sí el rastro de un posible secuestro. Su marido, pese a los problemas que venían teniendo, empezará una intensa campaña en su búsqueda. Pero si hay algo que nos enseña “Perdida” es que nada es lo que parece. El pasado de este matrimonio se ha cimentado sobre dos personalidades distintas y relacionales, dos maneras de entender las relaciones de pareja, o más bien de vivir. Ella vive bajo la sombra de un exitoso alter ego en la ficción que sus padres crearon, él sobre los restos de su “libertad masculina” que cree haber perdido. Ella lucha por coger las riendas de su historia, él engaña porque no es capaz de afrontar los conflictos. Y cuando el dinero falta, los problemas se intensifican. Y éstos solo evidencian que quizás esa persona que comparte tu techo no es como pensabas. A partir de este planteamiento, Fincher nos conduce a través de las versiones cruzadas de un matrimonio en crisis, de una desaparición y una voluntad de búsqueda movida más por salvar las apariencias que por recuperar a su esposa.

¿Y la misoginia? “Perdida” suscita inevitablemente interpretaciones peligrosas en su desarrollo. Una mujer manipuladora y un hombre que la engaña, una pareja que se rompe entre los affaires financieros y la monotonía de los reductos de su amor. Extrapolar una historia particular a una conclusión general puede ser un error si esas no eran las intenciones del cineasta. Pero bien es cierto que de “Perdida” se desprende una visión de las mujeres en la que sólo buscan un marido al que poder moldear a su antojo, que el macho elegido es simplemente el personaje que cumple su papel en la historia de su vida, y que cuanto más calle y obedezca, mejor. Una visión arcaica que en su época tenían las mujeres del matrimonio: un pacto de aguante y sufrimiento con una persona que bien se podría intercambiar con otra.

No tiene ningún sentido pensar que Fincher nos quisiera decir esto con la película. Yo no seré tan osada de acusar a este fantástico film de machista, y aliento a que no se mire con estos ojos, pues podría mancillar la belleza y complejidad que sí se tiene que comentar de “Perdida”. Quedarse en eso, como parece que hacía David Trueba en su columna en El País, es quedarse en la reacción superficial y predecible de un análisis pobre del argumento. Al contrario de considerarla misógina, “Perdida” es más una oda a la estupidez humana, a las dobles fachadas que profesamos construyendo nuestra felicidad inventada. Bebe de tópicos sobre hombres y mujeres, sin duda, pero con la voluntad de deformarlos y reinventarlos. No podemos acusar a “Perdida” de misógina, cuando personajes como la hermana de Ben Affleck y la inspectora de policía son mujeres lúcidas y brillantes que hacen de contrapeso a la inestabilidad emocional de la protagonista, brillantemente interpretada por Rosamund Pike. Lo que sí es seguro es que Fincher busca una crítica a los medios de comunicación sensacionalistas. Los delitos pasionales causan furor en los medios, sobre todo en la televisión, pasto de ávidos tertulianos que debaten encarnizadamente sobre presuntos sin pestañear. Inevitablemente, los medios crean opinión pública, y en estos casos se tiende a criminalizar a los sospechosos o crear historias sin ninguna base contrastada con tal de atraer a una audiencia que ansía tener alguien a quien lapidar por ello.

“Perdida” es tan sumamente desconcertante que se convierte en adictiva. El ritmo que es capaz de mantener en sus dos horas y media de metraje es dinámico y constante, acompaña a una trama vertiginosa entre las múltiples personalidades que sus protagonistas van adoptando hasta dilucidar la verdadera. Parece que Fincher reta a nuestras mentes a permanecer atentos y desengañarnos de los tópicos y verdades relativas de las que se alimenta la vida. Una película con tintes de suspense y enredos hitchcockianos que promete ser protagonista en la próxima edición de los Oscar.

http://blogelcontraplano.wordpress.com/2014/11/01/perdida-misogina/
Mireia Mullor
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8
1 de noviembre de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ida” cuenta la historia de Anna, una joven huérfana que a escasos días de tomar sus votos como monja vivirá un viaje con su tía que le removerá algunos esquemas. Pawel Pawlikowski nos trae esta joya en blanco y negro ambientada en la Polonia de la posguerra, haciendo gala de una sensibilidad especial al tratar desde nuevas perspectivas los crímenes contra los judíos. “Ida” está disponible en Filmin.

Anna es joven y atractiva, y no ha visto nada más allá de su convento. Pero esos años de inmersión exhaustiva en la fe católica han hecho bien su trabajo, y se dispone a tomar sus votos para convertirse en monja. A raíz de un viaje a casa de su tía, su único familiar vivo, surgen las preguntas que tanto tiempo habían estado enterradas. ¿De dónde es? ¿Qué les pasó a sus padres? Los interrogantes la llevan a conocer su identidad judía y a emprender un viaje con su tía en busca de respuestas.

Y es que Anna no es Anna, es Ida. Y no es católica, es judía. A partir de estos descubrimientos, la decisión está entre el amor a la vida o el amor a Dios. Todo en “Ida” transcurre con avances mínimos pero con encanto en cada una de sus escenas. Pese a parecer que caerá en otros referentes de su estética, Pawlikowski ahonda en los detalles, en las expresiones, en las emociones contenidas hechas silencio. Nos llena lo que no nos cuenta, lo que nos sugieren los ojos vacíos pero incendiarios de Agata Kulesza. Y no es fácil tratar un tema tan removido como es el Holocausto, aunque solo suponga el background de “Ida”

“Ida” escapa de las convenciones estéticas, pero construye un relato con ritmo constante, ayudado por su corta duración – 80 minutos. Toda la película está rodada en blanco y negro, lo que le da ese aire de historia antigua que acompaña con un juego de luces y sombras muy interesante. La guinda de la originalidad estética de “Ida” la pone la pantalla de 4:3, que deja un marco negro a la imagen que acentúa aún más la sensación de lejanía de la historia. No sé si será la técnica, la estética, las interpretaciones, o una ingeniosa mezcla de todo, pero lo evidente es que “Ida” huye de la indiferencia y emociona. Transmite belleza y sensibilidad en todas y cada una de sus escenas, dejándote en alguna de ellas sin respiración. Simplemente brillante.

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Mireia Mullor
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9
1 de noviembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine, por encima de todo, es emoción. Y no se necesitan grandes dramas ni escenarios bélicos para sentir que se te eriza la piel, sino todo lo contrario: la naturalidad de la vida, que a veces puede ser más sobrecogedora que la mejor de las ficciones. Quizás “Mommy” no sea una historia que le pase a cualquiera en su vida, con la que la mayoría del público se pueda identificar, pero irradia espontaneidad. Cada broma sin sentido, cada carcajada contagiosa, es la nuestra.

“Mommy” cuenta la historia de un chico con trastornos de conducta, con una madre algo atrevida y altanera pero dispuesta a todo por su hijo. Su conflictiva relación se verá apaciguada por la aparición de su vecina, formando un trío de apoyo mutuo contra sus excéntricas personalidades. Dolan vuelve a recurrir a las madres como eje central de su cine, una figura influyente desde su ópera prima “Yo maté a mi madre” (2009). Puede que ahí resida una parte de la magia de este joven director canadiense, en la veracidad de sus relatos, en la sensación de estar viendo algo palpable, real. Tan real que duele.

Su control del medio es tal que hace y deshace a su antojo, creando escenas de pura belleza poética. También juega con la música, que pasa de la mezcla alocada de sonidos al silencio más desgarrador, creando un ambiente del todo acertado, la banda sonora de nuestras vidas. La aparición, además, de temas tan conocidos como Welcome to my life – prácticamente el lema del film – nos lleva a esa aura de juventud incomprendida del protagonista. Esta canción de Simple Plan protagoniza sin duda una de las secuencias más emocionantes que he vivido en esta 62 edición del Festival de San Sebastián.

Xavier Dolan parece no tener techo. Su cine conecta, sonríe, destroza, respira. Es un cine sin miedos, sin barreras. Como tendría que ser la vida.

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Mireia Mullor
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6
1 de noviembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los escándalos de abusos sexuales del político francés protagonizan una de las películas más polémicas del año. Además, el nuevo film de Abel Ferrara ha tenido un estreno mundial en plataformas de distribución online, al mismo tiempo que se proyectaba en Cannes.

La sensación general de “Welcome to New York” es un regusto a regañina. Ferrara muestra la caída de un poderoso político francés, cuyo ritmo de vida sexual desenfrenado e inmoral se ve sancionado en la ciudad neoyorquina. No se nos escapa este espíritu moralizador que el mismo título de la película parece anunciar (“Bienvenido a Nueva York”), y que culminan en un film reprobatorio contra este tipo de personas que representa Dominique Strauss-Kahn, ente inspirador de la historia. Este tipo de personas que representan, a su vez, el capitalismo más sucio y la arrogancia de los poderosos.

La calidad de Abel Ferrara, que ya deslumbró en “El Funeral“, en cuanto a imagen y narrativa es indiscutible. El señor Devereaux – nombre que adquiere el personaje principal de la película – no es alguien aislado. Su historia es una mirada concreta, pero también un reflejo global de un estilo de vida que pertenece a los poderosos, y que pasa por el abuso, la violencia y el machismo más absoluto. El señor Devereaux es un ser a todas luces repugnante que, a pesar de ser juzgado y expuesto a la condena pública, seguirá con sus abusos sexuales. Como bien se indica al principio del film, los hechos se extraen de juicios públicos, pero la interpretación y personajes son ficticios, hasta donde cada uno lo quiera considerar. Lo que está claro es que la ficción siempre tiene un espacio en el cine.

El cerco que “Welcome to New York” ha sufrido en el Festival de Cannes de este año ha llevado a la productora Wild Bunch a revolucionar su distribución con un estreno multiplataforma. Al mismo tiempo que se proyectaba en Cannes – en una sala independiente del festival -, las plataformas Filmin, Yomvi, Wuaki y Nubeox, entre otras, ponían a disposición de los usuarios españoles una de las cintas más polémicas del año.

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Mireia Mullor
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