En 1996, el australiano Baz Luhrmann estrenó lo que hasta hoy es su película de más éxito, Romeo y Julieta (mejor que Moulin Rouge a todas luces). Fue en aquel entonces una película con mucho arte, mucha fidelidad y, sobre todo, excesiva. Luhrmann decidió que quería adaptar a Shakespeare y recrearlo en un contexto contemporáneo, lo que a todos nos resultó, como poco, chocante. Los diálogos exactos de la obra y mucho colorido consiguieron lo que pretendían, gustar.

Once años después Geoffrey Wright quiso hacer lo mismo, pero esta vez con Macbeth. No sé si el acento australiano o la poca gracia del largometraje han provocado lo diametralmente opuesto: querer salir corriendo de la sala. La película es un castigo desde el principio, y el hecho de que no haya ninguna cara conocida (exceptuando a Matt Doran, o "Ratón", aquel que diseñaba rubias con trajes rojos en The Matrix) sólo sugiere que ningún actor con un poco de cerebro ha querido participar en este proyecto. Nada recomendable.

Años atrás visioné esta película por primera vez y su impacto en mí fue total. A pesar de los años, casi diez, hoy sigo considerando Nivel 13 como una de las mejores cintas de ciencia ficción de los noventa.

Nunca ha gozado de una repercusión como la atribuída a Matrix, El Hombre del Bicentenario o Regreso al Futuro, por citar algunos ejemplos, pero es claramente una película a recomendar si quieres salirte de los fueros más convencionales.

Gretchen Mol aparece aquí con extraordinario sex appeal, y Craig Bierko convence aunque menos. Es, sin embargo, Vincent D'Onofrio, ese malo entre malos, quien destaca como figura oscura y transgresora en una trama hilada con esmero y precisión.

Si gustas de argumentos futuristas y mundos alternativos, no puedes perderte esta joya escondida en un baúl de microchips que sólo unos pocos nos hemos atrevido a abrir.

He aquí una historia contada mil veces, un drama de amores, odios y lugares aislados por la ignorancia. Amy Foster es la quinta esencia de la inadaptación, de la tortura de vivir en un lugar y un tiempo que no es el suyo.

Ya hemos visto, si no vivido, este cuento muchas veces, y una versión más no debería suponer cambio alguno en nuestra memoria. Sin embargo, esta película aprovecha con mucha inteligencia el factor de la localización y, muy por encima del resto, la batuta de un genio como John Barry para convertir un dibujo a crayón en un cuadro de John Everett Millais.

Rachel Weisz no puede hacer nada para competir con las soberbias interpretaciones de Sir Ian McKellen y Vincent Pérez. Aun así, pocas veces la he visto tan hermosa como en esta película.

Paisaje de acantilados verdes junto al mar, ese mar que durante todo el largometraje se posiciona como tercer protagonista principal y se transforma y moldea para dar sentido a una historia que de no contar con una música y fotografía magistrales, pasaría a formar parte del baúl de los recuerdos de un Hollywood de segunda división. Recomendada.

Como muchos aquí, esperaba ver esta película desde hace un tiempo. Finalmente la conseguí y pude visionarla con la tranquilidad de estar en un lugar seguro, para evitar el shock del que tanto se hablaba en las críticas.

He de decir que me sorprendió lo mal construidos que están los personajes. Al principio el único que se salvaba era Dustin Hoffman, pero a partir de la mitad del filme incluso él asombra por lo mala que es su actuación. Eran los setenta, una época llena de psicodelia en todos los ámbitos, pero la película es completamente surrealista en el mal sentido. Nadie hace nada por convencer, por hacer real una trama que estoy convencido mejorará con el remake, por primera vez en la historia del cine. Como no he investigado a fondo las causas que llevaron a Hoffman a participar, me aventuro a suponer que él y Peckinpah eran amigos y que le hizo un favor, invitándole a participar, junto con una panda de "don-nadies" del cine británico y pésimos actores todos, en un proyecto flojísimo en guión y pobre en su construcción final.

Una gran decepción.

Me declaro fan incondicional del Starship Troopers de Verhoeven, cinta que desgarra y se ríe de una manera muy poco sutil de las atrocidades de la guerra, el fanatismo y la subjetiva lente de los gobiernos.

La segunda parte fue, como han escrito otros miembros de esta web, para borrar de la memoria. Esta tercera, si bien con más presupuesto, no logra aclarar si el elemento de la Religión ha sido tratado también con ironía, o si por el contrario se usa como lección de parvulario para adoctrinar a espectadores con retraso mental. Titulo mi crítica como "borrosa" porque no se aclara ese punto en ningún momento.

En la película original todas las armas ideológicas eran mostradas como un insulto a la inteligencia, y se hacía evidente mofa de todo ello, pero aquí parece que han querido dar una vuelta de tuerca y enseñar al público que realmente la religión es la cura contra una invasión de bichos gigantes, y por ahí no paso, que ya tenemos suficiente fanatismo religioso como para soportarlo en un futuro neo-nazi creado por Hollywood. ¡Hasta ahí podíamos llegar!